2 de febrero de 2021

Mito e historia: la Tebas del collar de Harmonía



Imágenes: por un lado, plancha en bronce en la que se aprecia a Anfiarao partiendo hacia la batalla por mandato de Erífila, su mujer (sobornada por Polinices con el famoso collar de Harmonía). A la derecha, sobre su madre, Alcmeón, quien con el tiempo vengará la muerte de su padre. Por la otra, un dibujo de la plancha que hace más nítida la escena. Museo Arqueológico de Olimpia.

No es algo nuevo que la historia y el mito se interrelacionan y que la primera bebe de las fuentes del segundo. Baste un caso específico como corroboración. El papel histórico de la Tebas griega había sido, hasta la primera mitad del siglo IV a.e.c. muy escaso. Había desempeñado un papel etiquetado de antiheroico, pues se había asociado con los persas en la época de las Guerra Médicas y desviado su atención hacia otro lado cuando se produjo la masacre de Platea en la Guerra del Peloponeso. Únicamente tomó relevancia con Epaminondas y Pelópidas, quienes en Leuctra (371 a.e.c.), acabaron con la legendaria idea de un invencible ejército espartano. No obstante, el éxito fue efímero, pues se dilató hasta el fallecimiento de Epaminondas en la batalla de Mantinea, apenas unos nueve años más tarde.

Tebas sí tenía, por la contra, un notable prestigio mítico. El ciclo tebano comenzaba con la fundación de la ciudad por parte de Cadmo y se centraba en la trágica historia de Edipo, que incluía los enfrentamientos de sus descendientes por el trono tebano. Tebas, debe recordarse, era además del reino de Edipo, el hogar de Heracles y el refugio de Dioniso. Un lugar en el que los héroes miraban a los ojos de las deidades (oración que parafrasea el título de un espléndido libro de Oscar Martínez García, Héroes que miran a los ojos de los dioses, Edaf, Madrid, 2015).

Cadmo había desposado a Harmonía, hija de Afrodita y Ares. Ambas deidades regalan a la novia un collar dorado con cierta aura mágica, que pasaría de mano en mano entre los descendientes del trono tebano, hasta que cae en las manos de Polinices, hijo de Yocasta y Edipo. Polinices (“el de múltiples victorias”) quiere usarlo para derrocar a su hermano (Eteocles) y atacar la ciudad. Pero el éxito únicamente estaría garantizado si el adivino Anfiarao se unía a la expedición en contra de Tebas. Pero como el adivino sabía que de aceptar no volvería  vivo, acabó por declinar la invitación. No obstante, Polinices no cejó en su empeño y sobornó a la esposa de Anfiarao con el ya famoso collar de Harmonía. El adivino, por juramento, debí acceder a las peticiones de su esposa, de forma que no le quedó más remedio que enfilar su destino hacia Tebas, no sin antes encargar a su hijo, Alcmeón, que cuando fuera mayor vengara su muerte en la persona de su madre.

Llegado el día, el Acmeón matricida (cuyo mito trata soberbiamente Carlos García Gual en un libro titulado La venganza de Alcmeón. Un mito olvidado, FCE, Madrid, 2014), queda maldito por su delito, así como toda su estirpe, una maldición que solamente concluiría en el momento en que el collar estuviese, de nuevo, en manos divinas.

Cuando el poder macedonio se impone a través de Filipo II, tras la batalla de Queronea en 338 a.e.c. (síganse aquí las Helénicas de Jenofonte), comenzará el principio de la destrucción de Tebas. La sombra de la destrucción que había planeado en muchas ocasiones en el mito se hace realidad en la historia en el instante en que Alejandro Magno, sofocando una rebelión en Tebas contra el poder macedonio, solicita al resto de ciudades de Beocia tomen una decisión acerca del destino de la ciudad de las siete puertas (nombrada así por Homero, Hesíodo, Esquilo, Eurípides, Higino, Apolodoro, Pausanias[1]). Esas ciudades acordaron la completa destrucción de Tebas y la esclavitud para los sobrevivientes. Alejandro cumple a rajatabla tal mandato, respetando exclusivamente los templos y, curiosamente, la casa de Píndaro (que era tebano, el máximo exponente de la poesía lírica coral). Así, pues, Polinices había ganado.

La primera ciudad que de acuerdo al mito se había fundado en Grecia, había sido destruida por iniciativa de los propios griegos, simbolizando con ello el final de toda una época histórica.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, febrero, 2021.



[1] Il., IV, 404-405; Hes., Trab. y Días, 163-164; Esq. Los Siete contra Tebas, 390-487, 570, 632-633, 614-715; Eur., Las Fen., 1103-1134; Hig. Fab. 69; Apol. Bibl., III, 6, 6-7; Paus. Descrip. de Grecia, IX, 8, 4-7; 8, 5-6; 16, 6; 25, 1-2.

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