30 de abril de 2009

Pinturas rupestres de África: Tassili III


Las pinturas y grabados sobre roca de Tassili ha sido clasificadas por varios especialistas en períodos cronológicos y grupos, denominados a partir de su figura dominante, así como del estilo y contenidos: el de los cazadores primitivos (desde 10000 a 4000 a.C.), época arcaica en la que se representan animales salvajes y escenas de caza, hecho que prueba la existencia de pueblos cazadores y de un ambiente climático diferente; el pastoril o bovidiano (4000 a 1500 a.C.), momento de la llegada del ganado al norte de África y etapa en que se muestra al hombre cuidando rebaños, sobre todo de bovinos, y llevando a cabo quehaceres domésticos; el del caballo (1500 a 600 a.C.), tradición que corresponde a la aparición de los équidos en el registro arqueológico y, finalmente, el del dromedario (a partir del 600 a.C.) o fase garamántica, denominación proveniente de los garamentas de el Fezzan, momento en que se representan carros, escudos y camellos.
Prof. Julio López Saco

Pinturas rupestres de África: Tassili II




El director de los denominados territorios del sur le ofreció a un etnólogo llamado Henri Lhote 2.000 francos de una partida que poseía para combatir la langosta en el desierto. Con esta suma, Lhote tomó camino del desierto con un absoluto desconocimiento de los peligros que podrían aguardarlo en ese océano de arena. Allí paso tres años alejado de la civilización. Recorrió el Sahara y trabó amistad con los tuaregs que pueblan la región de los ríos secos en el macizo del Ahaggar. A comienzos de 1956, luego de obtener la ayuda del gobierno francés, así como de diversas entidades científicas, pudo organizar un equipo de expedición. Ciudadelas rocosas, cuevas, acantilados, abrigos en las rocas conforman el paisaje de la región. Gran parte del terreno donde están dispersas las cuevas semeja un alucinante paisaje lunar. Lhote llevó a cabo allí un sistemático trabajo de calco y coloreado. Después de observar la región de Tan-Zumaitak y la de Tamir, el equipo de Henri Lhote se dirigió al pequeño macizo de Yabbaren. Yabbaren, que en el idioma de los tuaregs significa los gigantes, se distingue por presuntas representaciones humanas, gigantescas y desconcertantes. El conjunto constituye una verdadera ciudad, con sus callejas, encrucijadas y plazas; todas las paredes están cubiertas con pinturas de los más diversos estilos, aunque sobresalen los catalogados como dioses de cabeza redonda, frescos de gran tamaño pintados, tal vez, entre 7500 y 8000 años antes de Cristo. Estas figuras no parecen reflejar a los seres que habitaron aquel macizo de arenisca; quizá representen seres sensibles superiores que, en una época prácticamente atemporal y, por lo tanto, mítica, descendieron en la entonces hospitalaria meseta y ante el temor reverencial de los nativos recorrieron sus callejas observando la convivencia de los primeros grupos humanos. Entre estas imágenes destaca un gran fresco cuya figura central es el denominado dios astronauta, al que Lhote consideraba un representante de un período algo anterior (caracterizado por la presencia de cabezas redondas evolucionadas) al del llamado dios marciano (representante de seres con cabezas redondas decadentes).
Henri Lhote clasificó en distintos temas estos dibujos, distinguiendo (según su propia denominación), seres de cabeza redonda y cuernos de pequeño tamaño; diablillos; dibujos del Período Medio con hombres de cabeza redonda; hombres de cabeza redonda evolucionada; período decadente de las cabezas redondas; hombres de cabeza redonda muy evolucionada; período de los Jueces de Paz o Terminal; hombres blancos longilíneos del período prebovidense; hombres cazadores con pinturas corporales del período bovidense antiguo; estilo bovidense; período de los carros, y período de los caballos montados o de los hombres bitriangulares. A esto habría que sumar que la aparición de algunos símbolos junto a los dibujos han hecho suponer a varios investigadores la posible existencia de una proto-escritura de hace más de 5.000 años.
Prof. Julio López Saco


Pinturas rupestres de África: Tassili I




Tassili es un macizo montañoso situado en el sureste de Argelia, con una extensión de 800 kilómetros de largo por poco más 60 de ancho, muy cerca de Libia. Tassili significa meseta de los ríos en lengua tuareg o meseta entre dos ríos, tassili-n-azyer. En tiempos remotos vivieron aquí poblaciones que pintaron en cuevas, desde, por lo menos, 8000 a .C., más de 5.000 dibujos (de los hasta ahora catalogados), convirtiendo este conjunto de pinturas en lo que para algunos expertos es una especie de Capilla Sixtina del paleolítico norteafricano.
Las primeras noticias referentes a este maravilloso museo natural se conocieron en Europa en los años de la primera gran guerra, difundidas por asombrados oficiales de la Legión Extranjera que se habían aventurado hasta regiones situadas a más de 1400 kilómetros de Argel. Sin embargo, recién en 1933, los arqueólogos y geógrafos franceses pudieron observar algunos apuntes de las pinturas, tomados por el Teniente Charles Brenans, a la sazón comandante del puesto de Djanet, quien, al practicar un reconocimiento con su escuadrón de camelleros en la yerma meseta, descubrió algunas cuevas cuyas paredes se hallaban cubiertas de pinturas. El entusiasmo se propagó de inmediato en ciertos centros científicos, pues la existencia de antiguas poblaciones, capaces de reflejar mediante diseños y colores, escenas de la vida material, espiritual y religiosa, constituían un indicio cierto de que el inhóspito Sahara no siempre había sido una inmensa extensión inhabitable. La hipótesis sostenida por varios estudiosos en el sentido de que el desierto fue hace 4.000 años una región fértil, poblada por numerosos grupos tribales, hallaba, en consecuencia, una sorpresiva confirmación.
Prof. Dr. Julio López Saco


28 de abril de 2009

Literatura tibetana: Bardo Thodol

El Bardo Thodol, Libro Tibetano de los Muertos (Liberación mediante la Audición en el Plano posterior a la Muerte), es una guía de instrucciones para los fallecidos y los moribundos, en virtud de que se considera que la muerte dura 49 días, después de los cuales sobreviene un renacimiento en el ciclo del renacimiento. Según la tradición, el libro fue escrito por Padmasambhava, el fundador del lamaísmo tibetano, en el siglo VIII. Con independencia de su claro contexto budista, el Bardo Thodol puede ser concebido como un libro de preparación adecuada para la muerte. El libro es leído al moribundo o al recién fallecido como una auténtica guía para que el difunto comprenda el período de su existencia actual (muerto), y para, así, penetrar en el nuevo mundo de la muerte o en el proceso que debe seguirse después de fallecer. El bardo, que da nombre al texto, se convierte en una suerte de estado intermedio entre la muerte y el renacimiento. Para el budismo tibetano, al morir, la conciencia de un individuo entra en el bardo, que tiene una duración de cuarenta y nueve días, antes de renacer en otro estado de reencarnación (humano, divino, demoníaco, animalesco, fantasmal o infernal), de acuerdo al karma poseído. Las persecuciones del budismo en Tíbet a lo largo del siglo IX, motivaron el ocultamiento del texto, tras una serie de ceremonias, en cuevas y lugares recónditos. Tras la expulsión de gran número de budistas de Tíbet, muchos ejemplares permanecieron escondidos, hasta su recuperación en las siguientes centurias, momento en el que adquieren el nombre de Termas (del término Gter, tesoros), mientras que los propagadores de sus enseñanzas se llamaron Reveladores del Tesoro. Bardo Thodol es un texto que trata el ciclo total de la existencia samsárica, entre la muerte y el nacimiento. Los ritos mortuorios que aquí se plantean tienen un gran parecido con aquellos egipcios narrados en el Libro de la salida a la luz del día (Libro de los Muertos), como ocurre con la restauración del principio de la conciencia después del “desmayo”, que sigue inmediatamente a la muerte, y el acostumbrar al difunto en su nuevo medio ambiente o, incluso, con el pesaje del alma por la divinidad tibetana de Dharma-Raja o Shinje-chho-gyal (Rey de los Muertos), quien sostiene un espejo donde el alma se observa en su completa desnudez mientras su siervo Shinje (un mono) va colocando ante él guijarros negros y blancos, de forma parecida al pesaje del corazón del difunto con la pluma de la Diosa de la Verdad, el Orden y la Justicia egipcia (Maat). No obstante, a diferencia del Libro de los Muertos egipcio, el Bardo Thodol es portador de una filosofía comprensiva y profundamente humana que se dirige a los hombres y no a las divinidades. Es probable que el texto recoja también, esencialmente, rituales de la religión Bon, animismo que prevalecía en el Tibet antes de la llegada del budismo. El primer Bardo, llamado Chikhai o Estado Transitorio del Momento de la Muerte es el que ocurre inmediatamente después del deceso, cuya duración es entre 3 días y medio a cuatro. En este estado aparece la Clara Luminosidad, primero como pureza primordial, aunque posteriormente el que percibe (el muerto), incapaz de reconocerla, es decir, incapaz de aferrarse y de permanecer en ese estado debido a su karma de mente no modificada, la percibe como oscurecida. Cuando este Bardo finaliza, el difunto despierta al hecho de la muerte; se hace, por lo tanto, consciente de su cambio de estado, y empieza a experimentar el segundo Bardo, denominado Chonyid o Estado Transitorio de la Realidad, momento de la confrontación con las Divinidades Apacibles y las Divinidades Irritadas (desde el octavo al décimo cuarto día). El difunto se encuentra bajo la ilusión (a menos que sea un iniciado y que haya despertado la conciencia ante los diferentes cambios de estado y sea, en consecuencia, capaz de discernir) de que aunque está muerto, todavía posee un cuerpo de carne, huesos y sangre y, además, se le aparecen visiones simbólicas creadas por sus propios reflejos kármicos motivadas por las acciones y pensamientos que creó cuando se hallaba en su estado de conciencia física que pertenece a la personalidad. En el momento en que el difunto se percata de que en realidad no posee un cuerpo físico real empieza a desarrollar un descollante deseo de poseer uno y, al hacerlo, entra inmediatamente en el tercer Bardo, denominado Sidpa o Estado Transitorio del Renacimiento, que finaliza cuando el principio de la conciencia renace en el mundo humano o en algún otro de los diversos mundos de renacimiento.
Prof. Julio López Saco

27 de abril de 2009

Arqueología en Australia: pinturas rupestres en Kakadu


El Parque Nacional Kakadu, en la región del Territorio del Norte, en Australia, contiene una fascinante muestra de pinturas rupestres, en particular, en los sitios llamados Nourlangie, Ubirr y Nanguluwur. Se destacan la representación, con función mágica, de animales objeto de caza, la presencia de ceremonias rituales, las historias vinculadas con los ancestros creadores de los aborígenes, y pinturas con fines mágicos, con la intención de influir en la vida de la gente y controlar situaciones sociales o atmosféricas. Su propósito debió ser didáctico y de advertencia, aunque su sentido profundo es bastante enigmático. En cualquier caso, las pinturas se relacionan con la cosmología aborigen australiana, en particular con Alcheringa, el Tiempo del Soñar, la Ensoñación, mítica, remota y arcaica época en la que enormes seres (ancestros) emergieron de la tierra y confirieron forma al mundo en el curso de sus viajes, conflictos y diversas peripecias. Los aborígenes creen firmemente que la naturaleza es un organismo vivo, y que si sabemos leerla, nos cuenta historias del pasado, pero también futuras. Desde su perspectiva, Australia es una tela de araña cuyos hilos fueron formados por los recorridos de los mágicos seres del tiempo del Soñar. La trama define rutas, itinerarios y fronteras de separación entre las propias tribus. Los objetos naturales, como piedras, cavernas o lagunas, obra de los Ancestros, aún retienen parte de su poder, de lo que se desprende que la tierra y todo lo que contiene es sagrado, sea inanimado o esté vivo. Entre estos antepasados se encuentran, entre otros, la Madre Tierra y la Serpiente del Arco Iris. Es relevante señalar que el arte rupestre aborigen sigue teniendo en esta región una fuerte función social para las comunidades que la habitan. Para el aborigen la mayoría de los espíritus todavía viven en los lugares donde se asentaron después de sus periplos y hazañas para encontrar un acomodo en la creación. Esas entidades son guardianes de la cultura y manipulan fenómenos atmosféricos como la lluvia y el viento, condicionando simbólicamente, en consecuencia, la fecundidad de la tierra y de las mujeres.
Mostramos dos ejemplos de Anbanganbang, Kakadu, con presencia de presuntos seres míticos del tiempo del sueño.
Prof. Julio López Saco

24 de abril de 2009

Textos Asia 2009: Mitología China

Textos China I
Mitología



1. “...El universo era una nebulosa caótica y embrionaria que tenía la forma de un gran huevo. Allí dormía apacible y tranquilo, un gigante llamado Pan Gu. Al cabo de dieciocho mil años, el gigante se despertó. Encolerizado porque en derredor suyo reinaban las tinieblas, sacudió sus brazos, vigorosos como el hierro, para separarlas (...). Las tinieblas y el caos se disiparon para siempre, pero Pan Gu agotó todas sus energías y murió extenuado poco más tarde (...). sin embargo, como hecho muy extraño, en el momento de su muerte, su cuerpo sufrió una metamorfosis repentina, dando origen a todo lo que nos rodea... su ojo izquierdo se transformó en un sol brillante, y, el derecho, en una hermosa luna; sus cabellos y la barba dieron origen a incontables estrellas. Sus cuatro extremidades y el tronco dieron principio a los cuatro puntos cardinales y a las cinco grandes montañas sagradas. De su sangre brotaron enormes y tumultuosos ríos y sus tendones se transmutaron en amplios caminos dispuestos en todas las direcciones...”.

2. “... En verdad, había necesidad de un gran ser que fuera el más inteligente, capaz de labrar la tierra y, en último término, gobernar y guiar a todas las criaturas que se hallaban bajo el cielo (...). Después de meditar el asunto, Nü Wa se puso en cuclillas y tomó un puñado de arcilla, la que empezó a modelar a su imagen y semejanza. De este modo creó unas pequeñas figuras que podían sostenerse erguidas, caminar y hablar (...). Nü Wa quiso entonces que se propagara la especie, para lo cual les enseñó a los eres humanos a contraer matrimonio, animándolos a que se amaran, engendraran hijos y fundaran familias. Habían transcurrido ya muchos años... cuando se produjo un hecho insólito: Gong Gong, el dios del agua, y Zhu Rong, el dios del fuego, se trenzaron en un combate encarnizado, a causa del cual se desplomó el cielo y la tierra dio un vuelco. Los seres humanos sufrieron por ello una catástrofe que casi los extermina...”.

3. “... Como en aquella época no existían barcos ni carros, los pueblos que estaban separados por las aguas, incapaces de salvarlas, no tenían la posibilidad de tener relaciones. Huang Di les enseñó a construir canoas con los troncos de los árboles y carruajes de dos ruedas (...). Huang Di también les ordenó a sus subalternos Cang Jie y Zi Ling que crearan la escritura y redactaran un tratado de música, respectivamente. (...). No se sabe en que época apareció de repente, en el Sur, un demonio llamado Chi You, quien luego se apoderó de esta región. Su fisonomía era horrenda: tenía rostro humano y cuerpo de animal, cuatro ojos, seis brazos y los pies eran parecidos a los cascos de un buey... al mando de sus cómplices ocupó el sur y estableció un gobierno despótico. Insaciable en su ambición, invadió al Norte. (...) Naturalmente, Huang Di no podía tolerar que continuase esta situación, de modo que se produjo un gran combate entre ambos (...). Con la muerte de Chi You, la gente volvió a vivir y trabajar en paz. Para celebrar la victoria, Huang Di realizó dos cosas: primero fundió un gran trípode de bronce... y en él grabó las diversas escenas de la batalla y, en particular, la cabeza decapitada de Chi You para advertir a las futuras generaciones que los hombres de una codicia insaciable y capaces de hacer cualquier fechoría, no tendrían un buen fin. Luego compuso la obra musical Melodía del gran tambor...”

Binjie, Ch., Relatos Mitológicos de la Antigua China, Miraguano edic., Madrid, 1992, pp. 7-13.
Julio López Saco

Pinturas parietales del Mesolítico en India: Bhimbetka




Bhimbetka (nombre derivado del héroe del Mahabharata llamado Bhima) es un conjunto de grutas y cavernas ubicadas cerca de Bhopal en el estado Madhya Pradesh (India). Aunque la zona es mencionada como un lugar budista a fines del siglo XIX, su descubrimiento moderno se produjo en los años cincuenta del pasado siglo, por parte de W. Wakankar, profesor de la Universidad Vikram. Las pinturas denotan una continuada presencia humana desde el Paleolítico Superior hasta el Mesolítico, en una cronología que abarca desde el 12000 al primer milenio a.e., si bien buena parte de las representaciones se datan entre 9000 y 8000 a.C. Nos encontramos detalladas escenas de carácter ritual (ceremonias de iniciación, enterramientos), de caza, danzas comunales, nacimiento, bebida o de batalla, representaciones de vehículos, carros y presuntas divinidades, así como escenas de la vida cotidiana de las antiguas sociedades de cazadores y recolectores. Los animales representados son abundantes, destacando elefantes, caballos, bisontes, ovejas o serpientes. En definitiva, en el lugar de exhiben los restos más arcaicos conocidos de actividad humana en India.
Para más imágenes del lugar www.shunya.net
Prof. Dr. Julio López Saco


Arqueología en Sudamérica II: cultura Valdivia


La cerámica hace su aparición en el continente americano entre el IV y el III milenio antes de Cristo. Muy probablemente Puerto Hormiga, en Colombia, o Valdivia, en el Pacífico ecuatoriano, son los lugares de origen. No se sabe bien si responde a un desarrollo local, es una evolución de origen amazónico o si su génesis estuvo en Japón, concretamente en la cultura prehistórica Jômon. La cultura Valdivia corresponde al Formativo Temprano de la región ecuatoriana, entre 3200 y 2300 a.C. Sus primeros asentamientos son costeros, en forma de basureros con restos de conchas y peces, pero posteriormente hubo asentamientos en el interior, con agricultura desarrollada y sin dependencia marítima. La manifestación estética principal de Valdivia es la de las figuras antropomorfas de cerámica, que aparecen hacia 2300 a.n.e.
Presentamos aquí dos ejemplos. Una de ellas, bicéfala, podría responder a una anormalidad física, a una idea de polaridad o, en contextos de organización social, representar ideas de descendencia por doble filiación. De factura maciza, estas pintorescas figuras se modelaban a mano. Se configuraban con dos rodillos cilíndricos unidos. La cara es plana y sin nariz, con ojos y bocas representados por hendiduras. El cabello forma una gran peluca, mostrando diferentes tipos de peinado. No hay adornos faciales ni otros ornamentos. La mayoría son de sexo femenino, pero otras tienen una proyección cónica en el abdomen, lo que podría simular un pene. Podría haber, no obstante, figuras bisexuales. Los brazos no existen o son una tirilla bajo los senos. Se trata de figuras muy estilizadas que, quizá, representan la idea de un ser humano. Aunque tradicionalmente se las ha considerado como objetos rituales, el contexto en el que han aparecido es doméstico, en sitios de habitación, incluso en los basureros, muchas veces fragmentadas, lo que presupone una función transitoria y un uso muy generalizado. Tampoco se han encontrado asociadas a enterramientos. Por sus características y ausencia de rasgos iconográficos no pueden, en ningún caso, considerarse divinidades. Quizá sean ideas generalizadas de rasgo espiritual más que representaciones de seres concretos. Una comparación etnográfica con figuras del Chocó colombiano, las ha considerado como parte de ceremonias de curación, depositarias de espíritus auxiliares que invoca el chamán para que le ayuden en sus tareas curativas individuales o comunitarias.
Prof. Julio López Saco

22 de abril de 2009

Arqueología del Mediterráneo: Egipto antiguo


Esta primera imagen corresponde a la muy conocida paleta ceremonial de Narmer, hecha en esquisto y encontrada en la localidad de Hieracómpolis, capital del Alto Egipto. Fue hallada a fines del siglo XIX. La cima de la paleta está decorada con las cabezas bovinas de la diosa Hathor (aunque quizá sean toros que refieran el poder, vigor y fuerza del rey), entre las cuales está inscrito el nombre del rey en un Serej (armazón regular donde generalmente se ubicaba el mismo). La escena central del reverso muestra al faraón, con la corona blanca del Alto Egipto, golpeando y castigando a un enemigo desnudo (que alude a su carácter bárbaro). Quizá simbolice al enemigo de un modo genérico, en una escena que se interpreta como la conquista del bajo Egipto por Narmer. Detrás se encuentra un ayudante (con una inscripción sobre su cabeza que puede aludir a su titulación), que lleva unas sandalias y un recipiente. Sobre la cabeza de la víctima que somete el rey se encuentra una personificación de las tierras pantanosas, en clara alusión al Bajo Egipto (presencia de una embarcación con seis papiros, planta alusiva del Delta del Nilo). El halcón, símbolo del faraón, ofrece hálito y, por lo tanto, vida, a la zona pantanosa del Bajo Egipto, ahora recién dominada. También podría referirse, no obstante, al oasis de el Fayum. En la parte inferior se ven dos enemigos muertos que simbolizan las ciudades conquistadas. En el anverso de la paleta vemos a Narmer, con la corona roja del Bajo Egipto (quizá aquí representando no tanto la unificación sino un aspecto diferente de la realeza, sin que se implique “conquista”), inspeccionando un grupo de enemigos abatidos con las cabezas seccionadas tras la batalla, que están colocadas entre sus piernas (representan la conquista de la región de Mareotis, séptima provincia del Bajo Egipto). Lleva una maza en una de sus manos, en tanto que la otra es colocada sobre el pecho manteniendo un flagelo; delante de él los dos signos representan su nombre. Una serie de personajes al frente (quizá portaestandartes con emblemas de la casa real de Narmer o de las regiones que pertenecen a su reino), y otro detrás, que lleva las sandalias y un recipiente, completan la escena. En la escena central del anverso vemos la domesticación o dominio de animales salvajes (con aspecto de felinos), en clara metáfora de la unificación del Alto y Bajo Egipto, pues esos animales, quizá míticos, entrelazan sus largos cuellos. No obstante, nada indica que ambos animales deban ser necesariamente identificados como símbolos de ambas regiones del país del Nilo. En la parte inferior, un toro simboliza al faraón que destruye las murallas de una ciudad o fortaleza, siguiendo la secuencia de victoria y conquista. La paleta, en general, posee un simbolismo militar y alude a la fundación de una región, una provincia al este del Nilo, lo que podría suponer que se esté narrando la conquista del sector oriental del delta en el Bajo Egipto.
La segunda ilustración corresponde a la denominada Etiqueta de Nagada, que aparece con la identificación del rey Aha y también el nombre Nebti de Menes (quizá un epíteto de un antepasado legendario asociado a la unificación de Egipto, término encontrado en autores como Manetón, Herodoto y Eratóstenes e identificado, bastante especulativamente, con Narmer u Horus Narmer, el magnífico siluro), unificador del Alto y el Bajo Egipto. Para algunos, es probable que las denominaciones Escorpión-Narmer-Aha puedan haber sido nombres de Horus de tres reyes distintos, uno de los cuales sería Menes pero con su nombre Nebti. El nombre Aha podría extenderse desde el momento en que la unificación fue efectiva. Parece factible, en cualquier caso, asociar el nombre Nebti Menes con el Horus Aha. Según los sellos de las listas funerarias de Abidos, de la Dinastía I, los primeros faraones aparecen con el epíteto Jentiamentyu, una arcaica denominación del dios Osiris, identificado con el nombre de los faraones ya fallecidos. La sucesión inicial sería, según estas tumbas, Narmer-Aha-Djer.
Prof. Julio López Saco

21 de abril de 2009

Arqueología del Mediterráneo: Cícladas y Creta


La primera imagen correponde a la famosa Medusa, una de las gorgonas, representada en un ánfora de las islas Cícladas, en el mar Egeo; la segunda, muestra a Heracles enfrascado en uno de sus trabajos, en concreto, atacando a la hidra de Lerna, en una moneda cretense datada en el año 352 a.C.
Prof. Julio López Saco

20 de abril de 2009

Literatura antigua de Japón: Kojiki

Kojiki o Crónica de antiguos acontecimientos es una obra que narra las tradiciones nacionales japonesas desde la época mítica de los orígenes y las deidades hasta el reinado de la emperatriz Suiko (593-628). Como primer exponente de la conciencia histórica de Japón, es una obra literaria a caballo entre la literatura oral, anterior a la introducción de la escritura en el archipiélago japonés (realizada a fines del siglo IV, en vinculación con el reino coreano de Paekche), y la tradición escrita. Además de ser un recuento del origen de un pueblo, y un relicario de mitos y leyendas de los antiguos habitantes de Japón, es una obra sacra del sintoísmo. La vida, la muerte, los dioses, valores y creencias de un pueblo en sus albores históricos, son fundamentos de una visión sintoísta de las cosas que, a su vez, reflejan una estructura social. Esta literatura mitológica es una preciosa fuente para conocer la cotidianidad de la antigüedad japonesa y los componentes de la cultura más primitiva de Japón. En la obra se contemplan aditamentos postmíticos, en razón de necesidades políticas y reflexiones filosóficas. A través del Kojiki se confecciona un mito de origen celestial, de filiación directa con una divinidad creadora del Japón, y se eleva a la categoría de historia oficial. En el texto se teje una coherente red de tradiciones y mitos de las zonas sometidas, aliadas o sumisas al estado de Yamato, mostrando con ello la supremacía de este clan gobernante, que será la familia imperial. La línea mitológica de Yamato, así como la de la región de Izumo, se imbrican para, de esta manera, establecer a la primera con una posición jerárquica, con Amaterasu como divinidad solar, y fuente de legitimidad dinástica. En definitiva, se crea una mitología nacional, inspirada en las visiones cosmogónicas chinas taoístas, que se convierte en historia nacional. Kojiki es, en consecuencia, una fabricación artificiosa fabricada por los funcionarios cortesanos para legitimar el poder y ascendencia de la casa imperial. La obra se compone de tres libros temáticamente diferentes: la era de los dioses, la de los héroes y la época de los hombres. Esta última, históricamente relevante, abarca los acontecimientos ocurridos desde el reinado del emperador Nintoku (ca.395-427, uno de los “Cinco reyes de Wa” aludidos en la crónica china Song shu o Crónica de la dinastía Song, 420-479), hasta el de la mencionada Suiko.
Según el prólogo de Kojiki, Oo no Yasumaro escribió el texto a partir de la recitación de un empleado cortesano (toneri), de tiempos del mítico emperador Temmu, llamado Hieda no Are. Entre las fuentes perceptibles de Kojiki están las crónicas y anales de los soberanos y textos míticos sobre divinidades, como el Teiki, Linaje solar de los soberanos, el Senki o Crónicas anteriores, el Sendai Koji (Asuntos antiguos de pasadas épocas), el Honji o Asuntos fundamentales y el Koji o Asuntos del pasado. Entre sus fuentes orales estarían los Kataribe (relatadores de antiguos ritos y leyendas de la corte imperial). Los linajes de Kataribe cantaban y ofrecían sus relatos como un símbolo de lealtad y sumisión al soberano. En resumen, y en definitiva, Kojiki es la creación de una mitología genealógica, que legitima la soberanía de un clan dinástico, el del emperador legendario Temmu (Yamato), que remarca el derecho divino a gobernar un territorio de deidades, y que integra varios clanes, siguiendo una relación jerárquica, en una suerte de empresa histórica al total servicio del poder político.
La imagen que se muestra corresponde a una edición sobre papel en japonés antiguo del Kojiki, con glosas en chino, de Edo (Tokio), datado a comienzos del siglo XIX. Catalogado como MS 5327, muestra adiciones entre las columnas, en Kanji rojo.
Prof. Dr. Julio López Saco

17 de abril de 2009

Arqueología del Mediterráneo: Etruria II

Bronce etrusco, en realidad un espejo, del siglo VI a.C., con escritura en etrusco antiguo. La ilustración corresponde a Ícaro, que porta una maza sobre su espalda y un gorro de estilo frigio, y monta un carro tirado por dos centauros barbados, uno de los cuales lleva un racimo de uvas, y el otro un gran cuchillo y un odre de vino. Sobre Ícaro, un querubín parece estar arrojando agua, y bajo los centauros corre el perro del héroe, llamado Maera. Debemos recordar que Ícaro fue un héroe ático de la localidad de Icaria, que había aprendido a hacer vino y los rituales báquicos del dios Dionisos. Con su hija Erígone se dedicaba a difundir la bebida por el mundo.
Prof. Julio López Saco

15 de abril de 2009

Arqueología en Sudamérica I: pinturas rupestres

En estas pinturas rupestres de Toquepala, en Tacna, Perú los animales que se representan son guanacos, que huyen de los cazadores que los rodean y acosan. Su cronología se encuentra ubicada entre el octavo y séptimo milenio antes de Cristo. Pertenece al denominado período lítico (12000-6000 a.e.). Los primeros habitantes de la región andina formaban pequeñas bandas nómadas migrantes, aunque los cazadores de la estepa alto-andina (puna), encontraron abrigos naturales y una permanente y rica fuente de subsistencia basada en camélidos, venados, aves, roedores o frutos, y prácticamente se sedentarizaron.
Prof. Julio López Saco

14 de abril de 2009

Textos Asia 2009: Budismo

TEXTOS
India y budismo



1. “Oh ascetas, dos extremos no pueden ser frecuentados por quienes han dejado la vida de familia: el ejercicio de los placeres, el amor a los placeres de los sentidos; o bien las prácticas mediante las cuales se llega al sufrimiento de sí mismo y, debido a las doctrinas no santas, se agota fatigado el cuerpo y el espíritu sin poder conservar lo que se le ha preparado. Oh, ascetas, fuera de estos dos extremos está el camino, donde surge el ojo, surge el conocimiento, la quietud definitiva, el sosiego, que crea el conocimiento sobrenatural y lleva a conseguir el Despertar total, que crea la vida religiosa, que conduce a la Extinción. ¿Qué se quiere decir con el camino?. Ahora, el Tathagata ha llegado al despertar perfecto. En Benarés, entre los sabios, en el Parque de los Gamos, acaba de poner en movimiento la Rueda de la Ley Suprema, que nunca hasta entonces había sido puesta en movimiento. Entre los ascetas y los brahmanes, los Brama y los Mara, los dioses y los hombres, en el mundo no hay nadie que pueda ponerla en movimiento”.

2. “El Bodhisatta respetó los siete votos: amó a su madre, amó a su padre, respetó a los ancianos, dijo la verdad, se abstuvo de palabras rudas, se abstuvo de palabras maliciosas, evitó el egoísmo. “A quien mantiene a su padres y respeta a los ancianos y es gentil, de palabras amables, libre de calumnias, libre de egoísmo, veraz, amo y no esclavo de la cólera, incluso los Treinta y tres devas lo consideran un hombre de mérito”.

3. “¿No es cierto, Sona, que cuando estabas sumido en la meditación surgió en tu mente el pensamiento “los discípulos del Señor llevan una vida muy esforzada. Yo soy uno de ellos, pero mi mente no está totalmente libre de corrupciones. Gozo con el disfrute que me proporciona mi familia; ¿es posible disfrutar de los placeres y aún así realizar acciones virtuosas?”. “Así es Señor”. “Sona, ¿crees que eras diestro tocando el laúd cuando vivías en el seno de una familia?”. “Así es Señor”. “Sona, cuando las cuerdas de tu laúd estaban demasiado flojas, ¿podías tañerlo o dar siquiera una nota?”. “No, Señor”. “Sona, cuando las cuerdas de tu laúd estaban demasiado tensas, ¿podías tañerlo o dar siquiera una nota?”. “No, Señor”. “Sona, cuando las cuerdas no estaban demasiado tensas ni demasiado flojas, sino que estaban bien afinadas, ¿podías tañer tu laúd o dar alguna nota?”. “Así es Señor”. (...). “Cierto día en que el Maestro observaba el mundo a sus pies, vio a la muchacha cuando ella entró en la red de su Conocimiento, y trayéndola a su mente, pensó: “¿en qué punto se encuentra?”. Y supo: “desde que escuchó mi exposición hace tres años, esta muchacha ha estado practicando la reflexión sobre la muerte... Como un toro he hecho pedazos, las ataduras, como un elefante he triturado las cadenas que arrastraba, nunca más volveré a entrar en un vientre”.
Prof. Julio López Saco

Textos Asia 2009: India Maurya

Textos
India Maurya
1. “Ocho años después de su coronación, el rey, amado de los dioses, el de la benévola mirada, sitió Kalinga. 150000 hombres quedaron allí cautivos, 100000 fueron pasados a cuchillo y un número aún mayor perdió la vida. Pero luego, habiendo sido conquistada Kalinga, el amado de los dioses se transformó para seguir más estrictamente la recta conducta, para amar la recta conducta y para adquirir sabiduría en la recta conducta. En todas partes en mi imperio, los funcionarios de distrito y de provincia, cada cinco años harán un viaje oficial con este objeto: la predicación de la Ley Sagrada y otros asuntos... El consejo dará órdenes a los funcionarios de distrito para la administración conforme a la razón y conforme a lo dispuesto. Mis gobernadores de distrito han recibido autoridad sobre el pueblo, sobre muchos cientos de miles de hombres... Mis funcionarios, conociendo mis deseos, me obedecen. Y éstos exhortarán a otros, de modo que los gobernantes de provincias se esfuercen por complacerme. Como el que confía su hijo a una buena nodriza, se queda tranquilo, así mis gobernadores de provincia han sido instituidos para el beneficio y la felicidad del pueblo de la provincia. En los caminos han sido hechas plantar por mí higueras de Bengala; darán sombra a animales y hombres. Y han sido hechos plantar bosquecillos de mangos. Unos pozos han sido hechos excavar por mí y unas mansiones de reposo han sido construidas. Y cisternas de agua numerosas han sido construidas por mí aquí y allá para el disfrute de animales y hombres... también he hecho que se ocupen del reparto de donaciones de mis hijos y de los otros hijos de las reinas, con el fin del cumplimiento de la Ley Sagrada y de la reverencia a la Ley Sagrada. (...) Y lo que se afana, todo ello es con vistas al otro mundo, para que cada hombre corra el mínimo peligro. Ese peligro es la falta de méritos. Difícil cosa es para un hombre del pueblo o un hombre de clase elevada si no es con el máximo esfuerzo, abandonándolo todo. Pero sobre todo es difícil para un hombre de clase elevada. (...) Ningún ser vivo, tras matarlo debe ser ofrendado y ninguna reunión festiva debe ser hecha. Un viviente no debe alimentarse con otro viviente. (...) El amado por los dioses, a todas las comunidades religiosas, las de los ascetas y las de los que viven en sus casas, las honra con dones y varios honores. Pero no tanto estima los dones u honores como que haya un progreso esencial en todas las comunidades religiosas... de suerte que no haya elogio de la propia comunidad o crítica de otras comunidades...Pues la comunidad ajena debe ser elogiada en esta o aquella ocasión. Obrando así, uno engrandece la propia comunidad religiosa y beneficia a la ajena... La concordia es buena para que escuchen la ley del que piensa de otro modo y la obedezcan”.
Prof. Julio López Saco

11 de abril de 2009

Arte Hinduista del sur II (ss. VII-XIV)




Presentamos, en la continuación del arte hindú del sur, la ciudad-santuario de Madurai, en Tamil Nadu (siglos XII-XVII); el Kailasanatha de Kanchipuram, en Tamil Nadu, datado en el siglo VIII y, finalmente, una imagen del mencionado templo de Chenna-Keshava.
Prof. Julio López Saco

Arquitectura Hinduista del sur I (ss. VII-XIV)


El estilo artístico indio más puramente hindú, el denominado drávida, se desarrolló en el triángulo meridional del subcontinente indio. De época de los Pallava son los rathas o santuarios móviles, pequeños templos dedicados a Shiva aunque, según la tradición popular, fueron originados por los héroes del Mahabharata. Elevados sobre plataformas, poseen una sola nave o espacio interno, e imitan los pasos procesionales sobre ruedas y animales. De esta misma dinastía es significativo el templo Kailasanatha de Kanchipuram (capital de los Pallava), de comienzos del siglo VIII, erigido para conformar la planta típica de la morada del dios Shiva en el Himalaya, es decir, el monte Kailasa tibetano. Está formado por una puerta monumental, una sala dedicada al toro Nandi, montura del dios, una mandapa de oración y el santuario de la divinidad. La dinastía de los Hoysala, residente en Mysore, Karnataka, crea un estilo propio de India central, llamando a sus templos vesara, y distinguiéndolos, de este modo, de los nagara del norte y los vimana del sur. El templo de Somnathpur es el más destacado. Se encuentra dentro de un recinto rectangular amurallado, al que se adosan capillas o celdas individuales, que recuerdan las los recintos monásticos budistas y los templos jainas del Gujarat. El templo en sí se eleva sobre una plataforma estrellada que facilita la circunvalación procesional. Es una planta de cruz latina con brazos y cabecera con planta estrellada. En este templo pervive el sentido esotérico del mandala. Las ciudades-santuario del sur, cuya proliferación se debe a la pobreza circundante y a la tolerancia hindú hacia otros cultos, surgen cuando las órdenes religiosas, ante la escasez de territorio, deben compartir los lugares sacros. Tal acumulación requiere la presencia de sirvientes rituales, lo que motiva la congregación de grandes poblaciones. En el siglo XII los recintos sagrados se ordenan, regulándose su administración y urbanizándose. Los espacios cultuales se jerarquizan según las castas y se levantan murallas que delimitan el perímetro sagrado. La puerta torreada en cada lado de la muralla, o Gopuram, será el elemento artístico fundamental en estas ciudades-santuario. Estas torres, que señalan los accesos al recinto, serán profusamente decoradas con esculturas desde el siglo XIV. A partir del siglo XVI se convertirán en soportes de los repertorios de la mitología hindú en madera pintada. Una de las principales ciudades santuario será Madurai, en Tamil Nadu (siglos XII al XVII), correspondiente a las dinastías Pandya, Vijayanagar y Nayaka, cuyos templos principales están dedicados a Shiva y su consorte Minaksi.
Las imágenes que presentamos son las siguientes: la planta del templo Chenna Keshava, Somnathpur, Karnataka, del siglo XIII y unos ejemplos de Rathas de Mamalapuram.
Prof. Julio López Saco

7 de abril de 2009

Historia de India III: La presencia del Islam

Historia de India III
Julio López Saco


La mencionada expansión comercial posibilita la instalación de comerciantes árabes y judíos en la costa oeste de India. Desde el siglo VIII, además, algunas incursiones armadas iraquíes ocupan el Sind y el Punjab, además de Rajasthan y Gujarat. Sólo el avance musulmán será frenado en el Deccan. Los reyes del estado de Kanauj y los jefes tribales rajputs del norte obstaculizaron la penetración musulmana. También lo hicieron los dinastas Chalukya y Gurjara-Pratiharas. Durante el siglo VIII y comienzos del IX, únicamente el valle del Indo quedó bajo control directo del califa. En 871 algunos caudillos de la aristocracia árabe se autoproclamaron sultanes independientes en varios centros mercantiles, como Mansura y Multan, en el Sind y Punjab, respectivamente. La paz reinó, cierto tiempo, gracias a la política de tolerancia religiosa frente al hinduismo y por la práctica autonomía de los estados sometidos. El fin abrupto de este período pacífico aconteció al producirse las vehementes incursiones de saqueo y botín llevadas a término por los turcos de Mahmud de Ghazni en el primer cuarto del siglo XI, en toda la llanura del Ganges y la región de Gujarat. Estas campañas establecieron los fundamentos del dominio musulmán en la llanura gangética a partir del siglo XII. Esta presencia turca (guerreros centroasiáticos desplazados por el empuje mongol), no tenía una verdadera finalidad conquistadora sino la de obtener recursos para mantener el imperio del Asia central con capital en Ghazni[1].
Nuevas oleadas de invasores afganos, apenas un siglo después de la muerte de Mahmud, compuestas por diversas hordas de aguerridos y feroces esclavos, empezaron a ser recurrentes. Los rajputs defendían precariamente sus territorios. Es muy probable que la segregación que generaban las castas y las diferencias sociales entre los gobernantes y el pueblo llano, fuesen impedimentos para crear una solidaridad suficiente para que la defensa ante el invasor fuese realmente efectiva. En India, la guerra era, en el fondo, una diversión de los soberanos, en tanto que los ejércitos los conformaban mercenarios, que sólo esperaban recolectar botín, y parientes de los mandatarios. Las luchas intestinas en el interior del sultanato ghaznávida, que hicieron inestable el territorio afgano, matizaron durante un tiempo la penetración en el norte de India. A mediados del siglo XII Ghazni fue destruida, mientras que Muhammad de Ghur conquistaba Multan y derrocaba al último de los sultanes. Una vez instalado, recomenzó, desde el Punjab, la conquista, esta vez con la expresa intención de anexionar territorios. En 1206, excepción hecha de Cachemira, todo el valle del Ganges estaba bajo el poder Ghorida. Tras el asesinato de Muhammad, que provocó cierto peligro de desintegración del territorio, su lugarteniente Qutbuddin se declara independiente de los ghoridas afganos y establece las bases del Sultanato de Delhi. El nuevo sultanato tuvo que enfrentar durante todo el siglo XIII la resistencia rajput y de Bengala, así como defender su territorio de las hordas mongolas establecidas en el Punjab. La nueva capital, Delhi, surgió a partir de una pequeña fortaleza rajput, con sucesivas etapas de urbanización que se extendieron hasta el siglo XVII. No sería hasta el reinado de Balbán (1249-1286) cuando el sultanato consiga organizar una férrea defensa frente a los mongoles y desbaratar por completo el separatismo de Bengala. A su muerte se instala en el poder el clan turco de los Khaljis, entre cuyos miembros egregios va a despuntar Alauddin (1296-1316), el más poderoso sultán de Delhi.
En términos generales, la escasez de conquistadores musulmanes no fue suficiente para transforman la sociedad en India, ni sus instituciones o religiones, de manera que, en muchas oportunidades, se conformaron con percibir un tributo. En este mismo orden de cosas, más que rebeliones lo que tuvieron que sufrir fueron agitaciones eventuales entre la elite de nómadas turcos esclavos del sultán. De modo también genérico, los musulmanes ocuparon las ciudades y los pequeños núcleos fortificados llamados qasba, lugares en donde las castas de artesanos se convirtieron mayoritariamente al Islam por conveniencia social, mientras que los hindúes siguieron conformando la población rural, viviendo en aldeas agrícolas bajo la jefatura de uno de sus propios miembros.
Alauddin comenzó una oleada de conquistas hacia el sur de India en 1309, sometiendo la capital de los Hoysalas, la de los Kakatiyas y a los Pandyas. Los príncipes sometidos se convirtieron en sus tributarios. Un paquete de reformas político-administrativas y una burocracia formada por una amalgama de turcos indianizados, esclavos indios y advenedizos trajeron consigo odios y resentimientos de parte de sus súbditos. Tras su muerte y después del paso por un efímero gobierno de dos de sus hijos, será Muhammad Tughluq (1324-1351) quien confiera un nuevo impulso a la expansión islámica por todo el territorio del subcontinente indio. Buscó el modo de someter a los diferentes reyes de los distintos estados y anexionar esos territorios, con la no muy velada intención de eliminar, o al menos disminuir, el sistema de la iqtá (asignación a oficiales del ejército de las rentas de varios poblados), que acabó por convertirse en hereditaria, permitiendo a los concesionarios convertirse en personajes políticamente independientes del sultán. Sus deseos centralizadores motivaron el traslado temporal de la capital hacia el sur, a Devagiri, antigua capital de la dinastía Yadava. Sin embargo, las dificultades de la población le obligaron a retornar a Delhi, facilitando con tal maniobra la independencia de facto de varios príncipes sureños, con lo que se abrió un período de estados regionales (Madurai, Bengala, en la primera mitad del siglo XIV). El sucesor de Tughluq, Firoz Shah, quien reinó hasta 1388, confirió el último impulso al Sultanato de Delhi consolidando los territorios septentrionales y obviando aquellos del centro y del sur. A su muerte, el sultanato se desintegró: los gobernadores de independizaron en las provincias, en tanto que las hordas turco-mongolas de Tamerlán saqueron la capital en 1398. Esta incursión fue la primera de otras en las que Tamerlán ocupó Lahore, Multan y el Sind, a la par que emergían otros sultanatos (Gujarat, Malwa, por ejemplo). Los Lodhis (1479-1526), sin embargo, reconstituyeron temporalmente la administración del sultanato, dividiendo entre los jefes militares el territorio y erigiendo, inclusive, una nueva capital, en Agra, donde se construyeron los últimos monumentos del sultanato previos al arte mughal de estilo persa.
En el centro y sur de India se destacaron, durante los siglos XIV y XV, los reinos hindúes de Orissa y Vijayanagar, a los que debió oponerse otro sultanato, el Bahmani[2]. Los sultanes bahmanis mantendrán duras pugnas contra sus vecinos, los principados hindúes meridionales. Las contradicciones internas del sultanato, en particular la pugna en el interior del ejército entre musulmanes autóctonos e inmigrantes de Arabia o Persia, así como las rivalidades y diferencias insalvables entre sunníes y shiíes, motivaron que hacia 1520 el territorio del sultanato se desintegrara en cinco entidades, cuyos gobernadores se declararon independientes: Bijapur en Karnataka, Ahmadnagar y Berar, en la región de Maharashtra, y Bihar y Golconda en Andhra. Todos ellos cayeron en las garras del mughal en la siguiente centuria.
Orissa fue una entidad estatal creada por los Gajapatis, cuyo poder provenía del control del tráfico mercantil en los puertos de los deltas de varios ríos y de la explotación arrocera. Su principal rey fue Kapilendra. Vijayanagar, no obstante, se erigiría en el custodio de la cultura y sociedad hindú ante el avance musulmán, aunque adoptó ciertas instituciones políticas islámicas y mantuvo contactos con los primeros colonizadores europeos. Fundado en 1336[3], este reino, de la mano de reyes como Harihara II y Devaraya I, consolidó un territorio frente a los sultanes Bahmani. En los territorios de Vijayanagar los soberanos emplearon la tributación y usaron a los aristócratas como jefes militares y delegados locales del poder central. La modernización del ejército permitió a este estado mantener a raya al Sultanato de Delhi, al sultanato Bahmani y a los Gajapatis, además de frenar la expansión portuguesa en Karnataka, controlando de modo efectivo el comercio costero. Los nayakas o tenientes de feudos militares, que pagaban anualmente al rey una renta para mantener asalariadas las tropas, era un mecanismo o sistema de cierta tendencia feudal. Las funciones de los nayaka eran militares, pero también administrativas y judiciales, hasta el punto de que en épocas en las que el poder central se debilitaba llegaron a convertir en patrimonio propio sus posesiones y transformar en autónomas las jefaturas militares. Los monarcas del estado Vijayanagar llevaron a cabo una política religiosa en la que (como los Gajapatis) los brahmanes fueron ubicados como comandantes de fortalezas, vinculando con ello la solidaridad ritual con la lealtad militar y legitimando el poder del soberano. A la muerte del rey Krishnadeva Raja (1509-1529), los príncipes territoriales consolidaron su fuerza local, presionados por los portugueses y los sultanes del Deccan. Precisamente, una coalición de sultanes y portugueses derrotó al ejército de Vijayanagar en 1565 y saqueó hasta los cimientos la ciudad. Las reformas en el Sultanato de Delhi, llevadas a cabo por el Gran Mughal Akbar, en la segunda mitad del siglo XVI, propiciaron que los estados musulmanes impusieran definitivamente su fuerza en India, extinguiéndose, en consecuencia, los diversos estados hindúes del sur del subcontinente.
[1] En esta ciudad, Mahmud supo rodearse de poetas y artistas, como los conocidos casos de Firdausi, autor del Shahnama, y Al Biruni, que escribió una magnífica descripción de India.
[2] El sultanato comienza cuando un jefe militar de origen turco, o quizá afgano, llamado Zafar Khan, conquistó la ciudad de Daulatabad en 1345 y se declaró sultán (al margen de Tughluq en Delhi), con el título de Bahman Shah.
[3] La tradición mítica habla de un preceptor espiritual, conductor de los devotos shivaítas denominados Sringeri, que alecciona al fundador de la dinastía (Vidyaranya). Ideológicamente, el nuevo reino habría nacido con la finalidad de proteger las instituciones hindúes frente a las musulmanas.

3 de abril de 2009

Arte budista II: cuevas de Ajanta







Ajanta es una localidad de India ubicada en el distrito de Aurangabad, estado federado de Maharashtra. La importancia del sitio radica en la presencia de casi 30 grutas artificiales pintadas y esculpidas, fundamentalmente para el culto budista, a partir del siglo II a.n.e. y hasta el VIII. El conjunto, compuesto por una serie de monasterios o vihara y un grupo de caitya, destaca por los frescos y pinturas parietales, además de esculturas y relieves. Una buena parte se refieren a la vida del Buda y sus encarnaciones previas reflejadas en los Jataka. Las obras de arte fueron descubiertas para el occidente europeo a principios del siglo XIX por un soldado británico.

La primera fotografía corresponde a un friso de la sala de la caitya en la cueva 26; la segunda muestra unos relieves con la figura del Buda, también en la cueva 26; la tercera es una ilustración del Mahajanaka Jataka, pintado en el siglo VII, en tanto que la cuarta y última es una panorámica general del sitio arqueológico.
Prof. Julio López Saco



2 de abril de 2009

Arte Hindú: Khajuraho II




Esta segunda serie de fotos muestran una visión general del Santuario de Vishvanatha, así como varias cópulas en ese mismo templo. Todo en Khajuraho.
Prof. Julio López Saco


Arte Hindú: Khajuraho I




Khajuraho, capital religiosa de los dinastas Chandella durante los siglos X y XI, se encuentra en el estado de Madhya Pradesh. Sus templos, que conmemoran a la pareja Shiva-Parvati, se construyeron entre mediados del siglo X y mediados del XI. Toda la zona presenta un anillo amurallado con varias puertas. Vemos aquí representadas escenas de la vida cotidiana, animales, imágenes de dioses y diosas, muchas de ellas en nichos u hornacinas, figuras femeninas y parejas en acciones sexuales. Quizá todo el amplio repertorio haya tenido una función didáctica o protectora.
Las fotografías muestran un maithuna (ritual tántrico de intercambio de energía sexual, una especie de unión emocional, mental, física y espiritual incondicional, a través del lingam, la yoni y el corazón, es decir, por mediación del sexo), en el Templo Lakshmana; una serie de pilares decorados del templo Kandariya Mahadeva, y un Ganesha también en el Templo Kandariya Mahadeva.
Prof. Julio López Saco

Arte budista de época Maurya: capitel de Sarnath

La imagen que se muestra se refiere al capitel de Sarnath, un antiguo emblema Maurya y hoy símbolo de la Unión India. Está hecho en arenisca y ha sido datado en torno a 250 a.C. Hoy se encuentra en el Museo Arqueológico de Sarnath. Es un ejemplo palpable del empleo del budismo como vehículo de unificación socio-política. Los cuatro leones (el león era un animal emblemático del clan aristocrático en el que Buda había nacido), confrontados simbolizan a Buda predicando su moral hacia los puntos cardinales principales. Bajo sus patas aparecen cuatro chakras (o ruedas) que representan la Ley Sagrada. Ellas alternan con cuatro animales (un cebú, un elefante, un león y un caballo) que representan los vientos dominantes y son los encargados de difundir la voz de Buda por todas las regiones del mundo. Son una suerte de cuatro guardianes que miran hacia los puntos cardinales: el león al norte, el elefante al este, el caballo al sur y el toro al oeste. Debajo aparece un cordón monacal, emblema de austeridad y, finalmente, una flor de loto cerrada e invertida, símbolo de pureza y de universalidad.
Prof. Julio López Saco

1 de abril de 2009

Budismo. Tara Blanca tibetana


La Tara blanca es un Buda femenino indotibetano que representa la unión de la compasión y la sabiduría, además de la longevidad. Es aquella que por compasión ayuda a alcanzar la otra orilla (la de la Verdadera Realidad). Se habla de ella como la madre divina o madre de la liberación de todos los Budas. Su color blanco, relacionado con la luz radiante del sol, simboliza la claridad y la pureza, pero también indica que es la Verdad, indiferenciada y completa. Es un ser iluminado bajo aspecto femenino cuya función primordial es conceder larga vida, sabiduría y buena fortuna. Tiene siete ojos, dos en las palmas de sus manos, dos en las plantas de sus pies y uno en la frente (además de los dos naturales), que simbolizan la vigilancia de la mente compasiva.
Mostramos, en esta ocasión, dos ejemplos.
Prof. Julio López Saco

Grupos étnicos en China: Uigures


Los uigures conforman una etnia de origen turco o turcomano que ha venido practicando la religión islámica desde el siglo XII. No obstante, estos musulmanes uigures han sabido convivir durante muchos siglos con el budismo. Habitan, mayoritariamente, en el noroeste de China, en la provincia autónoma de Xinjiang, constituyendo el mayor grupo étnico no chino del país, aunque también se encuentran en Kazajistán y Tayikistán. Viven en armonía con kazajos, tadjikos, uzbecos, afganis y pastunes, y han sido tradicionalmente la columna vertebral del imperio mongol, en particular entre los siglos XII y XIV. Uno de sus signos de identidad externos más renombrados es el sombrero bordado que lucen los hombres, mientras que buena parte de las mujeres se cubren con pañuelos, y unas pocas, se tapan la cara con un chador corto de color oscuro.
Tenemos aquí dos muestras pictóricas con presencia de uigures. La primera, un fresco de la cueva número 9 de Bezeklik, datado entre los siglos VIII y IX, y hoy en el Museum für Indische Kunst de Berlín, ilustra a varios príncipes uigures vistiendo ropajes chinos, mientras que la segunda, una pintura mural de Turfan del siglo VIII, muestra a un grupo de nobles uigures arrodillados.
Prof. Dr. Julio López Saco