La famosa
piedra Rosetta, una gran losa de basalto negro, que actualmente está preservada en el Museo Británico, concretamente en la Galería Egipcia, n° 24, fue hallada, en 1799, por un oficial de artillería francés de las huestes de Napoleón, llamado Boussard, entre las ruinas del Fuerte San Julián, cercano a la localidad de Rosetta, ubicada en una de las bocas del delta del Nilo, al norte de Egipto. En ella aparece reflejada, escrita en jeroglífico, demótico y griego, una versión de un decreto del clero reunido en Menfis
[1], ofrecido en honor del rey Ptolomeo V Epífanes en torno al año 196-195 a.C. En esa expedición que descubrió la piedra Rosetta, el ejército de militares napoleónicos iba acompañado por un conjunto de sabios que se dedicó a localizar y dibujar los monumentos visibles. La ulterior publicación de estos trabajos, en la monumental Description de l’Egypte, que tiene en cuenta la flora, la fauna, todas las formas de la arquitectura y del arte, y recoge una copia minuciosa de numerosas inscripciones, fue esencial a la hora de posibilitar y facilitar la tarea descifradora de los jeroglíficos llevada a cabo por el francés Jean-François Champollion en 1822, que parte del texto de la piedra Rosetta y de sus eruditos conocimientos lingüísticos, en especial del copto. El texto de la piedra Rosetta pertenece al subgénero denominado “Decretos Trilingües Ptolemaicos”, porque fue redactado en las tres lenguas vivas del país para la época, de tal manera que pudiese llegar a la totalidad de la heterogénea población egipcia. Como un mecanismo de control, los primeros lágidas obligaron al clero egipcio a reunirse en sínodo, anualmente, en la localidad de Alejandría. Los sacerdotes y sus templos, además de constituir la reserva del antiguo saber faraónico, poseían buena parte de los terrenos cultivables, con el subsiguiente poderío económico e ideológico que ello suponía. El resultado de estas reuniones anuales, que posiblemente se realizaban en el templo dedicado a Serapis, se daba a conocer, precisamente, a través de los Decretos Trilingües, que constituían, así, el soporte publicitario del gobernante. El texto en cuestión fue redactado en un ambiente socio-político particular, pues el soberano, desprovisto del poder de antaño, buscaba el apoyo del clero a través de cesiones y el aumento de su libertad. Los sacerdotes redactaron un texto, finalmente, que enaltecía al ya constituido faraón, enumerando los beneficios otorgados a Egipto.
Se presenta, en esa ocasión, la traducción inglesa del contenido en la piedra Rosetta y la serie de comentarios, filológicos e históricos, que su texto ha provocado en un importante sector de los egiptólogos más clásicos.
Prof. Julio López Saco
[1] En el noveno año de reinado, Ptolomeo V Epífanes fue proclamado faraón, según la costumbre egipcia, en Menfis. Con motivo de los actos que celebraban esta proclamación, acudió a la ciudad la elite sacerdotal que, reunida en el templo dedicado a Ptah, el día 18 del mes Mecheir, para los egipcios, o 4 de jántico para los griegos, (26 de marzo de 196 a.C), redactó el Decreto de Menfis, texto de la gran losa de Rosetta.
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