Imagen:
un grabado de Virgil Solis para ilustrar la
obra de
Ovidio Metamorfosis
(1530-1562).
En
los mitos del diluvio de la antigua Grecia las montañas desempeñan
un rol capital. Así, con ayuda del arca, Deucalión y Pirra alcanzan
el Parnaso. Un elemento esencial del motivo de la salvación radica
en la memorización del acontecimiento así como en el
establecimiento de un nuevo ordenamiento que principia por la
relación con la esfera de las deidades. Deucalión es el encargado
de volver a instaurar el vínculo divino a través del sacrificio que
dedica en honor de la divinidad que propicia la gran inundación
aunque ahora en una advocación plenamente favorable: Zeus phýxios,
al que se le sacrificará el carnero dorado que salvó a Frixo,
aunque Arriano señala que en una versión argiva del diluvio se
honra a Zeus aphésios.
El
sacrificio ofrecido por Deucalión responde a la gratitud, si bien la
intención última es restituir la conexión divina y su plena
eficacia estableciendo, por lo tanto, una reciprocidad. Zeus ofrece
su respuesta por medio de Hermes colmando el deseo humano de
compañía, recreando así la raza humana. La soledad de la pareja
espera y desea, en palabras de Higino o de Nigidio Fígulo, una
compañía. La generación de humanos a partir de piedras aparece
reflejada en Hesíodo, aunque es con Píndaro cuando se asocia con el
relato del diluvio. Se podría estar aquí simbolizando la dureza de
su origen con aquella de las piedras En tal sentido, es probable que
esta antropogonía fuese un relato independiente en origen. De hecho,
en los paralelos del Próximo Oriente precede la creación de los
hombres a la devastación, aunque en todo caso, la inundación marca
un punto de inflexión en la condición de ser humano en relación a
su fecundidad, mortalidad y longevidad. Algunos análogos en lo
tocante a la generación humana permiten pensar en el tema de la
autoctonía. Así, es el caso del accionar en Tebas por parte de
Cadmo con los dientes del dragón que previamente mató, o el de la
generación de los mirmidones desde las hormigas, concesión de Zeus
a Éaco. La humanidad que nace de una acción distinta de la pareja
primordial sobreviviente implica un concepto genérico de la
condición humana.
Luciano,
en el siglo II, establece que la aventura de Deucalión señale el
inicio de la historia heroica; es decir, la época en la que deidades
y mortales se encuentran en la tierra, además de ubicar al margen de
Grecia el escenario de la historia diluviana, un extrañamiento que
conlleva una triple variación. Por un lado, el carácter universal
tanto de la hecatombe diluviana como de la destrucción de la
humanidad, excepción hecha de la pareja heroica que sobrevive; por
otro, una moralización de la decisión divina con la contrapartida
de la degeneración de los seres humanos; y finalmente, la presencia
de animales. Por medio de los dos primeros elementos se establece una
relación con los ortodoxos relatos del diluvio en el seno de la
cultura occidental, tanto el que aparece contenido en el Génesis
bíblico, como el que es referido en las Metamorfosis
de Ovidio. Con Luciano se consolida una versión distinta a la de
Apolodoro. Hay un intento de armonización de la versión de Luciano
con las arcaicas historias diluvianas, en especial la versión
sumeria, que el mundo greco-helenístico conoce por medio de las
Babyloniaká
de Beroso, quien presentaba una historia de la monarquía de
Babilonia seccionada debido a la devastación de la inundación.
En
esta versión del diluvio por parte de Luciano lo más novedoso es el
motivo de la salvación. Deucalión sacrifica a las divinidades para
luego erigir un templo en el sitio en el que se abrió una enorme
sima salvífica (las aguas diluvianas se recogen en ella y regresan
al abismo). Tal acción provoca la memoria del evento a partir del
acontecimiento traumático, por la cual se debe recordar siempre
tanto el peligro como la salvación última.
El
origen de las historias grecorromanas de la inundación diluviana se
encuentra en la muy abigarrada mitología próximo-oriental, si bien
el modo en que se desplazaron las historias y cómo fueron los
contactos que facilitaron sus transmisión y su asimilación a un
nuevo ámbito cultural, no resultan fáciles de establecer. Hay dos
obras literarias acadias que incorporan versiones del motivo del
diluvio. Una de ellas es el Atrahasis
(recibe su denominación por el nombre del héroe del diluvio),
composición de la época paleo babilónica (entre 1900 y 1600
a.e.c.) que ha llegado hasta nosotros en varias versiones; una de
ellas en babilonio antiguo, clásica, cuyo documento más antiguo
está firmado por el copista Kasap-Aya, quien dice que labora en el
reinado de Ammi-saduqa (1646-1626 a.e.c.), y la otra del final del
período asirio que proviene de la célebre biblioteca de Nínive.
El
poema abarca la historia mítica desde que el mundo es partido entre
las grandes deidades hasta los tiempos postdiluvianos. Cuenta,
básicamente, el modo cómo la raza humana fue generada, adaptándose
a las necesidades divinas. Los seres humanos fueron creados para
llevar a cabo aquellas labores que las deidades menores se habían
negado a realizar. El fenómeno diluviano será un cuarto intento,
después de una sequía, una hambruna y una pestilencia. Un intento
que, como los demás, también fracasa debido al apego de una de las
divinidades a las criaturas humanas. La cuestión genésica será
básica en el relato babilónico, en tanto que se oficializa un
definitivo reajuste en el régimen de reproducción, ya que desde
ahora, los humanos serán mortales, disfrutarán de una vida más
breve y, además, sufrirán la decrepitud por medio de una implacable
vejez.
La
otra obra, el Poema
de Gilgamés,
es una composición que ha llegado hasta hoy en varias versiones. La
mejor conservada es la denominada estándar (ninivita, en doce
tablillas), fechada en el período babilonio medio. Otras versiones
son más antiguas, y algunas más son tardías. En la versión
estándar, la historia del diluvio es una narración en segundo
término, relatada por un personaje interno de nombre Utnapishtin,
hacia el que Gilgamés se dirige con la intención de obtener la
inmortalidad.
El
diluvio en Grecia, en su forma de mito, no existía ni en Hesíodo ni
tampoco en Homero. Tal motivo desplegado en mito solamente acontece,
como ya se mencionó, a principios del siglo V a.e.c., apareciendo en
la comedia y en la poesía de elogio. Algunos autores, especialmente
Jan Assmann, han señalado la pertinencia de un proto mito diluviano.
En la generalidad, el motivo diluviano presenta un proceso de
corrección y mejora de la creación, una suerte de rectificación
necesaria por culpa de un elemento discordante y algo forzado, el ser
humano frente a las expectativas de su divinos creadores. En tal
sentido, la acción humana en la creación introduce un desequilibrio
que provoca que la divinidad deba subsanarlo. La final salvación
humana y su ulterior pacto con las deidades no deja de resultar
sorprendente. El proto mito se confirmaría en diversas modalidades.
En Egipto, por ejemplo, por medio de la separación de tierra y
cielo; en las culturas del Próximo Oriente por mediación de una
catástrofe, principalmente un diluvio devastador.
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Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, Abril, 2023