29 de julio de 2016

El ámbito cotidiano en Troya a través de la arqueología



Kylix ático de figuras rojas en la que Príamo se encuentra frente a Helena. Museo Nacional Etrusco de Tarquinia.

Troya, el enclave estratégico en el estrecho de los Dardanelos, en la actual Turquía, fue fundada en torno a 2900 a.e.c.. Acabó convirtiéndose en una próspera gran ciudad[1] que estuvo íntimamente vinculada al entorno hitita.
El yacimiento de Troya está compuesto por nueve ciudades de épocas diferentes que, en total, abarcan unos tres milenios de continuada presencia y actividad humana. La Troya I apenas pervivió dos siglos, hasta que en 2700 a.e.c. fue destruida por un incendio. Lo que hoy se conoce como Troya II, la nueva ciudad, fue la que Heinrich Schliemann excavó y consideró como la ciudad homérica. La Troya VI (1700-1180 a.e.c.) es el ejemplo palpable de una localidad de la Edad del Bronce Anatolio, con dos sectores: uno en la parte alta, la ciudadela, centro religioso y administrativo protegido por una gran muralla; y otro, al sur de la colina, que se denomina ciudad baja, guarecida por un foso tras el cual se encontraba otra muralla, hecha de adobe, en la que se abrían varias voluminosas puertas defendidas por torres de vigilancia. La ciudad baja, de una extensión de unas veinte hectáreas, y que contaba con canales de drenaje y calles pavimentadas, pudo albergar en torno a diez mil habitantes.
La posición estratégica de la ciudad era clave en el sistema comercial del II milenio a.e.c., en tanto que dicha ubicación convirtió a Troya en una destacado centro de redistribución de bienes. Además, por intermediación del puerto Troya comerció con el ámbar del Báltico, el cobre de los Balcanes, la cornalina del norte del mar Negro y con los caballos de las estepas. Su rol de enclave mercantil pudo resultar crucial en el trasfondo histórico de la famosa guerra de Troya, en virtud de que una agrupación de ciudades griegas buscó el modo de garantizarse el control del paso de los Dardanelos y del comercio entre el mar Negro y el Egeo.
Las viviendas de la Troya VI en la ciudad baja poseían techos planos y un área pavimentada en el patio que pudo servir para trillar. Había también santuarios, hornos comunales y jardines. La producción solía almacenarse en vasijas ubicadas bajo tierra. Algunas de las casas más lujosas, que estaban hechas de piedra, madera y adobe, tenían dos plantas y poseían estas vasijas semienterradas para guardar alimentos. La mayoría de la población debió de emplearse en la fabricación del tinte púrpura, en la confección de textiles, particularmente de lino y lana, en los talleres metalúrgicos, en los que se manufacturaban objetos de oro, hierro, plata y bronce, y en la fabricación de la cerámica hecha en el torno.  La cerámica parda, que se empleaba habitualmente en la cocina, del tipo tazas, platos y jarras, era de tipo anatólico, si bien también existió en Troya cerámica griega e, incluso, algunos objetos micénicos, lo que prueba la presencia de comerciantes micénicos en la ciudad. Pero también un sector de la población se encargaba de la agricultura y el pastoreo de ganado, además de la pesca (sobre todo la recolección de moluscos). En el yacimiento han aparecido grandes cantidades de huesos de equino[2], lo que pudiera ser un indicio de especialización en la doma de caballos para su empleo militar, probablemente por parte del ejército hitita.
En Troya VI han aparecido también tumbas en forma de casa, en las que se veneraba a deidades diversas, como el caso de Appaulinas (probable nombre hitita de Apolo). En las puertas de la ciudadela se hallaron varias estelas pétreas que pudieran ser semejantes a las típicas de los cultos anatólicos a las rocas, en las que se pensaba que habitaban deidades. En la ciudadela (la Pérgamo de la Ilíada), varias construcciones combinaban las funciones de palacio, tesorería, archivo y templo, e imitaban los modelos del palacio-megaron de la zona hitita en Anatolia, la Grecia micénica y la Creta minoica, con edificaciones y estancias dispuestas alrededor de una sala central. Vivía aquí la elite, que incluía la familia real y aquellos linajes nobles, además de las agrupaciones familiares de los grandes comerciantes, cuyas funciones eran diplomáticas y también militares, pues ocupaban los principales mandos del ejército.
Troya estuvo evidentemente muy vinculada con Asia Menor y, en especial, con los hititas, como demuestra el Tratado de Alaksandu. Lo estuvo mucho más que con el ámbito griego. Este tratado, hallado entre la documentación del archivo imperial de la capital hitita, Hattusa, muestra un pacto de vasallaje que fue suscrito entre un rey de Wilusa (Alaksandu) y el soberano hitita Muwatalli II en 1290 a.e.c.[3] Wilusa, que pudo ser el nombre hitita de Troya, explicaría la denominación griega Ilión. La guerra troyana, así sería un conflicto entre una fortaleza hitita en Asia Menor y varias ciudades griegas continentales.
El fin de Troya VI se produjo en torno a 1250 a.e.c., fruto de un desastre natural, probablemente algún terremoto.  Se reconstruye la ciudad y se vuelve a habitar (la Troya VI 1). Hacia 1180 a.e.c., es la fecha en la que se constata la presencia de una gran devastación, con ruinas de edificaciones destruidas por el fuego, innumerables proyectiles de catapulta y huesos humanos calcinados. Todo ello puede ser un indicador de que la población sufrió algún tipo de ataque externo, una presumible guerra. Algunos creen que este sería, precisamente, el conflicto narrado por Homero.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.



[1] Únicamente un poco más de un cinco por ciento de la extensión total del yacimiento ha salido a la luz tras siglo y medio de excavaciones, las últimas llevadas a cabo por un equipo alemán de la Universidad de Tubinga.
[2] Se puede recordar que en la Ilíada se señala que el rey Príamo era dueño de extensas caballerizas reales y que Andrómaca, la esposa de Héctor, alimentaba con esmero, con vino y granos, a los caballos de su marido.
[3] Los términos del tratado indican la antigüedad de la alianza. Troya estaría subordinada al imperio hitita aunque no habría perdido su autonomía real. Los hititas se referían a toda la región de la Tróade como Wilusa, denominando a la ciudad de Troya como Taruwisa (de donde la Troya en la nomenclatura griega).

21 de julio de 2016

Cerámica decorada griega regional (II): Laconia, Elea e islas Cícladas




Imágenes (arriba): ánfora de Estilo Melio con jinetes. Hacia 660 a.e.c. Museo Arqueológico Nacional de Atenas; (abajo): interior de una copa de figuras negras laconia. Se representa la caza del jabalí de Calidonia. Hacia 560 a.e.c. Museo del Louvre.

Antes de 750 a.e.c. la cerámica laconia se caracterizaba por la presencia de motivos decorativos rectilíneos, una influencia argiva y, en menor medida, corintia. Se muestran algunas escenas de figuras danzando que, tal vez, ilustren festivales religiosos. La forma principal fue, en esta época, la lakaina.
Durante el siglo VII a.e.c. los ceramistas laconios produjeron piezas finas decoradas con patrones lineales Subgeométricos y, en ocasiones, hacia la mitad de la centuria, con figuras silueteadas. En esa época, varias categorías de vasijas finas comenzaron a expandirse por el ámbito cultural griego, como es el caso de Tarento, Samos y Etruria. Las cerámicas laconias de figuras negras se encuentran en Samos, Cirene, Naucratis y Tocra. Algunos vasos alcanzan Mileto y Dídima[1]. En Olimpia, estas piezas en figuras negras presentaban escenas votivas. Muy probablemente, la producción laconia de figuras negras se destinaba a los mercados foráneos.
Las formas principales con figuras negras que se exportaban fueron las cráteras, el enocoe, la hidria y, sobre todo, las copas de alto pedestal. La producción laconia decayó hacia 530 a.e.c., para casi desaparecer a finales de esa centuria.
En términos generales, la temática de las vasijas laconias de figuras negras se divide en dos grupos. Uno, el que presenta escenas de contenido religioso y cultual, representaciones mitológicas, figurando sobre todo a Heracles; y el otro el que muestra escenas de la vida cotidiana, tales como los symposia que también, probablemente, mantenían una significación cultual. Las escenas figurativas solían aparecer en el interior de las vasijas.
El notable interés samio por las cerámicas laconias de figures negras es aparente. Las fuentes escritas señalan que hubo vínculos cercanos entre Samos y Esparta desde el siglo VII y hasta 525 a.e.c. Muchas escenas de simposios y cultuales que aparecen en las piezas laconias fueron iniciadas por el Pintor de Naucratis para cubrir las comisiones solicitadas por los adoradores del Heraion de Samos. No obstante, algunas representaciones se pueden ver como reflejo de la realidad laconia. Los komastes, por ejemplo, se han interpretado como participantes en un rito asociado con la adoración de una deidad espartana, Artemis Orthia. Un más evidente vínculo con las prácticas espartanas es ofrecido en escenas que muestran una deidad entronizada, un esquema iconográfico que se aproxima a los relieves votivos en piedra.
La cerámica figurada laconia tuvo un breve repunte hacia 415, y durante un tiempo en el siglo IV a.e.c., con la producción de cerámica de figuras rojas. La producción, sobre todo de cálices, cráteras, copas, platos, versiones de la lakaina, hidrias y pélikes, aparece vinculada a los productos atenienses contemporáneos. Los vasos laconios de figuras rojas han sido excavados en santuarios espartanos, pero también en lugares como Olimpia, el Kabeirion tebano y en Peracora. En muchos de ellos aparecen deidades y escenas mitológicas. En el Cerámico ateniense se han hallado, también, lakainai de figuras rojas laconios, que habían sido ubicados como bienes funerarios en los enterramientos de espartanos que cayeron en combate contra las fuerzas de Trasíbulo en el año 403 a.e.c. Aparecen decorados con escenas que pudieron ser apreciadas como propias de los guerreros. Es el caso de la caza de la liebre, batallas de hoplitas, una posible sesión de entrenamiento militar y jóvenes realizando una danza ritual.
Los vasos figurativos localmente confeccionados en el Peloponeso occidental, tanto en figuras rojas como en negras, se han localizado primariamente en Olimpia, Élide y la Pilos eleática. En los siglos VII y VI a.e.c. finas piezas fueron decoradas con motivos Subgeométricos, con bandas y grandes ornamentos florales. Los ejemplos del siglo VII parecen llevar elementos laconios, en especial en relación a los ornamentos empleados. La temática de las escenas figurativas del occidente peloponesio incluye animales salvajes y jinetes.
Han aparecido figuras silueteadas con detalles en rojo y blanco o llevando una incisión mínima. La forma más característica del siglo VII a.e.c., que se continúa en todo el VI, es el enocoe de cuello alto (de cuello de jirafa). A veces también aparecen platos y cráteras-cáliz.
Durante el siglo VI a.e.c. el impacto laconio es evidente con la aparición de las figuras negras eleáticas hacia 575. El motivo más popular era el friso con animales. Durante el siglo V a.e.c. la cerámica de Elea de figuras negras se produjo escasamente. Parece haber estado restringida esencialmente a platos. Los ejemplares tardíos de figuras negras, que dependieron con claridad, de modelos áticos, estuvieron poblados de figuras humanas. 
La cerámica elea figurada reaparece hacia 430 a.e.c., con la adopción de la técnica de figuras rojas. En un pequeño número de piezas se pueden reconocer episodios mitológicos y la presencia de deidades. Más comunes fueron las escenas dionisíacas, con sátiros y ménades. Tales escenas ganan en celebridad en el siglo IV a.e.c., un período en el que los pintores de figuras rojas eleáticos miraron hacia el occidente, en concreto hacia Apulia. De hecho, algunos pintores eleáticos pudieron haber venido del sur de Italia. La producción figurativa local cesó hacia 360, aunque no antes de la presencia de lekythos de figures rojas, decorados, principalmente, con mujeres, nikai y ménades. No obstante, es posible que estas vasijas se puedan atribuir a ciertas áreas de la costa este y norte del Adriático.
Un gran número de grupos cerámicos se pueden identificar en las Cícladas. El Estilo Lineal, a tribuido a Naxos, comienza a fines del siglo VIII a.e.c. y se continúa durante la primera mitad del VII. En sus desarrollos tardíos presenta rasgos orientalizantes, en tanto que en los períodos más antiguos muestra rasgos áticos y, en menor medida, corintios. En el período orientalizante se detectan motivos greco-orientales y cretenses. Las formas mayores de este estilo fueron las ánforas y las cráteras. Este Estilo Lineal esquematiza incisiones regulares.
En los inicios, el Estilo Lineal mostraba, exclusivamente, motivos geométricos, pero también, en ocasiones, sinuosos pájaros, caballos, leones, sirenas y esfinges, que ocupaban el panel principal en la zona de las asas y, ocasionalmente, del cuello.  Muchos motivos del Estilo Lineal tuvieron sus paralelos en otros grupos cerámicos cicládicos, como los leones heráldicos, cercanos al Grupo Heráldico del primer tercio del siglo VII a.e.c. (grupo también atribuido a Naxos). La mayoría de los ejemplos del Estilo Lineal fueron hallados en los cementerios de Thera y entre el material de las tumbas delias re-depositado en la vecina isla de Rheneia.
Un ánfora en un cementerio en Cerveteri, en Etruria, que debió servir para propósitos funerarios, muestra motivos como animales apotropaicos y guardianes híbridos. Únicamente la producción cicládica tardía presenta escenas mitológicas representadas con cierta regularidad[2].
Las vasijas del “Estilo Melio” fueron elaboradas hasta los inicios del siglo VI a.e.c. Su forma principal fue el ánfora crateroide. Se trata de ‘vasijas ricamente decoradas. Aunque muchas vasijas presentan únicamente motivos florales, las escenas figuradas son abundantes, tanto silueteadas como en incisión. Hacia mediado el siglo VII a.e.c. los pintores melios parece que adoptaron ciertos elementos de la Grecia oriental.
Una buena cantidad de vasijas melias han sido excavadas en cementerios y santuarios. El ánfora crateroide se ha encontrado en necrópolis y de ahí se ha asumido su función como marcadores funerarios. Se conocen algunos ejemplos, no obstante, en los que estas piezas fueron usadas para guarecer las inhumaciones de infantes. Otras formas se usaron, asimismo, en los santuarios y como objetos votivos. Fue un estilo bastante exportado, de ahí que se hayan encontrado piezas en Tocra, en el norte de África, o en Neápolis, en la costa tracia.
La escala de las escenas figurativas de la mayoría de estas piezas es monumental, de modo análogo a los contemporáneos vasos Protocorintios. Las escenas principales se representan en la panza de la vasija, aunque no son desconocidas escenas mitológicas en el cuello de las mismas, entre las que se destacan Dioniso con Ariadna, Apolo con un par de consortes en un carro o el juicio de Paris. A veces, se encuentran figuras no identificables sobre carros tirados por caballos alados o jinetes heráldicos. La popularidad de las escenas con caballos pudo indicar que el ánfora crateroide era un indicador de estatus, señalando al propietario de una caballería.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP Granada. 



[1] No obstante, los contextos fueron diferentes. En los sitios etruscos y en Tarento, por ejemplo, las vasijas se encontraron usualmente en enterramientos, mientras que en otros lugares se hallaron principal, pero no exclusivamente, en santuarios.  En la cerámica laconia de figuras negras la influencia ática, corintia y de la Grecia oriental se hizo evidente.
[2] La continuación, en forma monumental, del llamado Grupo Heráldico puede estar bien representado por el Ánfora Afrodita, hallada en Naxos, y que muestra a los dioses Ares y Afrodita en una escena encima de un carro. 

16 de julio de 2016

Cerámica decorada griega regional (I): Corinto, Beocia y Eubea






Imágenes (de arriba hacia abajo): ánfora orientalizante de Eretria, datada entre 625-600 a.e.c. Museo Arqueológico Nacional de Atenas; cántaro beocio de figuras negras. Mitad del siglo VI a.e.c. Staatliche Antikensammlungen Glypothek, Munich; enocoe corintio con carrera ritual o komos. Datado entre 450-400 a.e.c. Museo Arqueológico de Corinto y; píxide beocio, con decoración geométrica y caballos, datado hacia 740 a.e.c.


Se trata de vasijas encontradas, principalmente en tumbas y santuarios, pero también de otras halladas en un contexto doméstico, cuyo empleo pudo ser meramente decorativo o como útiles para llevar a cabo rituales cotidianos. Pertenecen tanto al período arcaico como clásico.
La cerámica geométrica corintia, que se fecha entre el siglo IX y el 720 a.e.c., tuvo una demanda eminentemente local, aunque algunas piezas pudieron llegar a Grecia central, a ciertas áreas del occidente del golfo de Corinto e, incluso, a Creta. Hubo en ella un limitado empleo de esquemas figurativos.
Las vasijas de la clase Thapsos, de la segunda mitad del siglo VIII a.e.c. se distribuyeron en al mar Jónico, en Sicilia y el sur de Italia. Quizá se produjeron para ser exportados a mercados occidentales. La fase orientalizante fue muy precoz en la cerámica corintia. Tal es así que la cerámica Protocorintia Antigua (720-690 a.e.c.) se reconoce por la influencia orientalizante, con rasgos derivados de la iconografía oriental, sobre todo motivos faunísticos, jinetes y elementos decorativos con motivos curvilíneos. El estilo orientalizante antiguo  está representado en jarras para ungüentos y en algunas copas, en tanto que las escenas figuradas son ejecutadas en un estilo miniaturista.
En el periodo Protocorintio medio, entre 690 y 650 a.e.c., se introdujo el uso sistemático de la incisión para resaltar los detalles. Con el añadido de colores, blanco y rojo, los ceramistas corintios, sobre todo en vasijas para ungüentos, iniciaron la técnica de figuras negras. La inspiración pudo provenir de las vasijas metálicas o de marfil con escenas figuradas incisas del Próximo Oriente. No obstante todavía muchas vasijas se seguían decorando con silueteado.
Hacia la mitad del siglo VII a.e.c. pintores de pequeños vasos trabajaron en una técnica miniaturista con efecto polícromo. Pudo ser esta una técnica influenciada, tal vez, por la pintura monumental. La temática del Protogeométrico medio presenta algunas escenas mitológicas, como el juicio de Paris, tal y como aparece en el Vaso Chigi. Otras escenas, de batalla y de caza no pueden, sin embargo, catalogarse de míticas. El empleo de figuración de animales también estuvo extendido.
Las subsiguientes fases de las figuras negras corintias, esto es, el Protocorintio Tardío y el Transicional, hacia 650-610 a.e.c.), se caracterizan por el uso de frisos de animales con ornamentación de fondo, sobre todo rosetas. Ahora los vasos corintios exportados por el Mediterráneo se incrementan notablemente.
Las formas más comúnmente decoradas fueron ahora, de nuevo, los pequeños ungüentarios piriformes, aríbalos, kotylai y píxides. El Período Transicional conoció la introducción de vasos para beber con escenas komos en las que figuras masculinas bebían y danzaban, probablemente en un contexto ritual.
Durante el período Corintio I Tardío, fechable entre 575 y 550 a.e.c., permaneció la tradición de frisos animales y se produjeron algunas vasijas de fondo rojo, cuyos restos fueron desenterrados, sobre todo, en Etruria. Cráteras, jarras y ánforas sobre las que el principal campo decorativo estaba decorado con escenas de figuras negras, representaba episodios mitológicos, batallas, banquetes y procesiones.
No obstante, después de la mitad del siglo VI a.e.c. se manufacturaron cantidades enormes de cerámica en “Estilo Convencional”, decorado con patrones florales y lineales.  Si bien el fondo rojo era el estilo figurado corintio arcaico mayor, un pequeño número de vasijas locales que imitaron las figuras negras áticas son conocidas desde le segunda mitad del siglo VI a.e.c. En ellas se representan, primariamente, animales.
Un más pedestre uso del diseño aparece en el denominado grupo Sam Wide, de la segunda mitad del siglo V a.e.c., que comprende formas pequeñas, especialmente kylikes, en el interior de los cuales el campo decorativo era ejecutado en un modo ingenuo y burlesco.
Otra técnica iniciada al final del siglo V a.e.c. fue la de figuras blancas. Las figuras se dibujaban en blanco sobre un fondo oscuro. La mayoría de los ejemplos corintios se decoraron con conjuntos florales polícromos. 
Corinto adoptó la técnica de figuras rojas hacia 440-420 a.e.c., una técnica principalmente empleada en cráteras, pélices, lécitos y enocoes. Como la cerámica de figuras rojas ática fue importada en Corinto durante el período en que allí se producían, la variante corintia pudo servir como un suplemento local. Muchas escenas se modelaron sobre prototipos atenienses, que incluyen sátiros en compañía de ménades y escenas de la palestra. El repertorio iconográfico, bastante restringido, incluye a Nike, Heracles, y escenas de batalla. Además, también Diónisos es representado, sobre todo en escenas que parecen estar basadas en representaciones cómicas. Las vasijas con temática dionisíaca pudieron emplearse en contextos de banquete vinculados a cultos locales asociados al teatro. Algunas piezas de figuras rojas corintias han aparecido en centros del Peloponeso, en Beocia y hasta en Cirene, en el norte de África.
La cerámica geométrica beocia recibió influencias del Ática, corintias y eubeas. Las formas características de esta fase son los cántaros, las ánforas de cuello alto y los enocoes decorados. Tel repertorio figurado del Geométrico tardío incluye representaciones de la Potnia Theron, escenas de caza y boxeo, y algunas escenas quizá asociadas a festivales.  También son comunes los animales dispuestos en frisos.
El “Estilo Pájaro” aparece aquí al final del siglo VII a.e.c. Sus piezas están cubiertas con motivos geométricos y, sobre todo en el siglo VI a.e.c., aves en vuelo y una serie de motivos florales. Las formas esenciales fueron los cántaros, el askos, kalathos y el enocoe. La mayoría de los ejemplos provienen de tumbas.
A principios del siglo VI a.e.c. piezas de influencia corintia de figuras negras fueron producidas. Tal hecho pudiese significar la presencia de pintores-ceramistas asentados en Beocia. Se trata de vasos que imitan las formas corintias, en especial, el alabastron, aríbalo, olpe, el esquifo de tipo corintio y el kothon, además de sus motivos decorativos. Este impacto corintio fue seguido por un período, notablemente más largo, de influencia ática que comenzó hacia 580 a.e.c. y dejó una impronta duradera. Algunos pintores beocios de figuras negras fueron atenienses, y otros aprendieron en Atenas. A pesar de esta influencia, los pintores adoptaron también rasgos corintios.
Las formas decoradas en la técnica de figuras negras durante los siglos VI y V a.e.c. en Beocia incluyen el lekane, el esquifos de bandas y el esquifo del Grupo Haimon, formas todas ellas adoptadas de Atenas. Se continuaron variantes de kothon y jarras de cuello alto locales. No obstante, la forma principal fue el cántaro. Héroes como Teseo o Heracles están presentes en los repertorios, si bien no mucho. Sus hazañas se representan siguiendo los prototipos áticos. Fueron populares los animales de tipo ático, las escenas domésticas y pastorales, así como de caza, las procesiones, komoi, sacrificios y representaciones sexuales.
Hacia mediado el siglo VI a.e.c. aparecen vasos decorados en una técnica de silueteado llamada técnica geometrizante. Se usó, esencialmente, sobre lekanai, cántaros, enocoes, hidrias y lécitos. Komos fue un tema particularmente popular. Aparece en los repertorios con representaciones de festivales (procesiones sacrificiales, banquetes, juegos atléticos), aunque también se incluyen frisos animales y cacerías. A mediados del siglo V a.e.c. se representaron ménades y sátiros en copas siguiendo esta técnica de silueteado.
Una sostenida producción de cerámica de figuras rojas parece haber comenzado hacia 450 a.e.c. Los últimos ejemplos se datan al final del siglo siguiente. Las formas decoradas incluyen esquifos, cráteras de cáliz, cántaros, lécitos y píxides. Además de escenas de matrimonio se incluyen composiciones de symposia y komastes. Hay algunas escenas mitológicas en las que las deidades son mostradas en escenas genéricas. En algunos cántaros y esquifos de tipo cabirio se representan escenas que simbolizan ritos efébicos de paso, en ocasiones con tonos dionisíacos. Los “vasos cabirios”, necesarios para los adoradores de los Cabirios, fueron ejecutados en la técnica de figuras negras, sobre todo en los siglos V y IV a.e.c., si bien algunas vasijas relacionadas, con motivos geométricos y florales, se produjeron hasta mediados del siglo III a.e.c. La mayoría de estas vasijas se encontraron asociadas a contextos de banquete, si bien probablemente sirvieron para ser usadas en un específico uso cultual en santuarios dedicados a los cabirios. Unas pocas piezas fueron excavadas en contextos funerarios, específicamente en el polyandreion thespio. Las figuras en las escenas cabirias incluyen seres retratados de forma caricaturesca y otros representados como figuras idealizadas, quizá deidades. Las figuras caricaturizadas[1] se muestran en procesiones, en escenas de caza, atléticas y campestres, así como en algunas escenas mitológicas.
Tras una larga fase Subgeométrica, hacia 800 a.e.c. los ceramistas eubeos adoptaron muchos rasgos del Geométrico Medio Ático, y crearon un estilo Geométrico tardío propio, al que incorporaron elementos corintios. La producción post Geométrica, bien evidenciada en Eretria, aparece ilustrada por ánforas similares a las de Beocia, Ática y las islas Cícladas. En Eretria esas ánforas fueron usadas en contextos funerarios. Las escenas figurativas de los ejemplos más antiguos, Subgeométricas en estilo, cuentan con híbridos y animales.
Hacia finales del siglo VII a.e.c. se adoptó un estilo fuertemente orientalizante. De nuevo animales e híbridos aparecen como motivos decorativos principales, pero también se pueden ver figuras femeninas.
Bajo influencia ática aparece la técnica de figuras negras poco antes de la mitad del siglo VII a.e.c. En esas piezas, en particular las grandes ánforas, aunque también kylikes e hidrias, se representan escenas mitológicas, con la presencia, sobre todo, de Peleo, las Gorgonas, Heracles y la hidra. Todo ello adornado con motivos florales en blanco. En un grupo de jarras de cuello alto halladas en las excavaciones de un santuario en Eretria, de comienzos del siglo VII a.e.c., se observan procesiones de mujeres, o dos mujeres, una a cada lado, que quizá fuesen posesión de la diosa.
En las vasijas de Eubea del siglo VI a.e.c. la técnica de figuras negras es la principal y más abundante. Aunque los ejemplos dependen del Ática no dejan de configurar una tradición separada. Algunos ejemplares de esta cerámica se conocen en Beocia, el norte del Egeo y en Olbia, en el Mar Negro. Las escenas mitológicas no son infrecuentes, si bien acompañadas de una escenografía cotidiana que cuenta con jóvenes, sátiros, jinetes, boxeadores y animales. Una forma especial, que se vincula a sus contrapartidas beocias, fueron los lekanai.
En el siglo V a.e.c. kylikes decorados con siluetas representando nikai, escenas de batalla y de persecución, se produjeron en talleres eubeos y beocios. En ese siglo, y en el siguiente, la producción eubea se caracterizó por la presencia de vasos decorados con flores que únicamente de modo ocasional admitían figuración humana.
Hacia 440-430 a.e.c. se produjeron en Eretria vasijas de fondo blanco (sobre todo lécitos) y también de figuras rojas. Es muy posible que artesanos atenienses, o locales entrenados por áticos, fuesen los responsables de esta producción. El foco se centró, durante el siglo V a.e.c. en las vasijas funerarias, especialmente el lécito cilíndrico, la hidria, el lebes e, incluso, diversas cráteras.
Las escenas funerarias aparecen, a menudo, sobre los lécitos cilíndricos, mientras que escenas de género, con mujeres ejerciendo diversas tareas, persecuciones, erotes y sátiros, están presentes en las demás formas. La producción local cesó en la segunda mitad del siglo IV a.e.c.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. 16 de julio del 2016



[1] Se ha sugerido que las figuras caricaturizadas deberían entenderse como mortales enmascarados que actuarían en rituales celebrados en el santuario. No obstante, recientes estudios apuntan que el repertorio conjunto refleja un ethos carnavalesco dionisíaco más que un ritual o un drama.

11 de julio de 2016

El neolítico en Turquía: el yacimiento de Çatal Hüyük



Imágenes: una foto de parte del yacimiento cubierto de Çatal Hüyük; y un plano del yacimiento.

Çatal Hüyük, en Konya, en el centro de la actual Turquía, es un yacimiento ubicado sobre un montículo rodado de una extensa llanura. Ha sido datado en el período precerámico B, entre 7500 y 6200 a.e.c. Encontrado en los años cincuenta del pasado siglo por el arqueólogo James Mellart, se trata de un poblamiento de unas trece hectáreas de superficie que pudo albergar en su seno entre seis y siete mil habitantes. El poblado presenta un planeamiento residencial bastante sofisticado, con la presencia de barrios[1] dedicados a la producción manufacturera, sobre todo de textiles, objetos de hueso y obsidiana, y piezas de cobre. Sus habitantes fabricaban cerámica y tenían una economía realmente diversificada, aunque la agricultura era, sin duda, la base principal. Hay constatación de la presencia del cultivo de lentejas, cebada, guisantes y trigo en las cercanías del asentamiento.
Las viviendas eran rectangulares y estaban adosadas unas a otras, además de conectadas entre sí por medio de aberturas[2] y con salidas en los techos[3]. Por consiguiente, no había calles interiores. Los muros se hacían de adobe y los techos de vigas de madera, sobre los cuales se distribuía una capa de barro apisonado. En el área central de habitación se incluía un horno, un hogar y plataformas para el descanso.
En Çatal Hüyük se han hallado enterramientos dispuestos bajo el suelo de las viviendas. Parece muy probable que hubiese habido edificaciones especialmente dedicadas al culto. En ciertos casos, las paredes de algunas viviendas estuvieron decoradas con grupos de cabezas (cráneos) de animales diversos, como jabalíes, buitres, comadrejas y, sobre todo, toros, así como con pinturas murales, en las que se podían observar formas de animales (ciervos, jabalíes, lobos, asnos, leones, osos) y formas también de manos humanas. Por otra parte, también se han encontrado estatuillas femeninas y símbolos de fecundidad, como un pecho modelado a partir del cual se ha sugerido la factible existencia de un culto a la diosa madre. En cualquier caso, esto no significa, necesariamente, que las casas del asentamiento turco fueran santuarios ni que se pueda deducir la existencia de una clase sacerdotal, pues pareciera, más bien, el rastro de un posible culto doméstico.
El núcleo de Çatal Hüyük fue abandonado por sus habitantes en torno al 5000 a.e.c. En su lugar surgieron poblados de pequeñas dimensiones en la llanura circundante, abandonándose así el montículo originario.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.



[1] Las viviendas (de unos veinticinco metros cuadrados), se distribuían en barrios. Cada uno poseía un patio central que hacía las veces de basurero y de baño. Los desperdicios eran quemados al aire libre.
[2] Estas pequeñas aberturas se ubicaban en los aleros. Su tamaño, así como su posicionamiento, facilitaban la conservación de calor en las épocas invernales.
[3] Al no existir calles y como las viviendas se edificaban pegadas unas a otras, los pobladores de Çatal Hüyük caminaban por los techos. De manera conjunta se formaría un espacio abierto parecido al de una plaza. Es probable que sobre estas terrazas se hubieran construido hornos comunales.

4 de julio de 2016

La presencia griega en Chipre, Siria y el Levante en la antigüedad



Imágenes: (arriba) bandeja de plata chipro-fenicia de Amathus. Se observan divinidades egiptizantes, esfinges y el asedio de una ciudad. La pieza se data entre 750 y 600 a.e.c. Museo Británico; (abajo) enocoe ateniense para el mercado chipriota con escena mitológica. Datado hacia mediado el siglo VI a.e.c. También ubicado en el British Museum.


La actividad griega en Chipre comenzó durante la Edad el Hierro, si bien no se ha descartado un plausible contacto desde la Edad del Bronce. Se ha sugerido que un asador en bronce, inscrito con un nombre personal griego, Opheltas, y datado en el siglo XI a.e.c., encontrado en la necrópolis de Skales en Palepafos, es una evidencia de la presencia de hablantes griegos en la isla desde el comienzo de la Edad de Hierro. Se ha discutido si durante el desarrollo de la isla entre los siglos XI y VIII a.e.c. los colonos del Egeo permanecieron allí culturalmente diferenciados o si se desarrolló una identidad híbrida. De lo que no hay duda es que para el siglo VIII a.e.c. Chipre era una isla de habla, primordialmente, griega. No obstante, el lenguaje usado continuó siendo fenicio y eteochipriota hasta que Chipre estuvo bajo la influencia helenística de Alejandro Mano y Ptolomeo I a fines del siglo IV a.e.c., momento en el que ya el griego era la única lengua en la isla.
Durante el período arcaico, Chipre estuvo dividida en una serie de reinos. Textos neoasirios de época del reinado de Sargón II, a fines del siglo VIII a.e.c., atestiguan la presencia de siete reinos independientes que ofrecieron su sumisión al rey de Asiria hacia 707 a.e.c. En tiempo de Asarhadón (681–669 a.e.c.), se nombran diez reinos y un determinado número de reyes con nombres griegos.
Los griegos consideraron Chipre como un lugar foráneo, en la periferia del mundo oriental, o como parte integrante de éste, que mantenía sus propios y peculiares rasgos y costumbres. Pero a pesar de que nunca fue una parte formal del mundo heleno, Chipre mantuvo cercanos vínculos culturales con Grecia, tanto a través del lenguaje como de las creencias religiosas.
Tales vínculos fueron, incluso extrapolados por mediación de la fundación tardía de mitos que reivindicaban cercanas asociaciones a Grecia. Es así que se mantuvo que Afrodita hubiese nacido del mar cerca de Pafos (Hes., Teog., 190-210), si bien la diosa tuvo su propia prehistoria chipriota.
Durante la segunda mitad del siglo VI a.e.c., Chipre fue conquistada, según narra Heródoto, por el faraón egipcio, a la sazón Amasis, aunque poco tiempo después cae en manos de los persas. De acuerdo al mismo historiador de Halicarnaso (V, 105-115), los chipriotas participaron en la Revuelta Jonia contra la soberanía persa a comienzos del siglo V a.e.c., pero permanecieron bajo el control persa. Se sabe muy poco de la subsiguiente historia de la isla hasta que cayó en manos de Alejandro y sus generales a gines del siglo IV, con la excepción del período de Evágoras I de Salamis (411-374 a.e.c.), cuyo liderazgo fue pregonado, e idealizado, por Isócrates.
Durante el primer milenio a.e.c. Chipre mantuvo cercanos contactos culturales y comerciales con Grecia  y con otras regiones del Mediterráneo. La cerámica griega fue importada a Chipre desde la Edad del Bronce y durante la del Hierro, en especial desde Eubea. Jarras globulares y platos, otras piezas con decoración negra sobre rojo y vasijas con forma de ave, fueron producidas en Chipre. El denominado aríbalo espagueti, un pequeño frasco de perfume de los siglos VIII y VII a.e.c. estuvo muy distribuido en el occidente y se ha encontrado en abundancia en Rodas (probablemente producido por fenicios chipriotas). La forma se origina del repertorio fenicio de pequeños frascos, en tanto que la decoración es específicamente chipriota en su estilo. 
Los ceramistas eubeos produjeron platos semicirculares, una forma nada popular en Grecia, pero muy apreciada en Chipre y en el Próximo Oriente. Probablemente fueron elaboradas pensando en el mercado chipriota. Desde el siglo VII a.e.c. numerosas importaciones desde varios centros de producción en la costa de Anatolia aparecen en centros mayores de Chipre. Los estilos de cerámica griega comienzan a dominar el ámbito pictórico chipriota.
Desde el final del siglo VI a.e.c. Chipre estuvo importando regularmente vasijas de figuras negras y rojas desde Atenas. Varios enocoes globulares de cuello largo, modelados siguiendo las formas chipriotas fueron encontrados en lugares como Marion y Amathus. En este período pueden identificarse rutas comerciales. Un conjunto de cerámica ática de Sición tiene notables similitudes con otras piezas contemporáneas de Al Mina, un centro mercantil mayor de la época, lo cual implicaría una posible ruta desde Atenas a Sición vía Al Mina.
Durante este tiempo comienzan a verse en Chipre otros materiales de influencia cultural griega, especialmente de la Grecia oriental. Es el caso de los capiteles jónicos y de estatuas de korai, sobre todo las de Salamina, que son cercanas en su estilo a los tipos greco-orientales. Los propios escultores chipriotas produjeron, a su vez, trabajos para la clientela de la Grecia oriental, quien dedicaba esos objetos fabricados por los chipriotas en sus santuarios marítimos. Artesanos foráneos estuvieron, asimismo, trabajando en Chipre, como el caso de los escultores eginetas.
En la glíptica, los chipriotas complementaron su propia producción con importaciones provenientes de la Grecia oriental. Incluso expandieron sus repertorios con tipos que imitaban los estilos greco-orientales. Los vínculos con las ciudades-estado de la Grecia oriental se vieron facilitados por la incorporación de la isla al imperio persa. A pesar de la conquista militar persa hubo intercambios, sobre todo de terracotas o estatuaria en metal, de manufactura chipriota que era transportada a Asia Menor, Fenicia y Egipto. 
Por su parte, la moneda fue introducida en Chipre por Evelton de Salamina (560-525 a.e.c.) durante la segunda mitad del siglo VI a.e.c. De tal modo, rápidamente otros reinos comenzaron a acuñar sus propias monedas. En el corpus numismático chipriota se observa el uso del silabario griego en las leyendas monetales.
La actividad griega en Siria y el Levante pudiera trazarse, de modo tentativo, desde el siglo XI a.e.c. En las siguientes dos centurias se observa un incremento en la cantidad de cerámica griega, mayormente de Eubea, aunque también de las Cícladas, Ática y, tal vez, Argos, en tanto que figurillas de terracota, trabajos en metal y marfiles tallados próximo-orientales empiezan a circular en Grecia. Además de este ámbito comercial, de las fuentes literarias se deduce que durante este tiempo algunos griegos se emplearon como mercenarios en los ejércitos orientales, así como artesanos y consejeros letrados patrocinados por algunos reyes orientales. Por medio de todas esas interacciones los griegos adoptarían estilos y motivos artísticos próximo-orientales y egipcios en sus repertorios. 
Los pintores de vasos atenienses del siglo VIII a.e.c. empezaron a representar animales próximo-orientales, el motivo del árbol de la vida y escenas de banquetes con tañedores de lira sobre vasijas de uso funerario. No se debe olvidar que los griegos aprendieron el alfabeto de los fenicios durante esta época, e integraron ideas y prácticas orientales en sus propias observancias y creencias religiosas. Los artesanos corintios, inspirados por el trabajo sobre metal y las artesanías minuciosamente modeladas, en especial marfiles y estelas de piedra, popularizaron en Grecia unas formas cerámicas en miniatura y una decoración cerámica incisa durante el siglo VII a.e.c.
Aunque los griegos no establecieron colonias en las costas del Mediterráneo oriental, la arqueología indica que desde el siglo VIII a.e.c. Grecia estuvo inmiscuida directamente en el Próximo Oriente a través de un comercio regular, una actividad focalizada sobre la línea costera nororiental del Mediterráneo. Restos del Geométrico Tardío han sido hallados en sitios costeros como Kinet Höyuk, Tarso y, sobre todo, Al Mina, un lugar que sirvió como puente para que las piezas llegasen a asentamientos a lo largo del Orontes y a poblaciones al norte de Siria[1]. Tipos similares se han encontrado, aunque más esporádicamente, a lo largo de la costa levantina, en sitios como Ras el Bassit, Ras Ibn Hani, Tabbat al Hamman, los puertos fenicios de Tiro y Sidón, y en asentamientos del interior como Samaria y Megiddo, además de las capitales de los filisteos, Tel Miqne-Ekron y Asquelón. 
Siguiendo la costa desde Al Mina se encuentra Ras el Bassit, un asentamiento que, en origen, se identificó como una colonia griega de Posidonia, a pesar de que la evidencia arqueológica para sustanciar que el sitio fue una colonia griega es mínima. Allí aparecieron un par de vasos inscritos con nombres jonios, lo cual puede evidenciar no más que la presencia de comerciantes jonios en el lugar. No obstante, las inscripciones pudieran presagiar el influjo de un sustancial corpus de cerámica griega durante el siglo VI a.e.c., el cual reflejaría una abundancia de importaciones griegas desde un cúmulo de localidades no atestiguadas localmente, como pudieran ser Clazómene, Atenas, Quíos y Mileto. Una construcción de este período se identificó como una vivienda de un mercader. Este hecho ha permitido sugerir que Ras el Bassit contó con un enoikismos griego, o asentamiento de griegos, entre otros grupos, durante la sexta centuria antes de la era.
También se ha sugerido la presencia de residentes griegos en Tell Sukas. Una habitación rectangular de un templo con un altar y un receptáculo para ubicar una estatua cultual en madera, construido dentro de un temenos vallado, se ha datado en el siglo VII a.e.c. La versión del siglo VI de la edificación, en forma tripartita, contenía unos restos inscritos con la expresión halios emi, lo que sugirió que el templo había sido dedicado por esta época a Helios.  Durante esa misma centuria, algunos azulejos de techo en terracota, descubiertos en cementerios y quizá usados para cubrir tumbas, no desentona con ciertas prácticas asociadas con costumbres funerarias griegas. Sin embargo, ni el templo ni los enterramientos pueden considerarse, con firmeza, una evidencia de presencia de griegos. Lo más probable es que el templo fuese un santuario fenicio a Rashaph, a quien los griegos asociaron con Helios-Apolo, y al que hacían dedicaciones ocasionales.
La variedad y la naturaleza de los bienes griegos, así como las inscripciones en los asentamientos sirios y en el Levante, sugieren que hacia el siglo VII a.e.c. estas comunidades eran asentamientos culturalmente mixtos que daban la bienvenida a comerciantes y artesanos de todas partes del Mediterráneo. En este tiempo, el comercio cerámico se desarrolló particularmente con la Grecia oriental, en concreto a través de la circulación de ciertos tipos de copas jonias, enocoes del Estilo del Macho Cabrío Salvaje, ánforas para el transporte y vasijas para cocinar. El intercambio comercial entre el Mediterráneo oriental y Corinto fu secundario. Los artesanos del Próximo Oriente fueron bien recibidos, muy especialmente, en los asentamientos griegos de Asia Menor, en los que existe evidencia de artesanos joyeros del norte de Siria así como ceramistas fenicios y chipriotas.
Ya se dijo anteriormente que algunos griegos trabajaron como mercenarios en el Mediterráneo oriental, pagados por dinastas próximo-orientales y egipcios. Entre los siglos X y VII a.e.c. la costa oriental del Mediterráneo fue cayendo, de modo gradual, bajo el control de los neoasirios y neobabilonios. Las referencias literarias indican que los griegos participaron en la revuelta cilicia contra el rey asirio Senaquerib entre 705 y 696 a.e.c., y que los griegos sirvieron, así mismo, en el ejército de Babilonia. La evidencia arqueológica, sin embargo, es escasa. Se pueden mencionar, la greba y un escudo de finales del siglo VII hallados en Carkemish, y una representación pictórica sobre una vasija de plata hallada en Amathus, en Chipre.
En cualquier caso, el descubrimiento de cerámicas griegas de cocina en diversos asentamientos próximo-orientales ha sido interpretado como la evidencia de la presencia de mercenarios griegos en la región (es el caso, por ejemplo, de Tel Kabri and Meşad Hashavyahu).  Del mismo modo, también se ha postulado Al Mina como un lugar en el que hubo una comunidad de mercenarios griegos.
El declive del Reino Neoasirio permitió el dominio neobabilonio de la costa del Mediterráneo Oriental, aunque por un corto período de tiempo, entre los siglos VII y VI a.e.c. Ahora se observa una completa ausencia de material griego en la región meridional del Levante, y no será hasta finales de la sexta centuria, con el comienzo de la dominación persa del litoral oriental, cuando se reasuman los contactos greco-levantinos. Inicialmente, el influjo de objetos griegos viene condicionado por la presencia de cerámicas de Quíos y Samos, en particular, ánforas, aunque muy rápidamente se ven sustituidas, ya en el siglo V a.e.c. por vasos atenienses, que dominarán el mercado de vasijas suntuosas. También se aprecian objetos coroplásticos en terracota, ejemplos de estatuaria e, incluso, moneda ática.
En ese mismo siglo, el papel de Al Mina como el lugar de transferencia entre la costa y el interior, concretamente hacia el sector nororiental del Mediterráneo, se consolida. Ahora, se constata la presencia de grandes construcciones que pudieron servir de almacenes, en tanto que es la cerámica ática la que mayormente pasa a través del puerto, si bien las piezas de la Grecia oriental, específicamente de Mileto y áreas adyacentes, continúan vendiéndose en los mercados.
Durante la mitad del siglo V a.e.c. la cerámica de figuras rojas sustituye la de figuras negras. El repentino cese de las importaciones de vasijas áticas en el siglo IV a.e.c. se debe, sin duda alguna, a las dificultades económicas que en este momento sufre Atenas, aunque también refleja los cambios de gusto locales motivados, tal vez, por la política económica ptolemaica. La distribución en otros sitios del litoral levantino sugiere que los mercaderes empezaron a  usar una ruta comercial que se desplazaba de norte a sur.
En el siglo IV a.e.c., sin embargo, existen algunas evidencias de griegos trabajando en el Mediterráneo oriental. Los reyes de Sidón emplearon griegos en la elaboración de sarcófagos figurados, mientras que muchas narraciones literarias señalan el empleo de mercenarios griegos durante el período de predominio persa en la región.



[1] El sitio de Al Mina, fue para algunos autores (J. Boardman) un emporion fundado por griegos de Eubea durante el siglo VIII a.e.c. Su interpretación se fundamentó en la observación de que la cerámica griega parece haber sido usada casi de modo exclusivo durante el estrato de ocupación más antiguo del sitio (datado por el conjunto cerámico a mediados del siglo VIII a.e.c.). No obstante, un factor complejo en Al Mina resulta de la constatación de que en los estratos subsiguientes de ocupación aparece cerámica chipriota y fenicia, que suele datarse en la segunda mitad del siglo IX a.e.c.

1 de julio de 2016

El comercio en el mundo de los Hititas

Los intercambios comerciales hititas con las potencias foráneas del momento debieron conducirse, de modo casi exclusivo, a través de los centros de las costas del Levante y de Cilicia. Durante el Reino Antiguo hitita las campañas del rey Hattusili I en Siria pudieron haber facilitado el acceso hitita a las mercaderías internacionales que encontraban sus mercados en esta región. Bienes del Egeo, Egipto y el Próximo Oriente debieron ser frecuentes en las rutas comerciales a las que los hititas accedieron. Las campañas de Suppiluliuma en el norte sirio (siglo XIV a.e.c.), así como el establecimiento de una red de reinos vasallos de los hititas en la región, debieron facilitar también el transporte y comercio de mercancías entre los puertos de la costa levantina, sobre todo los de la costa de Ugarit, y el territorio hitita.
Los textos indican contactos comerciales entre Hatti y Babilonia, Mitanni, Asiria, la zona Sirio-Palestina, Chipre y Egipto, si bien el registro arqueológico es escaso y no permite entrever los productos que se intercambiaban. Algunos ejemplos podrían ser ciertas piezas cerámicas de Chipre y el norte de Siria, varios sellos cilíndricos babilonios y un escarabeo en alabastro egipcio, objetos todos ellos aparecidos en sitios anatólicos. Sin embargo, su escasa cuantía no evidencia necesariamente una actividad comercial reguilar. También es posible, no obstante, que ciertos productos fuesen consumibles muy perecibles en el registro arqueológico, como diversos granos, perfumes, textiles y aceite de oliva, que apenas dejan huella.
Se sabe de la probable exportación de expertos profesionales desde Egipto y Babilonia, quizá como consultantes, así como escribas y practicantes de la adivinación desde Babilonia. También los caballos, desde Mitanni, Egipto y Babilonia, y, probablemente del occidente anatólico, pudieron ser exportados hacia territorio hitita. Los cargamentos de grano desde Egipto se hicieron constantes, sobre todo desde la firma del tratado entre Hattusili III y Ramsés II. Se puede deducir el carácter regular de esos envíos a partir de la afirmación de Merneptah señalando el embarque de grano hacia Hatti para mantener viva aquella tierra[1].
El transporte de mercancías desde la costa hasta el territorio neural hitita parece haber estado en manos de los mercaderes de Ura, quienes actuaban como agentes del rey hitita para organizar el embarque de los bienes desde Ugarit a Ura y de ahí al corazón del reino hitita. En consecuencia, el comercio internacional hitita estuvo en manos de intermediarios y operadores extranjeros.
Los minerales, especialmente el cobre, la plata y el oro se sacaban de minas de la Anatolia central y de otras áreas bajo el control hitita. De este modo, significativas cantidades de tales metales pudieron haber sido exportados por el reino hitita, pero sobre todo como pago por otros bienes recibidos.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCAB-UCV. FEIAP-UGR. 1 de julio del 2016.



[1] Puduhepa, en una de las cartas a Ramsés II remarcaba que no había grano en sus tierras, una solicitud diseñada para persuadir al faraón para que agrupara, tan rápido como fuera posible, caballos, vacas y ovejas como dote para la princesa hitita que se le iba a enviar como futura esposa.  Las urgencias de grano pueden también deducirse de la carta despachada desde la corte hitita durante el reinado de Tudhaliya IV al rey de Ugarit (Niqmaddu III o bien Ammurapi), en demanda de una tripulación y un barco para el transporte de varias toneladas de grano desde Mukis a Ura y, desde allí, a través de la costa sur de Anatolia, hasta el territorio de Hatti.