11 de agosto de 2015

Mitología romana: ¿historia o mito velado?

Roma careció de una mitología, a diferencia de otras culturas indoeuropeas. No hubo antropogonías, ni cosmogonías ni, por supuesto, teogonías. Además, Roma careció de poetas épicos que ejerciesen las veces de profetas, adivinos o teólogos. No obstante, hubo conciencia, desde muy antiguo, de esta ausencia de mitos propios, atribuida, según algunas fuentes (Dionisio de Halicarnaso en sus Antigüedades Romanas) a una decisión de Rómulo para, de esta forma, se pudiera pensar únicamente aquello que es mejor sobre los dioses.
En todo caso, aparecieron relatos míticos sobre dioses y héroes, aunque como resultado directo del proceso de helenización. Es por eso que las divinidades que participan se consideran afines a las griegas. Pero, además de ese proceso, lo cierto es que en el patrimonio tradicional romano existieron narraciones con elementos fantasiosos, aunque sus protagonistas hayan sido personajes considerados históricos por la tradición romana. Es el caso de Numa Pompilio, Rómulo, Mucio Scévola u Horacio Cocles. Por tal motivo, los relatos en los que son agentes principales pasan a ser parte de la historia. No se puede descartar, así mismo, que Roma desmitificara consciente e intencionalmente su patrimonio mítico (por tanto existente), al producirse la consolidación y expansión del culto a Júpiter Óptimo Máximo, lo que eclipsaría el pasado mítico previo. Por otra parte, Roma, desde el siglo VII a.e.c. llevó a cabo una rápida transición hacia la civilización urbana y en ausencia de artes plásticas y de poetas, no pudo fijar, ni por escrito ni en imágenes, sus propios mitos. En esta fase formativa, no obstante, Roma se vio envuelta e influida en un clima cultural etrusco y griego, que formaron parte de la nueva formación urbana y transmitieron algunos de sus repertorios iconográficos y mitológicos.
En las conocidas historias que se tejen alrededor de los primeros reyes se reconocen con facilidad, rasgos, motivos y tipologías que son singularmente propios de los modelos mitológicos. En tal sentido, se puede observar con claridad la vinculación de Rómulo con el mundo de los dioses (es hijo de Marte y rey de Roma por la voluntad explícita de Júpiter). Los primeros reyes “etruscos”, envueltos en las tinieblas del pasado remoto, así como ciertos relatos de conflictos (romanos y sabinos, por ejemplo), pudieran tener una relación directa con el modelo de la ideología tripartita indoeuropea y con tradiciones de estirpe indoeuropea.
Aunque ciertos episodios de la Roma arcaica procedan de mitos antiguos propios del sustrato indoeuropeo, no se debe olvidar que Roma ni se expresó ni se constituyó a través de mitos, orientándose, más bien, hacia una “actualidad” histórica. A este fenómeno habría contribuido la actividad de la analística de los pontífices, suerte de memoria vital ciudadana, que ordenaron y definieron el patrimonio romano entre los siglos IV y III a.e.c. Poetas y analistas posteriores habrían continuado esta tradición y la habría perpetuado para la posteridad. Así pues, el pasado mítico, desmitificado, se historizaba y se presentificaba; es decir, se hacía actual, en tanto que la orientación ética (procedente del pasado mitologizante), confluía en un modelo ético que configura el mos maiorum, la inveterada costumbre de los antepasados.
La exaltación del rito, sin embargo, contrasta de modo particularmente relevante con la ausencia de mitología. Quizá por eso el término rito es latino y el de mito, por el contrario, griego.
Varrón, en palabras de San Agustín (La Ciudad de Dios), señalaba la presencia de una trilogía tripartita en Roma: la mítica, la de los poetas; la física, aquella de los filósofos; y la cívico-política, que orientaba el papel de los ciudadanos y los sacerdotes en el estado, y, por consiguiente, establecía qué dioses había que venerar y qué formas de culto habrían de ser las más beneficiosas para el estado. Parece indudable que fue por esta última por la que Roma se decantó.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Caracas