2 de mayo de 2024

Imaginación, escatología y mito en el arte de Etruria (IV)







Imágenes, de arriba hacia abajo: contenedor de perfume en bronce en forma de cabeza de una deidad, concretamente Turan, llevando un casco alado; cista que representa a un seguidor dionisíaco deleitándose, acompañado de Perseo y la cabeza de Medusa. Praeneste. Siglo IV a.e.c.; espejo con la figura de una sirena, híbrido mujer-pájaro, flanqueada por dos serpientes. Siglo V a.e.c.; otro espejo en bronce, de 350-300 a.e.c., con el rey de los mirmidones de Egina, Peleo, la nereida Tetis y la nereida Galene; estatuilla de Mernva, hoy en el Museo Estense, Módena; y el denominado carro brasero de Bisenzio.

Al margen de las pinturas de las tumbas, muchas placas de terracota, imitando el género de los pinakes leleueomenoi o placas blanqueadas, las cuales dispuestas agrupadas formaban un friso, así como unos pocos sarcófagos, también fueron ornadas con motivos pictóricos. Entre esas placas blanqueadas sobresale las conocida como placas Boccanera, en la que aparecen, además de esfinges, la escena, etrusquizada, del Juicio de Paris. El hijo de Príamo lleva barba, Hermes porta una rama como caduceo y las tres diosas objeto de la discordia, aparecen vestidas como si fuesen nobles damas.

Asimismo, son relevantes las placas Campana, halladas en Caere. En una de ellas se aprecia a un hombre alado, precedido de un arquero, transportando en sus brazos a una joven; en otra, se ven dos hombres sentados, uno de ellos anciano, con un cetro, que conversan uno frente al otro, mientras revolotea lo que parece una pequeña sirena. Algunos expertos han querido interpretar en estas placas la leyenda de Alcestis, hija del rey Pelias de Yolco, esposa de Admeto, un rey de Tesalia.

Los objetos de bronce fueron apreciados por los propios etruscos y también por los atenienses del siglo V a.e.c. Las clases aristocráticas y burguesas, ávidas de lujo y riqueza, usaron numerosos utensilios en bronce de uso cotidiano. En concreto, deben mencionarse candelabros, calderos y trípodes, quema perfumes (thymiatérion), los incensarios y los braseros, además de cistas y sítulas, sin olvidar espejos de cobre o bronce, decorados en sus dorsos con escenas míticas y, finalmente, vasos y urnas cinerarias.

Los calderos, y los trípodes para su soporte, eran de tipología greco-oriental. Muchos procedían de Grecia, pero también de Siria, Fenicia, Urartu, Chipre o Asiría. Los talleres etruscos lograron realizar espléndidas imitaciones locales. Los calderos del período orientalizante eran sin asas (posteriormente se les fijaron trípodes en las bases), y remedaban la iconografía de los bronces orientales. Son los lébetes, decorados con prótomos de animales más o menos fantásticos, como sirenas, grifos, sierpes y leones, que se sustentaban sobre trípodes y soportes cónicos. Ejemplares notables son los procedentes de la Tomba Barberini de Preneste. Desde finales del siglo VII a.e.c. los soportes de los calderos se hicieron independientes. A la altura de la cintra, suelen estar decorados con figurillas de animales que combaten, de prótomos de caballos, de silenos o figuras formando composiciones mitológicas.

De sobresaliente factura son los trípodes Loeb, con placas de bronce ornamentadas con motivos mitológicos griegos, caso de las aventuras de Perseo y la Medusa, Peleo persiguiendo a Tetis o Heracles estrangulando al león de Nemea.

Entre los lucernarios destaca el hallado en una tumba de Fratta, de mediado el siglo V a.e.c. En su centro, formado por una cavidad circular, aparece una Gorgona a la que rodea un friso de animales y monstruos que se atacan entre sí. Sus candilejas están realzadas con cabezas del dios fluvial Aqueloo; por debajo se encuentran unos silenos en cuclillas con siringas y doble flauta, sirenas con patas de pájaro que parecen querer cantar, delfines deslizándose por las aguas y algunos otros animales.

Entre los thymiatéria o quema perfumes destaca uno procedente de Vulci (510 a.e.c.), en el que se observan unos pequeños leones en su base y una bailarina, de elegante actitud, sustentando el fuste. En otro, también de un taller de Vulci, se observan figuras femeninas. Su fuste arranca de una cariátide formada por un sátiro que parece jugar al kóttabos. El coronamiento lo configura un niño que descansa sobre un pie al tiempo que juega con un perro.

Los braseros de bronce se difundieron desde el siglo IV a.e.c. En uno de ellos, en forma de pequeño carro, hallado en un tumba en Bisenzio y fechado en el siglo VIII a.e.c., su decoración está constituida por una escena de agricultura, otra de caza y dos de combate, además de dos grupos familiares, comprendiendo un hombre itifálico, con escudo, lanza y yelmo, además de una mujer, quizá una diosa, portando dos recipientes, una olla y una vasija sobre la cabeza. El otro grupo lo forman tres personas; un muchacho con cinturón y escudo oval y un guerrero itifálico, que manosea el seno a una mujer, la cual a su vez estimula sexualmente al hombre. En esta decoración aparecen, asimismo, animales, como una liebre, un perro, un jabalí, un lobo, un ciervo y un par de cabras montesas. Se encuentra aquí representado un ciclo vital que comprende agricultura, sexualidad, guerra, caza y muerte. De estos valores surge la simbología de la aristocracia etrusca.

El espejo etrusco estuvo conectado al mundo femenino. Existieron tres tipos, de caja; de pie, para ser ubicados encima de una mesa o soporte; y de mango, para el uso cotidiano. Presentes desde el siglo VI a.e.c., los espejos de mango poseían una estructura a base de un disco circular de influencia egipcia y griega, primero plano y después algo convexo, con una cara pulida y la otra incisa o en relieve, en la que figuraron argumentos ornamentales variados. El mango podía ser de marfil, de hueso o de madera. En el siglo III a.e.c., no obstante, el mango, en bronce, estaba enlazado directamente con el disco. En el reverso o dorso, era el lugar en donde se ubicaba la decoración, siendo el medallón el foco de interés, ya que en él se figuraban las escenas y pequeños epígrafes que indicaban la denominación de deidades y de los personajes que intervenían en las mismas. Las escenas recogen temas varios, tanto de la vida cotidiana, como los banquetes, el aseo femenino, los deportes o los temas amorosos, como temáticas que conformaban composiciones mitológicas. Muy probablemente existió un vínculo entre la calidad de los espejos, el argumento representado y el nivel socio-cultural de sus dueños.

Las temáticas más corrientes se inspiraron en la mitología griega, recogiéndose el juicio de Paris; la leyenda de Meleagro; el nacimiento de Minerva, el ciclo de Heracles; Telefo amamantado por la bicha; el asesinato de Troilo; los gemelos Dióscuros y el caballo de Troya. La temática típicamente etrusca estuvo asimismo presente, con la leyenda de Turan y Atunis, aquella de Aplu y Menrva y la de Cacu y Artile.

De la época arcaica sobresalen un par de espejos, fechables en 480 a.e.c. Uno de ellos de Vulci, con el tema de Eos (Thesan) portando a Céfalo; el otro, muestra la temática de Heracles raptando a una joven deidad de nombre Mlacuch. A finales del siglo V y durante el IV a.e.c., perduran los maestros, con una denominación que varía según el tema referido. En tal sentido, se puede citar al Maestro de Chalchas, el Maestro de Usil, el Maestro de Helena, el Maestro de Aquiles y Pentesilea, el Maestro de las Lasas y el Maestro de las Figuras largas, todos ellos autores de diverso número de ejemplares.

A mediados del siglo IV a.e.c., las escenas son más abigarradas y complejas, con la presencia de más personajes. Entre los espejos de mayor relevancia debe citarse uno cuyo autor, inspirándose en Ctesilochos, discípulo del pintor griego Apeles, representó el nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus. En la escena, ambientada con plantas, aves, rocas y nubes, aparecen también Thanr y Sethlans. Otro espejo, sobresaliente por su diseño, es uno de Vulci de la misma época, que recoge los amoríos de Fufluns, figurado desnudo, y Semla, vestida con un himátion y un manto, calzada con sandalias. Se muestran besándose y abrazándose en presencia de Apvlv y de un músico. En un espejo, datado en 300 a.e.c., aparecen cinco personajes dispuestos alrededor de la Moira Átropo. Otro, del siglo IV, de Volterra, aparece ornado con el tema de Heracles adulto siendo amamantado por Hera (Uni). La esposa de Zeus está sentada. A su lado se observan otras cuatro divinidades, muy probablemente, el propio Zeus, Atenea, Apolo y Afrodita. Aquí se rememora el mito que cuenta que Heracles se haría inmortal al ingerir la leche materna de Hera.

Del siglo III a.e.c. sobresale, asimismo, el llamado Espejo Durand, del Maestro del Gran Espejo de Vulci, con una doble escena sin conexión entre ellas. En la parte superior, Heracles presenta a Zeus un niño de nombre Epur, mientras que en la inferior se narra un episodio de la leyenda de Troya, con las figuras del rey aqueo Agamenón, su hermano Menelao y su esposa Helena, además del raptor París. En un espejo de Bolsena se muestra a los hermanos Vibenna como guerreros, capturando a Cacu, que toca su lira, y a Artile, que lee un díptico sobre sus rodillas. Tal temática se inscribe en un fondo histórico, posteriormente tomado por el escritor romano Aulo Gelio en el siglo II.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, mayo, 2024.

29 de abril de 2024

La Historia en Polibio y Tito Livio. Una doble visión


Imágenes, de arriba hacia abajo: Polibio representado en un relieve sobre una estela, por Kleitor. Siglo II a.e.c. Museo de la Civilización Romana, Roma; y Busto de Tito Livio, obra de Andrea Briosco (hacia 1567).

Polibio, originario de Megalópolis (Peloponeso, Grecia, entre 209-208-122 a.e.c., fue un reconocido historiador griego que sería llevado a Roma como rehén, después de la batalla de Pidna, en la que el cónsul romano Paulo Emilio venció a Perseo, rey de Macedonia. Desempeñó el importante cargo de estratego y recibió una sólida formación filosófica y literaria. En tal sentido, en su obra menciona a poetas como Homero, Simónides o Píndaro, y tenía un conocimiento profundo de la literatura griega y de los historiadores griegos clásicos; esto es, Herodoto, Tucídides y Jenofonte.

Su concepción historiográfica era la peripatética de Aristóteles, de Teopompo y de Dicearco. Polibio pasa a la posteridad por escribir sus Historias. En ella Polibio historia los sucesos comprendidos entre la Primera Guerra Púnica, 265 a.e.c., y la destrucción de Corinto en 146 a.e.c., final de la Tercera. En la historiografía de la Antigüedad, Polibio ocupa un lugar primordial por su concepción de la historia y por su específica manera de interpretarla.

Desde el principio de la obra dejó claro el objeto de su estudio, que es, única y exclusivamente, escribir cómo, cuándo y por qué todas las partes del mundo conocido habitado cayeron bajo la dominación romana. Entiende las causas como los antecedentes que conducen a los juicios y las opiniones. Su concepción historiográfica se muestra teñida de una gran dosis de intelectualismo. Concede especial importancia a las constituciones políticas (fundamentadas en las costumbres y las leyes), entendiendo que si las costumbres y las leyes eran acertadas, la constitución sería atinada y, con ello, las personas, rectas.

Defiende que la causa suprema, tanto del éxito como del fracaso, es la estructura política, pues de la misma surgen todas las intenciones y proyectos de los actos. Las constituciones originarias eran la realeza, la aristocracia y la democracia, aunque también habla de unas constituciones degeneradas (tiranía, oligarquía y oclocracia) a partir de cada una de las primeras. Asimismo, examina otra constitución: la Monarquía. Esta teoría centrada en la idea de que todo régimen político tiende a degenerarse se denomina anaciclosis (anakyklosis, ἀνακύκλωσις) que describe una sucesión cíclica de regímenes políticos.

Polibio menciona la historia pragmática, y cita los tres tipos de narraciones históricas: la genealogía; la fundación de colonias, y las acciones de los pueblos, de los estados y de los políticos. El historiador entiende por historia pragmática la narración de las acciones que han hecho los pueblos y sus dirigentes. La historia, así, es útil al enseñar la actuación de los estados y de los personajes históricos. Para Polibio la historiografía pragmática implica la narración de los hechos políticos y militares encuadrados en la triple dimensión de modo, tiempo y causa. Esta historia pragmática comprende tres aspectos; la información ofrecida por las fuentes escritas y su yuxtaposición; la visita a diversos países y ciudades, con la finalidad de conocer las peculiaridades de cada uno de ellos; y la actividad política.

Sin embargo, de forma irónica, en la concepción historiográfica de Polibio, también la Fortuna desempeña un papel de primer nivel, por que dice que es determinante del destino humano. Los acontecimientos de un período concreto dependen de dos factores. De un lado, de la Fortuna; del otro, de Roma; de esta última porque se encuentra dotada de una excelente constitución histórica, y en ella abundan personas llenas de proyectos.

Finalmente, Polibio distingue en su obra fundamental historia universal e historia particular. No rechaza emplear discursos, aunque limita su incorporación porque entiende que el historiador no debe presumir en su obra de orador.

Tito Livio, natural de Patavium, vivió entre 64 a.e.c. y 17, siendo un historiador latino que vivió en Roma desde el 30 a.e.c. Inicialmente se interesó por la retórica, como la mayoría de los historiadores romanos. Es el autor de la célebre gran historia de Roma, Ab urbe condita libri (o las Décadas), que abarca desde la fundación de la ciudad (en 753 a.e.c. según la tradición), hasta el año 9 a.e.c. Para la confección de esta magna obra utilizó archivos así como historiadores antiguos (aunque casi no los cita), lo que hace que la obra carezca de cierta fiabilidad respecto a algunas épocas específicas. Intercaló pequeñas reflexiones en medio de la narración, de tono épico y dramático.

Livio concebía la historia desde un punto de vista moral y, en tal sentido, más que una obra científicamente construida, es la aportación de un poeta que canta y glorifica el esplendor del pueblo romano. No obstante, sirvió de modelo a historiadores posteriores, influyendo en los poetas épicos. Su conservadurismo es consecuencia de una ética patriótica, en la tradición de Virgilio o de Horacio, como glosador de las glorias republicanas y, al mismo tiempo, de la paz restaurada por Augusto.

Livio ordenó la historia año a año, siguiendo la tradicional técnica analítica. Se fundamentó en historiadores como Polibio, alternando, sin mezclarlos, hechos civiles de carácter político y social con episodios militares o diplomáticos. En no pocas ocasiones se valió de un estilo propagandístico y moralizante para exaltar el pasado de Roma. En su narración recurre a los discursos, a la descripción de personajes y a ciertos episodios de fuerte carácter dramático. Hay que remarcar que nunca tuvo una concepción científica del trabajo historiográfico, en tanto que su ideal no era la búsqueda ni la crítica de documentos, sino fusionar la tradición literaria en una unidad armónica.

El valor histórico de la narración depende del valor de las fuentes, que Livio reelaboró con libertad, sin tener en cuenta su propio valor intrínseco. Allí donde descubría contradicciones o falsificaciones, simplemente indicaba las distintas opiniones o sus dudas al respecto, pero no las discutía ni las sometía a crítica alguna.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, abril, 2024.

 

16 de abril de 2024

Literatura mítico-religiosa e histórica etrusca


Imagen: sarcófago de la tumba de los Vipinana, de la necrópolis del Carcarello, hallado en 1839.

No se puede discutir que hubo una dependencia mitológica de Etruria en relación a Grecia, tal y como testimonian la onomástica y las imágenes de deidades y héroes helénicos figurados en numerosos sarcófagos, espejos de bronce, pinturas y demás objetos del arte etrusco.

Uno de los más notables ejemplos al respecto de lo arriba mencionado es el espejo de bronce, datado en el siglo IV a.e.c., de Preneste, y actualmente en el British Museum. En su reverso aparece la escena del nacimiento de Menrva que, en la forma de Palas Atenea con alas, surge de la cabeza de Tinia, divinidad primordial de Etruria. En el nacimiento colaboran unas damas aladas Ethausva y Thanr, que actúan de comadronas.

Un buen número de los nombres mitológicos griegos se escribieron en formas etruscas. Se pueden mencionar unos pocos ejemplos conocidos, de entre otros varios. Así, Acble (Aquiles), Aplu (Apolo), Chalchas (Calcante), Charun (Caronte), Hercle (Hércules), Thevrumines (Minotauro), Menrva (Minerva), Patruele (Patroclo), Turms (Mercurio) o Utusthe (Odiseo-Ulises).

No se sabe si los etruscos comprendieron los mitos griegos o en su desconocimiento acabaron por banalizarlos un tanto. Del mismo modo se ignora cuántos mitos de creación etrusca subyacen bajo las escenas de tipología griega en su tratamiento, que se muestran en el arte etrusco; unos mitos que debieron contar con el soporte de una literatura concreta, en la actualidad desaparecida, aunque su rastro puede seguirse en varios héroes, cuyos nombres no se corresponden con precisión con los de la mitología griega. Entre tales héroes se deben recordar Achvizr, figurado, en ocasiones, como un personaje masculino y otras femenino, componente de la corte de Turan; los sátiros Sime, Aulunthe, Puanea y Chelpun; Chaluchasu, identificado con el mítico Talos; Clesclan, vástago de la diosa Sol; el joven o la joven Leinth; la novia Malavisá, representada en los espejos y agente de un mito asociado con una boda; Munthuch, figura enigmática representada en escenas mitológicas de aseo personal; el joven Pulthisph; Thalna, una mujer que suele aparecer en escenas de parto; Tuchulcha, demonio de la muerte; Zipna, figura femenina del círculo de Turan; Nathum, quizá la versión etrusca de una de las Furias; o i/sil, el dios Sol.

Una personalidad singular, presente en leyendas específicas etruscas, la tuvieron la ninfa Vegoia o Begoe, autora reconocida de textos religiosos; Tages, un niño profético surgido de un surco de la tierra, y Tarchun (Tarconte), el legendario fundador de la ciudad de Tarquinia, imaginado sobre un espejo como un arúspice. De otras figuras menores, solamente representadas un par de veces en los espejos, casi no se sabe nada, como son Zinthrepus, Arle, Ucernei, Chais y Rathlth.

Muy probablemente, de mucha mayor relevancia fueron los textos religiosos mayores, revelados a los etruscos por el niño divino Tages y por la ninfa Vegoia-Begoe. Transmitidos inicialmente de forma oral de generación en generación posteriormente serían fijados por escrito en lengua latina, ya en el siglo I a.e.c. El conjunto de los libros sagrados, que no se pueden considerar textos literarios en sí mismos, constituyó la Etrusca disciplina, dividida en tres grupos o series de textos: los Libri haruspicini (atribuidos a Tages), que enseñaban reglas para el examen de las entrañas de los animales sacrificados ritualmente, sobre todo el hígado; los Libri fulgurales (relacionados con Vegoia), relativos a la interpretación, el rechazo e invocación de rayos y relámpagos; y los Libri rituales, un conjunto de contenido diverso.

En el primer siglo a.e.c.,diversas personas de origen etrusco, como Tarquicio Prisco, un amigo de Cicerón llamado Aulus Caecina, Julio Aquila o Nigidio Figulo, divulgaron y publicaron en latín el contenido de esos libros, generando, en la forma de una gran vulgata, una amplia base de información científica y religiosa, que sería recogida y empleada en unas pocas obras de autores como Censorino, Séneca, Varrón, Cicerón, Plinio el Viejo, Macrobio, Festo, Servio o Marciano Capella.

Muchos especialistas del mundo antiguo están convencidos de que hubo una literatura histórica etrusca, en función de un conjunto de referencias que sobre las historiae tuscae efectuaron historiadores latinos y griegos. Varrón aludió a ellas al hacerse eco de la duración de los diez saecula etruscos (el primer saeculum iniciaría en 969 a.e.c.)1 así como al referirse a los prodigios y señales que anunciaron el fin de la civilización etrusca. Lo propio hizo el emperador Claudio, quien escribió, a partir de auctores Tusci, una historia llamada Tyrrheniká sobre el pueblo etrusco.

De los textos históricos etruscos de distintas épocas nada ha sobrevivido excepto un breve pasaje de Aulus Caecina sobre la conquista de la Etruria padana por Tarcón, el héroe de la ciudad de Tarquinia. El material historiográfico debió ser aprovechado por escritores griegos y latinos que quisieron referir temas etruscos. Lo que han escrito autores clásicos como Tito Livio, Plinio el Viejo, Servio, el comentarista de Virgilio, Dionisio de Halicarnaso, Estrabón o Marco Verrio Flaco, se deduce la plausible existencia de historias etruscas. No obstante, casi nada se puede decir acerca del tipo o el enfoque de esa literatura histórica. Los especialistas creen que se recogería en forma de anales y de res gestae para significar las historias locales o bien genealógicas y biográficas referentes a las grandes familias aristocráticas. En las grandes narraciones se enmacarían en un contexto religioso, asociado directamenre a la Etrusca disciplina.

La célebre Disciplina debió de estar vinculada a la Historia puesto que era a la vez cosmogonía, en el sentido de historia del mundo; profecía; esto es, adivinación de la historia futura de las poblaciones, Individuos y ciudades y, acción sobre la Historia, como posibilidad de determinarla por mediación de rituales expiatorios y plegarias. La Historia fue concebida por los etruscos como una duración específica, los saecula, marcada por un final. La duración acompañaría a la adivinación, encargada de desentrañar las señales divinas y los portentos que señalaban el fin de los saecula.

Al margen de las referencias de carácter fabuloso, es decir, las fabulae Etruscae que cita Plinio el Viejo, conectadas con las historias de fundación, de las alusiones a aspectos locales de las ciudades, orientadas en la vetus fama Etruriae, así como de las pugnas interurbanas o contra una Roma enemiga, la historia sirvió como mecanismo para detallar diversos elementos biográficos de algunos relevantes personajes, caso de los hermanos Vibenna, Mastama o Porsenna, o como medio de sintetizar en elogia las acciones de personajes de renombre, que se inscribieron en las lastras de mármol honoríficas, las tumbas y los sarcófagos. Así, se puede citar el elogium de Laris Pulenas, inscrito en el volumen que exhibe en sus manos, o el de los tres miembros de la familia Spurinna, los cuales, redactados seguramente por Vestricius Spurinna en honor de sus antepasados, se expusieron al lado del Ara della Regina, el templo de Tarquinia, en el siglo I.

Escritos en lengua latina, recordaban hechos de los siglos IV y III a.e.c. lo cual evidencia la existencia de archivos familiares entre ciertas familias etruscas, un factor constatado por Tito Livio (VIII, 38-40). Aunque el elogium del primer miembro se ha perdido, los elogia de los otros dos miembros, Velthur Spurinna y su hijo Aule Spurinna, se han conservado hasta hoy en día, si bien incompletos. El elogium de Velthur, ubicado en el Museo Nacional de Tarquinia, menciona su cargo de pretor, desempeñado un par de veces, advirtiendo un significativo acontecimiento: el haber sido el primero de los etruscos en atravesar el mar al mando de unas tropas, una alusión a la ayuda prestada a los atenienses en la campaña de Siracusa en 414-413 a.e.c. Por su parte, el segundo, el de Aule, recuerda que había depuesto a Orgolnio Velthume, el soberano de Caere, además de haber sofocado una sublevación de siervos en Arezzo, haber capturado a los latinos varias ciudadelas del Lacio y haber mantenido contactos con los faliscos.

Algunos textos más tardíos recuerdan elogia de otros personajes etruscos, en particular aquellos relativos a Tarquinia. Se puede mencionar el del Fragmento Borman 1869, ya perdido, en donde se alude a un anónimo personaje que intervino durante tres décadas tanto en la política como en las enseñanzas religiosas; esto es, de la Etrusca disciplina. Existen, asimismo, epígrafes de personajes que, en varios períodos de la historia romana, desempeñaron el cargo honorífico de praetor Etruriae XV populorum, o de los que integraron el Ordo haruspicum LX, un evidente testimonio del arraigo en Roma de las tradiciones etruscas.

De una forma o de otra, la visión histórica de los etruscos siempre estuvo asociada a un determinismo divino, en concreto si se apunta hacia al tope de los arriba mencionados diez saecula en que los etruscos habían calculado el tiempo de su duración como población y nación.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, abril, 2024.

1 El saeculum II y el saeculum III etrusco comenzarían en 800 y 707 a.e.c., respectivamente. Justo un siglo después de esta última fecha iniciaría el IV saeculum etrusco. El V saeculum etrusco comienza en 507, mientras que el inicio del VI es en 384 a.e.c. El VII saeculum etrusco comienza en 265. En 146 a.e.c. inicia el VIII saeculum y en el 90 el IX. El vidente etrusco Vulcantius será el encargado de proclamar el fin del siglo IX etrusco en 44 a.e.c., coincidiendo con el asesinato de Julio César, con lo que comenzaría ese mismo año el X y último, que dura hasta, aproximadamente, el 31 a.e.c.

1 de abril de 2024

Vídeos. Canal Arte por Arte. Imaginación, escatología y mito en el arte de la Etruria III

Tercer programa de la serie que llamamos Imaginación, escatología y mito en el arte de la Etruria. Se puede encontrar, como los anteriores, en el canal Arte por Arte en YouTube. En esta ocasión, se analiza la imaginería presente en las estelas funerarias y en la más que notable pintura etrusca, que decora impresionantes tumbas en diversas necrópolis. Espero que sea del agrado de todos y la información pueda ser de interés y, además, útil. Cualquier comentario, aporte, duda, alusión, crítica o interrogante será bien recibido, de forma que se pueda complementar la información vertida en el vídeo.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, abril, 2024. 

 

28 de marzo de 2024

El surgimiento de Japón a través del mito

Imagen: pintura de Eitaku Kobayashi (fines del siglo XIX), con Izanami e Izanagi consolidando la tierra con la espada Ama-no-Nuboko.

Después de que la cosmogonía japonesa, característicamente espontánea e impersonalista (frente al voluntarismo monoteísta), relata el nacimiento del mundo, una tierra líquida semejante a una balsa de aceite que flota, se aborda el surgimiento de Japón. Los dioses celestiales se reúnen en el Altiplano del Cielo, en donde habitan las deidades del Cielo, y solicitan a la pareja más joven, conformada por Izanagi e Izanami1 en la mitología de Yamato, que solidifiquen con firmeza las tierras flotantes. Para llevar a cabo esta tarea se les hace entrega de una lanza con joyas, que pudo tener semejanza con la forma de un pilar sacro y, por tanto, ser un símbolo fálico o bien representar el eje de la Tierra.

Ambos jóvenes suben hasta el Puente Flotante celestial (interpretado como una escalera, el arco iris o la Vía Láctea2), que servía para el desplazamiento de los seres celestiales entre la Tierra y el Cielo, y empiezan a remover la masa flotante de la Tierra con la lanza. Descubren así los Océanos, en tanto que al retirarla, por el asta de la misma se escurre un líquido que llega hasta la punta, donde se coagula formando una gota que crea una isla, llamada Onogoro.

Ambas deidades descienden hasta la isla, en cuyo centro construyen un pilar sagrado, símbolo fálico y de fecundidad, alrededor del cual se llevará a cabo un rito previo a la unión sexual de ambos jóvenes y que conferirá la bendición de los dioses. Se quedan a vivir como marido y mujer, con la intención de crear más tierras. Caminan, entonces, alrededor del pilar en dirección contraria: él por la izquierda, y ella por la derecha. Al encontrarse habla primero Izanami lo cual invalida el ritual, pues es al hombre a quien le corresponde hablar en primer término3. Repiten la ceremonia y se unen por vez primera en su condición de esposos. Pero el fruto de esta cópula fue un niño-sanguijuela, llamado Hirugo. Al observar tal abominación, colocaron a la criatura en un cesto y la abandonaron en el mar.

Hirugo es un ser que no puede caminar o bien no nació con los huesos de los pies desarrollados4. Su anormal deformidad es el resultado del castigo que los padres han de padecer por no llevar a cabo de forma correcta el ritual de procreación (al hablar en primer lugar la mujer o bien por el ser el fruto de un incesto).

En el parto, fueron saliendo de la placenta de la madre diversas islas. Primero la isla de Awaji, luego la de Yama (Honshu); posteriormente la de Iyo no Futana (Shikoku); la de Tsukushi (hoy Kiushu). Finalmente nacen como mellizos un par de islas más, Sado y Oki, además de las islas de Tsu e Iki5. Por el hecho de haber nacido en primer lugar estas ocho islas, japón es el “País de las ocho grandes islas” (Oo ya shima guni). Con posterioridad, la pareja Izanami-Izanagi procrearía otras muchas más islas de menor tamaño.

Después de que Izanami muera quemada al dar a luz al dios del trueno y convertirse en señora del Inframundo, de Izanagi, al lavase el ojo izquierdo, nace Amaterasu; al hacer lo mismo en el derecho, surge el dios Tsuki Yomi, y al lavarse la nariz nace el dios Susanoo. Inmediatamente después, entregando a Amaterasu6 un collar de cuentas, determinó que la diosa gobernará el Altiplano del Cielo, Susanoo hará lo mismo sobre la Tierra, y Tsuki Yomi (dios lunar o de la región lunar de los muertos), reinará en la noche; es decir, en el mundo subterráneo, estableciendo así los tres mundos míticos7 presentes en la antigua mitología japonesa. Finalmente, Izanagi se retiró a la isla de Awaji, en donde se le reverencia como deidad tutelar.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, marzo, 2024.

1 Izanami 伊弉冉尊 o 伊邪那美命, la mujer que invita, e Izanagi, 伊邪那岐 en el Kojiki y 伊弉諾 en Nihonshoki.

2 La imagen que proyecta este Puente Flotante será una metáfora literaria referida al mundo ideal.

3 Este ritual alrededor del sacro pilar puede ser una influencia de ideas confucianas llegadas desde China, en las que la preeminencia corresponde al varón y a la persona mayor.

4 En el panteón del Sintoismo, este Hirugo puede aparecer asociado con Ebisu o Yebisu, una de las conocidas siete divinidades de la Buena Fortuna.

5 En el Nihongi se recogen más de una decena de variantes referidas al nacimiento de las islas. En una de las más destacadas, las deidades progenitoras, tras crear el “país de las ocho grandes islas”, (simbolizando el número ocho la totalidad), deciden crear también alguien que desempeñe el rol de rey universal. Así, producen a Amaterasu, deidad solar, a la deidad lunar, al niño-sanguijuela y, finalmente, al dios Susanoo, dios de la esfera de Ultratumba.

6 Deidad iluminadora del Cielo, será ella la figura más prominente en el panteon sintoísta del clan gobernante de Yamato, tierra central de donde surge Japón. Como deidad solar, es la progenitora de la estirpe imperial. Su nieto Ninigi será el fundador de la dinastía imperial. Susanoo, por su parte, en el seno de la región de Izumo, corresponde a la deidad ancestral del clan, una deidad de la tempestad, un dios rebelde.

7 El primero de ellos, el Cielo, es donde está el Altiplano del Cielo, el río celestial Yasu y el monte celestial Kagu, además de la Caverna en la que se refugia la diosa solar provocando tinieblas a la Tierra; el segundo, la Tierra, en donde se halla el País Central de Ashihara o Fértil Planicie de Juncos, el río Tachibana o el País de las Espigas Frescas de los Mil Otoños y los Largos Quinientos años de la Fértil Planicie de Juncos, a donde desciende Ninigi; y el tercero es el País de las Raíces, de las Tinieblas o de la Perpetuidad; es decir, el mundo de los fallecidos.