24 de febrero de 2010

Literatura filosófica daoísta (II): Laozi / Dao De Jing 道德經


Laozi sobre un búfalo. Pintura, en forma de rollo colgante, en tinta sobre papel, de Zhang Lu (1490-1563), época Ming. National Palace Museum, Taipei.

Daodejing o Laozi parece el resultado de una compilación del pensamiento de varios autores y la elaboración de materiales de tradición oral por parte de una escuela a lo largo de varios años, concretamente hacia el siglo IV a.C. Este texto, poético y místico, altamente interpretativo en función de su lenguaje críptico, parece que estaba destinado a ser contado y memorizado, tal y como era común en algunas agrupaciones religiosas, lo que significa que su rítmica repetición generaría una especie de fuerza mágica. Su forma final pudo deberse a escritos previos hechos por ermitaños que reflexionaban acerca del individuo. El texto tardío que nos ha llegado, establecido entre los siglos II y III por los eruditos comentarios de Heshang Gong y Wang Bi, tiene 81 estrofas divididas en dos partes: aquellas de la Vía o dao y las de la virtud (de), cuyo orden es invertido en el manuscrito de Mawangdui[1]. Se nos presenta como un conjunto de poemas rimados, cadenciosos, concisos y con un estilo simple, directo pero oscuro, y con un sentido variado. El pensamiento que aquí se destila procede de metáforas, aforismos y comparaciones, destacándose cómo las cosas acontecen por sí mismas, de manera natural, operando la inmanencia. En un plano social este es un tratado de política, que pretende recomendar, no establecer, reglas ni prohibiciones, pues éstas son fuente de desorden al contravenir la regulación natural. En este sentido, Laozi[2], como Zhuangzi, muestran un pensamiento naturalista opuesto al confuciano, caracterizado por un ritualismo humano y cultural, como ocurre, por ejemplo, con Mencio o Xunzi. Aunque el texto es adaptable, por lo tanto, a las necesidades políticas, filosófico-religiosas y hasta personales, su objetivo es solucionar el desfase entre el dao humano, con su desorden, anarquía y conflictos, y el natural o celeste, armónico, equilibrado y ordenado. Representa, de este modo, la continuidad y la identidad, al estilo de las resonancias entre el mundo natural y los hechos humanos del Yijing, entre el orden natural y el humano. La finalidad del Daodejing es entender la esencia última, y a la vez, primera, el poder supremo e inefable que está detrás de todo lo fenoménico y formal: dao, entendido como vía verdadera, como principio absoluto origen del Universo, con el que el gobernante debe identificarse para provocar el orden espontáneo. Desea captar la naturaleza del principio que crea y engloba todo y que es indefinible, indecible y sólo cognoscible a través de la intuición mediante una repentina iluminación. En este sentido, dao o camino del Cosmos se relaciona con el necesario equilibrio cósmico, que es resultado de la interacción de fuerzas opuestas pero complementarias. Para no alterar ese equilibrio armónico es imprescindible la no-acción (wuwei), la no interferencia en el devenir de las cosas para seguir de acuerdo con la ciclicidad natural que deriva de la interpenetración de contrarios.
[1] Las copias en seda halladas en la tumba Han de Mawangdui presentan ciertas variaciones estructurales significativas: el orden es inverso al habitual, primero el libro del de y luego el del dao, y no existe división en capítulos. Es probable que el texto haya circulado de este modo en la antigüedad. La estructura de la obra en breves sentencias podría haber servido, con independencia de su convencional división en dos partes, como temática de meditación y reflexión, convirtiéndose, de este modo, en un breviario casi sólo para iniciados. Además de este texto, y el conocido de las versiones tardías, debe mencionarse el Laozi de Guodian, escrito sobre tablillas de bambú, en el cual las doctrinas cosmológicas están presentes sólo de forma embrionaria.
[2] Laozi, primer y más antiguo nombre del tratado, responde a su presunto autor, sobre el que se ha debatido mucho. Sigue sin estar claro, aunque es la postura más argumentada, si Laozi fue un personaje real, un tai chi o cortesano funcionario de los archivos históricos que vivió en época Zhanguo (475-221 a.C., es decir, Reinos Combatientes), y que convierte en ideal, en ficción, a un personaje anterior, del período de Primavera y Otoño. Con independencia de esta polémica, Laozi, como Lao dan, se diviniza y aparece formando parte de una trinidad suprema del taoísmo: yuanshi tianzun, taishang daojun y taishang laojun, trinidad que sería emanación de dao, semejante, pues, a las hipóstasis neoplatónicas. Desde el siglo IV a.C. se perfila un mito cosmogónico que hace de Laozi un Makanthropos u hombre cósmico, del que, como Osiris o Pan Gu, surgen todas las cosas del mundo.

Prof. Dr. Julio López Saco



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