Imágenes: arriba, vestigios de la ciudad-estado de Ugarit, en Siria; abajo, escultura sedente del dios El, datada en torno a 1300 a.e.c. Museo de Iraq, Bagdad.
En el marco de la mitología ugarítica, parcial, fragmentaria y bastante provisional, los textos, hallados en Ras-Shamra, aparecen escritos en una lengua semítica occidental. Tales textos incluyen indicaciones de carácter litúrgico, un factor que deja entrever que los poemas debían ser cantados o bien recitados durante las fiestas que se realizaban en el recinto de los templos. Los mitos relataban el desarrollo de un ritual que procuraban revivir o reactualizar ante los fieles las hazañas de las arcaicas deidades.
El dios El (dios por excelencia), preside el panteón de Ugarit. Es el padre de los dioses, de los hombres y también el creador de las cosas. Conocido como padre de los años, es imaginado anciano, de ahí su aspecto con barba canosa y su consideración de deidad de bondad y sabiduría sin límites. No obstante, es un creador que parece alejado de su propia creación, residiendo en un sitio misterioso, oculto; en ciertos casos se dice en los abismos. En las narraciones épicas este dios se encuentra en un segundo plano, como si fuese un dios ocioso o una deidad retirada tras su tarea creativa. Es muy probable que desempeñase el papel de garantizador del orden cósmico, de vigilante desde arriba de las fuerzas en acción de las que depende el mundo y los seres humanos, unas fuerzas que estarían en manos de otros dioses, cercanos a los humanos.
El poema llamado Nacimiento de los dioses graciosos parece ser el único rastro de un ciclo mitológico en el que este dios El tuvo un rol activo. Estando en la orilla del mar, hechiza a dos mujeres con su mano (se entiende aquí con su miembro viril). Ambas mujeres se convierten en sus esposas, dando a luz a los denominados dioses graciosos, Shahar la Aurora, y Shalim, la Paz, también el Crepúsculo. Será la diosa Athirat, la Misericordiosa, paredra del padre de los dioses, quien les amamante. Como los recién nacidos tienen mucho apetito, El les obliga que recorran durante siete años cultivos y pastos en tanto que los alimentos se van guardando en graneros. El texto, fragmentado por mandatos que refieren determinados rituales, debía acompañar la celebración de un matrimonio sacro con la meta de promover la fertilidad de los campos y la fecundidad de los rebaños de ganado. Ningún otro mito refiere cómo este creador de las cosas llevó a cabo su específica obra de demiurgo. Es probable que este señor del panteón de Ras-Shamra fuese finalmente eclipsado por un dios nuevo, siendo promovido a una dignidad eminente por los semitas de Ugarit. Puede ser el caso concreto del dios Baal.
Baal, el falso dios para el Antiguo Testamento, significa Señor. En la literatura ugarítica es una personalidad divina que contiene múltiples aspectos. Porta el epíteto becerro o ternero, de ahí que, tal vez, se le reconozca en los rasgos del conocido becerro de oro de los israelitas infieles, según narra el Éxodo y Reyes (XII, 28). Habita en la cumbre de Tsaphón (quizá Nube Tenebrosa), de ahí que sea una divinidad de la tempestad, análoga al arameo Hadad. Sea encarnando o dirigiendo los fenómenos atmosféricos, de él dependen las buenas cosechas. Como porta un rayo, es además una deidad guerrera, lo que le vale un sitial de honor entre los dioses de Ugarit.
Su participación en el mito del príncipe Yam (el Mar, también Juez-Río), es crucial para Baal. Yam decide construir un palacio, y para ello solicita la colaboración de un dios artesano llamado Kuthar1, el Hábil, un símbolo de las civilizaciones de ultramar de mayor renombre, en tanto que se dice que Creta es su residencia y Egipto su patrimonio. El dios El parece aprobar el designio de Yam, su hijo, de forma que está dispuesto a reconocerle la realeza entre los dioses, a pesar de la oposición del dios Astar, un pretendiente al trono divino habitualmente rechazado. Debe intuirse aquí que Baal ha rehusado pagarle el tributo a un arrogante Yam, en virtud de que el Príncipe del Mar envía sus subordinados a la asamblea de los dioses para solicitar que se le entregue a Baal como esclavo. Los temerosos dioses, se señala, inclinan la cabeza sobre las rodillas, pero Baal les recrimina su cobardía y les ordena que levanten la cabeza. Baal, asistido por las diosas Anat, un de sus hermanas, y Astarté, se arma para combatir con el Príncipe del Mar. Kuthar forja para Baal un par de mazas que portan nombres simbólicos, sugiriéndose con ello que estuviesen cargadas de potencia mágica. Gracias a tales armas, Baal aplasta la cabeza a su enemigo y Astarté proclama a Baal como rey de los dioses.
Este mito de Baal y del Príncipe del Mar ha dado pie a una interpretación histórica, pues se infiere de Yam la personificación de los llamados pueblos del mar, que asaltarán la costa fenicia aunque acabarán siendo repelidos por el dios nacional de Ugarit. Del mismo modo, también se ha comparado el mito con el poema babilónico de la creación, en el que Marduk fragmenta en dos partes el cadáver de Tiamat, potencia marina, para formar así el mundo. Aunque no se constata a Baal como un demiurgo, se le puede considerar un ordenador de un cosmos siempre amenazado.
En este mito, su hermana Anat combate y mata guerreros, mostrando un gran furor belicoso. Una vez terminada la matanza, Baal le ordena que vuelva a hacer trabajos más pacíficos, relacionados con la fertilidad del suelo, pues es además una diosa de la vida y de la fecundidad. Su nombre se asocia con la designación semítica de la fuente, ayn. Athirat, madre de los dioses, reconoce la realeza de Baal, y le solicita a El que se le construya un gran palacio, de oro y plata para que Baal proporcione muchas lluvias. Sin embargo, nada más consagrarse la edificación del palacio, la realeza de Baal es amenazada por una deidad llamada Mot, que vive en una morada subterránea y fétida. Como Señor de la tempestad, Baal garantiza la alimentación de hombres y dioses, aunque para difundir sus beneficios, tiene que salir de su morada y caer sobre la tierra en forma de lluvia.
Mot, que significa probablemente Muerte, ordena a Baal que descienda a su morada con la intención de devorarle. Baal no se resiste y se declara esclavo de Mot, pero antes de rendirse a su adversario, se une a una novilla, tal vez Anat, y tiene un hijo, lo cual puede ser un indicio de que Baal, antes de desaparecer, preside la reproducción del ganado. El dios El conoce el fallecimiento de Baal, y por consiguiente, se pone de luto. Anat también llora y se conduele. No obstante, Athirat intenta que Astar ocupe el trono que ha abandonado Baal. Anat, por su parte, busca de su hermano ayudado por la diosa solar Shapash, quien conoce todos los rincones del universo. Finalmente halla a Mot y le obliga a rendirse. El, por mediación de un sueño premonitorio, sabe que Baal va a regresar a la vida. Shapash y Anat llevan al dios muerto a las alturas de Tsaphón en donde, debe intuirse, se reanudará su reinado.
Estamos ante un mito agrario, base de un ritual de fertilidad. Baal personifica la lluvia que la tierra necesita para fructificar, mientras que Mot encarna el grano que debe empaparse del agua que proviene desde el cielo. Cuando finalizan los aguaceros, Baal muere, otorgando su sustancia al grano. Cuando el sitial de Baal queda vacío, en verano, Anat y la diosa solar, recogen los restos del dios, preparando la reconstitución de las nubes.
Otras leyendas relevantes de Ugarit son aquellas contenidas en los poemas de Keret y de Danel. El rey Keret sufre la desgracia de perder a toda su familia, de manera que no tiene heredero. El dios El, su padre, al modo como Yahvé lo es del soberano de Israel (en Salmos, II, 7), le aconseja que parta con su ejército hacia el país de Udum, al lado del rey Pabil, con la finalidad de casarse con su hija Huriya. Una vez en la corte de Pabil, solicita con vehemencia la mano de su hija. En la asamblea de los dioses, intercede Baal para que el dios El bendiga a Keret. De este peculiar modo, Keret varios hijos, alguno de ellos amamantado por Anat y Astarté. El reino de Keret es próspero y ofrece banquetes. Sin embargo, enferma de gravedad, aunque acabará recobrando su salud.
Danel, por su parte, citado en el libro de Ezequiel (XXV, III, 3) como alguien sabio y justo de épocas pretéritas, también es un monarca que carece de descendencia. No tiene un vástago que le ayude en el culto y sea capaz de combatir con sus enemigos. En consecuencia, Baal se apiada de él, intercediendo ante el dios El. Esto motiva que Danel tenga un hijo, llamado Aqhat. Un día, Danel, ve venir al dios Kuthar, a quien le ofrece bebida y comida. Kuthar, en correspondencia, le entrega un arco y flechas que, a su vez, Danel confía a Aqhat, mandándole de caza. En tales menesteres, Aqhat encuentra a la diosa Anat, que desea el arco que Kuthar le había dado. Le ofrece oro, plata e, incluso, le promete la inmortalidad a Aqhat si le concede su arma. Sin embargo, evita la oferta de la diosa, a sabiendas que la muerte es el destino de los seres humanos. Una ofendida Anat se queja a El y prepara una venganza por la descortesía de Aqhat. Ayudada por Yatpan, Anat le aplasta la cabeza al joven. Mientras tanto, Danel, advertido de la muerte de su hijo, maldice a la Tierra por siete años. Es posible que que la hermana de Aqhat quisiese castigar a Yatpan, e incluso que Anat tuviese la intención de revivir a Aqhat.
Estas leyendas refieren la fisonomía y el rol que juegan las grandes divinidades de Ugarit (El, Baal, Anat), si bien su carácter es el de poemas de sabiduría más que textos esencialmente religiosos; textos didácticos centrados en las enseñanzas acerca de la condición humana, o sobre la actitud que el hombre debe tener hacia los dioses. El meollo central es el referido al origen divino de la realeza. Si bien es el rey quien garantiza el orden y la justicia a lo largo y ancho de su reino, ser bendecido por los dioses es lo que realmente determina su prosperidad o, en caso contrario, la esterilidad del territorio o su maldición personal. Keret y Danel son paradigmas de los inconvenientes de un monarca que carece de descendencia, lo que implica la necesaria ayuda de la gracia divina para solventar el escollo. La relevancia de una posteridad en forma de hijos bendecida por Dios se vislumbra con claridad en los relatos relativos a patriarcas y reyes del Antiguo Testamento.
Bibliografía básica
DE LANGHE, R., Les Textes de Ras-Shamra-Ugarit et leurs rapports avec le milieu biblique de l’Ancien Testament (2 vol.). Lovaina, 1945.
DEL OLMO LETE, G., Mitos y leyendas de Canaan según la tradición de Ugarit, Cristiandad edic. Madrid, 1981.
DEL OLMO LETE, G., Mitos, leyendas y rituales de los semitas occidentales, edit. Trotta, Madrid, 2013.
JACOB, E., Ras-Shamra-Ugarit et l’Ancien Testament, Cahiers d’Archéologie biblique, n.° 12, Delachaux & Niestlé, ed. Neuchatel, 1960.
MONTGOMERY, J.A. & HARRIS, Z.S., The Ras Shamra Mythological Texts, Kessinger Publishing, Filadelfia, 2011.
1Recuerda a la deidad Jusór, inventor de encantamientos y de la navegación, en la Historia Fenicia de Filón de Biblos.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, julio, 2023.