27 de enero de 2017

Sapiens en migración: desde el corredor del Nilo a la conquista de Europa (III)


En la imagen la Venus de Kostenki (Cultura Kostenki-Avdeevo), realizada en caliza y datada entre 23000 y 20000 años.

Un poco después de la introducción del arte parietal se halla evidencia casi irrefutable de deliberados enterramientos humanos por primera vez, acompañados de adornos y diversos artefactos, indicio seguro de alguna creencia en la otra vida. Su aparición, en un momento climático complejo y de fuerte estrés poblacional, puede implicar que la muerte se convirtiera en un evento de opresiva regularidad para la gente de Europa. De tal modo, el deseo de negarla debió haber crecido, en cierta medida, como una reacción natural.
Para la gente, inhumar un cuerpo en un lugar específico bajo tierra y decorar el cadáver con bienes que nunca volverán a ver, debió haberse conformado como una poderosa idea: la de que podrían, en algún sentido, superar la muerte o, al menos, proveer otra vida más allá de esta. Podríamos encontrarnos ante un modo de rehusar aceptar la inevitabilidad de la muerte; una desesperada negación del destino que deben encarar los miembros de cada especie viva. En definitiva, rechazar la muerte supondría desafiar a la naturaleza.
Las tumbas más antiguas, con cuerpos cuidadosamente ubicados y bienes funerarios a su alrededor, a menudo cubiertos de ocre rojo, se hallan en Europa central alrededor de hace 30000 años. La inhumación debió ser un ritual a menudo reservado para gentes de especial preponderancia. El número y la clase de bienes funerarios podrían indicar el estatus del fallecido.
Algunas sepulturas son simples. Es el caso de la Caverna Grimaldi, en Italia, datada en 25000 años, que muestra, en sus distintos niveles, figuras con simples bandas de hueso en la cabeza y en los brazos. Pero otras tumbas son muy complejas, como la que contiene un esqueleto de un varón, datado en 23600 años, hallada en Brno (Moravia). El esqueleto apareció rodeado de colmillos de mamut, de costillas y un cráneo de rinoceronte, dientes de caballo y más de seiscientos fósiles, caparazones, discos de piedra perforados, y otros de marfil, astas de ciervos pulimentadas y una figurilla masculina de marfil. Todo ello se encuentra cubierto de ocre rojo.
El enterramiento más sorprendente es el del gran yacimiento al aire libre de Sungir, en las bancadas del río Kliazama, al noreste de Moscú. En ese yacimiento, hace 28000 años fueron inhumados en el permafrost helado once personas, no todas al mismo tiempo, pero con escaso intervalo entre ellas. Ocho de ellas están representadas únicamente por algunos restos fragmentarios y parecen haber sido inhumados de modo intencional, aunque no hay señales de bienes funerarios u ornamentos. Los otros tres, un varón de unos sesenta años, y dos niños, uno varón de unos doce años y el otro una hembra de unos nueve, recibieron un trato muy especial.
El adulto, con sus manos juntas sobre la pelvis, fue vestido con pieles y adornos de cuero. Además aparece ornado con casi tres mil pequeñas y redondas cuentas de marfil del tamaño de una perla alrededor de su cabeza, en la forma de una corona, y varios dientes de zorro ártico. Alrededor del cuello una suerte de collar de esquisto pintado de rojo con un pequeño punto negro en una de sus caras. Sobre sus brazos y bíceps fueron colocados veinticinco brazaletes de marfil de mamut, pulidos y decorados con pintura roja y negra. El niño, por su parte, enterrado estirado y en posición supina, cabeza a cabeza con la niña, se muestra decorado con varios miles de cuentas de marfil, una corona, anillos de cuentas bajo sus rodillas, un pendiente de marfil con la forma de algún animal indeterminado, marfiles en su garganta y lo que parece ser un cinturón ornado con más de doscientos dientes de zorro perforados en su cintura.    
Cerca de cada cuerpo había bienes funerarios, que incluían armas, plausiblemente para que acompañasen (tal vez al adulto) en la otra vida. Más allá del chico se encontraba un delgado hueso humano pulido, cubierto con ocre rojo. Bajo su hombro izquierdo se halló una pequeña escultura en marfil de un mamut, quizá un pendiente, y una figurina en forma de caballo decorada también con ocre rojo. Un poco al margen de cada cuerpo había dos lanzas hechas de colmillo de mamut, muy probablemente ceremoniales.
Al lado de la niña apareció un disco circular de marfil con un anillo de otros ocho huecos alrededor, en el clásico modelo de roseta. El patrón de roseta es familiar a ciertas antiguas culturas históricas (Creta, Micenas, Egipto), en donde se creía que simbolizaba al sol y se empleaba como un ornamento funerario. 
Este tipo de enterramiento, con tres cadáveres especialmente cuidados, es el propio de una sociedad que tuvo la profunda necesidad de honrar a su gente más favorecida, poseyó una casi segura creencia espiritual en la otra vida y, tal vez, creyó en la resurrección. Además, representa la más antigua evidencia de un sistema de jerarquía en la sociedad sapiens. El tipo de hallazgo y sus características es confirmado en bastantes otras inhumaciones europeas en las proximidades de esta época, como son los casos de el yacimiento de La Madeleine, en Francia, la Grotte des Enfants en Italia o el sitio de Mal'ta, en Siberia.
Los niños de este enterramiento probablemente no tuvieron tiempo de alcanzar un especial estatus. Es así que se piensa que pudieron haber sido sacrificados para acompañar al varón adulto a la otra vida. Sin embargo, ello no explica que hayan sido profusamente ornados, a menos que también gozaran de algún tipo de estatus desconocido o fuesen parientes cercanos del cadáver adulto.
La estratificación social fue probablemente inevitable en sociedades con severa presión demográfica y con una regular competencia, quizá conflicto abierto, en relación a la caza de animales. El éxito de la caza se convertirá en una necesidad. Los elementos de vida y muerte serán importantes y en ellos se implicarán dos grupos de personas. La división del trabajo propiciaría una elemental jerarquía de dos niveles de personas de estatus mayor y menor. Por un lado, gente vinculada principalmente con la planificación y control; y por el otro personas relacionadas básicamente con la conformación de elaborados y misteriosos rituales de caza mágica, conducidos por unos pocos “maestros de la ilusión”, es decir, brujos y chamanes.
Lo que extendería, finalmente, la distancia en prestigio y poder entre unos pocos y el resto sería el control de las ceremonias, que ayudaría a la consolidación del estatus de algunos miembros de la sociedad, y que se encuentra en la base de los conflictos internos.

Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia-Doctorado en Ciencias Sociales, UCV
Escuela de Letras, UCAB. Maestría en Historia de las Américas
FEIAP-Granada.

20 de enero de 2017

Sapiens en migración: desde el corredor del Nilo a la conquista de Europa (II)


Imagen: una inhumación de tres adultos (dos varones y una mujer), en Dolni Vestonice, República Checa. Portan colgantes fabricados con colmillo de zorro polar, brazaletes y diademas. 

La más antigua, e incontestable evidencia de sapiens en Europa se encuentra en Pestera cu Oase, en Rumanía, yacimiento datado entre 36000 y 34000 años, y Kostenki, en Rusia, fechado en 36000 años. Tras ellos hay un número de sitios con restos óseos que muestran que el sapiens se desplazó por Europa de manera considerable. Es el caso concreto de Abri Tapolca en Hungría, Bacho Kiro en Bulgaria, Silicka Brzova en Eslovaquia, Cromagnon en Francia, Kelsterbach en Alemania, y la Caverna Kent en Inglaterra.
A pesar la ausencia de ciertos restos humanos para el largo período que se extiende desde 45000 a 36000 años, los arqueólogos confían en los varios yacimientos con herramientas y artefactos para trazar las rutas levantinas e indicar así los movimientos de sapiens hacia Europa. Un ejemplo notable se encuentra en el conjunto lítico hallado en una gran caverna denominada Temnata, en los Balcanes (en el noroeste de Bulgaria), que se data en 46000 años. Este conjunto es muy similar al del sitio de Boker Tachtit, en el Neguev, de hace 49000 años. La conexión es confirmada a través de otros similares conjuntos líticos encontrados en un número importante de sitios de Europa oriental, desde Austria a Rusia, que se datan entre 46000 y 40000 años (Istállóskö, Bacho Kiro, Bohunice, Mladec, Szeleta, Stranski Skala y Willendorf II). En todos ellos las herramientas son bastante diferentes a las elaboradas por neandertales y, por extensión, también debió ser diferente el proceso de pensamiento empleado en relación al usado por las poblaciones neandertales, que vivían en la misma época en esas mismas áreas.
Hay pocas dudas al respecto de que esta rápida y extensiva transferencia de tecnología fue el resultado de sucesivas migraciones de sapiens desde el Levante, siguiendo los ríos mayores de la Europa oriental, Dniéster, Dniéper, Desna, Don, Danubio, hasta llegar a Italia, Francia y España (Fumane, hace 44000 años, Abri Pataud, hace 40000 y L'Arbreda, hace 42000, respectivamente).
Los sapiens acabarían por arrinconar a los neandertales, y sacarlos de competencia, en todos los lugares en donde coexistieron. Fueron los sapiens más numerosos, más viajados, con mayor y más selectiva capacidad cazadora, con mayores conjuntos de armas y, por tanto, mayor experiencia en matar toda clase de mamíferos, con un lenguaje, se presume, que les ayudaría a coordinar a los grupos de caza, y con una mayor experiencia en la adquisición de alimentos, que incluyen el pescado y las aves. 
En todas las cavernas en Europa en donde ambas poblaciones coexistieron las capas más bajas son aquellas de cultura neandertal, cubiertas por las superiores de cultura sapiens, sin que medie entre ambas un gran lapso de tiempo.
En los comienzos, la cultura sapiens era, en muchos aspectos, como aquella del Levante, si bien con muchas variaciones locales en los diferentes asentamientos europeos. Pero rápidamente se desarrolló de modo extensivo, más especializado y con técnicas más eficientes en la producción de útiles, alargando los tipos y el número de hojas y puntas, además de comenzar a usar nuevos materiales y desarrollar nuevos rituales.
Hace 40000 años se convirtió en una distintiva cultura europea, la Auriñaciense, que claramente descendía de la cultura moderna procedente de África y el Levante, aunque con una más avanzada complejidad y sofisticación, que conllevaba mayor capacidad de producción y un mayor cuidado en la ornamentación y el embellecimiento.
El clima mayormente seco y frío fue un clima ideal para las estepas herbáceas y los bosques abiertos de coníferas, que desplazan los densos bosques de vastas áreas de Europa y Asia central en las latitudes medias, y se convierten en lugares ideales para un gran número y variedad de animales como el lobo, el conejo, la liebre, la marmota y otros más pequeños.  Pero también los son para mamíferos de gran tamaño que prosperan en las planicies herbáceas, como mamuts, rinocerontes, hipopótamos, elefantes, antílopes, bisontes, caballos, ciervos o íbices. Era un clima, en definitiva, muy apropiado para los cazadores humanos.
En virtud de la proliferación de presas, los sapiens llegan a convertirse en depredadores a gran escala y con una habilidad sin precedentes. Establecen una compleja cultura de conquista de gran impacto sobre el medio ambiente circundante. Practicaban una caza no oportunista, (a diferencia de los neandertales), y, por tanto, selectiva y estratégica, lo que implicaba un cambio cualitativo tanto en la percepción como en la utilización de la naturaleza, si se compara con los modos empleados por los Neandertales. Esta es, sin duda, una razón de peso significativa para comprender el éxito de los sapiens.
Para explotar este abundante conjunto de animales las sociedades Auriñacienses incrementaron e intensificaron las estrategias de caza, a tenor de la presencia de huesos largos de herbívoros  en muchos yacimientos de sapiens. Un signo de este aspecto es un más extenso conjunto de armas que el de sus ancestros levantinos. Muchas piezas tuvieron un extenso rango de funciones y formas; hubo diferentes armas para distintos animales. Además, varias nuevas herramientas fueron elaboradas, no tanto para la caza como para tratar la pieza una vez capturada, como el caso de los cuchillos de hoja larga con mangos de hueso para desmembrar las carcasas de los animales cazados.
Precisamente, otro signo de la intensidad de la caza practicada por el sapiens estriba en el sistemático trabajo practicado sobre las pieles. Los restos de lobos y zorros en yacimientos de la Europa oriental y de Rusia  (Avdeevo, Eliseevichi I, Kostenki, Mezhirich o Mezin) son extremadamente abundantes, lo cual es un indicador muy plausible de que más que cazados estos cánidos eran capturados para  poder usar sus pieles.
El pedernal fue un material tan crucial para los cazadores Auriñacienses que no dudaron en recorrer grandes distancias para adquirirlo, algo que los neandertales jamás hicieron.
En el sitio de Dolni Vestonice, en le República Checa, al sur de Brno, se constatan desplazamientos (hasta la Polonia y Hungría actuales), para conseguir pedernal de alta calidad, así como obsidiana para emplearlos en el noventa por ciento de los útiles allí encontrados. Esto no significa, en cualquier caso, que la extensa área cubierta por los habitantes de Dolni fuese su exclusivo territorio de caza, aunque es probable que se encontraran con otras poblaciones semejantes. Las necesidades, además de las habilidades, para crear vínculos y alianzas con otras gentes, pudieron hacer posible las ayudas en casos extremos (una sequía local, un invierno muy severo) y la devolución de favores previos. De hecho, esta reciprocidad solidaria todavía hoy se constata entre poblaciones como los Kung del Kalahari o los Loikop de Kenia.
La cultura Auriñaciense fue la primera en emplear de manera intensiva el hueso, el asta y el marfil, de animales como el mamut, el rinoceronte y el ciervo, además del bisonte, los zorros y liebres. Se destacan, especialmente, las puntas de lanza hechas en estos materiales. Todo este esfuerzo en beneficio de una caza eficiente al máximo. Las lanzas pudieron haber sido armas esenciales para la caza de grandes y poderosos animales como el bisonte o el mamut.
La punta de lanza de asta de ciervo o de marfil con base para un mango más antigua se halló en el yacimiento de Istállóskö, en Hungría, y se ha datado en torno a 44000 años. Esta arma llegó a convertirse en una marca cultural en los siguientes 17000 años. Unas cincuenta puntas de lanza de asta se hallaron en uno de los niveles de Abri Blanchard, y otras setenta y cinco en Isturitz, ambos sitios en el sur de Francia.
El uso de hueso, asta y marfil de mamut también fue clave en la fabricación de ornamentos, como cuentas y pendientes, sobre todo a partir de dientes de animales (zorros principalmente) y de conchas marinas. Algunas evidencias se encuentran en dientes partidos de lobos y zorros de Bacho Kiro, de 43000 años de edad, así como en dientes de diversos animales en la cueva de El Pendo, en España, de 40000 años de antigüedad. Su abundancia y elegancia sugieren que estos adornos habrían tenido un rol esencial, quizá como un medio para representar creencias, identidad social y valores.
Un indicador clave de la presencia y valor de los ornamentos (cuentas, pendientes) desde España a Rusia, es que fueron fabricados en casi cualquier material, esquisto, esteatita, hematita, pirita, lignito, talco y hasta coral, además de dientes, marfil y hueso (de mamut, castor, ciervo rojo, bisonte, hiena, zorro) y caparazones de animales marinos.  Otro fue la profusión de tales adornos, como se evidencia en varios sitios del sur de Francia (Blanchard, Castenet, de la Souquette, fechados entre 34 y 32000 años), en donde se han hallado cerca de mil cuentas de piedra y marfil e incontables conchas marinas, lo que evidencia una compleja secuencia de producción. Uno más estriba en la distancia de procedencia de los materiales, las materias primas con las que se fabricaban las cuentas. En Kostenki, en las cercanías del río Don, los caparazones de moluscos procedían de la costa del Mar Negro, mientras que en Pavlov, en la zona de Moravia de la República Checa, los caparazones allí encontrados se piensa que proceden de la región norte del Mar Adriático.
La relevancia de la ornamentación va más allá de la difusión de una identidad individual o grupal. Es muy probable que el adorno jugase alguna clase de función política o social, estableciendo roles y jerarquías entre los miembros de las bandas y tribus. Las decoraciones de este período, además de evidenciar sistemas complejos de significado y acción social, también muestran la posibilidad de nuevas clases de sistemas sociales, presumiblemente más intrincadas, además de organizaciones desarrolladas necesarias para asegurar la cohesión interna y gestionar la tensión y estrés de la caza, incluso en las condiciones climáticas más severas.
Un nuevo y poderoso fenómeno cultural que también apunta a los efectos de la presión medioambiental apareció en la sociedad sapiens no mucho después del uso extendido de la ornamentación. Se trata del surgimiento del arte, esculpido, grabado, pintado, que comenzaría en torno a 35000 años (la Cueva Chauvet, la más antigua con registro de arte se data entre 36 y 35000 años[1]), y que continuaría a través de Europa durante los siguientes veinticinco milenios.
Existieron diferentes clases de arte para distintos propósitos. En general, todos ellos parecen haber estado orientados hacia alguna forma de magia, pues se trata de imágenes que podrían ser manipuladas a favor de un determinado fin humano. Las pequeñas figuras esculpidas, por ejemplo, encontradas profusamente en todo el occidente europeo y en Asia central, en especial a lo largo del Danubio y sus tributarios, representan una amplia gama de formas humanas y animales. Se trataría de animales de presa de toda clase, aunque con preferencia por el mamut, además de algunos felinos, mujeres individualizadas y partes del cuerpo femenino, más raramente hombres y falos con cierta frecuencia.
Se piensa que la mayoría de las figuras de animales serían ejemplos de tótemes que podrían cargarse y emplearse en la magia para la caza[2]. Muchas de ellas muestran señales de haber sido usadas repetidamente, como es el caso de las figurillas de marfil de bisonte, mamut y caballo del sitio de Vogelherd, en Alemania.
Algunas otras pequeñas esculturas, en específico aquellas del área morava de la Europa central y el Danubio superior en el suroeste de Alemania, representan carnívoros, en especial leones y osos. Aunque esos animales no eran usualmente cazados pudieron haber sido objeto de cierta clase de magia, en particular aquella empleada para dispersar su peligro o encarnar su poder.
Sin embargo, no todas las esculturas Auriñacienses incluirían magia para la caza. Es lo que ocurre con las casi doscientas figurillas de mujeres desnudas, bulbosas y con pechos y vientres exagerados, que se denominan figurillas Venus, y que tal vez pudieron ser usadas para algún tipo de magia reproductiva o de la fertilidad.
En dos sitios adyacentes en Moravia, en laderas de Colinas, Pavlov y Dolni Vestonice, ocupados hace 28000-27000 años, existen evidencias de los primeros ejemplos de fabricación “cerámica”, aunque no de vasijas, sino de una forma, quizá única, de piezas de caza mágica. En Dolni Vestonice se han evidenciado dos hornos al aire libre, excavados en el suelo, y con miles de fragmentos de figurillas de arcilla en su interior[3]. En un área cercana hay otras casi cuatro mil figuras, la gran mayoría de animales, moldeadas con el loess local.
Muchas figuras medio humanas y medio animales fueron muy representadas en el arte (hayan sido chamanes o humanos que adquirían características animales). Lo mismo ocurre con figuras con grandes genitales o líneas en forma de U (tomadas como vulvas), o con animales preñados o copulando. Todo ello podría haberse hecho con la intención de asegurar, presumiblemente, una fertilidad continuada.
Los animales parecen vivos; semejan estar respirando, relajados o tensos, y prestos para iniciar el movimiento. El arte, bien en pintura o escultura, incluye cualquier forma de esfuerzo humano con el fin de controlar la naturaleza y extender el dominio homínido. De un modo simbólico, los seres humanos llegarán a estar incluidos en nuevas relaciones con el mundo animal o, al menos, intentarán extender las viejas relaciones de nuevos modos. Podría tratarse de un primer paso hacia la independencia a gran escala del mundo natural. Una independencia de un ecosistema de cuyos vínculos dependían para su sostenimiento vital. 
La rápida emergencia del arte tuvo que haber sido una respuesta a cierta extraordinaria clase de nueva presión. Se han señalado, por parte de casi toda la comunidad científica, dos fenómenos como los que habrían creado las condiciones propicias para que la gente se viese forzada a crear rituales y ceremonias alrededor de pequeñas esculturas de marfil o de pinturas de animales en las paredes rocosas de las cuevas. 
Uno de ellos se refiere al clima. Estaríamos hablando de un clima más frío, acompañado por una drástica disminución de las precipitaciones, con presencia de veranos secos e inviernos que pudieron limitar el crecimiento de las plantas. Muchas poblaciones, en consecuencia, se habrían desplazado hacia el sur. Únicamente dos regiones proveen las condiciones suficientemente benignas para garantizar un gran número de presas, aquellas de las que más depende la población: el suroeste de Europa, concretamente, el sur de Francia y la costa cantábrica de España, además de la estepa rusa del sureste, en especial en los valles de los ríos Dniéper y Don.
Aquí, abundaba la tundra herbácea y árboles como los   sauces y olmos en los valles. Gran número de animales árticos se adaptaron (mamut, caballo); además animales como el bisonte, el rinoceronte o el ciervo rojo se movilizaron hacia estas áreas para alimentarse de hierba. La gente siguió a los animales, sobre todo aquellos que actuaban suficientemente rápido para huir de los largos y fríos inviernos del norte, asentándose en los valles de los ríos, en donde estarían protegidos de los vientos glaciales, tendrían agua en abundancia y pasto suficiente durante sus migraciones anuales. 
Los lugares más hospitalarios fueron los estrechos y profundos valles a lo largo de los ríos del suroeste de Francia (Garona, Dordoña y Lot). Aquí las gentes podrían  apreciar las ventajas que proporcionarían las numerosas y profundas cuevas y abrigos rocosos, y capturar las presas animales cuando llegasen a los estrechos corredores rivereños.
Un incremento en el número de personas en esas regiones favorables significaría un incremento de la competencia por los mismos animales salvajes, de manera que la caza podría haber tomado una mayor importancia que antes, en virtud de la prioritaria necesidad de obtener un complemento regular de alimento. En tales condiciones una nueva e intensificada forma de “caza mágica” tal y como la que podría proporcionar el arte, debió ser inevitable.  
Algunas especies animales disminuirían su tamaño corporal y no se adaptarían por completo al clima seco y frío, ante lo cual acabarían extinguiéndose. Este hecho pudo haberse añadido a la presión competitiva sobre las bandas de cazadores e incrementar la necesidad de desarrollar nuevos rituales para expresar y transmitir poder sobre la presa elegida. Para esto, la pintura en particular, pudo haber sido un medio natural profundo convirtiendo a  las cuevas en galerías naturales. Se podría explicar, así, el motivo de que muchas de las cuevas con pinturas parietales en Europa, se hallen ubicadas en el suroeste, en donde las densidades de población habrían sido más grandes.
El otro proceso, quizá más relevante, acompaña y magnifica los efectos del estrés climático. Según los estudios genéticos, la mayoría de los hombres en la población europea actual pueden trazar sus ancestros al Asia central en los últimos 35000 años. La gente que habría migrado desde el Levante a las tierras esteparias de Asia central hace 45000 años, primero se dispersaron hacia el este, en Siberia, hace 40000 años, y luego hacia occidente, tal vez forzados por el clima de la estepa abierta, con sus fieros vientos y heladas temibles, en busca de valles y entornos más cálidos. Viajarían, siguiendo los rebaños de animales, hasta las provincias atlánticas de la Europa occidental alrededor del 35000 antes del presente.
Una migración humana de esta magnitud, como sugiere la preponderancia de los genes asiáticos en Europa, podría haber modificado grandemente la sociedad europea en unos pocos miles de años. Presumiblemente, los nuevos vecinos absorberían las poblaciones sapiens previas que habían venido a través de la ruta mediterránea, desplazando las poblaciones neandertales a su paso y estableciendo la cultura Auriñaciense. De esta cultura no habrían diferido mucho pues, en cualquier caso, procederían de las mismas raíces levantinas
Este proceso presentaría algunas variaciones respecto a los conjuntos líticos Auriñacienses en las diferentes localidades geográficas y en el creciente número de sitios de ocupación sapiens en este período. A esto se añade que el influjo de población en una época de creciente escasez de alimentos provocaría, obviamente, que las sociedades humanas tuviesen que tomar severas medidas para sobrevivir. De nuevo el arte  pudo haber sido una razonable y ritualizada respuesta. Sería una reacción particularizada al gran estrés por mantener la caza bajo las severas condiciones climáticas y de fuerte presión demográfica. La respuesta estaría indicada por la presencia de muy pequeñas y portátiles esculturas y por la total ausencia de pinturas parietales en cuevas, en ese tiempo presentes en otras partes del mundo (Levante, norte y sur de África), lugares en los que tales presiones no existirían.
De hecho, en Levante, siempre hubo abundancia de alimentos en forma de plantas y animales, incluso en los períodos más fríos, y en todo momento contó con una continuada presencia de grupos humanos. Por consiguiente, no se manifestaba ese estrés ni hubo “necesidad” de recurrir al arte. No fue sino hasta hace 13000 años atrás que el área experimentó una presión demográfica, momento en que surgió el arte de la cultura Natufiense como reacción.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Feiap-Ugr. Enero del 2017



[1] Hubo indicadores previos de la capacidad del sapiens para el arte. Es el caso de las piezas de la Cueva Blombos y del caballo inciso en Hayonim. Sin embargo, es hacia las fechas señaladas, momento en que se produce un incremento en abundancia y calidad, cuando surge un nuevo nivel creativo y un mayor grado de relevancia para esas sociedades.
[2] Una de las figuras más inusuales, y también de las más antiguas, está hecha de marfil de mamut y procede de la Caverna Hohlenstein-Stadel en el sur de Alemania. Ha sido datada en 32000 años. Se trata de un cuerpo humano de pie, con prominentes espaldas, pesados brazos y una cabeza semejante a algo parecido a un gato. Usualmente se piensa que podría ser un león y el individuo un chamán o brujo porque estas personalidades, en casi todas las sociedades históricas tribales, portan máscaras de animales para desempeñar sus rituales. Podrían haberlas usado para crear un encanto chamánico, común en el registro etnográfico, para controlar el comportamiento de los animales, curar una enfermedad o cambiar el clima. La pieza pudo encarnar, sin embargo el interés humano en valorar y asumir la fuerza y ferocidad de un animal de tales características, una posibilidad que, en cualquier caso, no anula su posible propósito mágico.
[3] Las figuras rotas, presumiblemente a propósito, pueden ser un ejemplo de alguna suerte de magia que pudo haber tenido un especial significado para los cazadores, quienes, destruyendo las figurillas, tomarían el alma de una figura de animal individual y así en la realidad su contrapartida podría ser más vulnerable en el momento de la cacería. También le podría haber conferido a los cazadores un sentido de inevitable  poder sobre las presas en el futuro. El conjunto de tiempo y esfuerzo tomados para crear y fragmentar las figurillas, una actividad ni utilitaria ni productiva, sugiere que la acción debió haber tenido alguna relevante significación. 

14 de enero de 2017

9 de enero de 2017

Sapiens en migración: desde el corredor del Nilo a la conquista de Europa (I)


 

Imágenes: arriba, un esqueleto profusamente adornado en un entierro en el yacimiento de Sungir, Rusia; abajo, un conjunto de herramientas en hueso del mencionado sitio de Sungir, Paleolítico Superior, de hace unos 30000 años.

El corredor del Nilo debió haber provisto un hábitat natural muy atractivo, y perenne. En este ambiente debieron converger diferentes grupos humanos. El registro arqueológico, por desgracia, no es particularmente abundante, pues muchos de los asentamientos estuvieron en sitios de superficie más que en cavernas.
Se han destacado una serie de rasgos culturales complejos (denominados “cultura Nubia”) en la región hace más de 40000 años. Estarían asociados a nuevos grupos que provendrían del sur, en tanto que muchas de sus características se observan en la cultura del sur de África.
Los fundamentos de esta “cultura” se encuentran en sitios clave, como Nazlet Safaha y Taramsa I. En ellos se ha encontrado evidencia que confirma la actividad estratégica de la caza de subsistencia, puesto que han aparecido un gran número de puntas de proyectil. Tal abundancia, aunado a los conflictos para adquirir la piedra, sugieren también una considerable densidad de población y un contexto apropiado para la interacción social, rasgo característico de la complejidad cultural sapiens.
Una cultura moderna desarrollada es sugerida por la complejidad lítica del conjunto de herramientas y por el modo en que los artesanos planean adquirir la materia prima en determinados lugares y trasladarla para propósitos particulares.
Únicamente un esqueleto ha sido hallado en Taramsa I, y ha sido datado, de modo tentativo, en 55000-50000 años. Además de probar que sapiens fue el responsable de esta cultura Nubia, su hallazgo representa el ejemplo más antiguo de enterramiento de un hombre moderno. Se trata de un ejemplar de chica joven, de unos diez años de edad, encontrada en posición sentada y orientada hacia el este. Si se tratase de un enterramiento deliberado, podría ser un indicio de una cultura que posee alguna idea sobre la vida de ultratumba y de algo cercano a lo que podríamos denominar “religión”, un auténtico marcador cultural.
La presencia de lo que los antropólogos denominan bienes funerarios, como objetos de arte, herramientas, ornamentos diversos, acompañando a los huesos es lo que es tomado como una marca de una verdadera tumba. La ausencia de en el yacimiento de Taramsa I de tales bienes y de cualquier otro artefacto que evidencia un ritual religiosos, y el hecho de que es el único ejemplo anterior en unos 25000 años a enterramientos ciertos aparecidos en el registro arqueológico, pudiera indicar que la disposición de los restos de Taramsa I no fueron una verdadera inhumación.
No se puede, en consecuencia, asegurar que hayan sido esas gentes nubias quienes gradualmente se expandieran y se desplazaran hacia el Levante, si bien el “viaje” no sería largo (de unos pocos cientos de kilómetros) desde los sitios con fósiles de la cuenca del Nilo. Además, la migración podría encajar con el modelo de las migraciones de homínidos africanos previas, incluyendo una que condujo a los sapiens a asentarse aquí en el período comprendido entre 110000 y 70000 años antes del presente, cuando África era especialmente seca y cálida y gran número de mamíferos fueron atraídos por un más húmedo Levante.
Nuevas poblaciones se movilizaron no mucho después de hace unos 50000 años. A juzgar por la clase de herramientas encontradas, marcadas por puntas de lanza (algunas con forma de V), y la sofisticación de las mismas, esas gentes procedían de África. Un soporte de esta perspectiva se encuentra en la clase de esqueletos hallados, que son aquellos típicamente ambientados o criados en zonas tropicales, con largas extremidades y un alto torso que provee grandes áreas de superficie de piel que permitan perder calor, a diferencia de los ambientados a un clima frío, como los Neandertales, de menor estatura.
Además, la reciente evidencia genética, que compara marcadores de cromosomas Y, muestra que uno de ellos, propio de las poblaciones africanas nororientales, es idéntico al de la mayoría de la gente levantina, y que la mutación podría datarse en algún momento entre 50000 y 45000 años, lo cual implicaría  una migración en dirección septentrional sobre esas fechas.
La primera evidencia segura de cultura moderna en Levante se data en 49000 años, concretamente a partir de las herramientas halladas en el sitio llamado Boker Tachtit, en el desierto del Neguev, al sur del Israel actual. Los objetos aquí hallados incluyen muchas puntas triangulares de lanza y diversos útiles de pedernal que marcarán la cultura moderna tal y como se desarrolla en Levante y en Europa. Se trata de cuchillas u hojuelas de piedra, raspadores y buriles usados como perforadores.
Este conjunto de herramientas expandidas y notablemente estandarizadas, con la predominante punta de lanza de diferentes tipos, además de hojas, buriles, medias lunas dentadas, leznas, punzones, morteros, espátulas y piedras de amolar, es un signo de la intensidad con la que las gentes de Boker Tachtit fueron capaces de explotar los alrededores.
Sin duda fueron cazadores de una gran variedad de animales, a los que habrían aprovechado de un modo intensivo. Estaríamos ante un ejemplo de sociedad sapiens que llegaría a ser dependiente, pero también muy competente, de la tecnología.
A partir de los útiles de Boker Tachtit se ha argumentado que sapiens habría desarrollado un nuevo patrón de conocimiento, clave en su subsiguiente éxito y expansión territorial. Se habría desplegado, entonces, una especial forma de razonar y pensar, particularmente en lo relacionado a los modos de transformar los núcleos en una gran variedad de usos. Se ha sugerido un razonamiento analógico por el cual una cosa podría ser hecha para servir multifuncionalmente, y que ello sería parte de las estructuras lingüísticas del sapiens y de su manera de ordenar el mundo a su alrededor y establecer su compleja organización social.
No está claro, en cualquier caso, quien pudo fabricar tales herramientas puesto que los primeros fósiles de sapiens en el área se fechan sobre 46000 años (los restos de un niño en el abrigo rocoso de Ksar 'Akil, cerca de la costa libanesa. Sin embargo, los útiles hallados en el sitio de Ksar 'Akil son semejantes a aquellos de Boker Tachtit, y, por lo tanto, la lógica sugiere que fue sapiens quien hizo estas iniciales herramientas unos tres milenios antes. Los fabricados por los neandertales, que habían estado en la región 50000 años antes, no son como los de los modernos sapiens.
El esqueleto de Ksar 'Akil es considerado por muchos como el ejemplo más antiguo de consciente enterramiento sapiens en el Levante. Se ha llegado a esa conclusión porque a los restos le fueron colocados encima un conjunto de guijarros traídos deliberadamente hasta el abrigo rocoso, sugiriéndose con ello algún tipo de tumba. Sin embargo, también podría tratarse de un simple medio de proteger el cadáver ante los carnívoros carroñeros, sin que exista, por tanto, ninguna connotación ritual.  Por otra parte, aquí se carece también de bienes funerarios rituales.
Ciertos indicios de alguna suerte de “arte” parecen emerger hace unos 45000 años. Es el caso de una losa de piedra con ocre rojo hallada en la cueva de Qafzeh, cerca de la costa mediterránea de Israel, que ha sido datada entre 44000 y 42000 años; también pudiera ser el caso de pequeñas piezas pétreas con pintura roja y negra encontradas en el Nivel D de la Cueva Hayonim, fechada en 32000 años, así como de dos pequeñas losas grabadas (del mismo nivel). Una de ellas es la primera (y muy rara) representación de un animal en el registro arqueológico levantino, en una época en la que algunos animales aparecen en el arte de Europa. Se trata de un caballo inciso con una pequeña mella en un ojo. En función de que la representación fue cubierta de ocre rojo en el medio se ha pensado que pudiera simbolizar la sangre. Algún significado que va más allá de la simple decoración, es muy probable.
En el abrigo rocoso de Ksar 'Akil se ha encontrado un abundante tesoro de cuentas de concha. Las conchas marinas para la ornamentación personal estuvieron muy extendidas en el Levante. Cuentas de otros materiales, como dientes de oso, ciervo y caballo, también han aparecido en sitios tardíos como la mencionada Caverna Hayonim, en El Wad, al norte de Israel y en erq el-Ahmar, en Jordania.
Hace 27000 años en Ksar 'Akil también se encontraron incisiones regulares sobre una punta de hueso, quizá de una lechuza. La presencia de estas cuentas implica un sistema de comunicación, que señala a las gentes de otras bandas o tribus algo especial sobre el estatus del portador (grupo de identidad, riqueza, posición, relaciones con otros, los éxitos en la caza), que los demás pueden asumir o entender.
Podría esperarse que la tecnología para los ornamentos surgiese primero en lugares en donde hubiese oportunidades de encontrarse con extranjeros y fuese beneficioso advertir la identidad y el estatus propio desde lejos. También podría tratarse de un medio de distinguir una banda o tribu de otras, quizá proclamando la territorialidad sobre un espacio de caza, o un mecanismo para proclamar quien es el individuo, a dónde pertenece y quien le protege.
Algunas bandas de sapiens migraron fuera del área, encarándose hacia el norte, si bien el registro fósil muestra que muchos escogieron quedarse y sobrevivir a partir de la caza de animales de rápida reproducción, como conejos,  perdices u otras aves, aunque ello implicase emplear más tiempo y esfuerzo. Este modo de caza supone, asimismo, la invención de trampas. Se ha sugerido (Ofer Bar Yosef) que algunos sapiens habría cazado en círculos más extensos utilizando unas armas más intrincadas (arcos y flechas, lanzas arrojadizas), aunque ningún ejemplar de este tipo ha sido hallado. Ciertas posibles competencias, pudieron haber propiciado contactos regulares, y quizá amigables, entre bandas o tribus. Por tal razón no resulta tan sorprendente que algunos medios de identidad ornamental pudieran haber sido creados para tal fin.
Los adornos probablemente también indicaban un significativo auto reconocimiento individual, además de identidad grupal, tal y como actualmente ocurre. Incluso se podría pensar en un cierto mecanismo de atractivo personal.
Una sofisticada cultura sapiens del Levante, que enfatizaba la caza, la pesca y la captura de aves, poseía “arte” y ornamentos, quizá practicase magia y contase con un sentido de los sobrenatural y, además, fuese consciente de su individuación, comenzó a desplazarse hacia el norte, hacia Europa y las llanuras de Asia central en algún momento hace 46000 años. En un tiempo relativamente breve, de unos cinco milenios, los grupos tuvieron un gran éxito en la ocupación del territorio. No parece que los cambios climáticos hubiesen provocado directamente esas migraciones, ya que la Europa de esas épocas continuaba a ser fría y seca, con escasos períodos cálidos y, por consiguiente, no debió haber sido especialmente más deseable que el Levante, de temperatura más templada.
Sin embargo, una fractura en el período frío se produjo hace unos 45000 años, cuando las capas de hielo polar retrocedieron hacia el norte y las planicies herbáceas de la tundra gélida también lo hicieron hasta la Europa septentrional y nórdica, de manera que se abrieron espacios de coníferas en una zona templada, con bosques de árboles de hoja caduca, alrededor del Mediterráneo, que pudieron haber sido áreas atractivas de asentamiento, en especial para especies que sabían cómo adaptarse al frío usando el fuego y la vestimenta. Parece más probable, incluso que hubiese sido un repetido fenómeno de uso excesivo del medio ambiente circundante y un exceso de caza, lo que haya forzado el éxodo de sapiens.
No se constatan yacimientos que registren los posibles corredores de la migración. No obstante, en Georgia, en la región oriental del Mar Negro y del norte de Turquía, pudieron existir accesibles fuentes de vegetación y suministros, incluso en períodos más fríos. Además en la región hay un gran número de abrigos naturales y de cuevas, aparte de abundancia de pedernal. Esto sugiere que la zona de Georgia fue un sendero de salida del Levante, siguiendo, tal vez, el río Éufrates, las montañas del Tauro y continuando alrededor del Mar Negro, internándose en Europa, y en las proximidades del Caspio en la llanura occidental siberiana.
No obstante, los sitios más antiguos en Europa con conjuntos de útiles análogos s los hallados en el Levante, solamente aparecen en lo que hoy es Bulgaria. En consecuencia, parece probable que la ruta de salida del Levante haya sido por esta región. Con ello se evitaría el problema de cruzar las montañas turcas y por tanto, se habría seguido la costa mediterránea. En cualquier caso, ningún yacimiento ha sido hallado que suporte esta conjetura, si bien en la actualidad pueden encontrarse bajo las aguas.
Un reciente estudio del ADN de las poblaciones europeas actuales sugiere que la migración más antigua hacia Europa tuvo lugar desde el Cercano Oriente hace 45000 años por dos rutas principales, una a lo largo de la costa turca hasta el interior de Grecia y al sur de Francia, y la otra cruzando los Balcanes y, siguiendo el Danubio, hasta entrar en lo que en la actualidad es Alemania.    
La pobreza de fósiles humanos para el conjunto del período que abarca desde los 45000 a 36000 años es un tanto decepcionante. Algunos ejemplos son muy dudosos. En Alemania los investigadores encontraron tres huesos de un esqueleto en un sitio originalmente de Neandertales. Creyeron en su momento que se trataba de una hembra de sapiens de hace 44000 años. En uno de los más antiguos sitios en los que existen conjuntos de útiles de sapiens (Caverna de Bacho Kiro, en la Bulgaria central), que se data en 46000 años, se hallaron restos fósiles de un homínido, en concreto fragmentos de una mandíbula superior e inferior de un joven, además de un diente. Sin embargo no se puede concluir que sean restos incontestables de sapiens y sean, probablemente de neandertales.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB- FEIAP-UGR. Enero, 2017.

3 de enero de 2017

La formación del Mito de la Bella-Idealidad del arte clásico grecorromano


Durante los siglos XVIII y XIX, el discurso humanista e idealista trataba la belleza clásica como el medio para alcanzar las verdades interiores. Lo antiguo, desde la óptica de una era emancipatoria, es renegociado como la ausencia de lo superfluo, lo banal. Por el contrario, encarna la belleza pura liberada de la autoridad y revela la armonía interna. Representaba la simplicidad y lo puro (a través del Neoclasicismo) frente al recargamiento ornamental rococó. Es la retórica del impersonal mármol blanco y la negación del color.
Para el idealismo neoclásico, entonces, la esencia del arte es la esencia de la humanidad misma que ha alcanzado su apogeo a mediados del siglo V a.e.c., en el llamado período ateniense de Pericles. Los siglos XVI y XVII habían sido de curiosidad y experimentación sobre lo clásico; el siglo XVIII, sin embargo, lo fue del conocimiento y la habilidad de argumentar acerca de la belleza y el gusto, dando lugar a la definición del arte ideal, entendido como superior a los demás. La sistematización de objetos de anticuario en un sistema lógicamente clasificado, sobre la base del estilo, ha sido una de las grandes aportaciones de J.J. Winckelmann. Fue el generador de una sistematización del estilo bajo la extendida esfera del idealismo, factor que creó un nuevo, y perdurable, lenguaje de recepción del arte clásico. 
La perfección de la Atenas de la época de Pericles se pudo medir a través de dos estilos distintivos, el elevado y el bello. El primero, resumido en el trabajo de un Fidias o de un Policleto, surge encima de la naturaleza y la humanidad para traducir lo sublime, lo inmaterial y la esencia escondida de la humanidad, que maravilla y deja sin aliento; el estilo bello, por su parte, en segunda parte del siglo V a.e.c., y que se puede observar en los trabajos de Praxíteles y Lisipo, ejemplifica la carne, la sensualidad, el aspecto material de la belleza que existe en la realidad externa y que puede ser disfrutada por el ojo entrenado o descrita en pulcros y rigurosos escritos.
Ambos estilos no habrían podido tener el mismo impacto de haber sido tratados como fenómenos singulares en la Atenas del siglo V a.e.c. Winckelmann, de hecho, los conceptualizó dentro de un esquema de surgimiento y declive, que incluía cuatro fases características, una primera, fuente de inspiración de la posterior producción artística (la arcaica); otra, austera (la clásica antigua de Fidias); la clásica tardía de Praxíteles y; finalmente, una fase de imitación y declive (asociada al Helenismo y a la Roma imperial.
Por otra parte, desde fines del siglo XVIII en adelante, la entrada de la  cronología en los espacios museísticos se convierte en un factor ordenador de los estilos, las escuelas, los artistas o las eras, estableciendo unas líneas que van desde el pasado al futuro. Los museos harán de la idea de la progresión histórica un uso didáctico capital. Una concepción lineal del tiempo en movimiento, así como la creencia ilustrada de que la vida, la historia y la producción artística evolucionó desde formas primitivas a otras refinadas, hará posible que los museos puedan ser espacios apropiados para “narrar” culturas, formalizando la cultura europea como la guardiana de lo “antiguo”.
En tal sentido, el establecimiento de grandes museos europeos o americanos (el Británico, el Louvre, el Metropolitan, o el Arqueológico Nacional de Atenas, sintetizan la idea de la antigüedad sobre el fundamento de la relación en contrapunto entre el arte y la arqueología, entre la belleza y el sistema.
En algunos grandes museos, el Británico por ejemplo,  las tensiones entre el ideal de un sistema (de aproximación histórica) y la tradición de la belleza-ideal, no histórica, fueron evidentes durante el siglo XIX[1] y hasta bien entrado el siglo XX. Los arqueólogos profesionales veían en las distintas colecciones de arte clásico la posibilidad de reconstruir la progresión lineal de la civilización (de acuerdo a los principios darwinianos),  así como de elaborar un contexto geográfico, cultural y cronológico, mientras que los estetas, inspirados por los valores intemporales del idealismo de Winckelmann, gustaban del aprecio puro y esencial de las piezas. Se trataba, entonces, de la pugna entre arqueología o arte idealista, contexto visual o evocación de las formas.
Vence, finalmente el didacticismo basado en el contexto sobre la pura contemplación. Así, en general, las inscripciones formales se combinan con las descripciones de las localizaciones de los objetos, y con los contextos (mitológico, histórico). Sin embargo, cierto residuo del espíritu de lo ideal se manifiesta, en ocasiones, en las referencias propias del lenguaje descriptivo. Algunos toques de lo ideal-bello sobrevivieron en las concepciones más positivistas de la arqueología. Así, en algunos casos, en el montaje de algunas exposiciones se ha seguido valorando la claridad y armonía decorativas apropiadas para observar la simplicidad idealista.
Y es que la belleza tiene también un aspecto educativo. Por tanto, un balance entre la historicidad del arte y el cultivo del sentido de la belleza, en cuanto a la percepción del orden, la simetría y la proporción de las partes, no solamente es posible, sino necesario. Una contemplación inteligente de las grandes galerías en las que se confinan los objetos de arte clásico es una lección de historia, y también de estética, pues parte de nuestro conocimiento de los modos y costumbres de la vida de los antiguos griegos y romanos deriva de los restos del arte antiguo. Al margen, claro está, de que ni la noción de progreso como un constante refinamiento del arte, ni el esquema de Winckelmann sobre surgimiento y declinar, prevalecen en la actualidad. 
El idealismo en relación al arte clásico nunca ha cesado, sobre todo en el marco del concepto de que ese arte forma parte de nuestra herencia universal. La simplicidad idealista y la elevación espiritual han marcado a las piezas-icono de los museos, adscribiendo al arte griego, en particular, un toque de veneración cercano a la naturaleza de la religión secular.


Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-Ugr. Enero, 2017

[1] El clasicismo decimonónico transformó el poder, la fuerza del arte clásico, en una representación nostálgica. No debería olvidarse que el clasicismo constituyó una categoría histórica que emergió en el seno de un horizonte socio-histórico concreto, ese del siglo XIX, y, por consiguiente, no debería tomarse como eterno. Sin embargo, la belleza de las esculturas, por ejemplo, dicen algunos, nunca cesará de sorprendernos.