1 de febrero de 2010

Filosofía de India antigua I: el Absoluto y el origen de la Existencia

Según la concepción india antigua el espacio (vacío absoluto, âkâsa), el tiempo y el pensamiento no tienen límites, son indiferenciados e indivisibles. Las divisiones en la relatividad son imaginarias, aparentes. Tras esto se esconde la idea de un Cosmos como estado creativo, un sustrato activo, vivo. El sustrato espacial aparece como la existencia (sat), el del tiempo como la experiencia (ânanda), y el del pensamiento como la consciencia (cit). El alma Universal, el Sí mismo (sustrato continuo de la conciencia Universal), es una unidad que vincula todos los seres individuales; es un continuo indivisible en el que los seres aparecen como entidades conscientes individuales. Cada cosa que existe acoge una parcela del alma, cada forma una parcela del espacio, y cada período una del tiempo. Como sustrato de la conciencia, el Âtman es el Sí mismo, la naturaleza profunda (la esencia) de todo, de las formas del Universo manifiesto y de todos los seres vivos. La identificación del Alma Universal y la individual es posible a través de un punto límite (bindu), descrito como el límite entre la conciencia (cit) universal, pasiva y sin extensión, y el intelecto (buddhi) universal, activo y necesitado de una esfera de acción. El continuo espacio-tiempo-conciencia, sustrato común, es la Inmensidad, el estadio último y absoluto, en donde se funden existencia, conciencia y eternidad; es el Brahman, la unidad indivisible de los tres aspectos. Brahman es la esencia invisible, imperceptible, inactiva, inconcebible, indescriptible, incalificable, el cuarto grado no dual (más allá de los tres grados de la existencia, física, sutil y causal, y más allá de los que corresponden a la experiencia, es decir, el estado de vigilia, sueño y sueño profundo), no manifiesto, tranquilo, sosegado y apacible.
Mediante el poder de la Ilusión (mâyâ) surge en la Inmensidad no diferenciada, la primera tendencia o movimiento, implicándose con ello la existencia de tres elementos, dos fuerzas contrarias, polarizantes, y el resultado de las mismas en su interacción dinámica. La manifestación es una tríada, tres cualidades fundamentales (guna), cuya comprensión de su naturaleza sólo acontece observando su accionar en los diferentes ámbitos y aspectos del universo manifiesto. Cosmológicamente las tres se presentan del siguiente modo: como una atracción, que crea cohesión (se conoce como sattva-existencia), una concentración de energía; como una acción y fuerza centrífuga, que trata de impedir la concentración (tamas, oscuridad, inercia), tendencia a la dispersión, disolución y aniquilación; y como un equilibrio entre sattva y tamas, entre cohesión-dispersión, luz-oscuridad, una tendencia oscilante orbitante (rajas), que origina la actividad y la multiplicidad. De rajas procede todo movimiento, división rítmica del continuo espacio-temporal, y toda actividad de la mente (división rítmica del continuo de la conciencia). Estas tres cualidades (relacionadas con las tres formas del ser, existencia, conciencia y experiencia), son los aspectos del poder de manifestación de la Inmensidad-Brahman, son el poder de la ilusión o mâyâ de la Inmensidad. Desde el accionar humano, tamas es el aspecto inferior (es la muerte, el mal, la inacción), y sattva el elevado; pero desde el punto de la realización espiritual, donde el accionar es un obstáculo, ocurre lo contrario: sattva es inferior, enlaza con el mérito y la virtud, y tamas supone la liberación mediante la no-acción. En el proceso de manifestación, las relaciones entre las tres tendencias se hacen más complejas, engendrando diferentes tipos de seres, existencia y entidades. Bajo el predominio de la tendencia desintegradora se originan las formas o cuerpos físicos; a partir del aspecto cohesivo se forman las facultades internas, que son mente, cuya naturaleza propia es la discusión y la deliberación, intelecto, cuya naturaleza es elegir y decidir, la sustancia mental, donde la memoria está impresa, y el yo, noción de existencia individual, así como los sentidos de percepción, tanto los sentidos activos (habla, pie, mano, ano y sexo), como los perceptivos, correspondientes a los cinco elementos, aire, éter, fuego, agua y tierra, que representan el ámbito de acción de los sentidos; de la tendencia orbitante (rajas) surgen el hálito vital y el sentido de la acción. En los diversos planos de existencia el más elevado es sattva en sattva, la Conciencia en la Conciencia, naturaleza del sí mismo o Âtman, y el más bajo tamas en tamas, es decir, la Experiencia en la Experiencia, que es la naturaleza de las formas inanimadas del mundo físico.
En un nivel microcósmico, humano, las tres tendencia s se ubican el ciertos centros: Brahmâ, la Existencia, tiene su residencia en el corazón, centro esencial de la vida psíquica; Visnu, la Conciencia, posee su hogar en el ombligo, centro del cuerpo sutil y nervioso, en tanto que Siva, al Experiencia, lo tiene en mita de la frente, el centro de la abstracción, así como en el sexo, centro del placer. En las plantas el centro vital está en la raíz, el sutil en el tronco, el sexual y sensitivo, en las hojas. Vemos, así, que los impulsos morales, físicos y mentales de los seres vivos del ámbito de la Naturaleza son el efecto de las combinaciones relativas de estas tres tendencias básicas.
Prof. Dr. Julio López Saco

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