IMÁGENES: ARRIBA, UN AES SIGNATUM ROMANO CON UN ELEFANTE EN EL ANVERSO Y UN JABALÍ EN EL REVERSO; ABAJO, DENARIO DE PLATA DEL SIGLO II A.N.E. BUSTO DE VENUS CON LA LEYENDA ROMA EN EL ANVERSO, Y ESTATUA ECUESTRE SOBRE UN PUENTE EN EL REVERSO (esta última cortesía de www.tesorillo.com).
Las primeras monedas romanas fueron
acuñadas en el siglo IV a.n.E. Aunque sus denominaciones y valores fueron muy
cambiantes a lo largo del tiempo, ciertos tipos persistieron a lo largo de la
historia antigua de Roma, como es el caso del sestercio y el denario. Gracias a
las acuñaciones monetales, diversos pagos y una actividad comercial a gran
escala se hicieron posibles, sin contar con las enormes posibilidades
propagandísticas a través de su difusión, en especial de la imagen de la clase
gobernante, de los emperadores o de los monumentos conmemorativos más
emblemáticos.
En comparación con otras culturas y
civilizaciones del entorno mediterráneo, Roma empezó a emplear la moneda
tardíamente. Al comienzo de la república se usó un sistema de pesos de bronce,
en forma de barras, denominado aes rude
que, en conjunción con las cabezas de ganado, conformaban los mecanismos
utilizados como medio de intercambio. Se empleó sistemáticamente este sistema
(con el aes signatum[1])
hasta 218 a.n.E[2].
La expansión romana por la península
itálica, Roma entendió que podría acuñar moneda empleando metales preciosos,
plata, oro y bronce. Las primeras monedas, en bronce, se acuñaron en Neápolis
en 326 a.n.E., llevando la leyenda PΩMAIΩN;
las primeras de plata se acuñaron en el siglo III a.n.E., siendo semejantes a
las griegas. Debido a los gastos que las Guerras Púnicas produjeron, el peso de
las monedas se redujo, si bien las necesidades financieras requirieron la
fabricación de algunas monedas de oro. En torno a 211 a.n.E. se introdujo un
nuevo sistema monetario, en el que se destaca el denario, acuñado en plata. Inicialmente
se acuñó para financiar una tasa sobre la propiedad. Equivalía a diez ases de
bronce. Otras monedas de esta época fueron el victoriatus, también de plata, y
el quinario, cuyo valor era la
mitad de un denario. Para el momento del cambio de siglo (del III al II
a.n.E.), Roma acuñaba moneda en la península itálica, cuya difusión se
producía, esencialmente, a través de las tropas militares.
La expansión romana y la adquisición
de botines y tesoros de guerra, propició que la plata sustituyese al bronce
como metal de acuñación. Este cambio fue especialmente evidente cuando Roma
adquirió las minas de plata de Macedonia en 167 a.n.E. En el siglo I antes de
Cristo, las monedas romanas ya se usaban de modo extensivo por toda la cuenca
del Mediterráneo. Sila emite nueva moneda en plata y oro para cubrir la soldada
militar. Unas décadas después, hacia 45 a.n.E., César hizo lo mismo. Tras su
muerte, varias relevantes personalidades acuñaban moneda. Tuvo que ser Augusto
quien estableciera una acuñación monetaria uniforme en Roma.
Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia y en Ciencias Sociales, UCV
[1] La introducción de lingotes
fundidos, marcados con motivos diversos en una de sus caras, con la intención
de lograr pesos uniformes, conforman lo que se conoce como aes signatum. No eran acuñaciones. Se producían utilizando moldes
en los que se vertía el metal fundido.
[2] La Ley de las Doce Tablas
demuestra el empleo en Roma del as de bronce como forma de medir el valor de
las propiedades en el siglo V a.n.E.
Tiempo después de la introducción de la moneda, una balanza y un trozo de bronce
se seguían empleando como símbolo de la venta y del cambio de propiedad en la
ceremonia de la mancipatio.