Imágenes:
arriba, cuadro de Luca Giordano, Turno vencido por Eneas, de 1688,
hoy en el Museo del Prado, Madrid; abajo, poeta dirigiendo una escena
teatral en un mosaico romano del tablinum de la Casa del Poeta
Trágico, en Pompeya. Actualmente, en el Museo Archeologico
Nazionale, en Nápoles.
La
obra Odusia
de Livio Andronico,
el Bellum
Poenicum
de Gneo Nevio y los Annales
de Quinto Enio, todos ellos muy fragmentados, constituyen la infancia
de la épica latina, que
es
una continuación de la griega, en la segunda mitad del siglo III
a.e.c. La presencia de algunos aspectos preliterarios ayudan en esta
consolidación, como es el caso de los carmina
conuinalia,
a
través de
Cicerón (Tusc. IV 3), que a su vez remonta a Catón. Son poemas
cantados en los banquetes, una exaltación de varones ilustres. O
como las neniae
arcaicas
que, como informan Nonio, Festo y Cicerón, eran lamentos
proporcionados por
mujeres asalariadas en
los funerales, con la finalidad de enaltecer las virtudes del
difunto. Del mismo modo, los Scipionum
elogia
favorecieron, asimismo, el nacimiento de la épica latina.
Livio
Andronico, en 240 a.e.c., será quien represente en Roma el primer
drama en latín, que versaba acerca
de
la victoria obtenida sobre Cartago. Será, sin duda, el más helénico
de los épicos latinos de
la etapa republicana. Por su parte, Gneo Nevio y su explícita
romanidad, configura un nuevo tipo de epopeya, la histórica,
centrando el tema en la primera guerra púnica (264-241 a.e.c.). Su
obra, Bellum
Poenicum,
contaba con un
excurso de relevancia
y extensión destacables
acerca
del origen troyano del pueblo romano, usando la leyenda del arribo a
las tierras de Italia de Eneas, fugitivo tras la destrucción de
Troya. De este modo, al tema central de carácter histórico se
suma otro de tipo
legendario, siendo el modelo para la parte legendaria o arqueológica
la Odisea, mientras que para la parte histórica la Ilíada.
Quinto
Enio gozó de fama y prestigio. Fue una autoridad en la que se
apoyará Terencio;
fue también un modelo para los analistas y
fue considerado el mejor
poeta romano para Lucrecio. Del mismo modo, Catón lo concibió como
el Homero romano y para Cicerón fue la figura épica más destacable
de Roma. En Annales,
un poema épico estructurado en dieciocho libros, se narraba la
historia de Roma, desde
los arcaicos orígenes troyanos hasta 171 a.e.c. En su retrato
poético, Enio se
consideraba un
alter
Homerus,
así como un filólogo.
El
primer
estreno teatral en Roma se produjo al año siguiente al desenlace de
la Primera Guerra Púnica, cuando se celebra en Roma la victoria del
cónsul Lutacio Cátulo en las islas Egates. En los fundamentos se
halla el
teatro
etrusco así
como
el teatro griego, a través de las ciudades griegas del sur
de Italia
y de Sicilia. En relación al nacimiento del teatro son de necesaria
lectura tres textos latinos, Tito Livio, Horacio (Epistulae,
11) y Valerio Máximo. Livio comenta que en
365-364
a.e.c.
una peste asola Roma, y uno de los mecanismos empleados para aplacar
la ira divina fue
la
institución
de
los ludi
scaenici,
que
se
sumarían a los espectáculos
circenses. Habrían sido representados por ludiones, llegados de
Etruria, que bailaban
al son de la flauta al modo etrusco, sin usar
ningún
texto previo. La iuventus
romana comienza a imitarlos,
si
bien con
la novedad de
lanzarse entre ellos pullas en versos toscos (inconditis
versibus).
Las
representaciones
se popularizan, interviniendo actores profesionales a
los que se les llama
histriones, un
vocablo
etrusco. Ya no se intercambian versos rudos e improvisados, sino que
representan saturas, una mezcla de canto y danza con el
acompañamiento de la flauta.
Algo semejante a lo comuunicado por Livio aporta valerio Máximo. Por
su parte, Horacio ofrece la
descripción
de un preteatro, representado por una sociedad agraria
agreste y
ruda, que se divierte en sus momentos de descanso. Un paso posterior
sería
la aportación
de la Graecia
capta,
cuyo
influjo dramático llega a Roma después de las Guerras Púnicas.
Hay
una preocupación por la nacimiento del teatro como una institución
social y también por su carácter literario. En
la implantación del teatro latino de carácter literario, en 240
a.e.c., interviene un influjo etrusco, que se manifiesta en la
organización dramática, sin dejar de valorar el componente griego
del propio teatro etrusco. El influjo griego, desde
el final de la
Primera Guerra Púnica, aportará los modelos literarios directos
para la comedia
palliata,
la tragedia, e incluso para el mimo, influyendo
de modo indirecto en
la comedia togata
y la tragedia praetexta,
de creación romana, así como en la atelana
literaria.
Las
manifestaciones preliterarias romanas, de naturaleza preteatral, como
los versus
Fescennini,
la original farsa Atellana
y la satura,
colaboraron al primer estreno teatral en Roma, que debió consistir
en una tragedia o una comedia dotadas, eso sí, de un texto latino
fundamentado
en uno original griego.
El
teatro romano contó,
durante su desarrollo histórico, de
cinco tipos de obras diferentes. La primera es la comedia palliata,
inspirada sobre
todo
en la Néa
griega,
con
una
ambientación y personajes griegos, y
un
argumento complejo y característicamente festivo. Priorizaba la
expresión literaria sobre la corporal. En segundo término se halla
la togata,
creada por Titinio, una comedia sin modelo directo procedente
de Grecia,
de ambientación y personajes romanos o, a lo sumo, itálicos; sigue
posteriormente la Atellana,
aparecida en torno a 100 a.e.c., una comedia sin modelo griego, de
ambientación y personajes itálicos bastante
típicos.
Con su argumento
simple y breve, de naturaleza bufonesca, fue
cultivada esencialmente por Nonio y Pomponio.
El
mimo latino, por su parte, también del siglo I a.e.c., y que puede
considerarse como subgénero de la comedia, si contaba con
precedentes griegos, usados
a veces como modelo
para obras específicas.
Su ambientación y personajes podían ser tanto itálicos como
griegos, en tanto que su argumento era bastante simple, con
un carácter de bullicio
festivo, en ocasiones esperpéntico. Empleaba, como es evidente, la
expresión corporal sobre la literaria, dando pie, en la época
imperial, a la pantomima. Sus principales exponentes serán los poco
conocidos Publilio Siro y Décimo Laberio. Entre los subgéneros debe
destacarse, asimismo, la trabeata,
un tipo de obra únicamente
conocida a través de una referencia de Suetonio, quien afirma que un
gramático, de nombre Gayo Meliso, compuso un novedoso
tipo de togatae
al que nombró
como
trabeata, lo cual lleva a suponer que la innovación de este
dramaturgo aficionado consistió en
ubicar en
escena a personajes del rango ecuestre (que
portaban
trabea en la vida real).
En
lo que respecta a la comedia, ha de decirse que hubo un buen número
de autores de comedia palliata, al margen de Livio Andrónico y Gneo
Nevio, como Cecilio Estacio (según Volcacio Sedígito
y Cicerón, el mejor de todos los cómicos latinos, y enlace entre la
comicidad
plautina y la de
Terencio),
Juvencio,
Patronio, Luscio Lanuvino, Licinio Imbrex, Atilio o Turpilio, si bien
han sido Publio Terencio Afro y
Tito
Maucio Plauto, los que han adquirido mayor fama, en parte porque de
ellos se han conservado varias obras.
Plauto,
autor de Miles
gloriosus,
Asinaria,
Aulularia
o Mostellaria,
entre otras varias comedias,
emplea
de forma casi exclusiva como modelos obras provenientes
de
los autores de la Néa.
Tales modelos de Plauto serían célebres comediógrafos,
particularmente Dífilo, Posidipo, Menandro, Filemón, Demófilo y
Batón. Plauto prefiere interpretar sus comedias como una acción
continua, en tanto que su
comicidad,
atenta especialmente a la diversión de los espectadores, le lleva a
empeñarse en la
producción de
efectos cómicos. En sus obras acostumbra a presentar un enredo
arquetípico en el que participan un joven, una prostituta o una
joven decente, un esclavo, un anciano, parásitos, matronas y un
alcahuete propiciando,
no obstante,
un final feliz.
Se
han estructurado sus comedias en cuatro grupos principales; las
comedias de diversión final; aquellas comedias con fondo
moral;
comedias psicológicas y las de intriga. No obstante, en virtud del
retrato de caracteres y costumbres, así
como el
uso del engaño y el equívoco, también se han clasificado en
comedias de anagnórisis
o reconocimiento, comedias de burla, de aventura, caricaturescas, con
personajes muy parecidos y aquellas llamadas compuestas.
Plauto
utilizó
variados recursos cómicos populares, jugando con el movimiento
escénico (comedia motoria),
empleando alusiones a la vida romana, provocando la ruptura de la
ilusión escénica, usando todo tipo de equívocos o la burla de
campesinos, además de la grosería, la chanza y hasta la obscenidad.
Publio
Terencio Afro, originario de Cartago, escribió entre otras comedias,
Andria,
Heautontimorumenos
(El
atormentador de sí mismo)
y Eunuchus.
Su representación se llevó acabo entre 166 y 160 a.e.c. Terencio
concebirá
su comedia en
relación a un espectador
culto, conocedor y admirador de la cultura griega, lo que explica su
helenización, el deseo de emular las creaciones de la Néa,
en
particular las
comedias de Menandro.
Plauto
realiza
una
obra ligera, con
recursos humorísticos y sin situaciones ni personajes especialmente
llamativos, con la exclusiva finalidad
de hacer reír. La obra de Terencio, por lo contrario, está
calculada, sin apreciar
lo espontáneo,
con personajes reflexivos,
muy
congruentes con su caracterización psicológica. A Terencio se le ha
etiquetado como el comediógrafo de la humanitas.
Las disputas matrimoniales fueron un tema típico
de la comedia romana.
En
la
comedia togata
es descollante la figura de Lucio Afranio, con sus personajes,
ambientes y costumbres latinos o romanos. La
comedia
Atellana,
originaria de Campania, surge entre la población osca, por influjo
de la farsa de los fluakes.
Inicialmente, es improvisada, sin un texto literario previo, centrada
en breves situaciones bufonescas, alrededor
de
cuatro personajes tipificados (Bucco,
Dossennus,
Maccus y
Pappus),
caracterizados como personas
burlescas, sórdidas, del gusto popular. Esta suerte de mascarada
tuvo sus cultivadores principales en Lucio Pomponio, Novio y Aprisio.
En general, las obras consistían en la escenificación de una
aventura de
sus
personajes típicos, habitualmente, un acontecimiento jocoso y
ridículo. Una de las temáticas más empleadas consistió en el
ataque burlón y con malicia a los provincianos,
así como en la ridiculización de la mitología griega.
La
primera representación
de mimos en Roma ocurrió
en
211 a.e.c. El
mimo empezó a ser relevante en el marco del
teatro cómico gracias a Décimo Laberio, Núcula (tal vez un apodo),
Lucio Valerio y Publilio Siro. Una de las novedades que presenta
consiste en la crítica de acontecimientos contemporáneos, algunos
de indudable trascendencia política. A ello se suman críticas de
las distintas
corrientes
filosóficas y de sus representantes principales.
En
relación a la tragedia latina, el siglo II a.e.c. se convierte en
una época primordial, con dramaturgos de
la talla de
Marco Pacuvio, Lucio Acio y Quinto Enio. La tragedia tiene como
elemento esencial su helenismo (sobre todo a partir de los dramas de
Eurípides), en tanto que sus argumentos se mueven en el ámbito de
la mitología griega, que es tratada mezclando originalidad y
tradición. Una de las innovaciones que se pueden observar en la
tragoedia
latina es el coro de soldados. Hubo una predilección por el
tema
troyano y los argumentos melodramáticos; de hecho, muchos de los
temas eran sangrientos y truculentos. Conviene recordar, en este
sentido, que los primeros analistas, Fabio Píctor y Cincio Alimento,
inaugurarían la costumbre de aludir
a
los orígenes de Roma desde
la huída de Eneas y su familia
tras
la destrucción de Troya.
Se
podría señalar que
los principales tragediógrafos latinos, considerados mayores, hayan
sido Livio Andrónico, con obras como Achilles,
Aiax
mastigophorus,
Andromeda
o Equos
Troianus,
Gneo Nevio, con títulos como Danae,
Hector
proficiscens
o Lucurgus,
Quinto Enio (Alexander,
Andromacha
aechmalotis,
Erechtheus,
Iphigenia,
donde
introduce
el coro de soldados, Eumenides
y Medea
exul, todas
ellas de gran patetismo),
Marco Pacuvio, con argumentos poco comunes en obras como Armorum
iudicium, Atalanta, Chryses,
Orestes
y Niptra,
y Lucio Acio, con su abuso de la retórica en obras de la saga
tebana, como Phoenissae,
Antigona
y Epigoni,
así como de la troyana, como Télepbus,
Myrmidones
y Nyctegresia;
de la saga lacedemonia como Atreus,
Pelopidae
y Clutemestra;
y de diversas sagas, caso de Meleager,
Melanippus, Athamas
y Medea,
entre otras.
La
temática
de la tragedia praetexta,
drama de carácter histórico, finalmente, se centraba en asuntos
romanos de
relevancia para la vida
política, en
tanto que aludía
a hechos de personajes de renombre, sobre todo militares y
gobernantes, o a acontecimientos de claro interés público. Habrá
tragedias de tipo histórico-legendario así
como otras
tragedias de temática histórica más reciente.
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