IMÁGENES: ARRIBA, EL HERMES DE PRAXITELES, HOY EN EL MUSEO DE OLIMPIA; ABAJO, LAS RUINAS DEL TEMPLO DE HERA, TAMBIÉN EN OLIMPIA.
Olimpia
fue, desde antiguo, un venerado santuario en el que se veneraban diversos
dioses, entre ellos Zeus; no obstante, ha pasado a la posteridad por haber dado
nombre a uno de los más renombrados
juegos panhelénicos, cuyo origen cuentan los mitos. Una versión cuenta que
Heracles celebró en Olimpia unos juegos en honor a su padre divino Zeus; otra
menciona a Pélope, rey de Pisa, quien organizó, así mismo unos juegos en
conmemoración de una victoria en una carrera de carros contra Enomao, por la
cual obtuvo como premio a Hipodamia. Más tarde, el rey de Elea, Ífito, tras
consultar el oráculo délfico acerca de cuáles deberían ser sus acciones para
salvar el territorio de guerras y calamidades, decide organizar competiciones
deportivas en Olimpia. Acompañado de Licurgo de Esparta y Cleóstenes de Pisa,
organiza el evento y establece la tregua sacra durante la celebración de las
competencias. Los juegos se convirtieron, así, en una fiesta panhelénica[1].
En
el sitio arqueológico se destacan las ruinas del gimnasio, de patio rectangular
con pórticos laterales; el Teocoleón,
sede de la administración del santuario y lugar de alojamiento de los
sacerdotes; el heroon; una basílica
paleocristiana del siglo V, erigida sobre las ruinas del taller de Fidias[2];
el templo dorio de Hera; el templo de Zeus (que contenía la famosa estatua
crisoelefantina del dios, confeccionada por Fidias); el Pelopio, tumba pentagonal, y más que probable cenotafio del héroe
Pélope; y el estadio, con la exedra de los helanodikes
(jueces) y el altar de Deméter Kamina. Además, son relevantes el ninfeo, fuente monumental construida por
Herodes Ático en el siglo II; y el Pritaneo,
sede de los prítanes, arcontes del
santuario, en donde los eleos agasajaban a los diversos atletas.
Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB
[1] Los espondoforos, portando una vara y
coronados de olivo, eran los encargados de anunciar por todos los territorios
el inicio de la tregua sagrada. A los juegos deportivos y ritos religiosos, se
unieron actividades culturales, entre las que destacaban discursos de oradores
y recitaciones poéticas.
[2] Los
juegos dejaron de celebrarse en Olimpia a fines del siglo IV, después de que el
emperador Teodosio decidiese prohibirlos.