Imágenes,
de arriba hacia abajo: Rómulo y Remo, en un cuadro pintado por Pedro
Pablo Rubens, 1615-1616. Museos Capitolinos, Roma; Rómulo siendo
conducido al Olimpo por Marte, en un cuadro de Jean-Baptiste Nattier.
Siglos XVII-XVIII; denario del 137 a.e.c. En el anverso está Roma,
con un casco alado, personificación de la Urbs; en el reverso, la
loba de pie con los gemelos lactantes a la derecha; en el fondo, un
árbol con un pájaro posado en el tronco y dos pájaros más posados
en las ramas y; otro denario, datado en 115-114 a.e.c, en cuyo
anverso se ve la cabeza de Roma personificada llevando un casco
corintio con cresta, mientras que en el reverso Roma está sentada
sobre una la pila de escudos, y vestida con un casco corintio.
Los
pelasgos, nombre asociado al norte de Grecia, aunque también al
Ática, un pueblo confundido con los etruscos por Sófocles y
Helánico, según Dionisio de Halicarnaso (I, 25, 4; 28, 3-4), se
habrían establecido en el solar de la futura Roma, recibiendo ese
nombre en virtud de su vigor (rhome)
con las armas.
Asimismo,
otras versiones afirman que Roma fue hija de Ítalo y Leucaria, o de
Télefo, casada con Eneas o con Ascanio, de cuyo nombre provendría
el de la eterna ciudad. Ítalo, el héroe epónimo de Italia, se
pensaba que era hijo de Telégono (a su vez hijo de Circe y Odiseo) y
Penélope, en tanto que de Leucaria (tal vez relacionada con Alba) se
afirmaba que era hija de Latino, aunque confundida en ocasiones, como
esposa de Eneas, con Lavinia. Para Dionisio de Halicarnaso (I, 72,
6), ambos serían los padres de Romo. Debe recordarse que Télefo,
hijo de Heracles y Auge se relaciona con los mitos itálicos por
medio de sus hijos Tirseno y Tarcón, llegados a Etruria tras el fin
de la guerra de Troya.
Otra
versión comenta que ciudad fue fundada por Romano, un vástago de
Circe y Odiseo, por Romo, expulsado de Troya por Diomedes (según el
historiador del siglo II a.e.c. Dionisio de Calcis), o por Romis, un
tirano de los latinos que acabó rechazando a los tirrenos, que se
habían trasladado desde Tesalia hasta Lidia y desde allí hasta
Italia. Romano pudiera ser un reemplazo del Latino de Hesíodo o bien
la alteración del nombre de uno de los tres hijos nacidos de las
relaciones entre el Laértida y Circe, cuyos apelativos eran, según
Xenágoras (historiador de Siracusa), recogido en Dionisio de
Halicarnaso (I, 72, 5), Ardeas, Anteas y Romo. La victoria del tirano
Romis, por su parte, puede ser un rescoldo mítico de una pugna entre
latinos y etruscos o un resabio de la destrucción de Veyes.
El
linaje de Rómulo, del epónimo de la ciudad, también es debatido.
Para algunos era hijo de Dexítea y Eneas, quienes le habrían
llevado en barco a Italia, en compañía de su hermano Romo. Mientras
las demás embarcaciones acabarían destruidas, la de los hermanos
llegó a una ribera a la que bautizaron con el nombre de Roma.
Dionisio de Halicarnaso (I, 73, 1-2) señala que la paternidad de
Eneas es atribuida por autores romanos aunque configurada a partir de
tradiciones griegas. Por su parte Hegesianacte de Alejandría (siglos
III-II a.e.c.), advierte, en este sentido, que Eneas tuvo cuatro
hijos, Eurileon, Ascanio, Romo y Rómilo, siendo Romo el fundador de
la urbe. Para otros, Roma es hija de una troyana casada con Latino,
quien habría dado a luz a Rómulo; o bien hija de Emilia (a su vez
de Lavinia y Eneas), con el dios Ares. La tradición helenizante de
Calias de Siracusa (siglo IV a.e.c.), conocido por Festo, Dionisio de
Halicarnaso y el propio Plutarco, hace a Latino hijo de Telémaco y
Circe. Los gemelos como nietos de Eneas aparecen en autores romanos
(Ennio, An.,
I, 35; Nevio, Serv., En.,
VI, 779; y Dion. Hal., I, 73, 2), que recogen la versión de Emilia
aunque ésta tiene otro nombre (Ilia), posteriormente confundida con
la hija de Numitor. Lavinia, hija del rey Latino, fue concedida en
matrimonio a Eneas cuando arribó a Italia, en lugar de a Turno, con
la que estaba previamente comprometida.
Otro
relato, una versión de Promación (historiador griego, quizá del
siglo I a.e.c.), considerado fabuloso por Plutarco (Rom.,
4), señala que un rey de los albanos llamado Tarquecio, sufrió en
su propia casa una aparición sobrenatural, en tanto que del hogar
salió un falo que estuvo presente varios días. Un oráculo de Tetis
(deidad oracular que se podría, tal vez, asociar con con un dios
conocido como Tethum)
en Etruria, advirtió a Tarquecio que debía unir el falo a una mujer
virgen, pues de esa unión nacería un descendiente de grandes
virtudes y fortuna. En consecuencia, acuesta a una de sus hijas con
el falo, aunque la joven sintió repudio y envió en su lugar a una
criada. La criada daría a luz gemelos. Tarquecio, sabiendo lo que
había ocurrido, se los entregó a un tal Teracio para que los
matase, pero éste los depositó en la orilla de un río, en donde
pájaros y una loba los alimentaban. Un boyero acabaría recogiendo a
los niños abandonados. Ya criados, atacaron a Tarquecio y lo
vencieron.
Hay
que decir que la tradición itálica que habla de la historia de
Céculo y de Servio Tulio, advierte que Céculo había sido
engendrado por el dios Vulcano en forma de chispa de fuego que saltó
al seno de su madre cuando se encontraba al lado del fuego del hogar.
Además, se afirma que Servio Tulio era vástago del Lar de la casa
de Tarquinio el Antiguo (Lucio Tarquinio Prisco, quinto rey, de
ascendencia corintia, de la monarquía romana) que se había unido a
una esclava usando la forma de un falo hecho de ceniza. El nombre de
Tarquecio se ha vinculado con el de Tarquinio, padre adoptivo de
Servio Tulio, así como con el de Tarcón, mitológico padre adoptivo
de Día, hijo de genio (Falo). Asimismo, también se ha asociado con
el topónimo Alba, lo que implica el origen etrusco de esta
particular leyenda.
El
relato de máxima autoridad para Plutarco es el trasmitido por el
historiador griego de los siglos IV y III a.e.c. Diocles Peparecio,
del cual depende Quinto Fabio Píctor, primer analista romano, a
quien seguirían Catón y Pisón. Fabio Píctor escribía, de hecho,
en griego, porque su obra se empleaba como propaganda romana en el
sur de Italia, en la Magna Grecia, y además estaba destinada al
público culto helenístico. Se ha dicho que es más que probable que
en su época fuera cuando se acogió en Roma la leyenda de Eneas
elaborada por el máximo exponente de la épica nacional romana, Cneo
Nevio (siglo III a.e.c.). De los soberanos de la ciudad de Alba, que
descendían de Eneas, la sucesión recae en dos hermanos, Amulio y
Numitor. Amulio elabora un par de lotes de la herencia (oro y
riquezas troyanas de un lado, y la corona, del otro) y Numitor escoge
la corona, que le será arrebatada poco después por su hermano.
Aferrado al poder, y por temor de que de su hija nacieran niños
varones, futuros pretendientes, la designó sacerdotisa de la diosa
Vesta. Esta hija recibe el nombre de Rea, Ilia o Silvia. A pesar de
sus precauciones, quedó embarazada y dio a luz gemelos de
extraordinaria belleza. Amulio ordenó a un sirviente, de nombre
Féstulo, que los despeñara sin miramientos, pero contraviniendo sus
órdenes los depositó en una cesta en el río. La cesta fue
trasladada hasta un lugar en calma llamado Germalo (en Ennio, An.,
I, 67) o Cermalo.
Una
variante, que sen encuentra en la analística de Licinio Macer,
señala que Numitor habría cambiado los infantes por otros
diferentes, que habrían sido los expuestos por orden de Amulio, en
tanto que los verdaderos se criarían en la casa del tal Féstulo.
Asimismo, según Ennio (An.,
I, 59-60), recogido por Dionisio de Halicarnaso, Amulio entrega los
recién nacidos a ladrones para que se deshagan de ellos en el río.
Cerca
del mencionado lugar había un cabrahígo o higuera silvestre,
denominada Rominalio, tal vez por el propio Rómulo, porque en ese
lugar sesteaban rumiantes o quizá, por el amamantamiento de los
niños, puesto que a la mamá los antiguos denominan ruma
y a una cierta deidad que protege la crianza de los niños la llaman
Rumina. Fu en este sitio donde quedaron los dos infantes siendo
asistidos por la loba. Este es un tema mítico presente en el ámbito
griego. Télefo fue amamantado por una cierva, Neleo y Pelias por una
cabra y una yegua y Beoto y Éolo lo fueron por una vaca. Puede haber
existido en este caso una fusión entre el mito de Télefo y el de la
fundación de Tarquinia por sus hijos, de nombres Tirseno y Tarcón,
los modelos etruscos de Remo y Rómulo.
En
cualquier caso, también se dice que esa relación con la loba
depende del nombre de la nodriza, ya que los latinos llamaban lupas
tanto a las prostitutas como a las lobas. Una de tales meretrices era
la mujer de Féstulo, de nombre Acca Larencia, encargada de criar a
los pequeños. Acca,
como vocablo infantil en las lenguas indoeuropeas (akkô),
se asocia con mamá. En su función de praenomen
femenino se halla testimoniado epigráficamente en la Etruria bajo el
término Aka,
probablemente el nombre de una deidad de la fecundidad y la
fertilidad.
Los
infantes fueron enviados a Gabios, ciudad cercana al Palatino, un
centro augural esencial en la difusión de la cultura helénica. Este
hecho haría comprensible el elemento adivinatorio presente en
Rómulo. En esta localidad aprenderían letras y recibirían sus
definitivos nombres de Rómulo y Remo. De los dos, sería Rómulo
quien destacaría por su habilidad política siendo, según el
parecer de Plutarco, más apto para el mando que para la obediencia.
En cualquier caso, ambos se ocupaban de la caza, el deporte, la
captura de ladrones y de librar el territorio de los abusadores.
Cicerón (De
Rep.
II, 2), les presenta con rasgos de líderes militares, adquiriendo
ambos en Plutarco el prototipo de estadistas en virtud de sus
cualidades espirituales y físicas características del guerrero, así
como la inteligencia y la habilidad política, particularmente
Rómulo. En los dos se combinaban las actividades propias de un
origen noble con aquellos rasgos estereotipados de los héroes, un
aspecto muy conveniente al futuro fundador de la ciudad de Roma. La
final elección de Rómulo como fundador de Roma por delante de su
hermano puede corresponder a una combinación en Rómulo de
religiosidad y valor guerrero.
La
ciudad de Roma, probablemente una colonia de Alba, sería fundada en
los parajes en donde se criaron los hermanos gemelos, siendo
impulsada, según Dionisio de Halicarnaso, por Numitor para aglutinar
una población en constante aumento y para, de paso, librarse de
algunos adversarios políticos. Los latinos quisieron distinguir el
origen de Roma del de sus ciudades, de ahí que atribuyeran la
fundación de Roma a mujeres sabinas raptadas y a bandidos latinos.
Rómulo fundó la Roma
Quadrata,
que la tradición ubica en el Palatino, mientras Remo hizo lo propio
en el Aventino, en un lugar cuyo nombre sería Remoria.
La
muerte de Remo a manos de Rómulo aparece en los analistas Valerio
Antias y Licinio Macer, en donde una historia inventada atribuye a
Céler esa muerte para así poder exculpar a Rómulo del fratricidio.
Rómulo
funda, en fin, la ciudad, una época cuya fijación cronológica fue
muy debatida desde antiguo. Para Ennio, en Varrón (De
Re rust.,
III, 1,2), fue en el siglo X a.e.c.; para Timeo, en Dionisio de
Halicarnaso (I, 74), ocurrió en 814. En los analistas, que consultan
los Fasti
Consulares y
la lista de reyes, en el 758, caso de Pisón; en el 728 por parte de
Cincio Alimento, y en 748 a.e.c. Fabio Píctor, también en Dionisio
de Halicarnaso (I, 75). Serán Varrón y Ático quienes la fijen en
753.
Apenas
unos meses después de la fundación de la ciudad, Rómulo ordena el
famoso rapto de las mujeres sabinas. Fueron raptadas treinta, aunque
el analista Valerio Antias menciona quinientas y Juba (antiguo rey
de Numidia, conocido posteriormente como Juba II, rey de Mauritania)
seiscientas ochenta y tres. De ellas habrían tomado su denominación
las más antiguas tribus de Roma.
La
muerte de Rómulo, supuestamente a la edad de cincuenta y cuatro años
y tras casi cuarenta de reinado, supondría su divinización. Julio
Proclo o Próculo dice que se lo encuentra y le advierte su
divinidad. Rómulo se acaba identificando, en función de su carácter
de deidad de la guerra, con la antigua divinidad itálica Quirino en
la elaboración de su leyenda, llevada a cabo probablemente por
Ennio. Este peculiar episodio sería usado como propaganda política
para la divinización de Augusto, estableciendo un paralelo entre
Julio Próculo-Rómulo y Numerio Ático-Augusto. El episodio se
asemeja, según Plutarco, al que los griegos contaban sobre Aristeas
de Proconeso, una personalidad literaria del siglo VI a.e.c., así
como acerca de un atleta de Astipalea de nombre Cleomedes,
desaparecido en misteriosas circunstancias en 492 a.e.c. Por todo
ello se construiría el templo dedicado a Rómulo en el Quirinal.
Este
rey guerrero tendrá como antítesis, según la tradición, a Numa
Pompilio, el fundador de las instituciones religiosas de Roma.
Bibliografía
básica
Avial
Chicharro, L., Breve
historia de la mitología de Roma y Etruria,
Editorial Nowtilus, Madrid, 2018.
Casquillo
Fumanal, Á. L., “Rhome, Rumon, Ruma: una aproximación global al
origen del nombre de Roma”, Espacio,
Tiempo y Forma.
Serie II. Historia Antigua, (17-18), 2004, pp. 129-159.
Cornell,
T.J., Los
orígenes de Roma, 1000-264 a.C.,
edit. Crítica, Barcelona, 1999.
Criado,
F., La
Roma de los siete reyes,
Acuedi edic., Colección Memoria Crítica, Lima, 2023.
Gardner,
J.F. & Benassar, I., Mitos
romanos,
edit. Akal, Madrid, 1995.
Mangas
Manjarrés, J. & Bajo Álvarez, F., Los
orígenes de Roma,
edic. Historia 16 & Alba Libros, Madrid, 2006.
Martínez-Pinna,
J., Los
orígenes de Roma,
edit. Síntesis, Salamanca, 1999.
Sánchez
Escudero, D., Rómulo
y Remo: los fundadores de Roma,
Edic., Albores-F. Javier Boniquito Agudo, Sevilla, 2008.
Tito
Livio, Los
orígenes de Roma
(edición de Maurilio Pérez González), edit. Akal, Madrid, 1989.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-AEEAO-UFM, marzo, 2025.