30 de diciembre de 2015

Señores de las estepas: las tribus escitas





Imágenes, de arriba hacia abajo: alfombra con jinetes y ciervos, de inspiración persa. Túmulo 5 de los textiles de Pazyryk. Datada entre los siglos VI y III a.e.c.; otra alfombra de lana de oveja de los kurganes de Pazyryk (Siberia) con un jinete. Siglos V-IV a.e.c.; detalle del carcaj en oro de un guerrero escita decorado con escenas míticas. Necrópolis de Chertomlyk. Museo del Hermitage; otra escena, con híbridos zoomorfos míticos, del carcaj dorado escita; y placa de oro con dos hombres en juramento de fraternidad a través de beber de vino. Era una costumbre típica de los nómadas esteparios. Museo del Hermitage.

Lo que las fuentes conocen como escitas corresponde a pueblos guerreros nómadas, avezados jinetes hábiles en el manejo del arco, cuyo territorio de acción geográfico fue muy amplio, desde los montes Altai, en la estepa del sur de Rusia y lo que actualmente corresponde a Ucrania, hasta el mar Negro. Los límites geográficos de su región de asentamiento fueron el río Don, en el este, y el Danubio a occidente. Imaginados por los griegos como ideal de pueblo bárbaro, llegaron a crear y consolidar un Estado monárquico durante varios siglos (hasta el siglo II a.e.c.).
Es Heródoto el que recoge un antiguo relato mítico alusivo a los orígenes de los escitas. Según el historiador, Targitao, hijo de Zeus y de una hija del río Borístenes (anterior nombre del Dniéper), es el nombre de un primer hombre que vio la luz en un lugar desértico, y que tuvo tres descendientes, Arpoxais, Colaxais y Lipoxais. Sus tres hijos reinarían en conjunto, hasta que del cielo cayeron una serie de objetos dorados (un yugo, una copa, un arado y un hacha de doble filo), que solamente pudieron ser recogidos por el menor de los hermanos, lo cual supuso que los otros dos convinieran en dejar el reino en sus manos. Puede haber en este relato una metáfora alusiva a la organización social tripartita propia de las poblaciones indoeuropeas[1].
Ciertos investigadores modernos creen que los escitas descienden de los miembros de la Cultura Srubnaya o Cultura de las Tumbas de Madera, comunidades nómadas cuyo origen se encontraba en las inmediaciones de la región del Volga y que en la época de la Edad del Bronce se movilizaron hacia un espacio geográfico que coincidiría con el de los escitas, concretamente al norte del mar Negro. Otros estudiosos, con la reconocida Marija Gimbutas a la cabeza, difieren de esta apreciación y señalan que el lugar originario escita debió encontrarse en Siberia o en algún lugar de Asia Central. En un proceso expansivo posterior se habría producido una simbiosis con poblaciones autóctonas del mar Negro.
Si bien la exacta procedencia geográfica es muy incierta, aparición en la historia de los escitas está más o menos bien documentada. En el siglo VIII a.e.c. se constatan en conflicto con los cimerios, a los que logran expulsar del norte de la zona del mar Negro. En 676 a.e.c., asociados con los maneos, y después de atravesar el Cáucaso, atacan el reino asirio, a la sazón comandado por Asarhadón, quien logra derrotarles[2]. Unas décadas después participan, liderados por un soberano de nombre Madyes, en la conquista de ciertas regiones de Mesopotamia. Hacia 650 a.e.c. se apoderan de Media, costa levantina y norte de Siria, hasta que treinta años después son derrotados por Ciaxares y se repliegan hacia el Cáucaso, el sur de la actual Rusia y el mar Negro, en donde fundarán el auténtico reino de Escitia. Unos años más tarde, también llegan al norte de Egipto, no se sabe muy bien si con intenciones de invadirlo. En cualquier circunstancia, allí el faraón Psamético I logra comprar su retirada.
El contacto escita con los griegos se produce cuando estos últimos llegan a la costa norte del mar Negro, en donde las colonias helenas movilizan la actividad económica escita, sobre todo el intercambio comercial[3]. Este proceso de enriquecimiento comercial escita pudo favorecer que las tribus se vincularan en una estructura estatal, en cuya cúspide estaba ubicado un monarca hereditario, quizá de condición divina, aunque con un poder limitado por una asamblea en la que las diversas tribus escitas estarían representadas. El poderío y fastuosidad de tales gobernantes se verifica en sus enterramientos, los célebres kurganes o grandes túmulos, en los que se inhumaban los reyes y príncipes escitas acompañados por muy ricos ajuares que consistían en vajillas de plata y oro, adornos y orfebrería de diversa consideración, cerámica griega, estatuas y armamento variado.
Esta unificación política escita conllevó un cierto poderío militar, como demuestra la campaña de Darío I en 512 a.e.c. contra los escitas con la intención de apoderarse de las rutas de aprovisionamiento de grano a las polis griegas que el Gran Rey deseaba conquistar. Mediado el siglo IV a.e.c., un rey de nombre Ateas reunifica todas las tribus escitas y emprende un proceso expansivo que extiende el reino escita hasta el Danubio. Sin embargo, Filipo II de Macedonia logró frenar este avance.
Aunque a partir del siglo II a.e.c. comienza a apreciarse la desintegración del reino de Escitia, cuando los celtas ocupan los Balcanes y los expertos jinetes sármatas se apoderan del sur de Rusia, dos monarcas escitas, Palaco y Esciluro, reunieron las fuerzas suficientes para enfrentarse a Mitrídates VI del Ponto en el siglo I a.e.c. en pugna por el control de algunas regiones costeras de la actual Crimea. Algunas fuentes todavía mencionan que a fines del siglo II a.e.c., algunas tribus escitas emigraron a la Sogdiana, Bactriana y Aracosia, antiguas satrapías persas, dirigidas por un rey de nombre Maues. Incluso es posible, aunque con reservas, que hubieran cruzado el Indo y alcanzado las regiones de Punjab y Cachemira, en donde se asentarían en torno al 80 a.e.c.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. FEIAP-UGR


[1] Los escitas, desde una perspectiva lingüística y étnica, eran indoeuropeos, del grupo nor-iranio. Estuvieron emparentados con diversas poblaciones asiáticas, entre las que destacan las de los sármatas, sacios y masagetas.
[2] Las fuentes asirias hablan de Kashtariti, un líder de una agrupación de maneos, medos, escitas y otras tribus de la región de los Zagros, que amenazaron el reino asirio en tiempos del reinado de Asarhadón. Las fuentes asirias denominan a los escitas como ishkuzai (semejante al skythai griego).
[3] Mientras los escitas vendían a los griegos pieles curtidas, cereales, esclavos y ganado, algunos artesanos griegos se dedicaron a trabajar para ellos, lo que motivó la aparición de un estilo estético greco-escita de notable calidad.

22 de diciembre de 2015

Sobre el bipedismo y sus ventajas

La notable transformación morfológica del ser humano a lo largo del tiempo presenta cuatro aspectos cruciales interconectados: la bipedestación, la mano prensil, el aumento del cerebro y la transformación del rostro. La bipedestación marcó, no obstante, el punto de salida, originando, a su vez, el empleo de la mano para manipular objetos de distinta consideración, el aumento del cerebro y una progresiva transformación de la estructura ósea y de los músculos de la cara. Estos cuatro aspectos se influenciaron recíprocamente. En este caso particular, nos centraremos en el bipedismo.
La postura erguida supuso un cambio tanto morfológico como de la conducta. El bipedismo era, aparentemente, habitual en los ardipithecos, los australopitecos y, quizá también, incluso, en el Orrogin tugenensis. Hay que señalar, en cualquier caso, que los cambios morfológicos que se produjeron a partir del inicio del andar erguido fueron paulatinos, muy graduales. Una de las transformaciones más relevante implicó la modificación de la columna vertebral. La misma fue adoptando la forma sinuosa para sostener el tronco vertical, apoyado en la pelvis. Tal posición obliga a la pelvis a ensancharse para poder, así, sostener todo el cuerpo y las vísceras del abdomen. Además, se produce un alargamiento de las piernas, en comparación con los brazos, y un imprescindible desarrollo de la musculatura glútea; el pie también se transforma. El cráneo, por su parte, ahora ya no cuelga de la columna, sino que se sitúa apoyado en la parte superior del tronco. Se da, así mismo, un progresivo alargamiento del cuello.
La postura erguida supuso, sin duda, una notable mejora en el proceso adaptativo al medio ambiente, que debido al enfriamiento del planeta y a una sequía muy duradera, produjo una nueva retirada del bosque y una ampliación de zona de sabana con espacios abiertos. La adopción del bipedismo debió verse posibilitada por una serie de mutaciones genéticas que lo hicieran posible. En los comienzos más o menos titubeantes, debió predominar entre los homínidos un estilo de vida mixto entre la vida arborícola y la propiamente terrestre en la sabana.
Se han identificado diversas ventajas en la posición erecta y en la posibilidad de caminar erguido. Ya en el siglo XIX se afirmaba que la posición del pie permitía a los homínidos liberar sus manos y, en consecuencia, fabricar utensilios de distinta naturaleza, garantizándose, de ese modo, la superioridad sobre los demás animales. Esta apreciación, no obstante, situaba el origen de los cambios de forma y conducta en una suerte de determinada“previsión intencional” de la especie.
Hoy este planteamiento ha perdido vigencia en virtud de que las diversas especies de homínidos caminaban erguidos a pesar de poseer una capacidad cerebral realmente no muy superior a los chimpancés. En tal sentido, la razón del inicio del bipedismo debe buscarse en la necesidad de adaptarse a un nuevo entorno ecológico generado por una prolongada sequía, lo que originó un retroceso de la densidad arborícola y un decisivo aumento de la sabana. Además, tal hecho se relaciona con el tipo de alimentación de los primeros homínidos, centrada en la carne (no cazada, sino por el carroñeo), en los frutos y las semillas.
Entre los beneficios de la nueva postura erguida se señalan determinadas ventajas clave, como aquellas asociadas al transporte de comida y al cuidado de los hijos más pequeños, las relativas a facilitar una conducta vigilante, al levantarse sobre la hierba de la sabana; aquellas vinculadas con una presunta exhibición fálica de los machos para atraer a las hembras; las que favorecían el seguimiento de las piezas de caza en la sabana; o las que aseguran la decisiva ventaja de perder calor corporal al quedar expuestos a la radiación solar en plena sabana. Algunas más consideran que el bipedismo es favorable en el gasto energético en el momento en que hay que hacer marchas muy largas.
De un modo bastante particular, y desde cierta antropología, se ha propuesto también (C. Owen Lovejoy) que el bipedismo se debió a un nuevo modo de vivir la sexualidad y a una nueva estrategia reproductiva del ser humano. Dicho en otras palabras: el bipedismo permitiría procrear más. La mencionada estrategia reproductiva sería ahora de un tipo cualitativo (tener menos descendientes, pero atenderlos mejor). En tal sentido, cada pareja humana no estaría interesada en tener muchos hijos al mismo tiempo, sino sólo uno, aunque tengan que cuidarlo con gran esmero para lograr que sobreviva. Ello supone, según la teoría de Lovejoy, la afirmación de la tendencia a la conformación de parejas sexuales monogámicas e íntimamente unidas, situación a la que contribuyó la orientación que fue adoptando la sexualidad femenina, que pasó de carecer de período estrogénico (estro) a estar en permanente disponibilidad de apareamiento y a la consciente procreación. Lo que es más. Esos condicionantes le permitirían a la hembra sujetar de modo continuo a su pareja y, (desde una perspectiva sociobiológica), conseguir que el macho abandone su natural e instintiva tendencia promiscua y poligámica, y colabore de modo uniforme y comprometido en la cría y cuidado de la prole. De aquí se iría imponiendo un reparto de roles sexuales y culturales, en el que el sexo masculino se orientaría a la caza mientras que el femenino al cuidado de los hijos y a la recolección y, ulteriormente, a la agricultura y la ganadería. Por lo tanto, la postura erguida le permitiría a la mujer llevar en brazos al recién nacido y al varón le habría permitido emplear activamente las manos para manejar las armas o útiles que necesitaba para cazar o buscar alimentos tanto para su pareja como para sus hijos. En la actualidad, este hipótesis es muy criticada y, por ende, muy discutible, ya que el sexo no tiene porque ser la adherencia, o la única adherencia de una pareja.
La solución que, en consecuencia, proponen otros autores (caso de Marcel Blanc, por ejemplo), en relación al origen del bipedismo, no sigue la orientación de un mayor éxito reproductivo (como Lovejoy) sino la senda de una mejor adaptación a un nuevo nicho ecológico, en el que se podía alimentar más (y sobre todo, mejor), sin tener ninguna especie que pudiera hacerle frente al ser humano en ese nuevo entorno natural. Tal ámbito ecológico estaría representado por las grandes extensiones de sabana, con escaso arbolado. En ellas, los homínidos se irían acostumbrando a alimentarse de frutas silvestres y frutos secos de arbustos y pequeños árboles. En un entorno de estas características, resultaría especialmente ventajoso poder ponerse de pie y caminar erguido para así poder advertir con suficiente antelación la llegada de ciertos depredadores.
Es muy probable que la adopción del bipedismo haya permitido una mayor cohesión social del grupo, un factor que, a su vez, habría sido propiciado por la adaptación a un mejor nicho ecológico y un mejor reparto de roles. Una plausible y progresiva cohesión grupal se mejoraría sensiblemente cuando los seres humanos estuviesen provistos de una significativa capacidad cerebral así como de un modo de comunicación dotado de un  lenguaje articulado.
 
Prof. Dr. Julio López Saco
UCAB-UCV, Caracas. FEIAP-UGR

13 de diciembre de 2015

Una aproximación a las lenguas y escrituras de la India de la antigüedad

El fundamento lingüístico esencial de la literatura de India antigua es, sin duda, el sánscrito, lengua integrante de la familia lingüística indoeuropea, en su rama aria, que comprende, a su vez, lenguas indoiranias e indoarias. El sánscrito está estrechamente emparentado con los dos dialectos más antiguos del iranio antiguo, el avéstico, la lengua de Zaratustra-Zoroastro, y el persa antiguo, que fue la lengua de las tablillas aqueménidas cuneiformes. En relación a las lenguas indoarias se habla, convencionalmente, de tres estadios. Se trata del indio antiguo (védico y sánscrito), medio (pali y lenguas prakritas) y moderno, con las lenguas indoarias actuales, como el bengalí, el marathi o el hindi.
El védico, espontáneo y morfológicamente muy rico, se basó en un dialecto popular, aunque en los Vedas acabó siendo una lengua culta. El sánscrito (que significa reglamentado, bien ordenado), es una lengua culta y literaria. El sánscrito resultó ser la modificación de un dialecto de la región de Madhyadesa. En el momento en que los gramáticos indios antiguos fijaron el sánscrito con sus reglas, su ulterior desarrollo interno se frenó, aunque siguió modificándose a través de la adquisición de préstamos dravídicos, mundas y griegos. Nunca ha sido, hay que señalar, una lengua muerta; todavía hoy es una lengua oficial y, por consiguiente, principal en India, incluso en el ámbito académico.
Prakrito significa lengua popular y, por ende, natural. Se trata de lenguas derivadas de dialectos védicos y, por tanto, no proceden del sánscrito, como anteriormente se creía. Se distingue prakrito antiguo, medio y moderno. Al antiguo (desde el siglo III a.e.c., y hasta el II) pertenece el pali (que se traduce como ordenación), la lengua del canon búdico y de la literatura a él asociado. Fue, en origen, un dialecto occidental del centro de India. Otra de las lenguas prakritas medias, que pasó de ser una lengua popular a otra literaria, es la ardhamagadhi, también llamada prakrito arsa o jaina. Corresponde a la lengua de las secciones más antiguas y relevantes de las sagradas escrituras de los jainas. También se encuentra la maharastri jaina, en la que se han puesto por escrito los comentarios al canon jaina, así como las obras seculares de los jainistas. La secta jaina de los digambara, por su parte, redactó sus escritos en la sauraseni  jaina, mientras que la lengua prakrita del territorio maratha, tanto para la lírica como para la épica, fue la maharastri.
Aunque durante mucho tiempo las obras literarias del indio antiguo, especialmente el Veda, se transmitieron únicamente por vía oral, la escritura se empleó desde períodos arcaicos, si bien se limitaba a determinados ámbitos de la vida cotidiana. La técnica de la escritura debió de conocerse, con toda probabilidad, ya en el siglo V a.C. De ello dan testimonio, por ejemplo, la gramática de Panini, los jatakas y el famoso Tripitaka budista.
Durante bastante tiempo concurrieron en el desarrollo de la escritura india dos tipos de escritura, por un lado la kharosthi y por la otra la brahmi. La primera, restringida a sectores del noroeste de India, se escribía de derecha a izquierda. Su uso se constata desde el siglo III a.e.c. y hasta comienzos del V. Muy probablemente  procedía de la escritura aramea. Se conoce sobre todo gracias a las monedas. La segunda se convertiría en la auténtica madre de los alfabetos indios. En la gran mayoría de los casos su grafía es de izquierda a derecha. Es muy posible que la escritura brahmi represente una antigua forma de la escritura semítica del norte. Habría sido introducida a través de mercaderes indios desde regiones mesopotámicas entre principios del siglo IX y mediado el VIII a.e.c.  Inicialmente se destinó a un uso burocrático y comercial. Diversos intereses de casta impidieron su uso para poner por escrito producciones espirituales brahmánicas. En cualquier caso, hacia mediado el siglo III a.e.c. esta escritura ya se encontraba extendida por toda India.
A partir de la brahmi se desplegaron los actuales alfabetos de India, de entre los cuales el más relevante es la devanagari, originaria del noroeste del país, en la que se escriben el sánscrito y también habitualmente el prakrito, así como la principal lengua de India hoy, el hindi. Aunque entre los soportes de la escritura se encuentran la corteza de abedul o las hojas de palma, únicamente las inscripciones en piedra, sobre monedas y otros materiales duraderos se han conservado hasta nuestros días.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. FEIAP-UGR

7 de diciembre de 2015

El orden social griego: la antigua Atenas

La base del orden social era el oikos, a cuya cabeza se situaba el miembro varón más viejo, que se  encargaba de llevar a cabo las prácticas religiosas hogareñas. Oikos denota todo aquello “vivo” que se encuentra bajo el techo de la casa: los padres, sus hijos y cualquier otro dependiente, incluyendo los esclavos domésticos. También incluye las tierras adyacentes, la propiedad mueble e, incluso, los animales domésticos.
La mayor unidad después del oikos era el genos (grupo o clan noble de parentesco). Sus miembros trazaban su descendencia a partir de un antepasado común, mítico, heroico o devino, la mayor parte de las veces. En Atenas hubo sesenta gene, muy variables entre sí en tamaño. Entre los más prominentes (y mejor conocidos) se encontraba el de los Alcmeónidas, al que pertenecieron personalidades del renombre de Pericles y Clístenes. Los cultos más venerables de Atenas estaban administrados por gene.
En tanto que solamente los aristócratas pertenecían al genos, cualquier otro ateniense era miembro de alguna phratria o hermandad. La membresía de una phratria se constituyó en el fundamento de la ciudadanía ateniense tras las reformas de Clístenes. Los phrateres se reunían juntos para llevar a cabo las ceremonias religiosas, y cada uno de ellos estaba en la obligación de prestar protección a los demás. Han sido atestiguadas en Atenas desde los siglos VII al II a.e.c. Se sabe que la población ateniense estuvo dividida en treinta phratrias. Los bebés eran admitidos en la phratria generalmente en su primer año de vida por mediación de una festividad llamada Apaturia. A través del voto de todos los miembros de la phratria se admitía al nuevo miembro que, sin excepción, debía ser un descendiente legítimo de padres atenienses. Más adelante, a la edad de dieciséis años, el joven era nuevamente readmitido o reintroducido en su phratria. La ceremonia de inducción incluía, en esta ocasión, un sacrificio y se acompañaba de la ceremonia de cortarle el cabello al candidato, una acción que marcaba, simbólicamente hablando, el final de su etapa de crecimiento infantil. Para reconocer esta legitimidad, los miembros de la phratria votaban nuevamente.
En la época clásica, el Ática entera (y dentro de ella la ciudad de Atenas) estuvo dividida en casi ciento cuarenta demos o distritos locales. Esos demos serían convertidos por Clístenes en unidades políticas, cada una de las cuales con su propias asambleas locales, cultos, tesoro y su particular jefe local o demarchos. Diferentes en tamaño y relevancia, cada uno funcionaba como una polis en pequeño. En el registro de cada demo se recogían los nombres de todos aquellos que hubiesen alcanzado la edad de los dieciocho años. Se trata, en consecuencia, del registro oficial del cuerpo ciudadano.
Los atenienses, y todos los griegos en general, creían que descendían de dos grupos étnicos mayores. Por un lado, las comunidades dorias, divididas en tres tribus, y aquellas jonias, que tomaron el nombre de su fundador mítico Ion, un hijo de Apolo, divididas a su vez en cuatro. Los atenienses “reivindicaron” ser jonios y los espartanos dorios. En el caso ateniense fue, una vez más Clístenes, quien introdujo un sistema fundamentado en diez tribus, nombradas a partir de diez héroes epónimos áticos. Tales tribus conformarían la base de toda la administración cívica ateniense. Formaron el fundamento de la elección del Concilio o Boulé (configurado por quinientos ciudadanos, cincuenta por cada tribu, elegidos anualmente por sorteo de entre cada una de las tribus). Además, durante treinta y cinco días al año, cada uno de esos cincuenta miembros de cada tribu servían también en una especie de comité ejecutivo conocido como Prytanía, un órgano que preparaba la agenda para la asamblea y aconsejaba a los magistrados. Cada Prytanía era responsable del beneficio del estado.

Prof, Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. FEIAP-UGR.

Peculiaridades de la Monarquía en Roma

La singularidad más relevante de la monarquía romana es que no era hereditaria. Según la leyenda más conocida y difundida de los orígenes de Roma, el hijo de Eneas fundó una dinastía “hereditaria” en Alba Longa. Sin embargo, esa dinastía albana es una invención de los anticuaristas, quienes la crearon por motivos cronográficos.La interpretación más probable sería, en consecuencia, que la monarquía romana era un sistema electivo, en el que existían ciertas relaciones, en ocasiones de sangre, entre algunos reyes y sus sucesores. La tradición da a entender que los soberanos podían designar a sus sucesores electos colocándolos en diversos cargos de responsabilidad pública; de este modo, Tarquino Prisco fue la mano derecha de su antecesor, Anco Marcio, y a su vez fue sucedido por su general favorito, Servio Tulio. Un indicio claro de la relación existente entre los reyes y sus sucesores es el hecho de que a menudo eran parientes por alianza. El mencionado Servio Tulio era yerno de Tarquino Prisco, en tanto que Tarquino el Soberbio lo fue de Servio Tulio.
En las leyendas de la monarquía romana las mujeres son en ciertas ocasiones un instrumento relevante en el proceso de la sucesión, desempeñando un papel ciertamente decisivo a la hora de nombrar al rey. Como en los cuentos populares, las leyendas relativas a la monarquía romana contienen el tema del advenedizo que se casa con la hija del rey y de esa forma consigue el trono. El ejemplo clásico más significativoal respecto es la leyenda de Eneas, que se casa con Lavinia, la hija del rey Latino, y a la muerte de éste se convierte, así, en rey de los latinos. Muchos soberanos eran, por lo tanto, advenedizos. Tal es, en un sentido literal, el caso de Numa Pompilio y Tarquino Prisco; el primero era sabino y el segundo tenía un origen mixto, tanto griego como etrusco.
Otro elemento de notable  interés es que los reyes no eran de sangre patricia. Sin duda ese es el caso de Numa y Tarquino Prisco, ambos emigrantes, así como también de Servio Tulio. Por otra parte, la condición plebeya de los Hostilios y de los Marcios parece un claro indicador de que el tercer y el cuarto rey de Roma tampoco fueronpatricios. Irónicamente, ninguna de las grandes familias patricias, entre las que se cuentan los Cornelios, los Valerios, los Fabios o los Emilios,nunca dieron ningún rey.
El procedimiento de elección del rey era complejo. La institución crucial era el interregno. Cuando se moría un rey, los cabezas de familia patricios (patres) se turnaban en el cargo de interrex durante cinco días cada uno de ellos. El interregno (al menos según Livio), duraba un año, al término del cual se realizaba la elección. De este modo, en el proceso de nombramiento del nuevo rey participaban los patricios y la asamblea del pueblo. Esto es, el nombramiento del rey se realizaba con la autorización de los Padres y por mandato del pueblo. Eran los patricios los que elegían al rey, si bien parece también bastante seguro que ellos no podían ser elegidos. Eso sí, entregaban los auspicios al rey, que tenía el deber de conservarlos vitaliciamente. A su muerte, esos auspicios volvían a los Padres. Llevaban a cabo esta acción por medio de un rito religioso en el que se solicitaba a los diosesque aprobasen al nuevo monarca a través de una serie de signos favorables. Esta era la inauguración del rey.
En definitiva, el rey era un advenedizo, en ocasiones también un extranjero, pero en cualquier caso era elegido siempre entre individuos que no perteneciesen a la aristocracia patricia. La elección constituía un proceso sofisticado en el que participaban el soberano anterior, los patricios, las divinidades y el pueblo. No obstante, en los últimos tiempos de la monarquía, esas formalidades se fueron pasandopor alto, y el poder acabaría cayendo en manos de usurpadores, autócratas y tiranos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Venezuela