17 de diciembre de 2010

Mitología e iconografía maya III: el Vaso de las Siete Divinidades


Imágenes: el vaso de las siete divinidades del inframundo, el Naranjo, Petén, Guatemala.


A la izquierda de la representación se observan los seis dioses del inframundo maya, con los brazos cruzados en señal de sumisión, cuyos nombres son listados en los grifos centrales. A la derecha, encontramos al Dios L, caracterizado al uso de la iconografía clásica, fumando un cigarro y con un sombrero hecho a base de plumas y con el cuerpo en forma de un ave de presa, simbolizando rango y poder. Es el dios soberano del más allá y poseedor de todas las riquezas inframundanas, por eso se le considera protector de los mercaderes. Detrás de él unos mascarones del dios de la montaña, un recurso iconográfico que señala que la residencia de la divinidad se hallaba bajo tierra o en el seno de una caverna.


Prof. Dr. Julio López Saco

Escuela de Historia, UCV

Escuela de Letras, UCAB

Maestría en Historia de las Américas, UCAB


13 de diciembre de 2010

Mitología e iconografía maya II: el Tablero de la Cruz y el vaso de Motul


Las imágenes corresponden al Tablero de la Cruz, en Palenque, y al vaso cilíndrico de Motul, ambas piezas del período clásico maya.

Tablero de la cruz, hallado en Palanque. A la izquierda se observa a Serpiente Jaguar niño, con un manto ceremonial llevando una ofrenda. A su derecha vemos el árbol del mundo, y a la izquierda Serpiente Jaguar II adulto, con el dios Sak Hunal en brazos, símbolo de la realeza. Se trata de un mecanismo de legitimación del linaje real de la ciudad, que se remonta a los mitos cosmogónicos mayas. Vaso maya cilíndrico de Motul, datado en el período clásico, entre 755 y 780. Se observa el nacimiento del dios del maíz, flanqueado por dos personajes sobrenaturales, uno de ellos con rasgos del dios sol. En toda la representación observamos un cordón umbilical unifica la escena. El kuxan sum, es esa cuerda-cordón umbilical que vincula, comunica y relaciona a los vivos con sus antepasados muertos, de los que los gobernantes reciben el poder, el conocimiento y, en fin, la legitimidad, porque a través de la misma se trasmite la vida, la sangre vital y el parentesco.

Prof. Dr. Julio López Saco

Escuela de Historia, UCV

Maestría en Historia de las Américas, UCAB



9 de diciembre de 2010

Mitología e iconografía maya I: el vaso Princeton




Diversas imágenes del Vaso de Princeton, perteneciente al período maya clásico, concretamente entre 600 y 800. La pieza se encuentra en el Art Museum of Princeton University.

En este vaso decorado con pintura se puede observar, en un lado, un viejo dios desdentado del inframundo que se sienta sobre un trono que está ubicado dentro de una convencional representación de una estructura palacial, con un dintel encima. Unos jaguares, con volutas que gotean y que sustituyen sus mandíbulas inferiores, adornan la azotea de la estructura. Los cortinajes, que eran usados para proporcionar intimidad en las estructuras mayas, que carecían, en sentido estricto, de puertas, revelan a un viejo señor sentado. Esta deidad, conocida entre los eruditos como Dios L, lleva su ropaje abierto y el sombrero amplio, sobre el cual se posa un búho. Además de gobernar Xibalba (el inframundo maya quiché), el Dios L era la deidad patrona del tabaco y los comerciantes. Aparece rodeado por cinco elegantes figuras femeninas, que pueden ser sus hijas o sus concubinas. Una de las mujeres detrás de Dios la L vierte el chocolate desde un vaso. Mientras, un conejo escriba, compañero regular del Dios L, se sienta debajo, registrando las acciones de la escena en un libro con cubiertas de piel de jaguar. Una deidad ata con delicadeza una pulsera sobre la mujer que está delante. Al lado, una escena hacia la izquierda, en la cual dos hombres que llevan máscaras y hachas de mano decapitan una figura que se encuentra atada. El ombligo de serpiente de una de las víctimas se riza hacia fuera, en dirección de uno de los verdugos. La escena, en términos generales, presenta estrechos paralelos con la narración mítica del Popol Vuh, en donde los héroes gemelos engañan a los señores del inframundo en relación a sus propias decapitaciones. Como es común en las narraciones mitológicas en muchas regiones de América, estos héroes retoman el día (y por ende el sol), no a través de hazañas llevadas a cabo haciendo uso de la fuerza bruta, sino por mediación de la astucia y el engaño, a veces, incluso, de un modo cómico. El texto glífico, muy formulario, en el borde superior del vaso. sirve para consagrar el mismo, especificando que se usaba para beber chocolate. Es probable que se empleara en banquetes como los aquí descritos.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB
Maestría en Historia de las Américas

6 de diciembre de 2010

El pensar hindú: la idea de karma

Karma designa, originalmente, la interrelación de todas las cosas de este mundo. Con ello se implica que nada está aislado, y toda acción, nunca oculta o secreta, repercute hasta los extremos del Universo. Esto significa que en todas partes existe una red de relaciones entre las acciones y las reacciones que le son propias. En tal sentido, nunca podríamos relacionar el karma (o karman) con el Absoluto (aunque es inagotable, y por eso el tiempo se piensa cíclicamente), sino con el símbolo de lo que no lo es. Es, de hecho, el factor o el aspecto, sea real o no, que diferencia la existencia terrenal de aquella del Ser Absoluto. La ley karmática gobierna, en consecuencia, el mundo contingente, el Universo creado, la existencia provisional, efímera, impermanente, la realidad temporal. Tiene que ver, entonces, con samsara, esto es, el mundo, kala, el tiempo, y dukha o sufrimiento, así como con el peregrinar humano hacia su propia realización. Simboliza todo aquello que es relativo, mundano, temporal y provisional, siendo entendido como una suerte de conocimiento del funcionamiento del Universo. Karma no nos dice cómo son las cosas, sino cómo funcionan, cómo actúan, se comportan y reaccionan, cómo se producen las interacciones pragmáticas. La ley kármica focaliza su atención no sobre lo que los seres han hecho, sino sobre qué es lo que les ha sucedido a ellos al hacerlo. Karma es el reino de la causalidad cósmica, y representa la relación recíproca de causa y efecto entre todos los seres y sus mutuas repercusiones. Según la visión kármica de la realidad, el ser humano no puede ser considerado un individuo singular, pues nada de él puede aislarse o separarse. Todos los elementos que conforman al hombre están constitutivamente ligados a otros, dependiendo de tales vínculos; así, los elementos físicos, la mente, el cuerpo, la voluntad y la realidad psíquica de la consciencia del yo configuran un haz de relaciones.
La denominada ley del karman insiste en que todo lo que un ser humano es, energías, pensamiento, méritos y vicios, así como todos sus elementos corpóreos, no se pierde nunca, sino que entra en la red cósmica de la causalidad y la solidaridad. Únicamente el ego psicológico, ilusión carente de consistencia, es una etiqueta práctica, una cosa mortal, que desaparece para siempre cuando una persona fallece. Por tanto, todo transmigra excepto el individuo.
Prof. Dr. Julio López Saco
6 de diciembre del 2010

1 de diciembre de 2010

Culturas mesolíticas y protoneolíticas del Próximo Oriente: el Natufiense


Plantas de poblados natufienses y un enterramiento en Einan Mallaha



El Natufiense es una cultura de cazadores-recolectores tardíos del epipaleolítico o Mesolítico, incluso del período denominado en Próximo Oriente protoneolítico, de Palestina, cuyo nombre deriva de los yacimientos de Wadi en-Natuf y Wadi el-Mogarah (Mogaret al-Wadi). Arqueológicamente se distinguen cuatro fases (I a IV), si bien para algunos arqueólogos el Natufiense III y IV, al menos en el yacimiento el-Jiam, debe ser considerado el Jiamense I y II, una cultura independiente, más o menos contemporánea del Natufiense II. Se trata de una cultura posterior a la Kebariense y antecesora del Mureybetiense, con una cronología ubicada, aproximadamente, entre 10000 y 7800 a.n.e., según las dataciones con Carbono 14 efectuadas en Jericó. En cualquier caso, el natufiense ha sido hallado en excavaciones del Mediterráneo oriental, desde el golfo de Antalya, en la actual Turquía, hasta el delta del Nilo. Esta cultura se encuentra en cuevas pero también al aire libre, donde se han hallado construcciones de forma oval o circular, a partir de fosas semiexcavadas, particularmente en Eynan y Nahal Oren, con presencia de hogares y silos. En algunos casos, observamos agrupaciones arquitectónicas alineadas, como en Mallaha (Palestina), o en forma de colmena, caso de Hayonim, también en Palestina, lo que refleja la aparición de una diversificación de la función arquitectónica. Se constata una doble categoría de asentamientos; por un lado, los poblados o campamentos base y, por otro, evidencias de estaciones secundarias, sin vestigios arquitectónicos propiamente dichos, que son interpretadas como pequeñas instalaciones de caza. Este hecho nos indica un principio de jerarquización en el modo de ocupación del espacio. Los análisis de microfauna (sobre todo roedores), de explotación de aves migratorias, y en general de todos los recursos explotados, junto con evidencias propiamente arqueológicas, como la presencia de mobiliario pesado, o sepulturas debajo de los suelos de habitaciones, sostienen la hipótesis de ocupaciones permanentes de tipo sedentario en los yacimientos de la primera categoría mencionada. Podemos pensar que es ahora cuando se produce la creación del poblado o campamento base de tipo permanente, aun si los mismos conviven y son complementarios de pequeñas instalaciones especializadas como campamentos de caza, estaciones de descuartizamiento o zonas de trabajo de ciertas materias primas.

La industria lítica fue realizada sobre pedernal basalto y caliza, y presenta la característica crucial del Mesolítico, esto es, una abundancia de microlitos, laminares y geométricos, entre los que destacan las «medias lunas», trapecios, microburiles, puntas de flecha, agujas y las hojas de hoz. Destaca, así mismo, el trabajo en hueso en forma de agujas, punzones, anzuelos y arpones. No obstante, también se ha encontrado utillaje pesado, como morteros, molinos y depósitos de agua.

En relación a las actividades económicas, debemos señalar que los diferentes campamentos explotaban productos vegetales que se encontraban en su medio ambiente más próximo. Leguminosas, frutos y cereales silvestres se reparten la preponderancia. Lo mismo ocurre con la gama de recursos cárnicos, que muestra una preponderancia de pequeños rumiantes, siendo la gacela o los cérvidos las especies dominantes. No obstante, suidos y équidos también serán cazados en aquellos ambientes más húmedos (sobre todo Mallaha y Abu Hureyra, en Siria). No podemos descartar que algunas especies menores, en especial aves acuáticas, perdices, tortugas y ciertos reptiles completaran los recursos alimenticios.

En relación a los enterramientos, debemos reseñar que de los yacimientos de El Wad y Eynan, en concreto, se han sacado a la luz esqueletos extendidos o, frecuentemente, encogidos, con presencia de adornos corporales, específicamente conchas marinas alrededor del cráneo. En otros casos, han aparecido enterramientos colectivos o en pareja, tanto dentro como fuera de las viviendas, o en cavernas. En los enterramientos colectivos los cadáveres no se colocaban en posición tan flexionada. En ciertos casos se han hallado cráneos separados del cuerpo y evidencias de decapitación en las vértebras, lo que pudiera ser una posible alusión a la práctica de ritos y sacrificios. Los ajuares funerarios se componían de los mencionados collares, hechos de conchas, huesos de gacela o piedras, tocados, moluscos, objetos de obsidiana, quizá anatólica, huesos de gacela, cuencos de piedra y multitud de conchas. En ciertos contados casos, podemos estar ante verdaderas necrópolis, como ocurre en Mallaha, donde parecen reagruparse repetidas inhumaciones de los miembros de una presunta familia.

Algunos referentes de la cultura material natufiense son las estatuillas antropomorfas así como algunos zoomorfos en bulto redondo. No obstante, hay evidencia de un “arte” esquemático y más animalístico, sobre todo en relación al de la siguiente fase, denominada el Jiamiense.



Prof. Dr. Julio López Saco

Escuela de Historia, UCV

Escuela de Letras, UCAB

Doctorado en Historia, UCV