2 de febrero de 2010

Mitología y religión en las culturas de Mesoamérica I (Olmecas, Teotihuacan y Zapotecas)






La primera imagen corresponde a la Tumba 104 de Monte Albán. En la pintura mural del fondo se representa una cabeza o máscara con nariguera, y el glifo 5 turquesa en el ángulo superior izquierdo. En los muros laterales hay divinidades con bastones ceremoniales y bolsas de copal, quizá Xipe Totec, divinidad vinculada con el maíz. También hay cabezas de serpientes y de papagayos. En el frente, esculturas-urnas en posición de adoración, quizá como guardianas del acceso a la tumba. Las tumbas en Monte Albán se encuentran debajo de los centros ceremoniales propios de la elite. La segunda ilustración corresponde a una urna zapoteca en la que se observa una representación simbólica del jaguar. La tercera, y última, es una figura olmeca de un jorobado. Quizá este tipo de representaciones, de personas con malformaciones físicas, eran especialmente veneradas, lo que supondría que el sufrimiento se relacionaba con lo sobrenatural, aunque también podría existir un interés en lo meramente grotesco.




Entre los Olmecas proliferó una pluralidad de divinidades, consideradas antecedentes de los dioses mesoamericanos posteriores. El carácter politeísta olmeca está marcado por la afinidad de muchos dioses con la agricultura y con elementos relacionados con ésta, como la tierra, el sol, los volcanes, el cielo o la fertilidad, aunque también estamos ante una religión dinástica, ya que las deidades se vinculan estrechamente con los señores, que toman del inframundo sus poderes, además de vincular su ascendencia a las deidades. Se ha hablado de seis divinidades centrales, agrupadas, iconográficamente, en pares, a partir del monumento de Las Limas. Todas ellas portan números: dioses I y III, II y IV, VI y VIII. El principal es, no obstante, Dios I, una bestia mitológica, una suerte de monstruo-dragón, que se reconocía como jaguar. La parte de dragón se asocia, en este caso, a la tierra, el agua y, en consecuencia, a la fertilidad. Aunque tiene atributos humanos, también los posee de serpiente, jaguar y caimán. Aparece relacionado directamente con el linaje real del gobernante olmeca, como protector y legitimador de su poder. Dios III, por su parte, es un monstruo-ave, con características de águila-arpía, y está asociado con el cielo, el sol y el fuego celestial, así como con el éxtasis producido por sustancias psicotrópicas. El resto de divinidades se relacionan con prácticas agrícolas, la lluvia y la fertilidad.
En Teotihuacan, el arte mural es el soporte artístico que mejor expresa el mensaje ideológico-religioso popularizado por este estado. La ciudad y sus diversas construcciones eran un espacio sagrado, un centro cósmico, el auténtico ombligo del mundo. Entre las principales deidades del panteón de la ciudad, y de todo el centro de México, se destacan Tláloc, dios de la lluvia, aunque con diversas versiones: relacionado con el inframundo aparece con rasgos de felino y, quizá, está emparentado al dios Cocijo de Monte Albán; como deidad de la elite lleva un tocado militar que lo relaciona con grupos de alto estatus, de carácter militarista; Huehuetéotl, dios del fuego viejo, de filiación formativa o preclásica, Chalchiutlicue, diosa del agua, Mictantecuhtli, divinidad de la muerte, Xipe Tótec, divinidad de la primavera, y Xochiquétzal, dios del cuchillo Xochipilli, símbolo de la palabra y la flor, vinculado con el canto. El sistema de creencias teotihuacano es, por lo tanto, politeísta. En el arte mural se exaltan temas de la naturaleza, pero también existe una clara etapa teocrática y de glorificación de guerreros y gobernantes. Sólo con la decadencia teotihuacana empezarán a introducirse deidades y símbolos extranjeros, como el dios narigudo maya Chaac.
Como en otros centros mesoamericanos, la religión zapoteca es usada por las clases altas de la ciudad para sancionar y justificar su posición de elite hereditaria respecto a otros grupos sociales. Su carácter es sancionador del orden social. Este hecho, además de la presencia de un culto a los ancestros, relaciona culturalmente a los zapotecas con los mayas. Gracias a la pintura mural y al estudio de las urnas funerarias, en especial en el sitio de Monte Albán, se identificaron casi cuarenta divinidades, de ambos sexos, relacionadas con el calendario lunar y su ciclo de 260 días, de uso ritual. El dios supremo, creador universal y promotor del orden cósmico, es Pijetao. Después de él hay varios grupos de deidades: el más complejo, es el que acoge al dios de la lluvia y el relámpago, Cocijo, iconográficamente emparentado, casi siempre, con el jaguar; el grupo relacionado con el maíz y la fertilidad, en el que su deidad patrona es Pitao-Cozobi, con rasgos de murciélago; y el conjunto de dioses con caracteres de serpiente, que incluye a Quetzalcóatl, en su aspecto de dios del viento, un dios murciélago, el dios del fuego viejo, la diosa del agua, dioses con máscara de pájaro, Xipe Tótec y una deidad Opossum.


Prof. Dr. Julio López Saco

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