Imágenes,
de arriba hacia abajo: ánfora ática de figuras negras, datada en
510 a.e.c., en la que se observa a Ayax llevando el cadáver de
Aquiles, flanqueado por Hermes y Atenea, Museo del Louvre; y
escultura en la que se ve a Tetis sumergiendo a su hijo Aquiles en la
laguna Estigia, de Thomas Banks, 1790.
La
extensa producción épica entre
el
siglo VIII y
V
a.e.c.,
es muy mal conocida. El estado actual de nuestro conocimiento sobre
la misma se circunscribe
a pocos y fragmentarios
ejemplos.
El material con el que se cuenta se reduce a unos
pocos versos,
algún resumen del argumento y otras
breves
referencias. Gracias a un minucioso y dilatado estudio iconográfico
y filológico se ha podido recuperar algún contenido de la
muy cuantiosa
producción literaria arcaica. En relación el ciclo tebano, se puede
referir la Tebaida,
que recoge el enfrentamiento entre Polinices y Eteocles; Epígonos
y Edipodia,
al respecto de la generación de Edipo. En lo tocante al ciclo de
Troya se deben mencionar la Etiópida,
Saco
de Troya
y Pequeña
Ilíada,
que relatan los acontecimientos ocurridos
desde el final de la Ilíada
hasta la final caída de Troya; la Telegonía,
nóstos
que relata hechos que sucedieron
con
posterioridad a la Odisea;
los Regresos
o Nóstoi,
que se centran en los viajes de vuelta de los héroes griegos a sus
respectivas patrias después del fin de la ciudadela; y Ciprias,
que alude a los hechos que preceden a los narrados en Ilíada.
En
tales
poemas se encontraba
ya representada buena
parte de
la gran
variedad de mitos posteriormente
conocidos
por medio de la tragedia, la comedia, la
lírica y los mitógrafos. Otros géneros se nutrieron en ellos. Así,
por ejemplo, un personaje como Edipo
fue
previamente tratado
en la Edipodia,
poema épico del siglo VIII a.e.c., en tanto que el célebre tema de
la guerra de Troya tuvo
un extenso tratamiento pormenorizado de todos los episodios de la
leyenda en un
ciclo de seis poemas datados entre 725 y 570 a.e.c.
Las
visiones que se plasman en la épica cíclica difieren del
tratamiento temático de la épica homérica. En la épica cíclica
arcaica se conocen casos de rejuvenecimiento, que se oponen al
inevitable binomio vejez-muerte, caso del rejuvenecimiento que la
hechicera Medea hace de Esón, padre de Jasón; asimismo en
determinada ocasión un guerrero puede gozar de la inmortalidad: al
héroe Memnón, fallecido por obra y gracia de Aquiles en la
Etiópida,
Zeus le concede la inmortalidad después de las desesperadas súplicas
de su madre, la Aurora. Pintoresca es la concesión de inmortalidad,
un día a cada uno, a los Dioscuros (Polideuces y Cástor), tal y
como se narra en las Ciprias.
Frente
al heroísmo presente en los personajes actuantes en la Ilíada,
la
épica cíclica desaparecida describe actos de cobardía. Así, en
las mencionadas Ciprias
se narraba un divertido episodio, en el cual Odiseo fingía locura
para no acudir a la guerra de Troya, mientras en la Etiópida
se presenta un intento de traicionero asesinato de Diomedes a manos
de Odiseo, con la intención de no tener que compartir con él la
gloria del robo del Paladión, después de su subrepticia entrada en
Troya.
La
temática erótica es un tema recurrente en esta épica. Ante héroes
castos (Aquiles) o bien esposos y padres modélicos, caso de Héctor
se encuentran en el Ciclo diversos episodios amorosos, que contemplan
relaciones fuera del matrimonio, homosexualidad (Layo en la
Edipodia),
hijos naturales, violaciones e incestos. El propio Aquiles se aparece
en la Etiópida
apasionado por Pentesilea, una amazona, de la que cae perdidamente
enamorado justo después de haberla matado en singular combate. El
mismo héroe está prendado de Helena en las Ciprias,
hasta
el punto de que
Afrodita
y
Tetis
orquestan un encuentro entre ambos.
El
tratamiento mítico de esta poesía se desarrolla, en consecuencia,
en un ambiente fantástico, vulgar, romántico y muchas veces
prodigioso, reflejo de la crisis que había sufrido el ideal heroico.
Ahora los mitos ya no son ejemplares y se humanizan, se transforman
en su carácter. En esta poesía hay un nuevo tratamiento literario
de los mitos, tanto en su función como en su estructura. Un ejemplo
se puede hallar en la característico vestimenta de Heracles, cuyo
atuendo y armamento típico, así como el canon de sus célebres
trabajos, fueron innovaciones del poeta Pisandro de Camiro, del siglo
VII a.e.c., a tenor de su poema Heraclea,
si bien sus orígenes pudieron estar en la región próximo-oriental.
En
numerosas oportunidades se obtiene en estos poemas épicos una forma
del mito elemental facilitándose con ello seguir la historia de las
posteriores reorganizaciones o reelaboraciones de los prístinos
esquemas míticos en la poesía más tardía. Un caso servirá para
ilustrar este aspecto. El protagonista de la Edipodia,
muy probablemente combatía cuerpo a cuerpo con la Esfinge; es decir,
no la vencía resolviendo un acertijo, un aspecto que dista mucho de
la búsqueda de la trágica verdad sofóclea que conducirá al
protagonista a un terrible desenlace, descubriendo que es el asesino
de Layo.
Se
puede apreciar, en tal sentido, que el mito es siempre algo versátil,
en continua formación, que se amplía o simplifica, recombinable y
que, por lo tanto, pueden aparecer novedosos, variados y múltiples
complejos míticos. Con la excepción de la lírica, esta épica
desaparecida permite observar la cantidad de propósitos, como el
interés especulativo, el disfrute estético o la propaganda
política, con los que un mito puede ser enunciado.
Un
grupo de temas míticos de esta poesía responde al deseo de
sistematizar el propio mito, configurando complejos míticos
interrelacionados desde temáticas elementales. Tal sistematización
se logra por medio de las propuestas cíclica (sobre los ciclos
épicos griegos, tebano y de Troya), genealógica y teogónica.
Esta
poesía arcaica cíclica, en el sentido de épica posterior a la
homérica, se ocupa de temas llamados internacionales desde la perspectiva helena, por tanto aquellos que interesan a las ciudades
en general, en oposición al localismo épico sobre leyendas de un
particular pasado mítico. Se podría decir que el interés básico
de la poesía cíclica es rellenar vacíos de la narración homérica.
De alguna forma el público, que no ignora los acontecimientos
narrados en Odisea
e Ilíada
quiere saber, partiendo de una concepción no consciente del mito
como si fuese un singular acontecimiento histórico, de que manera
finaliza la historia allí contada.
Se
quieren conocer los detalles, los pormenores, de lo que ocurrió
antes y después de lo que cuenta Homero. Es decir, el motivo por el
que los aqueos estaban presentes en Troya, cómo habían llegado, los
hechos previos en los años anteriores al tiempo que relata la
Ilíada,
el modo en que la ciudadela troyana fue tomada, o cómo fue el
regreso al hogar de los héroes griegos (al margen de Odiseo en
Odisea). La gan épica centraba su interés únicamente en aspectos
cruciales esenciales, aludiendo solo escasamente o silenciando de
lleno, numerosos episodios. Así, los poetas cíclicos responden a la
demanda de los oyentes disponiendo una línea continuada y coherente
de acontecimientos. Este concreto aspecto fue definido por Proclo en
la Crestomatía.
Algunos
detalles que habían sido silenciados por la tradición homérica
despiertan la libre acción creadora de los poetas cíclicos.
Incluso, esta libertad desemboca en la grotesca configuración de la
leyenda, tal y como ocurre en la Telegonia,
extraño poema de Eugamón de Cirene (de mediado el siglo VI a.e.c.).
En esta obra aparece un hijo de Circe y Odiseo, de nombre Telégono,
que en Ítaca asesina por equivocación a su padre. Al final, Circe
concede la inmortalidad a Odiseo y se casa con Telémaco, al tiempo
que Telégono celebra nupcias con Penélope. Las situaciones
conflictivas a las que están sometidos los personajes crearán
temas adecuados para la tragedia ateniense.
La
solución genealógica intenta hallar los orígenes por medio de
ensartar breves semblanzas de personajes y temas míticos,
principalmente de carácter local, en una línea sucesoria que se
remonta a un primer ancestro. En este particular, esta poesía busca
las raíces, la identidad de una población, en virtud de la idea de
que en la concepción antigua los rasgos de los descendientes siempre
se encuentran en el progenitor prístino; en otras palabras, existe
una identidad esencial del genos
desde su origen, de forma que resulta lógico que la comunidad se
solidarice con las hazañas de sus míticos antepasados. Ensalzarlos
y vanagloriarse sería una manera indirecta de hacerse una suerte de
auto propaganda. Este específico género viene de la mano de Asio y
de Eumelo de Corinto.
Un
aspecto importante
a destacar es que esta búsqueda de raíces, poco a poco
desmitificada, será remplazada por la historia. En este orden de
cosas, Hecateo de Mileto, en Genealogías,
sigue fielmente el esquema de los arcaicos poemas épicos. El afán
sistematizador aplicado a las deidades derivará en las teogonías.
La forma en la que se organizan en ellas los mitos divinos
posteriormente será una herencia de los mitógrafos tardíos, como
el caso de Apolodoro.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, mayo, 2023.