1 de junio de 2009

Historia antigua de Japón: Yamato

INICIOS DE LA HISTORIA DE JAPÓN: SOCIEDAD YAMATO
Prof. Julio López Saco



La historia de Japón comienza, de modo oficial, con el semihistórico emperador Sujin, que reina a mediados del sigo III (aunque la tradición lo ubica en el siglo I a.C.), pues es esta la época en la que se empieza a escribir sobre el país de Wa-Wakoku, denominación que, al lado de la de Yamato, será referencia clásica sobre Japón.[1] Hasta el siglo III, el archipiélago japonés consistió, en realidad, en la presencia de varias unidades tribales, denominadas kuni. En esta centuria todavía el territorio seguía dividido en unas cuarenta comunidades o clanes, llamados uji. Hacia comienzos del siglo V, una familia dirigente ejercía cierta soberanía territorial sobre un determinado número de clanes residentes en la región central de la isla de Honshu, bastante cerca de las ciudades de Osaka y Nara, área conocida como Yamato. La familia de Yamato pudo proceder de Kiushu, y su hegemonía debió tejerse en virtud de su superioridad militar (con técnicas llegadas del continente, que le permitirían emplear armas de hierro y la caballería), y el prestigio consiguiente que tal dominio reporta. En los anales chinos de mediados del siglo III, correspondientes a la época de la dinastía Wei, se menciona una reina, de nombre Himiko, que gobernaba desde una zona denominada Yamatai, territorio norteño de Kiushu[2]. El mandato de los sucesores de esta reina, identificada con Jingu, se fortalecería en los siguientes años, lo cual haría posible una expansión territorial suficiente como para tener presencia efectiva en Corea hacia el año 369. De hecho, apenas un siglo después de esta última fecha, un soberano japonés es reconocido por la corte china como mandatario de Corea. La cultura Kofun[3], de túmulos funerarios, testifica, arqueológicamente hablando, la unidad política de Yamato y la indiscutible superioridad hegemónica del clan.
El sistema de gobierno y la sociedad de Yamato implicaban la presencia de un gran señor, okimi, un líder de un clan dominante que mandaba por derecho hereditario y potestad sacra sobre una suerte de confederación tribal de clanes que eran empleados en la corte. La organización política este gran señor japonés, en realidad un primus inter pares[4], se fundamentaba en el sistema shisei (uji kabane). Uji se refiere a un clan o un colectivo de familias asociadas por un lejano vínculo de consanguinidad, por lazos de tipo espiritual y por el uso de un apellido común para todos. Los atributos de nobleza (kabane o marca de distinción hereditaria del linaje noble dentro del clan) de los clanes podían legarse tanto por vía paterna como materna. Algunos de los linajes de los clanes se convirtieron, por tanto, en dignatarios de la corte, estableciendo una verdadera nobleza del clan gobernante Yamato. A mediados del siglo VI se destacan los Omi, los Muraji, los Tomo no miyatsuko y los Kuni no miyatsuko. El primero de ellos conforma la alta nobleza, pues sus miembros ejercían cargos en ministerios y solían establecer, incluso, lazos de sangre con la realeza de Yamato. Los Omi eran los descendientes de jefes de tribu o de dirigentes de poblaciones aliadas o sometidas a Yamato. Los Muraji, por su parte, eran los clientes y servidores del mandatario, una especie de nobles de servicio, muchas veces asociados a deberes religiosos y rituales o a los asuntos militares. De los otros dos grupos de esta jerarquía nobiliaria procedían otros cargos militares, los magistrados, gobernantes civiles provinciales y los terratenientes. En el principio del siglo VI, los Omi y los Muraji configuran una estructura cortesana que controla la fiscalización. A partir de una fusión de clanes se produciría la absorción de los más débiles por parte de los más poderosos; los clanes subordinados se convertirían, así, en comunidades tributarias (be / kakibe), de donde surgirían los be o tomo, es decir, los grupos ocupacionales o gremiales de carácter también hereditario. Los be pertenecían a antiguos clanes poderosos y eran de índole privada, mientras que los tomo eran trabajadores dependientes del clan de Yamato.
El control hereditario de los kabane, entiéndase la nobleza, sobre los be, o sociedad productiva, se convirtió, no obstante, en un serio obstáculo para la centralización. Todo el siglo VI, en consecuencia, es un período en el que se producen frecuentes contiendas entre el gran señor y los grandes nobles, omi y muraji. El régimen de clanes federados, fundamento orgánico del estado de Yamato, empezó a desfasarse como régimen político. Es muy probable que algunos conceptos sociales y principios éticos vinculados con la introducción del budismo y sus ideales igualitarios y pacifistas hayan precipitado un cambio de régimen. La lucha política se definió hacia el año 587, cuando el clan Soga, reformador y de talante imperialista, derrotó al clan Mononobe, conservador y antirreformista. El dominio de los Soga (clan al que pertenece la emperatriz Suiko, 593-628, y el príncipe Shotoku, 574-622), es relevante porque bajo el mandato de Shotoku se promulga la Constitución de los Diecisiete Artículos con la finalidad de centralizar el gobierno y reforzar la autoridad imperial. No obstante, el despotismo del clan Soga propicia que un nuevo clan reformista, en torno al príncipe Naka no Ooe[5], desarrolle una suerte de restauración monárquica, denominada Reforma Taika (645), que supondrá la adopción selectiva de aspectos de la civilización china en ámbitos diversos (escritura, fiscal, estética, agrícola, penal, legal), y del budismo. Con esta reforma, los be se convirtieron en servidores públicos. Las luchas de las diversas facciones de la familia imperial precipitan el Disturbio de Jinshin, del año 672, que desemboca en el encumbramiento de un líder, Temmu, antiguo gran señor, que es proclamado Soberano del Cielo o Tenno[6]. El territorio que gobierna se convertirá, además, influenciado por la historiografía china clásica, en el mundo o en lo que existe bajo el Cielo (tenka).El reinado de Temmu y de su sucesora y, además, viuda, Jito, pone las bases de la creación del estado centralizado de inspiración china. Por todo ello, el emperador ordena promulgar el Código Asuka Kiyomihara, antecedente directo del Código Taiho del siglo VIII, llevar a cabo sin dilación una reforma agraria y compilar una obra que fabricase una verdad que pudiera ser erguida a la categoría de historia oficial: el Kojiki. Con esta labor historiográfica los funcionarios de la corte fabrican una mitología nacional, una “historia nacional” que ubica a Yamato a la cabeza de Japón, relegando a Izumo[7] a un plano de subordinación política, y que legitima el poder de la casa imperial.
[1] Aunque el Kojiki establece la fundación del Imperio en 600 a.n.e., la primera referencia sobre el futuro Nihon sólo se produce en las crónicas chinas a mediados del siglo I.
[2] El legendario emperador Jimmu (660-585 a.n.e.), de origen divino, pues desciende de los dioses celestiales, concretamente del nieto de la diosa Amaterasu, Ninigi, tal y como especifica el Kojiki, emigra hacia el este, justamente desde Kiushu, hasta Yamato.
[3] Desde el siglo V, los clanes más poderosos, gracias a su provisión de mano de obra, controlan de modo efectivo el poder, que se manifiesta, ostentosamente, en ciclópeos monumentos funerarios.
[4] Su primacía, y su autoridad, sería, específicamente, de carácter religioso.
[5] Emperador Tenji / Tenchi, 626-672.
[6] En China, desde la dinastía Zhou, el rey es proclamado Hijo del Cielo (Tienzi), y gobierna todo bajo el Cielo (Tianxia).
[7] La idea fundamental era tejer una malla de tradiciones y mitos propios de las regiones aliadas y sometidas al nuevo Estado, mostrando, claro está, una superioridad del clan gobernante de Yamato, es decir, de la familia imperial. En el texto, las dos líneas principales de deidades, la línea mítica de Yamato (el centro), y la de la región periférica de Izumo, se imbrican de tal manera que las deidades de Yamato asumen una posición jerárquica superior a través de Amaterasu, deidad solar, fuente suprema de legitimidad dinástica, en tanto que Susano, la divinidad de Izumo, acaba desempeñando el papel de hermano desobediente y merecedor de una reprimenda.

3 comentarios:

  1. ¡Excelente trabajo, Profesor!

    Muchas gracias por compartir sus saberes, debidamente organizados y documentados.

    Leticia Alvarado Fuentes

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  2. El placer es mío. Muy gratificado de que algunos comentarios tengan utilidad. Saludos. Julio

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  3. Muy buena y planteada información me sirvió mucho para mi clase de historia

    felicidades

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