23 de noviembre de 2005

Opinión: la "realidad histórica"

VISIÓN DE LA REALIDAD HISTÓRICA
Prof. Julio López Saco



Debemos entender como verdad histórica aquella existente entre lo que ocurrió y lo que debió haber sucedido, fruto de la interpretación del historiador que, a priori, selecciona o excluye hechos del campo del conocimiento histórico, y en función de la limitación de fuentes en calidad y/o cantidad. Esta concepción parte de la premisa de una realidad histórica nada lineal ni uniforme. Esto es así porque, como historiadores, no podemos olvidar ciertos aspectos:
que la realidad histórica es inaprensible y de múltiples formas, en especial si se reduce sólo a la existencia de hechos, puesto que el número de acontecimientos históricos posibles puede ser casi indefinido, reducción, por otra parte, errónea, porque la historia no sólo ha de estudiar lo que ocurrió, sino también cómo se concibió, se sintió y se meditó lo que ocurriría, pues los hombres actuamos guiados por motivos, pasiones y emociones (por todo esto es fácilmente deducible que el mito, como producto histórico, forma parte de la realidad histórica);
que la realidad histórica se plasma en las fuentes por medio de un proceso intencional: hay un “alguien” detrás del que escribe un relato, deja una inscripción funeraria o eleva un monumento conmemorativo, lo que significa que toda “fuente” no es un reflejo de los hechos históricos, sino únicamente una “versión” de estos, por lo que el historiador no trabajará con la “realidad histórica” sino con versiones fragmentarias (a veces en exceso), y en ocasiones contradictorias, de las mismas; y
que la realidad histórica se construye a partir de dichas fuentes aplicando criterios de verosimilitud que puedan dar sentido a la conducta de los hombres en el pasado (agentes de la historia) mediante el uso y abuso del relato, lo cual nos acerca, de nuevo, al ámbito de lo mítico.
En la historia nos podemos encontrar, como en el mito, con multiplicidad de versiones. En algunos casos, nos topamos con varias versiones de un mismo hecho y una o varias de esas versiones pueden aparecer, a su vez, reflejadas en una multiplicidad de fuentes. Nuestro conjunto de intereses preestablecidos y de ideas apriorísticas condicionarán, en mayor o menor medida, la lectura que hagamos de los textos y condicionarán, del mismo modo, cualquier posibilidad de interpretación de los mismos.
¿Es la historia, por lo tanto, fundamentalmente, una idea erudita o, por el contrario, un romántico y aséptico acercamiento a unos hechos del pasado que nosotros mismos consideramos vivo y activo?; ¿conforma la historia un conjunto de procesos determinados (hechos más un espacio-tiempo concreto) o es el sentido mediatizado dado por el historiador a esos “procesos”?. Propongo una reflexión.

8 de noviembre de 2005

Mitos y héroes: un ideal arquetípico

Lenguaje y “realidad” de los mitos con sus héroes como ideales arquetípicos*

Prof. Julio López


En todas las culturas antiguas los mitos están sistematizados y estructurados de manera uniforme, lo que nos plantea el hecho de que la capacidad mítica es universal; son algo más que un campo propio y exclusivo de una cultura o región geográfica específica. Se conforman como uno de los elementos que modelan la historia cultural del hombre, que los necesita para comprender el mundo en que vive y su propia existencia, planteándoselos como una manera de experimentar la realidad objetiva y también subjetiva: es una “realidad” que tiene razón de ser y que cumple funciones esenciales, con un significado y validez social innegable, y, por lo tanto, con una eficacia general.
Los mitos son inherentes al hombre, percepciones propias de la especie, creaciones mentales populares colectivas, emparentadas íntimamente con los rituales, y por eso se les entiende como un medio de conocimiento sui géneris referente a todo lo inaprensible y abstracto, aunque no necesariamente inconsciente. En efecto, si el conocimiento de las cosas es algo más que lo que perciben los sentidos, y que consideramos lo único real, el mito es un conocimiento, pues percibe aspectos imaginarios, ideales, no verificables a través de imágenes. Haciendo uso de las estructuras míticas, los hombres expresan el anhelo vital de un lugar idílico, atemporal, primordial, paradigmático, anterior a todo, de absoluta libertad, sin las cortapisas expresas de la vida cotidiana. Con ellos, el ser humano busca, conoce y comprende las “otras realidades”; por el pensamiento mítico se canalizan los hechos de la vida y los acontecimientos sociales esenciales: conocemos la implantación y nacimiento del mundo, de los hombres y animales, de la mujer, de las diferentes modalidades geográficas y atmosféricas, de la estructura familiar y social, con todos sus componentes, el sexo, las instituciones como el matrimonio o las relaciones de parentesco. En este sentido, ¿ son, pues, los mitos un medio de conocer aquellas realidades incomprensibles empírica o racionalmente?; ¿ son conscientes los grupos humanos de su uso como método de conocimiento?. Si cumplen una función y son una forma social de vivenciar ciertos aspectos comunes, pueden ser una vía de conocimiento, aunque no la única, acerca de cuestiones, interrogantes y realidades naturales y sociales que preocupan al grupo socialmente constituido. De este modo, no sería exagerado afirmar que los mitos contienen verdades filosóficamente tan válidas como las científicas o históricas, y por eso son cognoscitivamente necesarios, plenos de sistemas conceptuales claros y amplios. Por lo tanto, no pueden ser concebidos como simples errores o fantasías, sino como un tipo de conocimiento. Vistos en este contexto, adquieren un carácter simbólico y lógico que, como tal, requiere una serie de signos de expresión; se comportan así, como un lenguaje codificado a base de signos y relaciones entre seres divinos y heroicos, con una racionalidad lógica que ordena las experiencias individuales y colectivas, que hay que descifrar para poder “leerlos” y comprenderlos en la actualidad.
Debemos entender, por lo tanto, los mitos como mecanismos de dominio de la realidad física, tangible y de la mental y subjetiva, como formaciones para expresarse y comprender, propias de la vida psíquica e imaginativa humana, usadas en épocas donde la reflexión filosófica e histórica no tenía lugar todavía. Son embriones de auto-comprensión humana, ya que el devenir del hombre en el mundo y muchos de sus fenómenos y acontecimientos característicos son peculiares y curiosos, y por eso necesitan “ser pensados”. Los mitos adquieren, de este modo, carácter de certeza, en tanto que intuiciones psíquicas válidas para el espacio-tiempo en el que se desarrolla la cultura o culturas que los vivencian y experimentan. Sirven como elemento de reflexión actuando como un lenguaje que interpreta la realidad. Hasta el surgimiento de los análisis de rigor histórico y la especulación filosófica, se empleaban para ordenar, sistemática y racionalmente, el inmenso conjunto de material tradicional expresado oralmente.
Al expresarse por escrito, como herencia de una remota y tradicional oralidad, en la que eran concebidos para ser dichos y contados a una audiencia, los mitos empiezan a estudiarse, analizarse e interpretarse a fondo, adaptando su sentido esencial a la época histórica concreta que los leyese. De esta forma, se configuran como un medio de aprender y conocer gustos, prioridades o censuras de una sociedad determinada, y se reafirman en su catalogación como fuentes de conocimiento y como un elemento cultural ejemplar de primer orden. Representan un sistema ordenado y lógico por el que se tratan de expresar y entender hechos, acontecimientos y realidades socio-históricas y naturales, cuyas contradicciones derivan directamente de las de la realidad común. Como forma de experiencia cotidiana para el hombre, lo mítico no es fundamentable, ni necesita serlo, porque suele ser algo originario e infalible (o así se entiende), y por ello no hay que motivarlo ni justificarlo. Su carácter originario-paradigmático es suficiente, y en eso basa su enorme atractivo y hasta su mágico poder.
Uno de los más influyentes agentes que forman parte activa del desarrollo de los relatos míticos son los héroes o semidioses. Para definir y delimitar su figura, arquetípica e imaginaria, debemos dedicar nuestro breve estudio a las significaciones que haya generado a través de sus actuaciones en los mitos, sin concebirla como una esencia metafísica o una forma sustancial filosófica. La necesidad humana de idolatrar e imitar propicia que el héroe sea sentido como un medio de justificar actitudes individuales o colectivas, y por lo tanto, sociales. Ha servido, desde tiempos remotos, a las diversas estirpes, linajes, familias o dinastías como el instrumento ideal de enraizamiento en un pasado paradigmático e ideal. Desde esta óptica, el héroe es, genéricamente, un fundador y civilizador; un modelo que debe ser seguido, en tanto que ejemplifica una ética concreta que socialmente debe imitarse.
Aventurero sin límite y esencialmente transgresor, lucha denodadamente por conquistar lo humanamente inconquistable y por conseguir un orden que le confiera inmortalidad, premio inherente a su morfología en su condición de semidiós. A través de sus viajes, aventuras y hazañas, en un recorrido iniciático, expiatorio y purificador, como han imaginado los pitagóricos, se convierte en el símbolo del dominio de lo irracional del ser humano; refleja la lucha interior contra instintos y pasiones. El hombre, que ha sentido la necesidad de ídolos a quien adorar, se predispone a reverenciar a todo el que se destaque por su valor, temperamento o gallardía, en un vano intento por imitarlo. El héroe representaría la imagen de lo que quisiéramos ser y simbolizaría aquellos deseos que no podemos cumplir, en especial el traspaso habitual de cualquier límite. En este contexto de búsqueda, disputas y aventuras suele hallar una muerte trágica, inherente a su condición ambivalente, dual y contradictoria, que lo ensalza y lo hace perdurable en la mentalidad mítica humana. Recibe un premio especial: la inmortalidad o la gloria imperecedera, entendida, a veces, como una continuidad de su vida y hazañas en el recuerdo colectivo.
En la concepción griega, quizá la más estudiada, el héroe es un ser intermedio, mediador entre lo divino y lo humano, y entre lo civilizado y lo salvaje, de carácter ambivalente, con una línea de actuación y una naturaleza constitutiva variable entre aquellos aspectos culturales, valerosos y civilizadores, y los desmesurados, criminales, destructivos o despóticos. Es singular y actúa normalmente solo. Insertado en la atemporalidad del mito su heroicidad destila valor y honor. Como un genuino representante de la épica homérica, combate y se enfrenta a peligros que cualquier mortal no encararía bajo ninguna condición; como modelo de la lírica de Píndaro, busca la gloria y el reconocimiento eterno.
Por todo esto, el héroe no se puede encorsetar bajo una definición estricta, única e invariable, como se ha intentado hacer desde el siglo XIX, en tanto que su origen es sumamente heterogéneo y sus peculiaridades bastante dispares. Hoy, nuestros modernos héroes de consumo, mucho más cotidianos y cercanos que sus homónimos griegos, romanos, mesopotámicos o indios, precedidos de penetrantes campañas publicitarias, siguen colmando algunas de nuestras necesidades simbólicas y psicológicas: es el papel de toda una masa de héroes y heroínas de ciencia ficción o de una realidad cercana, expresada a través de la literatura y el cine. Y es que la pregunta, como la respuesta, se nos antoja evidente, ¿podríamos vivir sin ellos?. Naturalmente que no. Del mismo modo, no debemos olvidar que los mitos deben ser entendidos como uno de los valores activos de nuestra cultura y que sin mito, sencillamente, no hay historia.
*Publicado en la revista Quincunce de la UCAB

7 de noviembre de 2005

Ensayo. Ruta de la Seda

EL ACERCAMIENTO DE DOS MUNDOS: ORIGEN Y SIGNIFICADO DE LA RUTA DE LA SEDA EN LA ANTIGÜEDAD*


Prof. Dr. Julio López
Escuela de Historia, UCV
yogonbus@hotmail.com



El trabajo minucioso de investigadores pioneros y el empeño de osados aventureros en poner al descubierto la región de Asia central fue una labor que desde el siglo XIX ha ido descartando o matizando algunos tópicos: la ubicación de la zona fuera del marco de las importantes culturas colindantes y su papel de lugar de paso, una tierra de errantes nómadas sin rasgos culturales definidos, asentamientos permanentes ni historia propia. Sin embargo, el rol cultural desempeñado por el territorio centro-asiático fue inequívoco, y hasta podríamos decir, estelar: su geografía le ha conferido la etiqueta de sitio estratégico y de centro receptor y difusor, de cruce de caminos, de auténtico crisol que fusionó corrientes culturales que después progresaron hacia otras regiones. Las ciudades-oasis, de gran relevancia estratégica y caravanera, ejercerán de centros de encuentro y de ulterior partida, de obligados núcleos de reunión y acopio en función del relieve circundante y los temibles desiertos adyacentes. El alto grado de aislamiento y de insularidad geográfica son factores primordiales para entender el papel de la región centro-asiática como zona de un modelo cultural rico al que contribuyeron varias culturas y el paso de tribus nómadas, que hicieron que el territorio jugase el rol de “transmisor civilizador”. Este desempeño comercial y cultural propició las continuadas luchas entre los diferentes reinos por la posesión y control de la región y sus rutas. Durante mucho tiempo, chinos, tibetanos, turcos, árabes y persas rivalizaron por asegurar su presencia y dominio en este ámbito.
A través de una destacable red de caminos, veredas y carreteras, que cruzaban estos lugares, se movilizaban gentes de todo tipo y condición: mercaderes, mercenarios, monjes, especialmente budistas, peregrinos y embajadores. Este conglomerado de vías ha recibido el nombre de Ruta de la Seda, un término acuñado por el noble alemán von Richthofen en el siglo XIX1. Desde esa época, los caminos y lo que implican se han hecho legendarios, puesto que a través de la Sogdiana, el Pamir, la cuenca del Tarim y el Gansu, han sido capaces de ir generando en su largo recorrido intercontinental, centros de cultura donde los intercambios mercantiles y de ideas proliferaban ininterrumpidamente, mientras que, en reciprocidad, los núcleos urbanos propiciaban el crecimiento y consolidación de estas rutas de enlace que acercaban pueblos y civilizaciones distintas.
La seda fue el producto más floreciente de intercambio, aunque no el único. Se trataba de un material refinado2 propio de los miembros de la corte, que atrajo, en función de sus veleidades, a los grupos de patricios romanos, incidiendo en la intensificación de un comercio que también abundaba en otras mercancías consideradas exóticas y suntuosas: ámbar, perlas, esmaltes, lacas, pieles, lapislázuli o cinamomo. Estas relaciones comerciales entre oriente y occidente, que tenían como objeto los intercambios de productos de lujo, responden a un inusitado desarrollo de la capacidad de consumo de los centros de poder, en especial la Roma imperial. En la ciudad eterna la seda llegará a ser un lujo innecesario pero imprescindible en la confección de la indumentaria imperial, que proporcionaba prestigio y destacaba la potestas del soberano. El momento álgido del comercio de seda ocurrió en época de Augusto, durante la Pax Romana, el intervalo temporal de mayor esplendor de la cultura romana. Así pues, parece dar la impresión de que para el imperio romano, y para occidente en particular, las relaciones mercantiles tuviesen la misión de servir de acceso a bienes de prestigio relacionados con el desarrollo de las formas de mando. No debemos olvidar que el comercio a larga distancia es algo aislado y coyuntural, relacionado con las culturas urbanas. La organización básica de este sistema mercantil parece depender de la tradición del don y el regalo por el que, desde China, se distribuirían los productos entre los aristócratas guerreros de las estepas, pasando a sogdianos y habitantes de la Bactriana, que los transmitirían a mercaderes de Palmira o Alejandría a través de los intermediarios partos, siguiendo algunas rutas adyacentes importantes como las de la India del noroeste. Pero además de servir como corredor mercantil, la ruta será, fundamentalmente, un inestimable puente cultural, un medio de intercambio y fusión intelectual, religioso y filosófico. Con los diferentes productos viajarán las ideas, que contactarán con otras doctrinas, modos de pensar y de vivir la fe.
Las primeras fuentes escritas occidentales de la historia de Asia central que arrojan notaciones sobre contactos con estos territorios considerados inhóspitos y exóticos, se remontan a Heródoto, que menciona noticias tomadas de otras fuentes previas minorasiáticas y del Mar Negro, referentes a rutas que alcanzan las altas mesetas del Pamir y a la gran riqueza de la región del valle del río Indo. Algunas de sus coloridas descripciones son relativas a India y otras, más lúgubres, como la que traduce la costumbre de la antropofagia con carne de ancianos, parecen corresponderse con Asia central. Antes de estas reseñas del considerado “padre” de la Historia, la visión del oriente asiático pertenecía por completo a la mentalidad mitológica, con una concepción geográfica que se remontaba, como mínimo, a Homero y Hesíodo. Allende el ámbito mediterráneo, los ignotos territorios orientales estaban poblados de extraños y fantásticos seres, que conformaban un auténtico bestiario de individuos semi-humanos3. Después de Heródoto, la Indika del médico de Cnido, Ctesias y ciertos periplos seudo-históricos, forjaron la imagen tradicional de la India en la literatura de viajes griega. Las conquistas de Alejandro Magno, que con asombrosa rapidez difuminan el imperio persa, pudieron facilitar un relativo mejor conocimiento, desde un punto de vista antropológico y etnográfico, de las regiones centro-asiáticas, donde las influencias helenísticas entrarían en contacto con aquellas indias, especialmente budistas, e iranias zoroástricas4. En una época muy anterior a Alejandro, sólo el viajero y comerciante cario Escílax de Carianda ( siglo VI a. C. ), presumiblemente conoció los territorios más allá de Persépolis como miembro de una expedición persa comandada por Darío I para reconocer el área del Indo antes de lanzarse a su conquista. No será hasta finales del siglo III a.C. cuando con la fundación del imperio chino y su ulterior expansión territorial se nos facilite la presencia de informes escritos sistemáticos que superen las noticias de los paradoxógrafos y complementen los datos arqueológicos disponibles. Este acontecimiento histórico, en específico bajo la dinastía Han, fue un decisivo factor que influyó para que por las grandes rutas terrestres transitaran ambos mundos a través de Asia central. El proceso chino, acompañado por la consolidación del imperio en Roma al otro lado del orbe conocido, hizo rentable en términos económicos y factible en un sentido geográfico, la viabilidad económica de las carreteras terrestres y sus ramificaciones hasta entrado el siglo X, propiciando, además, los contactos culturales y la racionalización de los limitantes y utópicas ideas que la mitología y los tópicos habían establecido.
Pero también en esta época hubo otros importantes centros de poder a lo largo de la gran ruta que no debemos relegar al olvido: varios reinos indogriegos, legado de Alejandro Magno, que se extendían por el valle del río Oxus hacia el norte de India, la dinastía Maurya de Asoka, que ocupó territorios del actual Pakistán y Afganistán, el reino de los partos de Irán, los Yuetzi5 de las fuentes chinas, probablemente escitas, en el corredor del Gansu, y que serían la fuente de los Kushan de Kanishka, y otra serie de pequeños estados independientes, en especial en la cuenca del Tarim, que coincidían con las numerosas comunidades-oasis de la región. Los intereses chinos en el gran área centro-asiática, en los llamados “territorios occidentales”, tanto desde un ángulo militar, en defensa contra los nómadas Xiongnu, como desde una óptica comercial, en especial en busca del jade y los caballos de Fergana, son los factores que galvanizan la consolidación de las rutas terrestres. Las grandes vías fundamentales de la Ruta estaban trazadas en época Qin, pero era necesario un momento histórico adecuado para ponerlas en funcionamiento. La estabilidad política y el desarrollo económico, que permitieron una mentalidad aperturista entre los chinos, absortos tradicionalmente en conservar su legado civilizatorio en el seno de un idealizado mundo cerrado, que se evidencia con los gobernantes Han, hacen viable el uso continuado de esas rutas. La presencia de los nómadas esteparios Xiongnu, al norte de la Gran Muralla, que desestabilizaban las zonas comerciales e impedían el normal desarrollo del intercambio de productos, fue el indicador para que el emperador Wendi, que reinó en el siglo II a.C., intentase comprar la paz de las fronteras con la entrega de cereales y seda a los hunos y solicitase ayuda a otros reinos mediante el envío de embajadas hacia occidente. La cantidad de la preciada seda que los bárbaros acabarían manejando fue tan voluminosa que las piezas sobrantes serían vendidas en las regiones del Asia occidental. De este modo, la valía del tributo en seda acabaría siendo esencial en el funcionamiento de las vías de intercambio. No obstante, fue el gran emperador Wu-ti ( 140-87 a.C. ), el que propició un giro de ciento ochenta grados al pasar de una política defensiva a otra mucho más ofensiva a través de una serie de medidas de política exterior que facilitaban un proceso de expansión territorial que respondía, a su vez, a imperiosas necesidades internas: el mantenimiento y la continuidad del control sobre las confederaciones nómadas, relativamente frenadas por la Gran Muralla. La expansión china hacia occidente a partir de los siglos II y I a.C. puso en directa relación a la corte imperial con la cuenca del Tarim y sus ricos valles de llanura de loess arcilloso, muy ventajoso para la agricultura, y con sus ciudades-oasis, verdaderos núcleos cosmopolitas donde habitaban agricultores sedentarios y comerciantes, que terminaron por convertirse, en función de su posición estratégica, en lugares de encuentro y confluencia de pueblos e ideas6. Las ricas explotaciones de jade, mineral apreciado en China por sus bondades estético-religiosas, y los famosos ejemplares equinos de la región, fueron un factor económico atrayente para los grandes gobernantes, pero también las virtudes civilizadoras de la zona, derivadas de su carácter de transmisor cultural, empezaron a ser consideradas como valiosas.
La embajada diplomática de Zhang Qian al Asia central en 139 a.C. con la finalidad de conseguir aliados firmes y de confianza contra los belicosos Xiongnu, puso a los chinos en contacto con regiones ricas y prósperas como Sogdiana, Bactriana, Fergana y Persia ( Ngan Si ), e incluso Asia menor ( Diaozhe ), fuertemente helenizadas y con influencias culturales iranias. La misión de Qian despertó el deseo chino por esos productos y propició las expediciones militares y diplomáticas para mantener relaciones teóricamente amistosas, pero, sobre todo, para ubicar bajo su dominio directo la cuenca del Tarim a través de guarniciones y protectorados militares, como la muy conocida de Yang Guang. La expansión así consentida intentaba fortalecer el poder central imperial y su prestigio, además de aumentar las expectativas económicas chinas. La toma de contacto con estas regiones occidentales, hoy en el límite de la provincia autónoma de Sinkiang, provoca la llegada de los influjos religioso-filosóficos nestorianos, zoroástricos y fundamentalmente budistas a China. Esta nueva amplitud territorial, bajo dominio militar y administrativo, abrió el campo a la colonización y a esos nuevos componentes culturales poco o nada conocidos, amen de significar un desahogo de las presiones sociales del momento. Gracias a ella el budismo chocará con el popular taoísmo y con un confucianismo que se había adaptado a las necesidades de un Estado fuertemente burocratizado. No fue sino hasta fines del siglo I, con las campañas del general Pan Chao, que se sometió a vasallaje a todas estas regiones a través de guarniciones, colonias agrícolas y comisarios imperiales Han: Khotan y Kashgar cayeron en el año 74 y Yarkand hacia 887. La instalación de guarniciones y el control de las rutas mercantiles favorecieron a los mercaderes e impulsaron la creación de grandes mercados en las ciudades fronterizas. En el seno de la política interna de Wu-ti ciertas medidas imperiales ayudaron notablemente a asegurar la ruta y a consolidar el comercio transcontinental, como la obligación de los comerciantes a integrarse en la administración, con lo que actuaban en nombre de la corte imperial, y la institución del papel moneda8, herramienta ahora esencial en los intercambios.
La Ruta de la Seda abría, por consiguiente, las puertas para que los comerciantes chinos llegaran a la región de los oasis, uniendo así el valle del río Amarillo con el Mediterráneo oriental, pasando por el Gansu, las ciudades-oasis del Sinkiang, Pamir, Transoxiana, Irán, Irak y Siria, conformándose India como el punto medio del camino. No obstante, no fue hasta fines del siglo I cuando los chinos tomaron verdadera conciencia de la actividad comercial romana con los partos, auténticos intermediarios casi monopolistas, junto a los sasánidas, del comercio a larga distancia, que serían los introductores de la codiciada seda en las manos de las familias nobles romanas. El frustrado viaje de un personaje llamado Gan Ying hasta las mismas puertas del imperio romano encaja en estas nuevas perspectivas chinas. El momento en que más floreció el comercio fue, sin duda, cuando se establecieron relaciones diplomáticas y cuando los romanos empezaron a apreciar la seda y otros lujos orientales9. Aun para el primer siglo de nuestra era la seda era difícil de encontrar en Roma, y sólo los más ricos podían comprar algunas tiras para coserlas a sus túnicas de algodón o lino en lugares preferentes. De hecho, pues, podemos asumir que la gran ruta, en términos mercantiles y cultura fue, durante un tiempo, el verdadero centro del mundo. Paradójicamente, la dispersión traerá consigo uno de los gérmenes de la decadencia Han, que tan fructífera será para que el budismo comience su período de popularización: la creación de grandes y ricas familias, muchas de ellas de mercaderes, que acabarán concentrando las tierras y generando grandes tensiones entre los campesinos, como la famosa insurrección, de tintes taoístas, conocida como los Turbantes Amarillos, desarrollada en Shandong y Henan en 184. El establecimiento de un comercio regular fue posible, de este modo, gracias a la consolidación de cuatro grandes civilizaciones a fines del siglo I, sólidas, prósperas y militarmente poderosas, que confluyen en sus intereses en una región céntrica y difusora, el Asia central: en occidente, el imperio romano, en extremo oriente, el imperio chino Han, en Asia central el reino Kushan, y entre todos ellos, los partos como especializados mediadores. Los chinos conocían más del imperio romano de lo que pudiera parecer. En época Han el imperio que lideraba Roma era conocido en las fuentes como Da Qin o “gran China”, y se sabía de la existencia de varias ciudades del oriente romano, como Antioquía ( Hien Tu ) y Alejandría ( Ngan Tu ). Por su parte, en 166 Marco Aurelio, o Andoun para los chinos, envió una embajada para establecer relaciones comerciales directas sin la mediación persa, pero la distancia y ciertas dificultades intrínsecas a la tarea impidieron la normalización de los acuerdos.
El itinerario de las vías que conforman la Ruta de la Seda, cuyo conocimiento más o menos preciso debemos a los datos de Ptolomeo y a las narraciones de los grandes peregrinos chinos budistas Faxian y Xuanzang, unía, tras recorrer más de siete mil kilómetros superando obstáculos geográficos muy notables, Roma, Alejandría y Antioquia con Chang-an. A través de desiertos, mesetas, estepas y altas montañas, la ruta constituía un viaje de dimensiones ciclópeas para cualquier aventurero. El centro neurálgico, punto de encuentro y encrucijada de las diferentes mercancías e ideas era Asia central, el crisol civilizador desde donde se difundirían unas y otras hacia el oriente chino, por un lado, y el occidente helenístico e iranio, por el otro. Después de atravesar la “puerta de jade” o Ru Men Guan, la ruta norte ( bei dao ), discurría, bordeando el temible desierto de Taklamakan y pegada al Tienshan, desde Hami, el antiguo Turquestán chino, a través de Turfan, Karashar, Kucha, Aksu, hasta Kashgar, y la meridional ( nan dao ), seguía por Dunhuang, Miran, Niya, Khotan, Yarkand, uniéndose a la vía septentrional en Kashgar, verdadero cuartel general y centro de acopio. Desde este punto continuaba a Kokand, Tashkent, la mítica Samarcanda y Bujara, y de aquí a Merv, atravesando Persia, con paradas en Ecbatana y Ctesifonte, hasta llegar a la costa mediterránea10. Desde Yarkand salía una vía secundaria hacia India a través del Karakorum con destino a Bombay, y otra que, desde Peshawar y Amritsar, continuaba hacia Agra y Benarés hasta finalizar en Calcuta. En paralelo, existía un camino muy septentrional, conocido como Ruta de las Estepas, que desde Mongolia exterior e interior comunicaba los centros siberianos con la cuenca del Baikal, y a través del paso de Dzungaria llegaría a los Urales y la estepa meridional rusa. Este itinerario fue, primordialmente usado por los grupos bárbaros, hunos o avaros, en sus desplazamientos al oeste.
Prácticamente todos estos grandes núcleos mercantiles eran eminentes centros religiosos budistas, si bien también proliferaban iglesias nestorianas y cenáculos zoroástricos, e intensos focos de intercambio comercial de caravanas de caballos o camellos, así como singulares babeles de lenguas y grupos étnicos. En estrecha relación con el significado mercantilista de la Ruta de la Seda hubo, por consiguiente, un apasionante tráfico cultural, y religioso en particular, durante varios siglos, que condujo a monjes en peregrinación, muchos de ellos con relicarios portátiles con la figura del buda sedente, tanto cristianos y mazdeístas, como maniqueos y, por supuesto, budistas, a una búsqueda de nuevas experiencias, textos, reliquias de sus dioses o santos y maestros de las escrituras. Estos viajeros fueron propiciando la elevación de monasterios y templos por el camino, la mayoría de ellos santuarios en grutas y decorados con pinturas o esculturas, como los muy renombrados casos de Bamiyán o Mogao, que se convertirían en auténticos centros del saber y de aprendizaje11. El budismo en específico impuso fuertes lazos espirituales e intercambios filosófico-religiosos entre India, Asia central, China y Japón, acercando de este modo varios contextos histórico-culturales y geográficos distintos. En todos los casos Persia y la región centro-asiática jugaron un decisivo papel en la mezcolanza religiosa, cuyos fundamentos acabarían conquistando y hasta colonizando grandes territorios de Asia oriental y del sudeste.
La interrupción de la gran ruta con la consolidación otomana y la apertura de canales marítimos alternativos condicionaron las normas que regían las antiguas transacciones mercantiles y provocaron la definitiva decadencia de los itinerarios terrestres. Sólo un moderno interés historiográfico por redescubrir las interioridades de la mítica vía y por conocer las viejas leyendas tejidas a su alrededor, ha dado pie a la recuperación del atractivo histórico de la región por mediación de expediciones arqueológicas, sesudos estudios y monografías diversas. El acercamiento que hemos propuesto, en función de estos parámetros historiográficos, desea servir de camino para la comprensión sin trabas ideológicas de algunos de los territorios y culturas más relevantes y atractivas de la historia de las civilizaciones de la humanidad, amenazados desde hace décadas por la intolerancia y la violencia de las que el ser humano, en fatídicas y lamentables ocasiones, hace gala.


*ponencia presentada en las V JORNADAS NACIONALES DE INVESTIGACIÓN HUMANÍSTICA Y EDUCATIVA, celebradas, conjuntamente en la UCV y UCAB, entre el 1 y 3 de diciembre de 2004. Publicado en la Revista Altagracia de la Biblioteca Nacional de Caracas.

NOTAS

1 La Ruta de la Seda ha recibido también el sobrenombre de Ruta de los Sutras porque el budismo ha sido, a lo largo del primer milenio, la corriente cultural más destacada que ha avanzado por los senderos terrestres, influyendo la mentalidad de los pobladores centro-asiáticos y del Lejano Oriente.
2 Su belleza, un alto grado de exotismo, unido a su extraño, poco conocido origen y su misterioso y mítico sistema de elaboración, así como la facilidad de transporte y su empleo como factor de exhibición y refinamiento, hizo de la seda el prototipo estelar de los intercambios comerciales por las grandes rutas. Véase acerca de las propiedades del producto, Elvira, M.A., / Plácido, D., / García-Ormaechea, C., La ruta de la seda, edit. Hist. 16, Madrid, 1996, p. 19 y ss.
3 Cf. por ejemplo, Estrab., Geogr., XV, 1 y ss. Sobre la estereotípica imagen del mundo y la presencia liminal de seres extraordinarios es útil la obra de Gómez Espelosín, F.J., El descubrimiento del mundo. Geografía y viajeros en la antigua Grecia, edit. Akal, Madrid, 2000, pp. 7, 18, 164-165, 186, 206 y ss.
4 Un ejemplo bien conocido de los efectos de estos encuentros culturales es el arte greco-búdico de Gandhara, estilísticamente heleno y temáticamente budista. En este marco referencial debemos incluir a Flavio Arriano, autor de insignes obras históricas entre las que sobresale la Anabasis Alexandri, para la cual se documentó a partir de las informaciones de Aristóbulo y Ptolomeo, dos de los compañeros de aventuras de Alejandro el Grande.
5 Los pueblos nómadas denominados Yuetzi, que provenían de las zonas de pastizales del occidente chino, acaban instalándose, bajo la presión de los Xiongnu, en la Bactriana, donde ya moraban desde el siglo I a.C. los escitas Saces o Saka tras su victoria sobre los partos. La historia antigua de los Kushan la conocemos a través del Hou-Han-shu, “Anales de la dinastía Han tardía”, que los presenta como fervientes budistas, y de la Geografía de Estrabón ( XI, 8, 4 ) y la de Ptolomeo ( VI, 2, 6 ).
6 Las comunidades-oasis, que enlazaban el Gansu occidental con la cuenca del Sir Daria y Amu Daria, por ambos lados del desierto de Taklamakan, y hacia el Parir en dirección este, reunían tanto poblaciones indoeuropeas, sogdianos, kucheanos y khotanos, como altaicas, hunos, turcos y figures, así como sino-tibetanas. Estos núcleos urbanos fueron pioneros en ver florecer fuera de India las primeras comunidades budistas financiadas por ricos mercaderes laicos.
7 En referencia a la expansión China hacia el oeste y la historia antigua de Asia central, son imprescindibles Puri, B. N., Buddhism in Central Asia, Motilal Barnasidass, Nueva Delhi, 2000, especialmente, p. 72 y ss., y Lattimore, O., Inner Asian Frontiers of China, Nueva Cork, 1951, p. 90 y ss.
8 Véase Muñoz Goulin, J., La Ruta de la Seda, Acento edit., Madrid, 2002, p. 27 y ss.
9 Es innegable, a tenor de los vestigios arqueológicos descubiertos y las noticias en las fuentes escritas, que en Asia central ha habido rutas comerciales desde antiguo, en tanto que como lugar de paso siempre existieron compradores y vendedores. Además de la aparición de seda china en Bactriana en fechas muy anteriores a las que se han manejado al hablar de la Ruta de la Seda ( 1500 a.C. ), Zhang Qian, en su famoso periplo, encontró bambú chino, que había llegado bastante antes que él a través de Tíbet o India.
10 Acerca de la detallada geografía de las rutas y vestigios arqueológicos del budismo en Asia central, debe revisarse Banerjee, P., “The Spread of Indian Art and Culture to Central Asia and China”, Indian Horizons, vol. 43, nº 1-2, 1994, pp. 1-11, en especial, p. 3; Boulnois, L., La Ruta de la Seda, edit. Aymá, Barcelona, 1964, p. 105 y ss., y Whitfield, S., La vida en la Ruta de la Seda, edit. Paidós-Orígenes, Barcelona, 2000, pp. 40-41, que hace una descripción pormenorizada de los itinerarios de la ruta.
11 La mayoría de los recintos monásticos y santuarios, así como los ornamentos de los mismos eran financiados por mercaderes laicos ricos que buscaban con su acción ganar mérito para futuras buenas reencarnaciones. En China, los grandes monasterios, como el del monte Wu-tai, se convirtieron en pequeños estados casi autónomos y en lugares de recogida de indigentes, bandoleros o campesinos que se querían librar de las fuerte corveas estatales. Muchos funcionaron como hospicios y hospitales.

BIBLIOGRAFÍA


- BANERJEE, P. ( 1994 ). “The Spread of Indian Art and Culture to Central Asia and China”, Indian Horizons, vol. 43, nº 1-2, 1994, pp. 1-11

- BOULNOIS, L. ( 1964 ). La Ruta de la Seda. Barcelona: Ayma.

- DRÉGE, J.P. ( 1989 ). La Ruta de la Seda. Pueblos, paisajes y leyendas. Madrid: Crítica.

- ELVIRA, M.A. / PLÁCIDO, D. / GARCÍA-ORMAECHEA, C. ( 1996 ). La Ruta de la Seda. Madrid: Historia 16.

- FOLTZ, R.C. ( 1999 ). Religions of the Silk Road. Nueva York: St. Martin’s Press.

- FRANCK, I.M. / BROWNSTONE, D.M. ( 1986 ). The Silk Road: A History Nueva York / Oxford: Facts of File.

- FRYE, R. ( 1996 ). The Heritage of Central Asia. Princeton: Markus Wiener.

- LATTIMORE, O. ( 1951 ). Inner Asian Frontiers of China. Nueva York: St. Martin’s Press.

- MAZAHERI, A. ( 1983 ). La route de la soie. París: Gallimard.

- MUÑOZ GOULIN, J. ( 2002 ). La Ruta de la Seda. Madrid: Acento.

- PURI, B.N. ( 2000 ). Buddhism in Central Asia. Nueva Delhi: Motilal Barnasidass Publishers.

- WHITFIELD, S. ( 2000 ). La vida en la Ruta de la Seda. Barcelona: Paidós-Orígenes.

Mitos chinos III: Yu

Yu The Great Conquers the Flood
Recopilado por Julio López Saco

Yu The Great, the best loved and best known of several legendary rulers, is now considered to have been an actual person, the first King of the Xia dynasty (c 21st -16th centuries BC). He is best remembered for his battle against flooding.
As the story goes, a great flood inundated the valley of the Huanghe (Yellow) River. It covered even the hills, so that the people could find no food. King Shun ordered the official Yu to control it. Yu organised the princes who ruled various localities and the people in them to cut channels and build other projects to drain the waters away to the sea. He worked for 13 years before bringing the flood under control.
His betrothed was Nu Jiao, described as a quiet and beautiful maiden. While he was busy with his flood controlling work she sent her maid every day to the southern foot of Tushan Hill to wait for him to pass, but he did not appear. So dedicated was he that, though in 13 years he passed her door three times, he did not stop. Nu Jiao, so the story goes, wrote a song which ran:
Waiting for you, the time seems so long...
At least an ancient song exists with these words, and people attribute it to her. Finally he came home and they were married. But four days later he left again for his engineering projects.
The first written account of the story of Yu appears in The Book of History, which is made up of a number of ancient pieces supposedly collected and edited by Confucius in the fourth century BC.
Some people feel that the Confucian stress on devotion to duty, taught by Yu's example down through the ages, had been a force in moulding the Chinese character.
Before Yu's efforts, his father, Gun, had been in charge of flood control. The Book of History account says that rather than draining, Gun had tried to contain the waters with dikes, but the water rose higher and higher, creating even greater havoc. After nine years Gun had not succeeded in controlling them, so he was executed on Mount Yu (said to be in Shandong province).
The famous poet Qu Yuan (c.340-278 BC) in his poem Questions to Heaven, however, implies that Gun was killed because he was an upright man, and other ancient poems and legends also picture him as a hero. One has him stealing from Heaven a kind of magic earth which could grow by itself. A handful of it grew into a dike which blocked the flood and absorbed the water. Refugees who had climbed up into the trees to escape the water came down and rebuilt their homes. They were most grateful to him. However, just as the flood was about to be brought under control, the Emperor of Heaven found out about the theft. In fury he sent the God of Fire down to the world to kill Gun on cold, dark Mount Yu and take back the magic earth. So the flood returned and swallowed up the people's new homes. Some versions say Gun became a yellow bear after his death, others, a dragon-like fish. The most popular is that he went on fighting the flood after his death.
A great many legends have grown up around Yu and Gun. One is that after Gun was killed his body did not decay for three years and Yu grew inside it. Another says that Yu asked a dragon named Yinglong to draw a line with its tail, and along that line he dug channels which guided the waters eastward to the sea. Still another has it that Yu received from the God of Rivers a map of the rivers which helped him draw up his flood-control plan. This suggests that rudimentary scientific knowledge was being applied by that time.
The Yu story has become attached to several natural sites, even some far afield form the original Huanghe valley. Near Sanmen (Three Gates) Gorge on the Huanghe in Henan province there are seven pits resembling wells which people like to say were dug by Yu. A large stone formation with a print like a great horseshoe nearby, they say, was left when Yu leaped over the Sanmen Gorge on horseback. On the Changjiang (Yangtze) River in Sichuan's Wushan county above the famous gorges there is an inlet leading off the river valley to nowhere. About this it is said a stupid dragon started digging a wrong watercourse, and Yu killed it. There one finds places named Cuokai (Wrongly Opened) and Dragon-killing Terrace.
Yu's outstanding service won him the trust of the people. After the death of King Shun, Yu became chief of the tribal confederation on the central plains. Archaeologists are excavating what may be Yu's capital south of Zhengzhou in Henan province. Yu died in what is today's Shanxing in the coastal Zhejiang province, where there is a tomb said to be his.

Legend adapted from original material reproduced courtesy of Shanghai on Internet

3 de noviembre de 2005

Mitos griegos: incesto-suicidio

La práctica del incesto y el suicidio en los relatos míticos griegos*

Prof. Julio López Saco


La práctica del incesto, evidenciada como una relación sexual aberrante, es entendida como una violación socio-religiosa que mancilla a los que la realizan, provocando un sentimiento de ofensa y vergüenza social. Al vetarse su práctica se asegura la creación de una sociedad humana plena. Pero, paradójicamente, el ordenamiento social y cultural de muchos panteones divinos o sociedades de dioses necesitan de la práctica incestuosa para crear el mecanismo de control exclusivo de sus sociedades. En el mito griego, sólo a los dioses se les consiente romper este tabú: es un instrumento que permite la creación de la sociedad divina, y por eso los orígenes del mundo están plagados de relaciones incestuosas entre dioses y diosas emparentados familiarmente. La cosmogonía helénica se inicia, como muchas otras, a partir del principio del Caos, del que nacen Erebo y la negra Noche. Fruto de los amoríos de ambos hermanos surgen Éter y Hémera. La primera generación de dioses griegos aparece a través de la genealogía que inauguran Gea y su hijo Urano, en tanto que la familia de dioses olímpicos comienza su andadura cuando Zeus engendra, con su hermana Hera, varios dioses principales. Desde ese instante se configura un grupo divino endogámico en el que Zeus es un padre común. Así pues, el incesto divino es eminentemente creador, sólo el humano es destructivo y pernicioso. Lo mismo valdría decir para la mitología egipcia y los dioses incas, por poner únicamente un par de ejemplos.
Entre los personajes heroicos semi-divinos, el incesto es aberrante y trae consigo un elemento de descomposición social y un fortísimo sentimiento de culpa o vergüenza que debe ser desahogado de algún modo. Las heterogéneas relaciones heroicas se manifiestan entre hermanos, de padres a hijos, entre primos, e incluso, tíos con sobrinas. Las causas habituales de las mismas son un repentino sentimiento amoroso, inducido, a veces, por los dioses como castigo, remarcado como perversión sexual y materializado violentamente. Como consecuencia, emergen sensibilidades vergonzosas y un sentimiento de ofensa que suele acarrear el suicidio a la parte ofendida o, en su defecto, una metamorfosis decretada piadosamente por una divinidad.
El suicidio funcionaría como un verdadero desenlace dramático, trágico, vivenciado como una suerte de auto-asesinato absolutamente imprescindible. Este acto tendría una razón de ser: la salida viable ante una situación ominosa e insoportable y ante el temor y la angustia inconsciente por haber cometido o sufrido acciones, psicológica y socialmente prohibidas, fuesen éstas voluntarias u obligadas. Sería el método de librarse del sufrimiento y cumplir una auto-obligación ante una situación desesperada. En el mito griego, el suicida se arroja a un río o al mar, o se lanza al vacío desde un acantilado o un gran precipicio, con la esperanza cierta de lograr aquello que borre su vergüenza o culpa, y lo purifique: la muerte.
Algunos ejemplos puntuales muy ilustrativos pueden dar la medida de lo escrito más arriba. La biznieta del rey cretense Minos ama perdidamente a su hermano gemelo, pero consciente de la impureza de su afecto trata de suicidarse arrojándose por un acantilado. Sólo la ausencia práctica de su deseo impide el destino final previsto en estos casos. Hímero (personificación del deseo amoroso), traumatizado por los remordimientos que le produce haber violado a su hermana, se arroja al río Maratón; por su parte, el tebano Edipo, yace con su madre Yocasta sin saberlo. El conocimiento de la cruel verdad impulsa a la madre ultrajada, incapaz de superar la vergüenza, a una auto-inmolación purificadora. Finalmente, Dimetes llega a casarse con su sobrina Evopis. Ambos, no pudiendo aguantar la realidad de su acto incestuoso, se suicidan, ella ahorcándose, y él con su espada.
La frecuencia de ejemplos confirman el rechazo socio-psicológico de esta práctica y el surgimiento del consiguiente sentimiento vergonzoso cuando es realizada. Para evitar la impureza del incesto se requiere no transgredir las leyes morales atávicas, patrimonio mítico y religioso de las sociedades arcaicas. Eludir el acto incestuoso ayuda a ejercer como ser humano y como verdadero héroe.


Fuentes clásicas:

Apolodoro, Biblioteca
Esquilo, Siete contra Tebas
Hesíodo, Teogonía
Higinio, Fábulas
Homero, Odisea
Ovidio, Metamorfosis
Píndaro, Olímpicas
Sófocles, Edipo Rey, Edipo en Colono

Bibliografía

Bermejo Barrera, J.C., (1980), Mito y parentesco en la Grecia arcaica, Madrid.

Deshaies, G., (1947), Psychologie du suicide, París.

Freud, S., (1985), Tótem y Tabú, Madrid.

Godelier, M., (1991), “Incesto, parentesco y poder”, en Historia y Crítica, 1, pp. 46-52.

Lévi-Strauss, C., (1984), El Pensamiento Salvaje, México.

López Saco, J., (1998), “Dioses libidinosos, héroes incestuosos: el incesto como aberración social en la mitología griega”, Boletín Antropológico, n° 42, pp. 105-117, ULA, Mérida.

Mayr, Franz, K., (1989), La mitología occidental, Barcelona.
*Texto completo en el Boletín Antropológico de la ULA.

2 de noviembre de 2005

Fósiles de homínidos II: Género Homo (en inglés)

Fósiles humanos
Recopilado por Prof. Dr. Julio López Saco
Homo habilis Discovered by the Leakeys in the early 1960's at Olduvai Gorge in Tanzania. A number of fragmentary specimens were found (Leakey et al. 1964).

OH 7, "Jonny's Child", found by Jonathon Leakey in 1960 (Leakey 1961), consisted of a lower jaw and two cranial fragments of a child, and a few hand bones. Estimated age is 1.8 million years, and the brain size was about 680 cc.

OH 8: found in 1960, consisted of a set of foot bones, complete except for the back of the heel and the toes. Estimated age is about 1.8 million years. They have a mixture of human and ape traits, but are consistent with bipedal locomotion. (Aiello and Dean 1990)

OH 13, "Cindy": found in 1963, consisted of a lower jaw and teeth, bits of the upper jaw and a cranial fragment. Estimated age is 1.6 million years, and the brain size was about 650 cc.

OH 16, "George": found in 1963, consisted of teeth and some very fragmentary parts of the skull. (George was unfortunately trampled by Masai cattle before he was found, and much of the skull was lost.) Estimated age is 1.7 million years, and the brain size was about 640 cc.

OH 24, "Twiggy", Homo habilisDiscovered by Peter Nzube in 1968 at Olduvai Gorge in Tanzania. It consisted of an fairly complete but very badly crushed cranium and seven teeth. It is about 1.85 million years old and has a brain size of about 590 cc.

KNM-ER 1470, Homo habilis (or Homo rudolfensis?)Discovered by Bernard Ngeneo in 1972 at Koobi Fora in Kenya (Leakey 1973). Estimated age is 1.9 million years. This is the most complete habilis skull known. Its brain size is 750 cc, large for habilis. It was originally dated at nearly 3 million years old, a figure that caused much confusion as at the time it was older than any known australopithecines, from whom habilis had supposedly descended. A lively debate over the dating of 1470 ensued (Lewin 1987; Johanson and Edey 1981; Lubenow 1992). The skull is surprisingly modern in some respects. The braincase is much larger and less robust than any australopithecine skull, and is also without the large brow ridges typical of Homo erectus. It is however very large and robust in the face. A number of leg bones were found within a couple of kilometers, and are thought to probably belong to the same species. The most complete, KNM-ER 1481, consisted of a complete left femur, both ends of a left tibia and the lower end of a left fibula (the smaller of the two lower leg bones). These are quite similar to the bones of modern humans. (Creationist arguments)

KNM-ER 1805, "The Mystery Skull", Homo habilis??Discovered by Paul Abell in 1973 at Koobi Fora in Kenya (Leakey 1974). Estimated age is 1.85 million years. This find consisted of much of a heavily built cranium containing many teeth. Its brain size is about 600 cc. Some features, such as the sagittal crest, are typical of A. boisei, but the teeth are too small for that species. (Willis 1989; Day 1986) Various workers have assigned it to almost every conceivable species, but many studies have attributed it to Homo habilis (e.g. Wood 1991). A recent cladistic study has placed it outside of Homo and most similar to robust australopithecines, though different from any named species. (Prat 2002)

KNM-ER 1813, Homo habilis?Discovered by Kamoya Kimeu in 1973 at Koobi Fora in Kenya (Leakey 1974). This specimen is similar to 1470, but is much smaller, with a brain size of 510 cc. Estimated age is 1.8-1.9 million years. Some scientists believe this a case of sexual dimorphism, others believe that the brain architecture is different and that 1813 is another species of Homo, and others believe it is an australopithecine. Like the previous skull, 1805, this one is in the "Suspense Account". (Willis 1989)

Stw 53, Homo habilis?Discovered by Alun Hughes in 1976 at Sterkfontein in South Africa (Hughes and Tobias 1977). Estimated age is 1.5 to 2 million years. It consisted of a number of cranium fragments including teeth. Many stone tools were found in the same layer.

OH 62, "Dik-dik hominid", Homo habilisDiscovered by Tim White in 1986 at Olduvai Gorge in Tanzania (Johanson and Shreeve 1989; Johanson et al. 1987). Estimated age is 1.8 million years. The find consisted of portions of skull, arm, leg bones and teeth. Almost all the features of the skull closely resemble habilis fossils such as OH 24, ER 1813 and ER 1470, rather than the australopithecines. But the estimated height is very small, maybe about 105 cm (3'5"), and the arms are very long in proportion to the legs. These are australopithecine traits, and in fact the skeletal bones are very similar to those of Lucy. This find is significant because it is the only fossil in which limb bones have been securely assigned to habilis. Because of the small size, this was almost certainly a female. As with the australopithecines, males would have been considerably larger.

OH 65, Homo habilisDiscovered in 1995 at Olduvai Gorge in Tanzania. This fossil consisted of a complete upper jaw and part of the lower face, dated at 1.8 million years. Because of its similarities to the fossil ER 1470, its finders have suggested that OH 65 may lead to a reclassification of the habiline fossils. (Blumenschine et al. 2003, Tobias 2003)

Trinil 2, "Java Man", "Pithecanthropus I", Homo erectus (was Pithecanthropus erectus)Discovered by Eugene Dubois in 1891 near Trinil on the Indonesian island of Java. Its age is uncertain, but thought to be about 700,000 years. This find consisted of a flat, very thick skullcap, and a few teeth (which may belong to orang-utans). The following year a femur was found about 12 meters away (Theunissen 1989). The brain size is about 940 cc. The femur is fully modern, and many scientists now believe that it belongs to a modern human. (Creationist arguments)

"Peking Man Site", Homo erectus (was Sinanthropus pekinensis)Between 1929 and 1937, 14 partial craniums, 11 lower jaws, many teeth, some skeletal bones and large numbers of stone tools were discovered in the Lower Cave at Locality 1 of the Peking Man site at Zhoukoudian (formerly Choukoutien), near Beijing (formerly Peking), in China. Their age is estimated to be between 500,000 and 300,000 years old. (A number of fossils of modern humans were also discovered in the Upper Cave at the same site in 1933.) The most complete fossils, all of which were braincases or skullcaps, are:
Skull III, discovered at Locus E in 1929 is an adolescent or juvenile with a brain size of 915 cc.
Skull II, discovered at Locus D in 1929 but only recognized in 1930, is an adult or adolescent with a brain size of 1030 cc.
Skulls X, XI and XII (sometimes called LI, LII and LIII) were discovered at Locus L in 1936. They are thought to belong to an adult man, an adult woman and a young adult, with brain sizes of 1225 cc, 1015 cc and 1030 cc respectively. (Weidenreich 1937)
Skull V: two cranial fragments were discovered in 1966 which fit with (casts of) two other fragments found in 1934 and 1936 to form much of a skullcap with a brain size of 1140 cc. These pieces were found at a higher level, and appear to be more modern than the other skullcaps. (Jia and Huang 1990) (Creationist arguments)
Most of the study on these fossils was done by Davidson Black until his death in 1934. Franz Weidenreich replaced him and studied the fossils until leaving China in 1941. The original fossils disappeared in 1941 while being shipped to the United States for safety during World War II, but excellent casts and descriptions remain. Since the war, other erectus fossils have been found at this site and others in China.

Sangiran 2, "Pithecanthropus II", Homo erectusDiscovered by G.H.R. von Koenigswald in 1937 at Sangiran on the Indonesian island of Java. This fossil is a braincase that is very similar to the first Java Man skull cap, but more complete and smaller, with a brain size of only about 815 cc.

OH 9, "Chellean Man", Homo erectusDiscovered by Louis Leakey in 1960 at Olduvai Gorge in Tanzania (Leakey 1961). Estimated age is 1.5 million years. It consisted of a partial braincase with massive browridges and a brain size of 1065 cc.

OH 12, "Pinhead", Homo erectusDiscovered by Margaret Cropper in 1962 at Olduvai Gorge in Tanzania. It is similar to but less complete than OH 9, and smaller, with an estimated brain size of only 750 cc. It is estimated to be between 800,000 and 1200,000 years old. Anton (2004) has found a few more pieces of this skull, but it remains very fragmentary.

Sangiran 17, "Pithecanthropus VIII", Homo erectusDiscovered by Sastrohamidjojo Sartono in 1969 at Sangiran on Java. This consists of a fairly complete cranium, with a brain size of about 1000 cc. It is the most complete erectus fossil from Java. This skull is very robust, with a slightly projecting face and huge flaring cheekbones. It has been thought to be about 800,000 years old, but a recent dating has given a much older figure of nearly 1.7 million years. If the older date is correct, it means Homo erectus migrated out of Africa much earlier than previously thought.

KNM-ER 3733, Homo erectus (or Homo ergaster)Discovered by Bernard Ngeneo in 1975 at Koobi Fora in Kenya. Estimated age is 1.7 million years. This superb find consisted of an almost complete cranium. The brain size is about 850 cc, and the whole skull is similar to the Peking Man fossils. The discovery of this fossil in the same stratum as ER 406 (A. boisei) delivered the coup de grace to the single species hypothesis: the idea that there has never been more than one hominid species at any point in history. (Leakey and Walker 1976)

KNM-WT 15000, "Turkana Boy", Homo erectus (or Homo ergaster)Discovered by Kamoya Kimeu in 1984 at Nariokotome near Lake Turkana in Kenya (Brown et al. 1985; Leakey and Lewin 1992; Walker and Leakey 1993; Walker and Shipman 1996). This is an almost complete skeleton of an 11 or 12 year old boy, the only major omissions being the hands and feet. (Some scientists believe erectus matured faster than modern humans, and that he was really about 9 years old (Leakey and Lewin 1992).) It is the most complete known specimen of erectus, and also one of the oldest, at 1.6 million years. The brain size was 880 cc, and it is estimated that it would have been 910 cc at adulthood. The boy was 160 cm (5'3") tall, and would have been about 185 cm (6'1") as an adult. This is surprisingly tall, indicating that many erectus may have been as large as modern humans. Except for the skull, the skeleton is very similar to that of modern boys, although there are a number of small differences. The most striking is that the holes in his vertebrae, through which the spinal cord goes, have only about half the cross-sectional area found in modern humans. One suggested explanation for this is that the boy lacked the fine motor control we have in the thorax to control speech, implying that he wasn't nearly as fluent a speaker as modern humans are (Walker and Shipman 1996).

D2700, Homo georgicusDiscovered in 2001 at Dmanisi in Georgia. Estimated age is 1.8 million years. It consisted of a mostly complete skull, including a lower jaw (D2735) belonging to the same individual. (Vekua et al. 2002, Balter and Gibbons 2002) At around 600 cc, this is the smallest and most primitive hominid skull ever discovered outside of Africa. This skull and two others discovered nearby form a near-perfect transition between H. habilis and ergaster.

ATD6-69, Homo antecessor?Discovered at Atapuerca in Spain. This is a partial face of a child who was probably about 10 to 11.5 years old. This fossil is over 780,000 years old. (Bermudez de Castro et al. 1997)

"Heidelberg Man", "Mauer Jaw", Homo sapiens (archaic) (also Homo heidelbergensis)Discovered by gravel pit workers in 1907 near Heidelberg in Germany. Estimated age is between 400,000 and 700,000 years. This find consisted of a lower jaw with a receding chin and all its teeth. The jaw is extremely large and robust, like that of Homo erectus, but the teeth are at the small end of the erectus range. It is often classified as Homo heidelbergensis, but has also sometimes been considered to be a European Homo erectus.

"Rhodesian Man", "Kabwe", Homo sapiens (archaic) (was Homo rhodesiensis)Discovered by a laborer in 1921 at Broken Hill in Northern Rhodesia (now Kabwe in Zambia) (Woodward 1921). This was a complete cranium that was very robust, with large brow ridges and a receding forehead. Estimated age is between 200,000 and 125,000 years. The brain size was about 1280 cc. (Creationist arguments)

Arago XXI, "Tautavel Man", Homo sapiens (archaic) (also Homo heidelbergensis)Discovered at Arago in southern France in 1971 by Henry de Lumley. Estimated age is 400,000 years. The fossil consists of a fairly complete face, with 5 molar teeth and part of the braincase. The brain size was about 1150 cc. The skull contains a mixture of features from archaic Homo sapiens and Homo erectus, to which it is sometimes assigned.

Petralona 1, Homo sapiens (archaic)Discovered by villagers at Petralona in Greece in 1960. Estimated age is 250,000-500,000 years. It could alternatively be considered to be a late Homo erectus, and also has some Neandertal characteristics. The brain size is 1220 cc, high for erectus but low for sapiens, and the face is large with particularly wide jaws. (Day 1986)
Atapuerca 5, Homo sapiens (archaic)Discovered in the Sima de los Huesos ("Pit of Bones") at the Atapuerca cave site in northern Spain in 1992 and 1993 by Juan-Luis Arsuaga. It is about 300,000 years old, with a brain size of 1125 cc. The face is broad with a huge nasal opening, and resembles Neandertals in some traits but not in others. This is the most complete pre-modern skull in the entire hominid fossil record. (Arsuaga et al. 1993; Johanson and Edgar 1996)

Feldhofer, Neanderthal 1, Homo sapiens neanderthalensisDiscovered by Johann Fuhlrott in 1856 in a small cave at Feldhofer in the Neander Valley in Germany. The find consisted of a skullcap, thigh bones, part of a pelvis, some ribs, and some arm and shoulder bones. The lower left arm had been broken in life, and as a result the bones of the left arm were smaller than those of the right. Fuhlrott recognized it as a primitive human, but the German establishment headed by Rudolf Virchow rejected this view, incorrectly claiming that it was a pathological modern human. (Trinkaus and Shipman 1992) In 1999, the original site was rediscovered, and more bones from the same specimen were recovered. (Creationist arguments)
(There were actually two earlier Neandertal finds. A partial cranium of a 2.5 year old child found in 1829 in Belgium was not recognized until 1936. An adult cranium found on Gibraltar in 1848 gathered dust in a museum until it was recognized as a Neandertal in 1864.)

"Spy 1 and 2", Homo sapiens neanderthalensisDiscovered by Marcel de Puydt and Max Lohest in 1886 at the Grotto of Spy (pronounced Spee) d'Orneau in Belgium. Estimated age is about 60,000 years. This find consisted of two almost complete skeletons. The excellent descriptions of the skeletons established that they were very old, and largely discredited the idea that the Neandertal physique was a pathological condition, but also erroneously concluded that Neandertal Man walked with bent knees.

"Krapina Site", Homo sapiens neanderthalensisDiscovered by Dragutin Gorjanovic-Kramberger in 1899 near Krapina in Croatia. This site yielded significant remains from two to three dozen individuals, and teeth and jaw fragments from dozens more. When Gorjanovic published on his finds in 1906, it confirmed for once and for all that Neandertals were not pathological modern humans.

"Old Man", Homo sapiens neanderthalensisDiscovered by Amedee and Jean Bouyssonie in 1908 near La-Chapelle-aux-Saints in France. It is about 50,000 years old, with a brain size of 1620 cc. This nearly complete skeleton was reconstructed by Marcellin Boule, who wrote a definitive and highly influential paper on it which managed to be totally wrong in many of its conclusions. It exaggerated the apelike characteristics of the fossil, popularizing the stereotype, which would last for decades, of a stooping ape-man shuffling along on bent knees. This specimen was between about 30 and 40 when he died, but had a healed broken rib, severe arthritis of the hip, lower neck, back and shoulders, and had lost most of his molar teeth. The fact that he survived as long as he did indicates that Neandertals must have had a complex social structure.

"Shanidar Site", Homo sapiens neanderthalensisRalph Solecki discovered 9 Neandertal skeletons between 1953 and 1960 at the Shanidar cave in Iraq. They are thought to be between 70,000 and 40,000 years old. One of them, Shanidar 4, had apparently been buried with offerings of flowers (although this interpretation has been disputed). In 1971 Solecki wrote a book, "Shanidar, the First Flower People", reversing the earlier stereotypes of semi-human brutes. Another skeleton, Shanidar 1, was partially blind, one-armed and crippled. His survival also is evidence of a complex social structure.

"Saint-Cesaire Neandertal", Homo sapiens neanderthalensisDiscovered by Francois Leveque in 1979 near the village of Saint-Cesaire in France. It consisted of a badly crushed skeleton. The skull was mostly complete, with only the back of the cranium missing. It is dated at about 35,000 years old, and is one of the latest Neandertals known. This find was of special interest because it was found with tools that had previously been assumed to belong to the Cro-Magnon culture, instead of the usual Neandertal tool kit.

LB1, "Hobbit", Homo floresiensisDiscovered by an Australian/Indonesian team in 2003 at the Liang Bua cave on the Indonesian island of Flores. This find consisted of an almost complete skull and a partial skeleton consisting of leg bones, parts of the pelvis, hands and feet, and some other fragments. LB1 was an adult, probably female, about 1 meter (3'3") tall with an extremely small brain size of 417cc. The skull has human-like teeth with a receding forehead and no chin. The fossil is 18,000 years old and was found with stone tools. This species is thought to be a dwarf form of Homo erectus. (Brown et al. 2004, Morwood et al. 2004, Lahr and Foley 2004)

"Cro-Magnon Site", Homo sapiens sapiens (modern)Discovered by workmen in 1868 at Cro-Magnon in France. Estimated age is 30,000 years. The site yielded skeletons of 5 buried individuals, along with stone tools, carved reindeer antlers, ivory pendants, and shells. The Cro-Magnons lived in Europe between 35,000 and 10,000 years ago. They are virtually identical to modern man, being tall and muscular and slightly more robust than most modern humans. They were skilled hunters, toolmakers and artists famous for the cave art at places such as Lascaux, Chauvet, and Altamira.

Fósiles de homínidos I: Australopitecos (en inglés)

Prominent Hominid Fossils
Recopilado por Prof. Dr. Julio López Saco

This list includes fossils that are important for either their scientific or historic interest, or because they are often mentioned by creationists. One sometimes reads that all hominid fossils could fit in a coffin, or on a table, or a billiard table. That is a misleading image, as there are now thousands of hominid fossils. They are however mostly fragmentary, often consisting of single bones or isolated teeth. Complete skulls and skeletons are rare.
The list is sorted by species, going from older to more recent species. Within each species, finds are sorted by the order of their discovery. Each species has a type specimen which was used to define it.
Each entry will consist of a specimen number if known (or the site name, if many fossils were found in one place), any nicknames in quotes, and a species name. The species name will be followed by a '?' if suspect. If the fossil was originally placed in a different species, that name will also be given.

The following terminology is used. A skull refers to all the bones of the head. A cranium is a skull minus the lower jaw. A braincase is the cranium minus the face and upper jaw. A skullcap is the top portion of the braincase. Abbreviations: ER East (Lake) Rudolf, Kenya WT West (Lake) Turkana, Kenya KP Kanapoi, Kenya SK Swartkrans, South Africa Sts,Stw Sterkfontein, South Africa TM Transvaal Museum, South Africa OH Olduvai Hominid, Tanzania AL Afar Locality, Ethiopia ARA-VP Aramis Vertebrate Paleontology, Ethiopia BOU-VP Bouri Vertebrate Paleontology, Ethiopia TM Toros-Menalla, Chad

TM 266-01-060-1, "Toumai", Sahelanthropus tchadensisDiscovered by Ahounta Djimdoumalbaye in 2001 in Chad, in the southern Sahara desert. Estimated age is between 6 and 7 million years. This is a mostly complete cranium with a small brain (between 320 and 380 cc). (Brunet et al. 2002, Wood 2002) It has many primitive apelike features, such as the small brainsize, along with others, such as the brow ridges and small canine teeth, which are characteristic of later hominids.

"ARA-VP, Sites 1, 6 & 7", Ardipithecus ramidusDiscovered by a team led by Tim White, Berhane Asfaw and Gen Suwa (1994) in 1992 and 1993 at Aramis in Ethiopia. Estimated age is 4.4 million years. The find consisted of fossils from 17 individuals. Most remains are teeth, but there is also a partial lower jaw of a child, a partial cranium base, and partial arm bone from 2 individuals.ARA-VP-6/1 consists of 10 teeth from a single individual.ARA-VP-7/2 consists of parts of all three bones from the left arm of a single individual, with a mixture of hominid and ape features.

KP 271, "Kanapoi Hominid", Australopithecus anamensisDiscovered by Bryan Patterson in 1965 at Kanapoi in Kenya (Patterson and Howells 1967). This is a lower left humerus which is about 4.0 million years old. (Creationist arguments)

KP 29281, Australopithecus anamensisDiscovered by Peter Nzube in 1994 at Kanapoi in Kenya (Leakey et al. 1995). This is a lower jaw with all its teeth which is about 4.0 million years old.
KP 29285, Australopithecus anamensisDiscovered by Kamoya Kimeu in 1994 at Kanapoi in Kenya. This is a tibia, missing the middle portion of the bone, which is about 4.1 million years old. It is the oldest known evidence for hominid bipedalism.

AL 129-1, Australopithecus afarensisDiscovered by Donald Johanson in 1973 at Hadar in Ethiopia (Johanson and Edey 1981; Johanson and Taieb 1976). Estimated age is about 3.4 million years. This find consisted of portions of both legs, including a complete right knee joint which is almost a miniature of a human knee, but apparently belongs to an adult.

AL 288-1, "Lucy", Australopithecus afarensisDiscovered by Donald Johanson and Tom Gray in 1974 at Hadar in Ethiopia (Johanson and Edey 1981; Johanson and Taieb 1976). Its age is about 3.2 million years. Lucy was an adult female of about 25 years. About 40% of her skeleton was found, and her pelvis, femur (the upper leg bone) and tibia show her to have been bipedal. She was about 107 cm (3'6") tall (small for her species) and about 28 kg (62 lbs) in weight. (Creationist arguments)

AL 333 Site, "The First Family", Australopithecus afarensis?Discovered in 1975 by Donald Johanson's team at Hadar in Ethiopia (Johanson and Edey 1981). Its age is about 3.2 million years. This find consisted of remains of at least 13 individuals of all ages. The size of these specimens varies considerably. Scientists debate whether the specimens belong to one species, two or even three. Johanson believes they belong to a single species in which males were considerably larger than females. Others believe that the larger specimens belong to a primitive species of Homo.

"Laetoli footprints", Australopithecus afarensis?Discovered in 1978 by Paul Abell at Laetoli in Tanzania. Estimated age is 3.7 million years. The trail consists of the fossilized footprints of two or three bipedal hominids. Their size and stride length indicate that they were about 140 cm (4'8") and 120 cm (4'0") tall. Many scientists claim that the footprints are effectively identical to those of modern humans (Tattersall 1993; Feder and Park 1989), while others claim the big toes diverged slightly (like apes) and that the toe lengths are longer than humans but shorter than in apes (Burenhult 1993). The prints are tentatively assigned to A. afarensis, because no other hominid species is known from that time, although some scientists disagree with that classification. (Creationist arguments)

AL 444-2, Australopithecus afarensisDiscovered by Bill Kimbel and Yoel Rak in 1991 at Hadar in Ethiopia (Kimbel et al. 1994). Estimated age is 3 million years. This is a 70% complete skull of a large adult male, easily the most complete afarensis skull known, with a brain size of 550 cc. According to its finders, it strengthens the case that all the First Family fossils were members of the same species, because the differences between AL 444-2 and the smaller skulls in the collection are consistent with other sexually dimorphic hominoids.

KNM-WT 40000, Kenyanthropus platyopsDiscovered by Justus Erus in 1999 at Lomekwi in Kenya (Leakey et al. 2001, Lieberman 2001). Estimated age is about 3.5 million years. This is a mostly complete, but heavily distorted, cranium with a large, flat face and small teeth. The brain size is similar to that of australopithecines. This fossil has considerable similarities with, and is possibly related to, the habiline fossil ER 1470.

"Taung Child", Australopithecus africanusDiscovered by Raymond Dart in 1924 at Taung in South Africa (Dart 1925). The find consisted of a full face, teeth and jaws, and an endocranial cast of the brain. It is between 2 and 3 million years old, but it and most other South African fossils are found in cave deposits that are difficult to date. The teeth of this skull showed it to be from an infant about 5 or 6 years old (it is now believed that australopithecines matured faster than humans, and that the Taung child was about 3). The brain size was 410 cc, and would have been around 440 cc as an adult. The large rounded brain, canine teeth which were small and not apelike, and the position of the foramen magnum(*) convinced Dart that this was a bipedal human ancestor, which he named Australopithecus africanus (African southern ape). Although the discovery became famous, Dart's interpretation was rejected by the scientific community until the mid-1940's, following the discovery of other similar fossils.

(*) Anatomical digression: the foramen magnum is the hole in the skull through which the spinal cord passes. In apes, it is towards the back of the skull, because of their quadrupedal posture. In humans it is at the bottom of the skull because our head is balanced on top of a vertical column. In australopithecines it is also placed forward from the ape position, although not always as far forward as in humans.

TM 1512, Australopithecus africanus (was Plesianthropus transvaalensis)Discovered by Robert Broom in 1936 at Sterkfontein in South Africa (Broom 1936). The second australopithecine fossil found, it consisted of parts of the face, upper jaw and braincase.

Sts 5, "Mrs Ples", Australopithecus africanusDiscovered by Robert Broom in 1947 at Sterkfontein in South Africa. It is a very well preserved cranium of an adult. It has usually been thought to be female, but there has been a recent claim that it is male. It is the best specimen of africanus. It is about 2.5 million years old, with a brain size of about 485 cc. (It has recently been claimed that the fossils Sts 5 and Sts 14 (see next entry) were from the same individual)

Sts 14, Australopithecus africanusDiscovered by Robert Broom and J.T. Robinson in 1947 at Sterkfontein (Broom and Robinson 1947). Estimated age is about 2.5 million years. This find consisted of a nearly complete vertebral column, pelvis, some rib fragments, and part of a femur of a very small adult. The pelvis is more human than apelike, and is strong evidence that africanus was bipedal (Brace et al. 1979), although it may not have had the strong striding gait of modern humans (Burenhult 1993).

BOU-VP-12/130, Australopithecus garhiDiscovered by Yohannes Haile-Selassie in 1997 at Bouri in Ethiopia (Asfaw et al. 1999). This is a partial skull including an upper jaw with teeth which is about 2.5 million years old.

Stw 573, "Little Foot", AustralopithecusDiscovered by Ron Clarke between 1994 and 1997 at Sterkfontein in South Africa. Estimated age is 3.3 million years. This fossil consists, so far, of many bones from the foot, leg, hand and arm, and a complete skull. More bones are thought to be still embedded in rock. (Clarke and Tobias 1995, Clarke 1998, Clarke 1999)

(An increasing number of scientists are placing the following three species, aethiopicus, robustus and boisei, in the genus Paranthropus)
KNM-WT 17000, "The Black Skull", Australopithecus aethiopicusDiscovered by Alan Walker in 1985 near West Turkana in Kenya. Estimated age is 2.5 million years. This find is an intact, almost complete cranium. The brain size is very small for a hominid, about 410 cc, and the skull has a puzzling mixture of primitive and advanced features. (Leakey and Lewin 1992)

TM 1517, Australopithecus robustus (was Paranthropus robustus)Discovered by a schoolboy, Gert Terblanche, in 1938 at Kromdraai in South Africa (Broom 1938). It consisted of skull fragments, including five teeth, and a few skeletal fragments. This was the first specimen of robustus.

SK 48, Australopithecus robustus (was Paranthropus crassidens)Discovered by Mr. Fourie in 1950 at Swartkrans in South Africa (Johanson and Edgar 1996). It is a cranium, probably belonging to an adult female, and 1.5-2.0 million years old. It is the most complete skull of robustus.

DNH 7, "Eurydice", Australopithecus robustusDiscovered by André Keyser in 1994 at the Drimolen cave in South Africa. Estimated age is between 1.5 and 2.0 million years. This is an almost complete skull and lower jaw of a female, one of the most complete hominid skulls ever found, and the first significant fossil of a female robustus. A fossil of a male robustus lower jaw, nicknamed Orpheus (DNH 8), was found a few inches away from it. (Keyser 2000)

OH 5, "Zinjanthropus", "Nutcracker Man", Australopithecus boiseiDiscovered by Mary Leakey in 1959 at Olduvai Gorge in Tanzania (Leakey 1959). Estimated age is 1.8 million years. It is an almost complete cranium, with a brain size is about 530 cc. This was the first specimen of this species. Louis Leakey briefly considered this a human ancestor, but the claim was dropped when Homo habilis was found soon afterwards.

KNM-ER 406, Australopithecus boiseiDiscovered by Richard Leakey in 1969 near Lake Turkana in Kenya. This find was a complete, intact cranium lacking only the teeth (Lewin 1987). Estimated age is about 1.7 million years. The brain size is about 510 cc. (see also ER 3733)

KNM-ER 732, Australopithecus boiseiDiscovered by Richard Leakey in 1970 near Lake Turkana in Kenya. The cranium is similar to that of OH 5, but is smaller and has other differences such as the lack of a sagittal crest. The estimated age is about 1.7 million years. The brain size is about 500 cc. Most experts believe this is a case of sexual dimorphism, with the female being smaller than the male.

KGA10-525, Australopithecus boiseiDiscovered by A. Amzaye in 1993 at Konso in Ethiopia (Suwa et al. 1997). This fossil consists of much of a skull, including a lower jaw. The estimated age is 1.4 million years. The brain size is estimated to be about 545 cc. Although it has many features specific to boisei, it also lies outside the previously known range of variation of that species in many ways, suggesting that boisei (and maybe other hominid species) may have been more variable than is often thought (Delson 1997).

1 de noviembre de 2005

Simbolismo y arte budista: China

LA ARQUITECTURA BUDISTA: SIGNIFICADO Y DESARROLLO EN CHINA*


Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
yogonbus@hotmail.com



La arquitectura de corte budista generó en China novedosas formas constructivas desconocidas hasta el momento de la llegada, penetración y consolidación de la nueva doctrina. Tanto el stupa, que dio lugar a la estilizada pagoda, como la chaitya y los viharas, santuarios rupestres excavados en la roca o en cuevas naturales, marcaron el cenit del arte budista en el gran país oriental.
El stupa, originaria de la India Maurya de Asoka, y que pudo haber estado lejanamente inspirada en las formas megalíticas tumulares del II milenio a.C., señalaba el lugar donde se había enterrado alguna reliquia del Buda, un hueso, un fragmento de su vestimenta o un sutra. Su carácter de símbolo cósmico conmemoraba el parinirvana, la muerte física del Buda, y por este motivo, cumplía la función didáctica, semejante a la de los relieves románicos de las catedrales medievales, de adoctrinar a las masas y, de paso, popularizar la doctrina. De esta manera, se convirtió en un modo eficaz de transmitir y expansionar la fe a lo largo del indetenible exilio búdico hacia oriente. La imaginería budista, escultórica y pictórica, que acompañaba y, en ocasiones, se supeditaba a las manifestaciones arquitectónicas, completaba, por lo tanto, la predicación y apostolado por parte de los monjes, peregrinos, artesanos o mercaderes. Es con la migración que el stupa se agiganta deviniendo en pagoda al multiplicarse sus pisos. En este caso, no es tan probable, como ha sido sugerido, que la torre de vivienda o vigilancia de época Han progresivamente hubiese ayudado a la estilización del antiguo stupa y a su crecimiento en altura, puesto que la verticalidad de la pagoda pudo provenir también del tipo de stupa alargada de la región gandhárica en Asia central. La superación de la habitual horizontalidad arquitectónica china sería, así, una influencia budista centro-asiática que respondería a modelos foráneos.
Simbólicamente, el stupa reproduce estructuralmente la organización mítica del universo y su principio cosmogónico dual original: un cuerpo semi-esférico, anda, que representa el cielo, como componente masculino primordial, asentado sobre una plataforma cuadrangular que refleja la tierra, el elemento femenino prístino complementario. En planta, la construcción es un verdadero mandala, un cosmograma celeste divino, rodeado por una balaustrada ( vedika ), que se abre al exterior por cuatro puertas o toranas que simbolizan los cuatro puntos cardinales. En estas puertas aparecen relieves, cuyo lenguaje sencillo, expresivo, directo y asequible, se hace muy didáctico para los fieles, facilitando la comprensión de las difíciles doctrinas a las poblaciones incultas o iletradas. Muchos de estos relieves decorativos, realizados por escultores de la madera y los metales así como orfebres del marfil, y ofrendadas por donantes laicos piadosos, contienen escenas de la vida legendaria del Buda además de imágenes acerca de la historia del budismo.
Los stupas, como construcciones sobrias, austeras, anónimas y representantes simbólicas del estado nirvánico sin forma1, son un emblema de la idea de progreso mental que el hombre debe seguir hasta conseguir la Budeidad. Cada piso del stupa, en especial en el caso de las pagodas, puede significar un acto gradual de liberación. Por todas estas virtudes purificadoras, la gran mayoría de estas construcciones arquitectónicas fueron interesadamente patrocinadas por laicos ricos para ganar, progresivamente, mérito religioso y garantizar un mejor renacimiento o una mayor cercanía a la salvación.
Los santuarios rupestres se reservaban en origen a los ascetas ambulantes del budismo para que pudiesen reunirse y proseguir sus enseñanzas en épocas de lluvia estacional, pero más tarde serían el refugio permanente de monjes y peregrinos debido a su idoneidad ( tranquilidad, aislamiento ) para practicar la meditación. En India, la chaitya era un templo, normalmente con tres naves, y un ábside en la cabecera donde se ubicaba un stupa, que en China se convirtió en columna-altar. Como templo de peregrinación fue el directo inspirador de los grandes santuarios locales, receptáculos del gran poder magnético de la doctrina extranjera. A su alrededor estaban los viharas, que podían ser tanto habitaciones de los monjes que cuidaban el recinto, como refectorios o, incluso, bibliotecas. Estos santuarios, como los ejemplares de Ajanta, Ellora o Karli, desarrollaron una importante gama de pinturas murales que estuvieron en el origen del arte pictórico y escultórico de los grandiosos complejos de cuevas centro-asiáticos y chinos, que, a su vez, fueron la puerta de entrada a la conocida tradición de las pinturas de paisajes.
Stupas, chaityas y viharas conformaban un plan ordenado que seguía un eje axial orientado hacia el sur. En China, la evolución del stupa, la pagoda, acabaría saliendo del recinto y perdiendo, un tanto, de su carácter sacro para quedarse con uno casi exclusivamente decorativo. La relación que se ha visto entre la relativa pérdida del carácter sagrado de la pagoda y un proceso de secularización fruto del neo-confucianismo de época Sui y T’ang, no es muy sostenible, puesto que, por un lado, estas dinastías son las de la gran consolidación budista por excelencia y, por el otro, no será sino hasta el siglo X y XI cuando la influencia neo-confuciana, marcadamente budizada, se manifieste en su afán de establecer un marco ideológico y ético diferente en China, caracterizado por la recuperación culturalista de las corrientes autóctonas frente a las extranjeras. El traslado de la construcción sí podría tener más relación con la preeminencia de budismos chinos, Chan y de la Tierra Pura, que relegan conscientemente la veneración de las reliquias y que, a través de su visión devocional, inspiraron la imaginación y riqueza temática de los pintores que decoraron los muros de los templos y santuarios excavados en la roca.
Las pinturas murales en Asia central, como en Kucha, y los santuarios budistas excavados en la región del reino kushano, en el actual Afganistán, como el conocido caso de Bamiyán2 o los de Kizil y Turfan, en el área de las comunidades-oasis que bordean el desierto de Taklamakan, indican, una vez más, el camino que siguió, acompañando de la mano a la nueva religión, la tradición narrativa india y la iconografía budista hacia China. En los murales kuchanos aparecen ya representados, en un estilo derivado del arte de Gandhara, algunos incidentes y episodios de la vida del Buda. Los grandes recintos chinos en grutas excavadas en la roca, que funcionaban como lugares de culto, presentan profusas decoraciones de pinturas, esculturas, relieves y estucos. Los principales complejos son Dunhuang, en el Gansu, donde son relevantes las grutas de Mogao, Yuling y Mil Budas del Oeste ( Qian fo dong), encontrándose decoraciones desde el siglo IV hasta época mongola Yuan; Yungang, cerca de la ciudad de Loyang, en el Shanxi, y Longmen, en el Henan. Muchos de estos ricos santuarios eran mantenidos con recursos de algunos dinastas gobernantes, impresionados por la nueva fe, por adineradas familias nobles y por los propios monasterios budistas y mercaderes ricos. Eran complejos sagrados que desarrollaron su actividad primordialmente entre el siglo V y el X, por lo tanto, hasta el final de la época T’ang.
Las cuevas y grutas del arte budista en China eran excavadas por un equipo de Lianggong o “buenos trabajadores”, y las pinturas ejecutadas por grupos de qiaojiang o “trabajadores habilidosos”, bajo la dirección de un monje. Entre los decoradores había un pintor maestro que delineaba la silueta de las figuras, y luego otros artistas añadían el color y demás detalles. Cada cierto tiempo los clérigos, donantes y oficiales, inspeccionaban los trabajos. Las primeras cuevas sirvieron como celdas para el retiro espiritual y la meditación, aunque también desempeñaron otras funciones sociales y religiosas. Muchas personas se acercaban para rezar, adquirir méritos, patrocinando la decoración de una caverna, la copia de textos o haciendo ofrendas, pero también hubo funciones seculares desarrolladas en su interior. Los mercaderes, para asegurar el éxito de sus misiones comerciales, solían congregarse en las cuevas y patrocinar la decoración o la construcción de alguna de ellas. En general, tanto familias locales ricas, grupos de mujeres y oficiales militares, como dignatarios foráneos y gobernantes de los distintos reinos de la Ruta de la Seda, se convirtieron en donantes, transformando estas localidades con templos en grutas, como Dunhuang, en centros de enorme vitalidad y cultura. Precisamente aquí, concretamente en Mogao, aparecieron miles de documentos y manuscritos, copias de sutras, fechados entre comienzos del siglo V y el X, casi todos versiones chinas de originales indios, así como pinturas sobre papel o seda y estandartes, lo que aclara el preponderante rol de estas regiones como centros de civilización búdica3. Muchos de los ensayos, historias, poemas y canciones aquí hallados, pudieron ser empleados en la laboriosa difusión del budismo hacia el resto de China.
Según la tradición mítica, aunque avalada por una solitaria inscripción lapidaria de época T’ang, un monje, de nombre Le Zen o Yuezun4, habría sido, ante la presencia de una sobrenatural visión, el creador de la primera cueva-santuario, en 366, en Dunhuang, corredor de entrada de las rutas comerciales que procedían de Asia central, y puesto de guarnición fronterizo. Estas grutas son la muestra principal de iconografía budista de inspiración mahayánica, e indicio de la rápida popularización de la nueva corriente. Algunos de sus temas principales aluden a Budas y bodhisattvas, Jatakas o nacimientos previos del Tathagata, escenas de la vida del Buda, del paraíso, ilustraciones de sutras, arhats ( santos ), donantes, las familias reales de Khotan y el viaje del peregrino Xuanzang a India. Desde época Wei, Sui y T’ang, empezaron a predominar las figuras de bodhisattvas y budas sonrientes, típicos de la corriente del Gran Vehículo, universalista, salvadora y compasiva. Sus rostros son gruesos, con un cuerpo esbelto y largas túnicas, en un estilo claramente indio. Son imágenes solemnes, severas, con un porte divino que recuerda la escuela de Mathura, y que reflejan sutilmente el ideal del mundo humano. La temática india y greco-búdica es patente en la parcial desnudez de las figuras, en sus sensuales poses recostadas, con la cabeza hacia un lado, el cuerpo curvado en la cadera y el rostro típicamente hindú, pero hay una ligera intención humanizante y secularizante en la asimilación china, que muestra posturas simétricas y rígidas, especialmente en las representaciones de los donantes, que son plasmados, como es lógico, en función de las costumbres locales típicas. En Dunhuang encontramos también figuraciones en miniatura del Buda, propias de los grabados, y que parecen responder a la idea de que repetir la imagen o la pronunciación del nombre del creador de la doctrina budista, ayudaría a la salvación del creyente o a su propicio renacimiento. Se trata de la manifestación en imágenes de la extendida creencia devocional básica de la escuela budista china de la Tierra Pura. Las representaciones de época T’ang, de hecho, se centraron en las reconfortantes escenas paradisíacas que reflejaban y narraban los textos referenciales de esta escuela.
Este centro artístico y cultural emblemático combinó la imaginería, temática y simbolismo indios con ciertos estilos pictóricos chinos, aunque mayoritariamente el predominio es greco-bactriano y gandhárico centro-asiático. Dunhuang es la plasmación de un relevante conjunto de documentos ilustrados de budismo mahayánico, que conformaron el ideal conceptual y de diseño del arte búdico chino. La tardía presencia china a un nivel estético, principalmente de época T’ang, es observable en algunos motivos ornamentales y en escenas que ilustran la vida de los monjes, mientras que los ropajes, poses y expresiones faciales, así como el tratamiento lineal y de los grupos es greco-búdico, además de la monolítica temática principal. Aunque la imaginería e ideales indios, unidos a ciertos elementos iranios, fueron estilizados en algunos casos según principios autóctonos, ello no supone, necesariamente, una alteración o transformación motivada por el genio chino. Una natural modelación estilística local, no impone cambios globales temáticos, simbólicos ni de significado, de un arte que siguió siendo esencial y eminentemente budista.
El área intercultural de Dunhuang, y concretamente Mogao y sus templos y santuarios, sirvieron, al menos desde el siglo VI, como focos para las aspiraciones de los devotos locales, para los monjes de diversos monasterios y para mercaderes, gobernantes oficiales y religiosos peregrinos. Un rasgo local, por otro lado bastante lógico, es el retrato de los donantes laicos entre sus murales, una presencia que debe verse como la gratitud manifestada por los monasterios al mecenas o patrocinante y no como un reflejo directo de la tradición confuciana de la adoración a los ancestros5, ya que en principio sólo se retrataba individualmente el donante y únicamente en épocas tardías se hacía con toda la familia del mismo. No debemos olvidar que los pintores solían ser los propios clérigos y que el objeto cultual principal era el Buda, los bodhisattvas y las tradiciones y leyendas referidas a ambos. Incluso cuando aparecen árboles genealógicos enteros del mecenas, no dejan de estar subordinados temáticamente a las figuras fundamentales de adoración. Además, muchos de los miembros retratados con el donante principal no eran chinos, sino centro-asiáticos o pertenecientes a pueblos no Han, y por consiguiente, muy alejados de esa idea confuciana de veneración al antepasado. Por otra parte, el clásico concepto de piedad filial del que se parte no es únicamente chino, pues está muy presente en el budismo primitivo, como en los sermones en el Anguttara Nikaya del canon Pali, e incluso, en el seno de la moral cristiana. En definitiva, entonces, no podemos concordar con la afirmación de que los templos budistas en la roca excavada, con sus ornatos pictóricos y escultóricos, se convirtieron, a la larga, en santuarios familiares particulares exclusivamente chinos.
El arte de Dunhuang tiene como fundamental propósito exaltar los nobles ejemplos de la vida del Buda y enseñar cómo a través de sus vidas previas fue acumulando virtudes. El auto-sacrificio para llegar a ser un Tathagata, en concreto, la realización de buenas acciones que generen mérito y la conducción de una vida espiritual, equilibrada y compasiva, es el ideal supremo que aquí se revela, profundamente budista. La teología y la moral búdica no sufren, así, por lo menos en este marco de acción, una transformación, ni sutil ni radical, por influencia de la ética confuciana.
Inicialmente, en las fases más antiguas del arte de Dunhuang, se ilustraban los sermones del Buda y su historia vital; en numerosas ocasiones eran temas trágicos y tristes. En época de los Wei Septentrionales ( 317-589 ), ciertas figuras taoístas, asimiladas y plegadas al budismo, como el dios Dongwanggong o la diosa Xiwangmu, aparecen representadas insertas en contextos temáticos budizantes. Esto refleja cómo algunas divinidades míticas chinas, concretamente taoístas, acaban entrando al servicio del arte extranjero, tildado en ciertos textos de frío y femenino, asimilándose y siendo asumidas por la doctrina búdica. Con posterioridad, en especial en época Sui y Tang, las escenas representadas son mayormente de paz, tranquilidad y prosperidad: plácidas secuencias paradisíacas de Maitreya, el Buda venidero o del futuro, y Amitabha, señor del paraíso occidental de la Tierra Pura, así como episodios enteros del Saddharma-pundarika sutra ( sutra del Loto ). Las pinturas murales que representan el paraíso occidental tienen la pretensión doctrinal de procurar la rápida y fácil liberación del sufrimiento y lograr la Budeidad adorando al Buda con fe y devoción.
Las primeras cuevas de Yungang son del 460-465, momento del traslado de la capital Wei de Lanchou, en el Gansu, a Pingcheng, en Shanxi. El estilo y contenidos decorativos son semejantes a Dunhuang, con Budas solemnes, de miembros alargados y expresión dura, y con escenas narrativas. El Buda del siglo V, es una figura ancha, de cara enérgica, aunque para la siguiente centuria, hay una ligera suavización de las facciones y un ensanchamiento de la cara. Se aprecian con claridad las influencias indias y centro-asiáticas, gandháricas e iranias. Con el nuevo traslado de la capital de los Wei del Norte, en 494, en esta ocasión a Loyang, inician su periplo decorativo las cuevas de Longmen, que ya muestran representaciones algo más estilizadas y esbeltas y con cierto movimiento dramático, destacándose el enorme Buda Vairocana de la gruta Feng Hsian, sentado en un trono de loto y que simboliza el principio universal mahayánico del espíritu creador.
Desde la época de las dinastías del Sur y el Norte, el arte búdico en China había estado inspirado en el greco-budista de Gandhara y en el de Mathura de época Kushan, pero en el período T’ang se introdujo el nuevo estilo indio de la dinastía Gupta ( 320-490 ), corriente cultural que influyó notablemente la labor de misioneros y embajadores chinos a India, como el ya citado Xuanzang, que trajo textos, reliquias, maestros para la enseñanza y esculturas. Muchas estatuas de este momento se crearon a partir de los dibujos traídos por los viajantes, alcanzando la escultura religiosa india de corte budista su máximo esplendor. Se intentaba ir más allá del formalismo y se pretendía traslucir una poderosa religiosidad hacia el fiel, una gran espiritualidad y sentimiento. El cosmopolitismo y ámbito internacional T’ang, palpable en las dimensiones y popularidad de su capital, Chang-an, no sólo fue visible respecto a India, sino también a Persia, en tanto que es probable que artesanos sasánidas hayan trabajado en labores textiles y de orfebrería o, al menos, que ciertos estilos impregnasen las elegantes formas de las artes menores chinas6. El fervor popular budista, percibido en la concepción de los paraísos puros, fue, en este momento, un tema relevante. De hecho, uno de los sutras más representados fue el del Loto o Saddharma-pundarika, que crea unas composiciones imaginativas centradas en el paraíso occidental. Sin embargo, la prosperidad económica comercial y los grandes logros culturales de la dinastía, incluyendo una previa libertad religiosa, no impidieron la génesis del deseo “culturalista” de rechazo o menosprecio de lo extranjero, reflejado por los artistas y puesto en relación con un “país budista chino”, que intentaba introducir la realidad local en las expresiones artísticas para que éstas dejasen de ser la plasmación de un arte hierático propiamente indio. En este ámbito, que fue el de la proscripción de Wu-tsung entre 842 y 845, se desarrolla el proceso de mezcla de lo extranjero con lo tradicional sobre la ya referida base de una consideración de superioridad nativa, que lo que en realidad provocó fue una decadencia artística y cultural general, en especial en lo tocante a la escultura. El sustrato chino buscaba, de este modo, adaptar y asimilar las influencias externas, especialmente las budistas, cuando en las variadas representaciones de las escenas de los paraísos propios del culto de Amitabha o Asobhya, se introducían arquitecturas religiosas y civiles y gran número de seres, mortales e inmortales.
Resulta, por consiguiente, un hecho prácticamente irrefutable que la fe extranjera contribuyó al desarrollo del arte chino, determinándolo claramente en todo lo referente a las composiciones y técnicas pictóricas y escultóricas, específicamente en la época de los Wei septentrionales, de una forma paralela y complementaria a la influencia desarrollada a un nivel doctrinal y filosófico. Una de las principales contribuciones de la amalgama cultural budista que procedió de Asia central, además de los templos-gruta, en los que se puede seguir la evolución estilística y temática desde Dunhuang a Longmen, de oeste a este, con un lento proceso de asimilación de las influencias externas, es la escultura monumental figurativa y los estandartes, estos últimos, piezas de seda rectangulares para la decoración de paredes, así como las estatuas de bronce para uso cultual. Y lo mismo podría decirse de la tradición pictórica, que contribuyó al desarrollo de las técnicas de composición chinas, tanto en las grandes escenas de multitudes como de figuras aisladas. Como en los casos precedentes, el ámbito estético e iconográfico permite vislumbrar cómo la llegada del budismo y su influencia es imprescindible para comprender algunos de los procesos intelectuales autóctonos, y cómo su presencia abrió una nueva era cultural, mucho más rica y variada en la China antigua y medieval.


Prof. Julio López


NOTAS


1 Acerca del carácter simbólico del Buda y el stupa, así como del poder redentor de la Budeidad, debe revisarse, ZIMMER, H. ( 1997 ) Mitos y símbolos de la India. Madrid: Siruela, en especial, p. 189.
2 Debe verse al respecto HACKIN, J. ( 1928 ) “The Colossal Buddhas at Bamiyan, their influence on Buddhist sculpture”. The Eastern Art, vol. I, n° 2: 109-116.
3 Cf. WHITFIELD, R., / S. Whitfield / N. Agnew ( 2000 ) Cave temples of Mogao. Art and History on the Silk Road. Illinois: J. Paul Getty Trust: 40-41 y 110.
4 Cf. HUANG, Z. ( 1980 ) “Una perla en la Ruta de la Seda: Dunhuang”. Revista de Arqueología, nº 1: 16-22, en especial, p.19.
5 Véase WENJIE, D. ( 1991 ) “Salient Features of Dunhuang Cave Art”. Seminario internacional Cave Art of India and China, celebrado en Nueva York entre el 25 y 27 de noviembre de 1991: 1-15. ( Transcripción de Sonu Agnihotri ).
6 Sobre el cosmopolitismo T’ang y la recepción de influencias estilísticas persas sasánidas, véase TREGEAR, M. ( 1991 ) El Arte Chino. Barcelona: Destino: 90 y ss., y KITAURA, Y. ( 1991 ) Historia del arte de China. Madrid: Cátedra: 243 y ss.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS


-HACKIN, J. ( 1928 ) “The Colossal Buddhas at Bamiyan, their influence on Buddhist sculpture”. The Eastern Art, vol. I, n° 2: 109-116.
-HUANG, Z. ( 1980 ) “Una perla en la Ruta de la Seda: Dunhuang”. Revista de Arqueología, n° 1: 16-22.
-KITAURA, Y. ( 1991 ) Historia del arte de China. Madrid: Cátedra.
-MCARTHUR, m. ( 2002 ) Reading Buddhist Art. An Illustrated Guide to Buddhist Signs and Symbols. Londres: Thames & Hudson.
-TREGEAR, M. ( 1991 ) El arte chino. Barcelona: Destino.
-WENJIE, D. ( 1991 ) “Salient Features of Dunhuang Cave Art”. Seminario internacional Cave Art of India and China. Nueva York: 1-15.
-WHITFIELD, R. / S. Whitfield / N. Agnew ( 2000 ) Cave temples of Mogao. Art and History on the Silk Road. Illinois: J.P. Getty Trust.
-ZIMMER, H. ( 1997 ) Mitos y símbolos de la India. Madrid: Siruela.
*Artículo publicado en la Revista Baciyelmo (UCAB)