19 de julio de 2013

Códigos y edictos en la Antigua Mesopotamia



Los códigos de leyes mesopotámicos (o recopilaciones legislativas), escritos en cuneiforme, corresponden al género literario de las inscripciones reales, en tanto que los textos presentaban un contenido referido a hacer un señalamiento apologético del soberano, proclamando sus diversas virtudes, entre las que se encontraba, desde luego, la de administrar justicia. Tales códigos contaban, en primer lugar, con un prólogo, en el que el rey, como responsable directo de la redacción, rememoraba las circunstancias en las que las deidades lo había escogido como soberano, y donde describía, pormenorizadamente, sus cualidades y logros como monarca; seguidamente seguía el cuerpo de leyes propiamente dicho y, finalmente, un epílogo, en el que se vertían maldiciones contra los osados que quisieran alterar el contenido del texto. Con estos códigos, los soberanos no tuvieron la pretensión de legislar; en realidad, la intención era demostrar que durante su reinado se cumplían las leyes, esencialmente porque tenían la capacidad de hacerlas cumplir. Así pues, de los códigos no emanaba la ley. Es probable que, en virtud de su carácter descriptivo, pudiesen haber servido a los jueces, en ciertos casos, como libros de consulta en los que encontrar un precedente útil en aquellos casos más complejos. Los principales códigos fueron entre otros, las Leyes de Ur-Namma, en sumerio, las Leyes de Esnunna y las Leyes Neobabilónicas en acadio, y las Leyes Hititas, en lengua hitita.
Con los edictos, por lo contrario,  se quería intervenir con una serie de medidas en la realidad cotidiana. En ellos se fijaban algunos cambios administrativos y se buscaba proteger a los sectores de la población más desasistidos. Promulgar un edicto era una muy efectiva forma de impartir justicia, que ejercía el monarca al comienzo de su mandato. En ocasiones, los edictos se recordaban en las inscripciones reales, pues eran considerados obras significativas por las que un rey debería ser recordado y reconocido. Se destacaron especialmente, las Reforma de Urukagina.

Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia y Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Letras, UCAB

13 de julio de 2013

Los bodhisattvas del budismo Mahayana en China




Imágenes, de arriba hacia abajo. La primera es una estela votiva de la dinastía Wei Occidental, datada en 549. En la zona superior se representa un relato que hace referencia al debate entre Vimalakirti, rico mercader famoso por su conocimiento de las escrituras budistas, y Manjusri, bodhisattva de la sabiduría; la segunda, es un mural de las cuevas de Mogao, en las que se muestran diversos bodhisattvas en actitud de adoración. Dinastía Wei (535-556).


El bodhisattva (o bodhisatta en pali) es, en la versión Hinayana o Pequeño Vehículo, un futuro Buda, mientras que en el Mahayana o Gran Vehículo, responde al ideal de un ser ya iluminado que ayuda, compasiva y desinteresadamente, a otros a alcanzar la Budeidad; esto es, el Nirvana. Es un ser en la vía del Despertar, que ocupa el noveno de los diez estados de existencia, sólo por debajo de la sublime condición de Buda. A través de su figura, se ejercitan los elementos compasivos y soteriológicos del budismo, que propician su expansión y universalización. Entre los más relevantes bodhisattvas debemos destacar a Avalokitesvara, Ksitigarbha, Manjusri y Samantabhadra. Avalokitesvara es el “Señor que mira hacia abajo”, un boddhisattva mahayánico caracterizado por sus especiales dotes compasivas. En China adquiere, en ocasiones, un carácter femenino, siendo denominado como Guanyin. Ksitigarbha, por su parte, significa “Matriz de la Tierra”. Es otro bodhisattva del panteón del Mahayana; es un protector, tanto de viajeros, como de mujeres y niños. Es un ser destinado a aliviar sufrimientos, en especial el de los infantes fallecidos. Suele representársele con túnica monástica y un cetro. En China es conocido como Tichang. Manjusri, que se puede traducir como “Dulce Gloria”, es uno más de los bodhisattvas del panteón mahayánico, concretamente, el de la suprema sabiduría y el conocimiento espiritual, vencedor de la oscura ignorancia. Aparece representado, generalmente, con el sutra de la Perfección de la Sabiduría y con una espada, con la que simbólicamente derrota la irrealidad. En China es conocido como Wenshu. Finalmente, Samantabhadra, “El que es Absolutamente Dichoso”, corresponde a un bodhisattva que representa la compasión divina al servicio de la sabiduría iluminadora. En las manifestaciones plásticas suele aparecer encima de un elefante de color blanco, símbolo del Despertar. Su nombre en China es Puxian.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAb, Julio del 2013

3 de julio de 2013

Nueva publicación: Diccionario Bíblico



Colegas, seguidores, lectores; amigos todos: me complace presentarles el Gran Diccionario Enciclopédico de la Biblia, edit. Clíe, Barcelona, 2013, 2700 pp. (Alfonso Ropero edit.), disponible en América Latina, en España y el resto de Europa a partir del 25 de julio. En esta magna obra, fruto del esfuerzo de muchos especialistas, algunos verdaderos eruditos, tuve el honor de participar colaborando con la confección de tres de sus entradas (Mesopotamia, Aqueménidas y Medos). Un texto sin parangón, al menos en español, para el disfrute de los apasionados por la teología, la religión y la historia antigua. Espero sea de su gusto. J.L.S.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV, Caracas

1 de julio de 2013

Sentido del Wajang de Java (teatro de sombras)


Imágenes: arriba, Wayang kulit, estilo wayang purwa (siluetas), mostrando los cinco hermanos Pandava del Mahabharata. Museo de Yakarta; abajo, detalle de Wayang kulit, marioneta confeccionada de piel de búfalo.

El wajang es un tradicional teatro de sombras javanés realizado con títeres o muñecos hechos en cuero y pintados de diversos colores (azul, negro, rojo y dorado), con los que se proyectan sombras en una pantalla de color blanco[1]. El titiritero o dalang se sienta sobre una esterilla detrás de la pantalla o cortina, con una lámpara de petróleo encima de su cabeza. Más atrás, se ubica una pequeña orquesta con instrumentos de percusión. Delante del dalang se coloca un tronco, en posición horizontal, en el que se fijan los títeres. Cerca del dalang se ubica, además, un incensario que se enciende al inicio de la función, así como un recipiente con diversas ofrendas a los espíritus (flores, alimentos). Durante el desarrollo de la acción, esencialmente nocturna[2], el titiritero va tomando los diversos muñecos-personaje del tronco, sosteniéndolos con sus manos sobre su cabeza para que sus figuras se interpongan entre la fuente de luz y la pantalla. Frente a la pantalla se dispone el público, fundamentalmente niños y mujeres. Las marionetas caracterizan diferentes personajes, que suelen clasificarse en siete tipos: refinados, vigorosos, toscos, mujeres, ogros, simios y payasos. Las que representan a los personajes heroicos se ubican a la derecha, mientras que los malvados a la izquierda.
El primer registro de una representación data del año 930. Las historias que se dramatizan en este teatro son episodios del Mahabharata o del Ramayana, más o menos adaptados al ambiente de la isla indonesia. Los personajes son, por un lado, divinidades, que actúan como humanos, pasionalmente, y por el otro, reyes y nobles, considerados antepasados de los javaneses de hoy. Entre los nobles se destacan los Pendawas y los Korawas. Los primeros son los cinco héroes hermanos (Yudisthira, Bima, Arjuna, Nakula y Sadewa), habitualmente aconsejados y protegidos por Krishna. Se entiende que estos hermanos son los representantes de los cinco sentidos que el individuo debe reunir para conformar una fuerza psicológica sólida y alcanzar la gnosis. Los Korawas, por su parte, son cien individuos, los primos de los anteriores, a los que usurpan el reino de Ngastina. La pugna por el territorio es el tema básico del wajang, conflicto que culmina en una guerra abierta entre la parentela. Además de estos personajes de tradición hindú, más o menos estandarizados, se emplean los propiamente javaneses, básicamente payasos y bufones (Semar Petruk, Gareng), que se figuran como compañeros y sirvientes de los Pendawas.
Las acciones de este teatro abarcan episodios hablados, en los que dos grupos de nobles contrarios se enfrentan y discuten diversos asuntos; episodios de pugna entre nobles (el titiritero hace chocar los muñecos entre sí); y escenas bufonescas de carácter cómico en las que las burlas recaen en los nobles[3]. Esta serie de escenas se distribuyen de modo bastante rígido: las declamatorias primero, las cómicas después y, finalmente, las de conflictos. El ámbito principal de las acciones es, esencialmente, el mundo interno de los deseos y los sentimientos, más que el exterior de los reinos. En tal sentido, lo que se dramatiza es una psicología metafísica, y no tanto una filosofía política. Las sombras de los muñecos simbolizan las conductas externas del ser humano, mientras que los títeres su vida interior. El total control del titiritero sobre los muñecos es una representación, por tanto, del dominio de Dios sobre los seres humanos.
Los símbolos recurrentes del wajang, los diversos personajes, la música que acompaña, y las propias acciones desplegadas, configuran la cotidiana experiencia de los habitantes de Java.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV
Escuela de Historia, UCV


[1] El diseño de los muñecos, así como su colorido, poseen una explícita significación simbólica: el rojo es el coraje, el blanco la pureza y el negro la voluntad perseverante y firme.
[2] Las representaciones suelen durar horas, extendiéndose habitualmente toda la noche. La audiencia no siempre permanece silenciosa y atenta, sino que actúa como si estuviese en una reunión social.
[3] En estos casos, el dalang hace todas las voces necesarias, procurando que el público asistente y las autoridades sean objeto también de las sátiras.