29 de noviembre de 2016

La Guerra del Peloponeso (431-404 a.e.c.): ¿una “guerra civil” en la antigüedad? (II)


Combate de hoplitas en una hidria ática de figuras negras, datada entre 560 y 550 a.e.c. Hoy se encuentra en el Louvre.

En la denominada guerra arquidámica, el rey espartano Arquídamo II llevó a cabo una primera invasión del Ática. Se distinguen en ella dos períodos, el del mandato de Pericles (431-429) y el de la peste y los sucesores de Pericles (429-421). Aunque se esperaría el comienzo de las hostilidades por ambas partes, lo cierto es que surgió de forma inesperada por parte de los beocios, quienes no pertenecían, en apariencia, a ningún bando, si bien estaban del lado de los espartanos y, en especial, apoyaban a los corintios.
En 431 los tebanos atacaron Platea, aliada de Atenas desde el siglo VI a.e.c., momento desde el cual se resistía a pertenecen al koinon beocio. A pesar de la amenaza, los platenses masacraron a sus invasores. Todo ello provocó los preparativos de guerra.
El ejército lacedemonio al mando del rey Arquídamo invadió un Ática despoblada. Arrasaron los campos cultivados y destruyeron vides y olivos, pero no consiguieron provocar la salida de los hoplitas atenienses a campo abierto para una batalla campal. Por el contrario, la respuesta de Atenas, decidida por Pericles, fue la sorpresiva invasión de las costas  de Acarnania, Élide y Mesenia con la escuadra naval al mando de Demóstenes. Con esta acción, Atenas integra la isla de Cefalonia en la alianza ateniense y alcanzar la costa de Argólida (Epidauro, Trezen), así como la costa Laconia.
Una causa inesperada fue la que obligó, en 430 a.e.c. a los peloponesios a abandonar el Ática, la peste. En los siguientes años, la enfermedad acabó con un tercio de la población ateniense. La pérdida del propio Pericles a causa de la peste (con el consabido vacío de gobierno y la lucha por el mismo entre los demagogos Nicias y Cleón), así como el debilitamiento de Atenas, fueron causas decisivas que cambiarían la suerte de Atenas en la guerra. Nicias, de familia acomodada, buscaba alcanzar la paz con Esparta lo más pronto posible, de modo que su política iba dirigida no a continuar las disensiones sino a pactar y negociar con los adversarios; Cleón, por su parte, no era un aristócrata, pero sí más enérgico y tenaz que Nicias. Creía en el triunfo de Atenas y, por tanto, en mantener el conflicto, esperando la victoria final. La asamblea ateniense acabaría confiando el poder a Nicias, que firmaría una frágil paz con Esparta.
La serie de acontecimientos que siguieron no han dejado de ser difíciles de explicar en varios casos. Los espartanos, incitados por los tebanos atacaron Platea. Tras un año de asedio Platea fue arrasada y su territorio se convirtió en propiedad de Esparta, para ser  cedido en arriendo a Tebas. La crueldad mostrada por Esparta es, generalmente, achacada a las exigencias tebanas. Mientras, se produce el abandono de Atenas, quizá motivado por la peste, o también, como consecuencia de la sublevación de Mitilene, en la isla de Lesbos, propiciada por los oligarcas.
La sublevación de Mitilene fue seguida por otras polis, con la excepción de Metimna, que fue la encargada de avisar a Atenas de la secesión. El contingente militar ateniense asedió la isla y obligaron a la capitulación, en 427 a.e.c. a las autoridades mitilenias. Se decretó la muerte de todos los mitilenios adultos así como la esclavitud para las mujeres y los infantes. Sin embargo, se revocaría el terrible decreto. Únicamente las tierras acabaron siendo repartidas a los clerucos atenienses.
Otro hecho relevante ocurrió en 427 a.e.c., cuando estalló la guerra civil en Córcira, entre los oligarcas, vinculados a Corinto y partidarios de la Liga del Peloponeso, y el Demos, partidario de la alianza ateniense, un conflicto local que se tornó contienda entre espartanos y atenienses. La fuerza naval ateniense, al mando de Eurimedonte, logró imponerse, si bien se cruzaron de brazos y no impidieron las matanzas que siguieron tras la derrota de los oligarcas corcirenses.
Por otra parte, ese mismo año la ciudad de Siracusa intentó aumentar su expansionismo en la costa este de la isla, en perjuicio de las ciudades calcídicas, y chocando sus intereses con localidades como Camarina, Locros o Regio. Siracusa tuvo el apoyo de las ciudades de origen dorio, caso de Gela, Hímera y Selinunte, que simpatizaban con la confederación espartana. Ante esta situación, Leontinos solicitó ayuda a Atenas, que envió un pequeño contingente militar a la isla. Sin embargo, la verdadera misión ateniense fue de carácter propagandístico, pues su presencia allí permitiría que Atenas se autoproclamase defensora de la libertad de las poleis griegas de occidente frente a la propaganda espartana, que deseaba ejercer de paladín de las ciudades del Mediterráneo oriental. Además, dificultaría el envío de suministros, en forma de cereal, hacia el Peloponeso. No obstante se produjeron victorias militares atenienses, pues Demóstenes triunfaría en Olpas y Ambracia.
Un nuevo episodio fue el que protagonizaron los estrategas Eurimedonte, Sófocles y Demóstenes cuando fueron enviados a Córcira, Demóstenes desembarcó en la bahía de Pilo, en Mesenia, donde estableció un puesto fortificado. Tal vez esto respondiese a un plan preconcebido, pues desde esta estratégica posición podía contactar con los hilotas de Mesenia, apoyar una sublevación, siempre temida por el estado espartano, y hasta amenazar con una invasión. Los espartanos enviaron un destacamento a la isla de Esfactería, ubicada al sur de Pilo, pero la flota ateniense bloqueó la bahía, cercando así el destacadamente lacedemonio. La inquietud espartana propició el envío de una embajada a Atenas para negociar la paz. La propuesta espartana consistía en el desbloqueo a cambio de una paz entre Esparta y Atenas. No fue aceptada y, por tanto, los atenienses se aprestaron  a reducir a los lacedemonios sitiados en Pilo. La victoria ateniense conllevó, incluso, la toma de prisioneros de guerra, entre los cuales había espartiatas de las principales familias lacedemonias, La victoria fue aprovechada también para aumentar el tributo de los aliados (llamado ahora la tasación de Cleón).
Con todos estos éxitos, los atenienses olvidaron el acertado programa de Pericles de mantener una línea defensiva frente a Esparta. Si bien Nicias triunfó en Cinunia y Citera, el ejército ateniense fue derrotado en Delión, una derrota cuyos efectos psicológicos serían relevantes. El general espartana Brásidas se convirtió ahora en un rival de cuidado. El general y su ejército logran conquistar las ciudades de Acanto, Estagira y Anfípolis, en la Calcídica. Otras ciudades se aliaron al bando espartano. En su empeño por recuperar las posiciones perdidas, el propio Cleón fue derrotado por Brásidas en Anfípolis, batalla en la que ambos perdieron la vida.
Los sucesores de ambos generales muertos en Anfípolis, Pleistoanacte, rey de Esparta e hijo de Pausanias, por una parte, y Nicias, por la otra, decidieron firmar un tratado de paz, aprovechando las circunstancias de ambos bandos. Atenas se encontraba bastante agotada por la peste y el propio esfuerzo bélico; además contaba con un debilitamiento económico sustancial que incluía la pérdida de cosechas y una agricultura ruinosa. Los espartanos, por su parte, además del desgaste, sufrían una crisis demográfica que implicaba la disminución de hoplitas, y la siempre latente posibilidad de una rebelión hilota.
El tratado se centraba en tres aspectos cruciales. El primero decidía la certeza de poder acceder y sacrificar libremente en los santuarios panhelénicos. En particular Delfos obtuvo un trato de privilegio, pues tendría autonomía judicial, legislativa. El segundo regulaba la devolución de ciudades, territorios y prisioneros de uno y otro bando[1]; en tanto que el tercero establecía que el tratado de paz tendría una duración de cincuenta años.
Algunos aliados de Esparta no estuvieron conformes con el pacto, caso de los corintios, eleos, megarenses y beocios, que entendían que sus intereses no eran contemplados al negociar la paz. En tal sentido, se negaron a prestar el solemne juramento al tratado. Entendiéndose perjudicados, conformaron por sí mismos un tercer bloque, en el seno del cual los corintios acordaron con Argos una coalición que se presentaba como tercera fuerza frente a las dos potencias. Ello motivaría qué Esparta y Atenas concertaran una alianza defensiva entre sí por una duración de cincuenta años.
En el fondo, la paz no parecía satisfacer a nadie. Existía un panorama de incertidumbre y confusión en el ámbito político griego. Ante la compleja situación, cada potencia concertaba alianzas por su cuenta. Así, por ejemplo, Corinto, Argos, Mantinea, Elide, así como algunas ciudades calcídicas que no deseaban volver a la Liga ateniense, firmaron una coalición propia. Tal compleja situación sería aprovechada por un político ateniense de nombre Alcibíades.
Sobrino de Pericles por línea materna, Alcibíades ha sido caracterizado por su ambición sin límites y una completa carencia de ética y escrúpulos. Elegido estratega en 420 consiguió, gracias a sus persuasivas artes, que Atenas firmase un pacto defensivo con Argos, Mantinea y Élide, denominado Cuádruple alianza. Su actitud anti-espartana, así como su enemistad con Nicias, pudieron ser factores cruciales que le llevaron a arrastrar a Atenas hacia una política abusiva en contra de Esparta, de fatales consecuencias.
En 419 a.e.c. Argos atacó a Epidauro, una aliada de Esparta, que se apresuró a enviar refuerzos e invadir Argólida. En cumplimiento de su alianza defensiva, Elide, Mantinea y Atenas, como respuesta, se introdujeron en la llanura de Arcadia, aliada de Esparta. El rey espartano Agis, les salió al paso en Mantinea y les propició una severa derrota a los miembros de la cuádruple alianza. En consecuencia de la victoria de Mantinea, Esparta recuperó su hegemonía sobre la Liga del Peloponeso, y firmó un tratado con Argos, el rey  II de Macedonia y las ciudades calcídicas. Los efectos en Atenas los pagó Hipérbolo con su ostracismo en 417 a.e.c.
Melos, gracias a la paz de Nicias era neutral y no pagaba tributo a Atenas. Melos y Thera se negaban, como antiguas colonias espartanas, a entrar bajo la influencia ateniense, manteniendo su neutralidad ante la liga marítima. Pero después del fracaso de Mantinea, Alcibíades estableció como nuevo objetivo imponer el imperialismo ateniense en el Egeo. Para ello, y como excusa perfecta, se acusó a los melios de traición y se les obligó a entrar abiertamente en conflicto. Finalmente, Melos fue asediada y conquistada en 415. Los melios fueron obligados a capitular ante los atenienses  Los hombres fueron ejecutados mientras que las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.



[1] Atenas restituía Pilo y la isla de Citera a Esparta, además de Corifasion, Metana y Pteleon, entre otros lugares. A su vez, los espartanos entregaban a los atenienses Panactón, en Beocia y Anfípolis en Tracia.

20 de noviembre de 2016

La Guerra del Peloponeso (431-404 a.e.c.): ¿una “guerra civil” en la antigüedad? (I)


Mapa que muestra el escenario en el que se desarrolló la Guerra del Peloponeso, con los aliados de cada bando.


El enfrentamiento que se produjo entre Atenas y Esparta, con sus respectivos aliados, en el último tercio del siglo V a.e.c., trajo consigo una serie de profundos e irreversibles cambios en el ámbito cultural, en la estructura social y el marco ideológico-político de Grecia.
La fuente principal para abordar la Guerra del Peloponeso es Tucídides, un antiguo estratega ateniense, en cuya obra, repleta de alusiones y datos de todo tipo, se demuestra el profundo conocimiento que poseía sobre el desarrollo del conflicto. Otra fuente básica es Jenofonte, también ateniense, continuador de la obra de Tucídides. En los dos primeros libros de sus Helénicas describe minuciosamente los acontecimientos acaecidos entre los años 411 y 404 a.e.c. Contemporáneo de Jenofonte, y tal vez asimismo ateniense, pudo haber sido el autor de las Helénicas de Oxirrinco  nombre que reciben los fragmentos de una Historia de Grecia que abarca desde 412 a 386 a.e.c. continuadora, probablemente, de la narración de Tucídides.
Algunos autores posteriores, ya del siglo IV a.e.c., que trataron el período de conflicto fueron Teopompo y Ebro, cuyas obras, sin embargo, han llegado a través de otros, de modo que no se pueden considerar testimonios de primera mano. Ambos fueron utilizados por Justino en el libro V de Epitome Troyana. También Éforo comenta estas épocas en los libros XI y XII de Bibliotheca Histórica. Plutarco, por su parte, trata este turbulento período en sus biografías sobre Pericles, Alcibíades y Lisandro. Las fuentes literarias no históricas más significativas son la tragedia y, en específico, la comedia de Aristófanes, la cual arroja luz acerca de la sociedad griega contemporánea de esta tan relevante etapa histórica de la antigua Grecia. Entre las fuentes epigráficas, finalmente, se destacan las listas de los Foros (tributos de los aliados).
La Guerra del Peloponeso fue un conflicto entre dos grandes coaliciones, alianzas de poleis, la Liga del Peloponeso y la Confederación Ático-Délica. Atenas estaba al frente de la Confederación Ático-Délica, que estaba compuesta de unas doscientas poleis. Controlaba prácticamente todo el mar Egeo (excepto la isla de Melos), y estaba reforzada por las cleruquías atenienses ubicadas en enclaves costeros estratégicos. En la Grecia central, esta confederación contaba con aliados importantes, como Tesalia y Platea, en Beocia. Además, mantenían también tratados de alianza con Atenas algunas ciudades de la Magna Grecia y de Sicilia (Catania, Leontinos, Regio). Su característica primordial es que poseía una poderosa flota armada. Por otra parte, la reserva financiera ateniense era notable. Se contaba, además, con los recursos de los templos y centros religiosos, algunos de cuyos tesoros eran cuantiosos.
La Liga del Peloponeso, por su lado, estaba encabezada por Esparta que acaudillaba los estados del Peloponeso, con la excepción de Argos y Acaya, Luego se unieron Mégara, y las federaciones de Locria, Beocia y Focea. Solamente faltaba Platea. En el occidente griego eran afectas a esta liga Ambracia, Anactorion y Leucade, en el Adriático, además de Tarento, Locros y Siracusa en la Magna Grecia y Sicilia. El poderío espartano residía en la fuerza del ejército terrestre, cuya base era la infantería espartana. Aunque el ejército hoplítico espartano era muy superior, en número, al ateniense, la Liga del Peloponeso presentaba otras debilidades, en concreto, la escasa disponibilidad financiera que impedía mantener campañas militares prolongadas. Tal carencia económica obligaría a Esparta a relacionarse con los persas para obtener subsidios, un factor que acabaría deteriorando la credibilidad y respetabilidad espartana.
Otra deficiencia espartana era la inicial carencia de una flota naval. La flota peloponesia que luego se conformó, principalmente proporcionada por aliados como Corinto, Mégara, Ambracia, Sición y Elide, fue siempre muy inferior a la ateniense, tanto en cantidad como en calidad. Por otra parte, frente al sentido práctico, ágil e innovador de los atenienses, el conservadurismo espartano provocó un anquilosamiento en antiguas tradiciones guerreras, que restaban celeridad y hacían difícil una adaptación a las circunstancias. El temor a las rebeliones hilotas también fue un motivante mayor a la hora de señalar las precariedades de la Liga del Peloponeso.
No están claras las posibles causas que pudieron motivar el conflicto. Se ha apuntado el poder y la hegemonía que había alcanzado el Imperio ateniense tras las Guerras Médicas, lo cual suponía una amenaza para Esparta. Sin embargo, la política ateniense dirigida por Pericles ni fue agresiva ni se orientaba a provocar conflicto alguno frente a Esparta y la Liga del Peloponeso. En este mismo orden de ideas se ha argumentado que Atenas, además de consolidar su Imperio, aumentó su hegemonía en el Egeo y en el Mediterráneo occidental, tal y como se aprecia en la inflexibilidad de su dominio y el cada vez más opresivo aumento de los Foros sobre sus propios aliados.
Las causas pudieron ser variadas y de diversa índole, política, social y económica. En el ámbito político, el hecho de que Atenas se hubiese convertido en modelo y defensora de la ideología y las instituciones democráticas frente a los estados oligárquicos y aristocráticos habitualmente filo espartanos, pudo tener su peso; desde un punto de vista social, es probable que los partidarios de los regímenes democráticos fuesen aquellos dedicados al comercio y la industria, mientras que los grandes y pequeños agricultores, se identificarían mayormente con el sistema del Estado espartano, tal vez porque uno u otro favorecían más el modo de vida y la economía de uno sobre el otro. Desde un ángulo económico, resulta plausible que la expansión y consiguiente prosperidad de la Liga Ático-Délica, por el Egeo, el Mediterráneo occidental y en el Ponto Euxino perjudicara ostensiblemente los intereses económicos de algunas ciudades tradicionalmente comerciales, en particular Corinto, Sición, Mégara y Egina. Como estas dos últimas acabaron insertas en el ámbito comercial ateniense, sería Corinto el rival más peligroso que buscaría la caída de Atenas.
Hubo tres acontecimientos que la tradición ha entendido como antecedentes (los preludios de Tucídides) previos de la Guerra. Los tres, en conjunto, serían los detonantes que provocarían la ruptura de la Paz de los treinta años.
El primero de ellos fue la guerra entre Córcira y Corinto. Corinto decidió intervenir en un conflicto interno surgido en Epídamno, una colonia fundada por Córcira que, a su vez, era una anterior fundación corintia. Corinto se inmiscuye siguiendo el principio de que quería mantener su prestigio y autoridad como metrópoli en sus colonias fundadas en el Adriático (mar Jónico). Ante la presión de Corinto, los oligarcas de Epidamno pidieron ayuda a Córcira, que propusieron la intervención neutral de la Liga del Peloponeso y de Delfos, propuesta que Corinto rechazó. Corcirenses y corintios se vieron en la obligación de entablar una batalla naval, de la que salieron victoriosos los de Córcira. En virtud de la amenaza de Corinto, los corcirenses solicitaron, en 443 a.e.c., su entrada en la Liga Ático-Délica, con lo que obtenían la consiguiente ayuda de Atenas. Con todo ello, Atenas lograba una fuerte influencia en esa área del Mediterráneo occidental, gracias a la alianza establecida con Córcira, en perjuicio de los intereses corintios. Las relaciones con Atenas sufrieron un ostensible deterioro.
El segundo fue la defección de Potidea, en el marco de tensión entre Atenas y Corinto. Potidea, una ciudad de la península calcídica, pertenecía a la Liga Ático-Délica, pero era una antigua fundación de Corinto, con la que la metrópoli mantenía los tradicionales lazos filiales. Atenas le encomendó varias exigencias, ante las cuales los potideos enviaron emisarios no solamente a Atenas sino también a polis como Esparta de la que obtuvieron la promesa de responder invadiendo el Ática si Atenas atacaba Potidea. Con el apoyo de macedonios, beocios y calcidios, los potideos se rebelaron contra Atenas, ante lo cual Corinto envía ayuda a su colonia.
El tercero fue el decreto contra Mégara. Este decreto era un psefisma, esto es, una resolución que determinaba un bloqueo mercantil a Mégara, impidiendo su acceso comercial a los puertos ateniense y a los de las ciudades de la Liga Ático-Délica. Parece muy probable que este decreto, solicitado por Pericles en torno a 433 a.e.c. fuese realmente el estallido final de la guerra. La causa directa del mismo, que Plutarco señala, fue la protesta oficial de Atenas porque los megarenses cultivaban un campo inserto en el recinto sacro de Eleusis.
El asesinato del emisario que fue enviado para protestar por parte de los megarenses, propició una indignación popular. Es muy probable que las verdaderas y últimas motivaciones de esta política ateniense fueran disponer del territorio megarense, arrebatándolo de la órbita espartana. Si este fue el caso, como todo apunta, Atenas ya se disponía, entonces, para la guerra.
A pesar de la gran tensión, se mantenía el acuerdo de la Paz de los treinta años. Sin embargo, las ciudades comerciales más perjudicadas por el imperialismo ateniense, Mégara, Egina y Corinto eran también las más interesadas en romper esta paz. En 432 a.e.c. los embajadores corintios expusieron sus denuncias contra Atenas, a quien acusan de esclavizar a las ciudades griegas, sin dejar de señalar a Esparta por permitirlo. En tres embajadas, los espartanos solicitan, entre otras cosas, el fin del asedio a Potidea, la libertad de Egina y la abolición del decreto contra Mégara, y finalizan con un ultimátum: la independencia de los griegos o la guerra.
La Guerra del Peloponeso pasó por una serie de fases. La primera fue la llamada guerra arquidámica (431-421 a.e.c.), también llamada Guerra de los Diez Años; la segunda la paz de Nicias; la tercera sería la gran expedición a Sicilia (415-413 a.e.c.) y; la cuarta, y última, la guerra decélica (412-404 a.e.c.).

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. 

14 de noviembre de 2016

Los indo-arios y el origen del vedismo

El vocablo, indo-ario se emplea para describir la evolución de la cultura india que sigue al declive de la Cultura de Harappa. Grupos de poblaciones tribales nómadas del este y sur de Afganistán empezaron a migrar hacia el subcontinente, desde 1700 a.e.c., llegando hacia 1400 a.e.c. a la región un particular grupo que se autodenominó Arya o noble. Otro grupo tribal del período fue el de los arios rigvédicos. La cultura indo-aria que eventualmente emergería, conocida como cultura védica, se conformó  a partir de la mezcla de elementos culturales arios y otros pre arios.
La familia indio-irania comprendía dos sub-grupos principales, el indo-ario y el iranio, con dos lenguas vinculadas, el romaní de los gitanos y el nuristaní de la región del Hindu Kush de Afganistán y Pakistán. Un número de indiferenciados grupos de hablantes indo-iranios, eminentemente pastores que cuidan de su ganado, habrían migrado hacia el sur desde las tierras esteparias euroasiáticas hacia 2000 a.e.c. y expandido en Asia central, Afganistán e Irán. Una rama, que hablaría un tipo de lenguaje ario, probablemente la forma más antigua del sánscrito, habría alcanzado el río Indo hacia 1700 a.e.c. En Irán y Afganistán, entre 1700 y 1400 habrían coexistido dos poblaciones, la avéstica y la rigvédica, quienes representarían las dos más relevantes ramas de la tradición indo-irania contemplada como un conjunto. Rasgos comunes, como el lenguaje, la cultura, la mitología o los rituales se desenvolverían entre ellos antes de la separación. En sus prácticas y creencias religiosas adoraban un determinado número de dioses. Ambos grupos poseían la común práctica de beber el zumo de una planta de la fertilidad (soma en el Rig-Veda y haoma en el Avesta). Hoy esta planta se ha identificado como una de las especies de la ephedra, cuyo hábitat principal se encuentra en el área del Irán oriental y del Afganistán meridional. Asimismo, también es relevante la importancia simbólica del fuego en los rituales para ambos grupos.
La palabra arya debería aplicarse solamente a las poblaciones avésticas y rigvédicas, porque únicamente ellas reclamaron un especial estatus de nobleza entre todos los demás y entre las tribus vecinas del pueblo original asentado en los territorios que habitaban. Hacia 1400 a.e.c., trescientos años después de que sus compatriotas hubiesen alcanzado el Indo, el pueblo rigvédico abandonó Afganistán y se movilizó en el interior del subcontinente. Con ellos llevaban los himnos sacros y encantamientos que habían compuesto durante siglos en sus territorios iranio y afgano en los que moraban. Culturalmente hablando, la población rigvédica fue la más influyente de los arios, pues fue su gran obra literaria y espiritual (el RigVeda), la que proveyó los conocimientos más útiles de la cultura védica de India. Mientras tanto, la población avéstica continuó siguiendo la antigua religiosidad indo-irania.
Aunque parece claro que los arios fueron en origen migrantes a India,  ha habido una fuerte campaña historiográfica de revisionismo, que establece que la cultura del valle del Indo y la de los arios védicos es la misma. Una primera crítica ha señalado que la zona central a la cultura del Indo fue el río Saraswati, y no el Indo.  En consecuencia, la cultura del Indo sería en realidad la Cultura Saraswati.  Ambas no podrían ser la misma pues de otro modo habría sido recordada en la extensa literatura indo-aria y en la tradición oral. Además, Saraswati, tal y como aparece en las glosas descritas en los textos védicos podría haber sido el río Harahvaiti, en Afganistán. 
Una segunda crítica afirma que en los textos védicos no se alude a las tierras foráneas al occidente, en la región afgana, desde donde los arios, supuestamente, habrían venido. En este sentido, la mayoría de los expertos lingüistas afirman que el RigVeda fue primeramente compuesto en la zona afgana. De hecho, las partes más arcaicas del texto incluyen referencias, aunque de modo oblicuo, a lugares, animales, ríos de ese territorio. Por otra parte, el RigVeda fue compuesto durante un muy largo período de tiempo, de manera que la integración en la sociedad india estaba ya bastante establecida y los compositores no tenían necesidad de recordar el pasado lejano de los más remotos orígenes.  
En relación vinculante con lo antedicho, la tercera crítica señala que todo lo que está compuesto en los textos védicos es únicamente indio. Tres de los documentos escritos más antiguos que contienen alguna referencia a nombres arios no proceden de Irán ni India, sino de Mesopotamia. En los documentos de los gobernantes casitas de Babilonia, entre 1750 y 1170 a.e.c., se encuentran nombres de dioses, Suriya, el dios del sol, y Marutta, de la guerra, así como de reyes, como el de Abirattas o Abhi-ratha. Al noroeste de Babilonia permaneció el reino de Mitanni (1500-1300 a.e.c.) en donde varios documentos cuneiformes en lengua acadia listan varios príncipes y nobles cuyos nombres son sorprendentemente arios, como Sauksatra, Purusa, Sutarana, Indrota o Subandhu. En algunas tablillas de Boghazkoy se registran los detalles de un tratado firmado hacia 1350 a.e.c. entre Mitanni y los hititas. En ellas se mencionan los dioses, entre los de Mitanni se citan aquellos que son distintivamente rigvédicos, como Nasatya, Indra, Mitra y Varuna. En el propio RigVeda a esos dioses se le encomienda la tarea de supervisar los tratados entre los estados en conflicto. Al margen de algunos de las imágenes sobre sellos del valle del Indo ningún otro documento sobre los dioses arios es más antiguo en India que esos registros mesopotámicos. Ello sugiere que algunos de los más antiguos conceptos rigvédicos fueron desarrollados en un área central, desde donde habrían viajado hacia el occidente y hacia oriente.
La cuarta crítica se sostiene en la teoría de que la migración invasora aria fue un constructo de los eruditos europeos para justificar el control británico sobre India de un modo oblicuo recordando a su público lector cómo una gloriosa civilización había llegado a India desde algún lugar próximo a Europa. 
Existieron dos regiones principales en Afganistán en donde los arios habrían estado asentados desde 2000 a.e.c. Una de ellas, alrededor de Kabul y hacia el este, en las proximidades de Peshawar. Este enclave Kabul-Peshawar, debió haber sido el área inicial desde donde comenzó la migración hacia el valle del Swat alrededor de1700 a.e.c. Otra zona igualmente importante fue el área alrededor de Kandahar, que se vincula con Quetta a través del paso de Bolan. Se ha pensado que los arios del RigVeda se habrían desplazado desde ahí hacia 1400 a.e.c., cruzando varios ríos y llegando hasta el Punjab. Toda esta gran región, que incluye el oriente de Afganistán, el valle del Swat, el Punjab y la llanura indogangética, es referida en el RigVeda como Sapta Sindhava, o tierra de los siete ríos. Estudiosos y arqueólogos han identificado el valle del Swat del noroeste de Pakistán como la primera área, muy posiblemente, de intrusión de los arios en el subcontinente.
Desde 1700 a.e.c. en adelante, un cambio en los rituales de enterramiento empieza a evidenciarse. En el interior de los cementerios los arqueólogos han hallado inhumaciones flexionadas en fosos, así como cremaciones en urnas. Esta práctica dual no era común entre las culturas contemporáneas en la misma región; sin embargo, la literatura védica indica que tanto la inhumación como la cremación fueron practicadas entre los arcaicos indoarios.
Otro indicador de cambio que ha sido considerado es el estilo cerámico. Un nuevo tipo de cerámica gris hecha a mano y decorada con incisiones se evidencia durante este período. Sobre la base del cambio en los rituales de enteramiento o modos funerarios y la cerámica, los arqueólogos denominan a esta nueva cultura en el valle de Gandhara como Cultura de las Tumbas. Por otro lado, no se debe olvidar que los rasgos naturales y las escenas representadas en los himnos del RigVeda encajan con la realidad geográfica del valle. 
Los arios vivieron en el Punjab por varios siglos. Del RigVeda se sabe que se enfrentaron con la población indígena, a la que llaman  dasas, dasyus o panis, además de otras denominaciones peyorativas como negros, demonios o ladrones de ganado. Los arios, ayudados por Indra, el dios de la guerra acaban desterrando a esas gentes autóctonas. En cualquier caso, es imprescindible destacar que esas gentes derrotadas no fueron los harappenses.
La organización de los arios era en tribus o clanes. Se ha pensado que el término cinco razas de personas se refiere a cinco clanes, concretamente Turvasa, Anu, Yadu, Puru y Druhyu. Por mediación de luchas intertribales y diversas alianzas los Puru llegaron a ocupar un lugar central en uno de los siete ríos del Sapta Sidhava. Con el debido paso del tiempo una de las ramas del clan, el Bharata, los sometieron y eventualmente llegaron a ser el grupo dominante en el Punjab. Esta hegemonía fue alcanzada después de la batalla de los Diez Reyes (probablemente hacia 900 a.e.c.), en la cual Sudas, el rey de los Bharata, derrotó a una confederación de diez tribus arias.
Después de siglos de vida nómada en terrenos no muy fértiles, los arios encontraron una tierra  (el Punjab), bendecida con grandes ríos. Desde el 900 en adelante el centro de gravedad del mundo ario cambió hacia lo que se denominó Madhyadesha, el País Central. Esta tierra se extendía desde el este del río Saraswati a las llanuras del Ganges. Los eventos que acontecieron en esta tierra formarán parte de los hechos narrados en el Mahabharata. En este tiempo tuvieron lugar nuevas amalgamas y formaciones clánicas, emergiendo dos linajes dominantes, los kuru y los Panchala.  El centro del poder kuru estaba en Kurukshetra, en tanto que el de los Panchala más al este. Los kuru se vieron obligados a mover su base desde Kurukshetra a Hastinapura. De tal manera, un nuevo centro fue creado, llamado Indraprashtha (la futura Delhi).
Ello significó, además, una cierta tensión y conflicto con los Panchala. Gracias a textos post védicos y a la épica se sabe que hubo dos tipos de conflictos, el de arios contra arios, y el de arios frente a no arios. A pesar de las constantes pugnas, los Kuru y los Panchala estuvieron juntos en los períodos más cruciales, manteniendo el poder en Madhyadesha, algo que posteriormente inspiró a muchos gobernantes de India a poseer esta zona y hacerla su centro de influencia primordial.  
Desde 900 en adelante, una completa expansión aria hacia el este y el sur continuó inexorablemente. Las regiones de Bengala y Bihar fueron colonizadas. Del Ramayana se sabe que la expansión hacia el sur fue indetenible, hacia las actuales Madhya Pradesh, Gujarat, Maharashtra y Orissa. Un clan en concreto, denominado Yadu, debió haber sido forzado por el binomio Kuru-Panchala a emigrar hacia el sur desde su base en Mathura, mientras que otro grupo ario penetraba en el Decán desde Kosala, estableciendo un reino en torno al río Godavari.
Los arios habrían llegado con carruajes tirados por caballos y bueyes, y cargados con armas hechas de hierro y bronce, Estas fortalezas conducirían a los guerreros indo arios  hacia nuevos horizontes. Las armas de hierro, de hecho, debieron haber tenido un efecto importante en aquellos que pensasen en rebeldías. La arianización de toda la cuenca del Ganges fue completa entre 900 y 600 a.e.c., y los asentamientos de clanes guerreros se establecieron por doquier a través del área. Una vez aclaradas las zonas boscosas surgieron las granjas agrícolas y ya los núcleos dejaron de ser lugares  de habitación de bandas de guerreros itinerantes y viajeros con sus carretas, para convertirse en granjas con agricultores y artesanos viviendo en chozas y casas simples.
Los migrantes arios fueron  en esencia un pueblo pastoral. En el período védico más antiguo las vacas debieron haber sido una propiedad colectiva. El RigVeda  contiene más referencias al pastoreo que a la agricultura. La presencia de importantes cantidades de huesos de vacuno y de otros animales en varios sitios arqueológicos testifica el rol preeminente de la economía pastoril en la vida diaria de los antiguos arios.
Aunque en sus tierras originales de Irán y Afganistán los antiguos arios estaban familiarizados con las estaciones y su papel fundamental en la agricultura, la habilidad agrícola la aprendieron de las poblaciones indígenas. Sería en el Punjab en donde los arios por vez primera apreciasen las ventajas del cultivo de granos. Sería únicamente después del desbrozamiento de los densos bosques de las llanuras del Ganges que la agricultura tomase preeminencia sobre el pastoreo como principal actividad diaria de la mayoría de la gente, siendo el arroz, más que el trigo el cultivo principal. En el RigVeda existen referencias a los arados, la trilla de grano, los canales de irrigación y los diques, así como a alimentos como la leche, la mantequilla, los pasteles de arroz, lentejas y los cereales. Muy probablemente existió alguna forma de propiedad común de la tierra. En las pequeñas villas y en los más grandes asentamientos habría personas dedicadas a una gran variedad de artesanías y al comercio, como carpinteros, trabajadores del metal, ceramistas o herreros.
En los niveles que contienen materiales que anteceden el 900 a.e.c., la mayoría de los restos cerámicos corresponden a la cerámica coloreada en ocre, un tipo cerámico que pudo haber pertenecido a los arios rigvédicos antiguos.  Desde 900, con los arios movilizándose más allá de la región de Sapta Sindhava hacia la cuenca del Ganges, se encuentra otro tipo cerámico, la cerámica gris pintada, hecha en torno, y con diseños lineales con puntos en negro. Sin embargo esta cerámica puedo haber sido producida por los indígenas locales pre arios, que acabarían ocupando el fondo de la estructura social indo-aria. En los sitios con este tipo cerámico que se fechan entre 900 y 600 se han desenterrado materiales que incluyen esqueletos de animales, diversos granos de cereales, ladrillos, fragmentos de vidrio, piedras semipreciosas y objetos de hierro. De peor calidad que la cerámica gris pintada fue la conocida como cerámica roja y negra. Hacia 600 a.e.c. se observa la emergencia de una excelente variedad de cerámica denominada pulida negra del norte.
Los más antiguos yacimientos de la Edad del Hierro en India se localizan en tres regiones principales, las planicies del Ganges, las regiones centrales de los valles del Tapti y Malwa, y los yacimientos megalíticos en el sur de India. Muchos de los que se encuentran en la llanura del Ganges se conectan con la cerámica gris pintada y con la expansión aria. Hay que señalar que la Edad el Hierro no sucedió al Calcolítico de forma uniforme a lo largo de India en una época concreta. La progresión y al transición entre las dos edades ha sido disímil en distintas partes. Es relevante remarcar que la tecnología aplicada al hierro no vino con los arios. Se desarrolló gradualmente hacia 1000 a.e.c. Las primeras herramientas de hierro no fueron hachas o rejas de arado, sino armas.
La familia védica kula, fue patriarcal, en tanto que la familia extendida de tres o más generaciones, fue la norma básica. El varón mayor, el padre o el abuelo era el cabeza de la casa. Los hijos ayudaban a sus padres en las tareas diarias, agrarias o comerciales, incrementando de este modo, la prosperidad de la familia. Disfrutaban de un valioso rol en lo relativo a la representación de varias ceremonias. Las mujeres, por el contrario, veían limitada su libertad de acción y movimientos. En cualquier caso, debieron de disfrutar de una mayor libertad entre los clanes del período védico más arcaico, aunque con la rigidez de las castas del período védico posterior su posición empeoró notablemente. En último caso, las ritualidad y las ceremonias, tanto públicas como aquellas privadas en las casas, mantenían firmes los lazos familiares.
La dieta promedio incluía mantequilla clarificada, leche, frutas, vegetales, arroz, trigo y, en especiales ocasiones, algo de carne. Una gran cantidad de diversiones se mencionan en el RigVeda, como las carreras de caballos o carros, la música y las danzas. El juego, por contra, es condenado como una actividad que pude conducir a la ruina.
La unidad básica del poder se encontraba en el seno de la familia patriarcal. Un determinado número de tales familias vivía en villas (grama), que estaban controladas por un jefe (gramani). Un grupo de esas pequeñas villas pertenecían a un clan (vis), en tanto que varios clanes conformaban una comunidad o jana. En el período védico más antiguo no existió una estructura de estado real. No hubo reyes en su sentido estricto, sino jefes de clanes. Solamente en el vedismo tardío los grupos de comunidades llegaron a establecer una región o estado (janapada).
La idea del reinado, sin embargo, evolucionó gradualmente desde la jefatura de clan, si bien al principio hubo un control ejercido sobre el rey-raja por las asambleas (vidatha, parishad, Samiti, sabha). Hacia el final del vedismo ya la autoridad del rey comenzó a depender menos de las asambleas que de sus éxitos en las luchas por el poder entre sus guerreros nobles. El poder hereditario acabaría irrumpiendo en favor de la consolidación del poder de los rajas.
Los principales cargos oficiales dentro del palacio de un raja del período védico tardío eran los del sacerdote jefe (purohita), el comandante en jefe (senani), el recolector de tasas (bhagadugha) y el tesorero (samagrahitri), además del supervisor de la casa del rey o kshatra.
La legitimación del poderío del rey se confirmaba a través de una serie de largos y elaborados rituales de sacrificio (yajna), que eran conducidos por sacerdotes. La estrecha alianza entre el rey y el sacerdote se convertirá en un factor fundamental de la política india con la finalidad de mantener el balance jerárquico en el sistema de castas.
Los arios iranios, estrechamente vinculados con los arios rigvédicos, practicaban una triple división de la sociedad (sacerdotes, productores y gobernantes). Durante todo el vedismo sacerdotes y gobernantes consolidarían sus posiciones de privilegio. Mientras, los productores estarían diferenciados en dos grupos, campesinos libres y mercaderes (vaisya), en tanto que trabajadores dependientes, artesanos y esclavos quedarían relegados, y degradados, al cuarto grupo, el de los sudras. Los grupos acabarían rígidamente compartimentados sobre la base de un sistema religiosamente inculcado. 
La religiosidad que trajeron consigo los arios fue de carácter indoeuropeo, lo que implica la adoración de poderosas deidades de la naturaleza. Se contentaba a los grandes dioses a través del sacrificio dentro del hogar, realizado en altares circulares o cuadrados. El recitado de himnos, los dones del sacerdote, la ubicación de alimentos en el altar del fuego, el intercambio de regalos entre los miembros de la casa y el consumo conjunto de algunos de los alimentos consagrados, suponía atraer la prosperidad y la felicidad al seno familiar o del clan. En el vedismo tardío, sin embargo, el propósito del sacrificio fue alterado, y pasó de ser una ofrenda a los dioses a la celebración del poder de los soberanos. Los reyes lo usaron para confirmar su legitimidad. En ese momento, se hacían sacrificios cruentos (se mataban animales, sobre todo vacas) y se realizaban enormes donaciones a los brahmanes por parte de los reyes agradecidos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB- FEIAP-UGR. Noviembre del 2016

1 de noviembre de 2016

Nuevos elementos religiosos en la época de Hammurabi (1792-1750 a.e.c.)



Imágenes: arriba, un busto de Hammurabi, descubierto en Susa; abajo, un sello babilónico cilíndrico que representa la batalla de Marduk con Tiamat, aquí una serpiente acuática.

La época paleobabilónica[1] de Hammurabi trae consigo un relevante cambio en el ámbito teológico. La unificación política, como nueva situación política, así como las preferencias de las etnias amorritas son motivos significativos que explican estos cambios. Estas etnias se decantan por ciertas divinidades, en concreto las de carácter astral, caso de Ishtar, Shamash y Adad, de modo que quedan relegadas a un plano secundario las antiguas divinidades sumerias, de carácter ctónico y de funciones relacionadas con el mundo de la vegetación.
Son ahora las ciudades del norte mesopotámico las que extienden el prestigio de sus dioses locales. Es el caso particular de Nabu, de Borsippa, Shamash de Sippar, Nergal, de Kutha y, sobre todo, de Marduk de Babilonia. El panteón se reestructura. En las inscripciones oficiales y monumentales varias divinidades son empleadas con un mismo rango, con la presumible intención de contentarlas a todas, equiparar su relevancia y hallar para cada una cierta determinada característica que pueda conectarse con la persona del soberano. La antigua jerarquía, que se fundamentaba en la supremacía de Enlil en Nippur deja de estar en vigencia, aunque no haya sido reemplazada por una nueva jerarquía.
En el marco de la religiosidad personal y, por tanto, no oficial, la deidad más popular es, con diferencia, Shamash, un hecho quizá relacionado con las expectativas de justicia en el seno de la sociedad de la época.
En la nueva estructuración del panteón se ubica en el vértice superior a Marduk, el dios babilonio, una acción compleja si se tiene en  cuenta el carácter local, y el papel escasamente regional, que esta divinidad desempeñaba hasta ese instante. Además, se trataba de un dios que no encajaba bien en las antiguas teologías. El proceso inicia en el período de Hammurabi, aunque no se concretará hasta el predominio de la etapa casita. La ubicación de Marduk en una posición preeminente se lleva a cabo convirtiéndolo en hijo de Ea, el antiguo y prestigioso dios de la sabiduría, y transformándolo en una divinidad de las artes mágicas, de tal manera que se establece como complemento de Shamash, dios de la justicia. La relación entre el dios y el fiel será directa, pasional, pues es capaz de garantizar la curación y la seguridad.
Por otro lado, también se sitúa a Marduk en el eje del mundo cosmogónico y cosmológico en sustitución de Enlil, aunque asimilándose al antiguo, y ahora decadente, dios sumerio. El culmen del proceso es el famoso Enuma Elish, un poema religioso que se recitaba durante la celebración de la festividad del año nuevo babilonio. En el poema, Marduk derrota al caos primigenio (Tiamat), y asume la función de deidad organizadora del Universo. En consecuencia, las demás deidades, en agradecimiento por su labor, le tributan homenaje y entienden que su superioridad fue bien ganada.
Otro aspecto en la relación que ahora se establece entre teología y política, y entre el rey, la comunidad y la esfera divina, tiene que ver con el hecho de que, a pesar del prestigio y el poder del soberano, éste no es divinizado. En las inscripciones oficiales, el nombre del rey no lleva ningún determinativo divino, aunque se conservan ciertos rasgos de deificación en algunos epítetos. Tampoco los sucesores de Hammurabi serán divinizados. Las manifestaciones secundarias de deificación, antiguas expresiones de la realeza desde la III Dinastía de Ur, y hasta el final de la época de la dinastía de Larsa, también se van perdiendo (himnos celebrativos, hierogamias). Dicho de otro modo, el rey sale del mundo divino y regresa al humano, ahora como pastor del rebaño, y ser justo y benevolente. Es de esta manera que Marduk, además de ocupar el lugar de Enlil en la esfera cosmológica, ocupa también el lugar del rey en el ceremonial.
La festividad del año nuevo (akitu), cuya finalidad es conjurar la constante preocupación por la discurrir de las estaciones y, por ende, de las cosechas, además de velar por la conservación del orden frente a un siempre amenazante caos, tiene como protagonista crucial la estatua del dios, que es paseada en procesión. Los cultos públicos y las festividades menores tendrán como protagonista único y primordial a Marduk, sin la ambigua figura del rey divinizado.
El soberano ahora no busca la legitimación de su poder en la filiación divina, como antaño, sino en las dilatadas genealogías de los antepasados tribales. Así, la genealogía de Hammurabi parece coincidir en parte con la de Shamshi Adad, no por el emparentamiento de ambas familias, sino porque remontándose en la ascendencia genealógica se encuentran epónimos tribales que resultan muy habituales en el ámbito amorrita. No obstante, no hay una asimilación completa, pues todavía subsistirá la conciencia de diversidad, si bien los reyes babilónicos nunca descuidarán el factor occidental (de sumerios y acadios).

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Noviembre del 2016




[1] El primer Imperio Babilónico o Período Paleobabilónico comenzaría, en un sentido histórico del término, en el siglo XX (hacia 2000 a.e.c.), cuando algunos clanes amorritas controlan Isin y Larsa. No obstante, en términos concretos, abarcaría desde la subida al trono de Hammurabi en Babilonia, hasta 1595 a.e.c., momento de la incursión del rey hitita Mursil I y la deposición del último rey, que dará lugar al inicio de la dinastía casita.