Textos e imágenes para la comprensión de procesos histórico-ideológicos, religiosos, artísticos y culturales de la antigüedad asiática, y para un acercamiento a los períodos arcaicos en África, América y Europa. Se presentan artículos de opinión, investigaciones, imágenes y diversos ensayos. Los vínculos (Museos, Institutos, Universidades, Centros de Investigación) complementan las indagaciones que se muestran.
23 de febrero de 2011
Cronología de la Antigua Cultura del Indo
18 de febrero de 2011
Aspectos míticos del tiempo en la Grecia de la Antigüedad
Aión inicialmente se asocia con el tiempo vital, pero acabó designando la Eternidad, como se observa en Heráclito, la duración sin principio ni fin, la totalidad simultánea de todos los tiempos. Esta eternidad supone una presencia simultánea y sin sucesión, sin quedar definida por la enumeración de sus diferentes partes, motivo por el cual se concibe como transcendente o que está más allá del tiempo. Los griegos la concibieron como un tiempo perfecto, en particular en relación a su imagen, Chrónos, caracterizada por ser un tiempo imperfecto y una presencia sucesiva. En cualquier caso, ambos se necesitan para que exista el tiempo. Aión fue personificado en dos formas diferentes en la Antigüedad clásica, como un anciano, señor del tiempo y de lo inmutable, eterno y perfecto, y como una persona joven que sostiene un zodíaco a través del cual circulaban las estaciones, reflejando con ello el movimiento cíclico que simbolizaba la perfección del movimiento y la vinculación de todas las cosas entre sí.
Chrónos personificaba el tiempo cronológico, aquel de la sucesión ordenada, y por consiguiente, el que miden los relojes. Era el dios del envejecimiento progresivo, y se relacionaba con la agricultura y su ciclo estacional. Como entidad, provocó la separación definitiva entre lo divino-celestial y lo terrenal-humano, dando paso al orden cósmico que se impone al caos primigenio. Se le solía representar como un hombre anciano, o como un adulto maduro, en una actitud y postura pensativa o meditativa. El término Kronos fue empleado por Homero con la intención de designar un cierto intervalo temporal, si bien ulteriormente aludiría a todas las duraciones finitas. Es así que acabó denominando la sucesión en su abstracta universalidad. Era un tiempo caracterizado por lo móvil, lo finito, lo imperfecto y lo medible, el tiempo corriente de los humanos, con su inicio y su final.
Kairós era entendido por los antiguos griegos como un intervalo de tiempo bastante breve, pero no como el instante o presente actual del que manan Chrónos y Aión, sino como el momento adecuado o favorable, justo, equilibrado y moderado e, incluso, ético (como pudiera entreverse en Hesiodo). Se vinculó a la cualidad primordial del atleta, la de saber aprovechar el momento para ganar una competición. Es el tiempo de las decisiones propias de la actividad humana, así como la acción humana compenetrada con el ritmo de un proceso natural. Se refiere, en consecuencia, a la oportunidad precisa, pero no predestinada. La imagen tradicional de Kairós era la de un adolescente masculino, un tanto esquivo, alado, calvo o con un mechón de pelo a modo de flequillo, que se desplaza, sobre ruedas o gracias a sus pies alados, y sostiene una balanza en desequilibrio en su mano izquierda. Esta imagen simboliza aquello que únicamente ocurre una vez, la oportunidad precisa.
En resumen, el ideal de perfección inmutable y no sucesiva, Aión o la Eternidad, entendida como un presente simultáneo de todos los tiempos; su imagen imperfecta, Chrónos , tiempo que transcurre como una sucesión abstracta en el que discurre la vida, y, el momento de la acción humana, que aprovecha la oportunidad, personificado en Kairós, el momento favorable en el accionar humano, son las tres concepciones míticas del tiempo en la Grecia antigua, siendo las dos últimas las especialmente contempladas y usadas por la historia.
Breves referencias bibliográficas
-Campillo, A., “Aión, Chrónos y Kairós: la concepción del tiempo en la Grecia Clásica”. La otra Historia, n° 3, 1991, p. 29-45
-Jaques, E., La forma del tiempo. Barcelona, 1984
-Koselleck, R., Futuro pasado. Barcelona, 1993
-Ceballos Hornero, A & Ceballos Hornero, D.,“Categorías de tiempo histórico”, Éndoxa. Series Filosóficas, nº 21, 2006, UNED, Madrid, pp. 137-156.
14 de febrero de 2011
Antiguas deidades de Mesopotamia III: Ishtar, Shamash, Ea
9 de febrero de 2011
Antiguas deidades de Mesopotamia II: los Inim sumerios
4 de febrero de 2011
Antiguas deidades de Mesopotamia: Nisaba
1 de febrero de 2011
Pensamiento en la Grecia antigua: los sofistas
Los sofistas, aquellos que enseñan la sabiduría, en un sentido práctico del término, son, en esencia, educadores (formalistas y dialécticamente manipuladores para Platón): Protágoras, Gorgias, Pródico, Hipias, Calicles, entre otros. Son fruto directo del desarrollo económico, cultural y político de Atenas, en relación a la democracia y las leyes (consideradas por ellos meramente convencionales). Se centraron en problemas de índole práctica, como la política, la moral, la religión, la educación y el lenguaje, si bien siempre con actitud relativista y escéptica. Son los herederos, de algún modo, de la función educadora de los poetas, y por ello, más que filósofos en un sentido estricto del término, deben ser considerados como educadores de líderes políticos. Enseñan oratoria y retórica, así como los poderes de la persuasión necesarios para actualizar el liderazgo político. En cualquier caso, sus enseñanzas no representan una doctrina monolítica, si bien son los creadores de lo que algunos señalan como “humanismo”: esto es, la cultura es interpretada como el cultivo de la naturaleza humana. Retienen la función educativa de la música y la poesía, pero no como expresión de un sentido sacro y mítico, sino como medios para desarrollar la naturaleza del hombre. A través de este ideal humanístico exploraron la relación entre la naturaleza dada en las personas y lo aprendido, proponiendo que el aprendizaje puede construirse sobre la propia naturaleza de cada quien, noción que contendía claramente con el antiguo ideal aristocrático, que señalaba que el carácter era hereditario, no adquirido. Con ellos, empezamos a vislumbrar, entonces, la racionalidad individual como una latente amenaza a la autoridad del estado, poniendo en tela de juicio a la polis en su sentido tradicional, y realizando una labor crítica de las instituciones y su funcionamiento.
Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
Doctorado en Ciencias Sociales, UCV