2 de septiembre de 2011

Los santuarios sintoístas II: las estructuras




Relación de imágenes. La primera es el jardín del santuario de Yuka, Okayama; la segunda corresponde a un fushimi o mascota del santuario de Inari, Kyoto; y la tercera es la cueva del dragón en el santuario de Eshima, prefectura de Kanagawa.


El recinto típico de un santuario consta de un pabellón para las abluciones, un oratorio, en frente del santuario principal, así como varios edificios auxiliares. En algunos casos hay un salón de ofrendas. Los edificios auxiliares suelen ser los santuarios subordinados, la oficina del templo, el lugar específico para preparar las ofrendas, un pabellón para las ofrendas que consisten en imágenes sagradas, un salón para las danzas sagradas, el salón ceremonial, los aposentos de los sacerdotes, el establo, la cámara del tesoro y el teatro para representar piezas Noh. En algunos casos, puede haber hasta un dojo se sûmo, tablillas conmemorativas y linternas, bien de papel o de metal. Incluso, en unos pocos ejemplos puede existir un cementerio colindante.

Los santuarios sintoístas se relacionan con el espacio circundante, con el espacio natural. Se sitúan, así, en lugares en los que hay un bosque, un árbol, una roca, montaña, cueva o un río e, incluso, en la costa. No obstante, también se vinculan con la historia local o con el recuerdo de algunos residentes. La belleza natural transmite al fiel la fuerza religiosa que lo traslada desde el mundo material al divino, indudablemente superior. La entrada a los santuarios está señalada por la presencia de uno o más torii, un arco que marca simbólicamente el final del mundo terrenal y el comienzo del espiritual de los kami, convirtiéndose en una puerta que separa lo secular y mundano de lo espiritual y divino. El camino que conduce hacia el santuario se denomina sandô o acceso. Es el sendero que conduce desde el primer torii hasta el oratorio. La zona que está en frente al santuario se suele cubrir con grava rastrillada o con arena, con el objetivo de crear y conservar una atmósfera natural y armoniosa, induciendo así un sentimiento de pureza y agradabilidad en los fieles. El recinto está simbólicamente protegido de los malos espíritus y las desgracias. En ocasiones, al frente y a cada lado de la entrada se disponen pequeños santuarios en miniatura que actúan como guardianes de la entrada. Si existe una puerta grande, a cada lado de la misma se encuentran dos criaturas feroces semihumanas y zoomórficas, los reyes Deva (niô-sama), que suelen aparecer en las puertas de los templos budistas. Aunque benéficos, su feroz aspecto viene a ser un medio de espantar los espíritus malignos. En hornacinas, de cara al templo o a sus espaldas, pueden encontrarse dos dignatarios sentados y vestidos con las ropas tradicionales de la corte, portando una espada envainada, un arco en sus manos y una aljaba con flechas en sus espaldas. Se entiende que son dos kami míticos. Las imágenes animales aparecen en pares (masculino y femenino) sobre pedestales, a cada lado del primer torii o a todo lo largo del acceso. Se destacan el perro, el león, zorros y ciervos, porque se consideran, en especial estos dos últimos, servidores y mensajeros de los kami. Pueden aparecer monos, lobos y caballos también. El caballo encarna la montura simbólica de los kami. A ambos lados del acceso es frecuente encontrar linternas, de bronce o de piedra. El ofrecimiento de linternas pudo haber surgido a partir de la inveterada costumbre de encender hogueras para saludar y venerar a los kami. Es posible hallar, así mismo, estatuas de héroes locales, así como tablillas conmemorativas, donadas por los fieles, que recuerdan sucesos históricos nacionales o locales. A lo largo del acceso podemos encontrarnos con un pilar pétreo (hyakudo ishi o roca de las cien veces), que señala el lugar hasta donde el devoto debe desplazarse, para cumplir sus promesas, antes de volver a entrar al santuario.

Cerca del oratorio se halla el temizuya o pabellón de las abluciones para llevar a cabo las purificaciones rituales: enjuagarse la boca y derramar agua en las puntas de los dedos, si bien en la antigüedad, la purificación ocurría en un arroyo o manantial. En la entrada, o a lo largo de la vía de acceso, pueden verse también tablas de madera en las que se anotan cantidades de dinero y nombres de personas. Esas personas son los contribuyentes en algún proyecto destinado al santuario. Finalmente, dentro del recinto puede haber un árbol cercado del que cuelga una soga con varias cintas de papel (shimenawa), y varios árboles sakaki, de hoja perenne.


Prof. Dr. Julio López Saco

UCV-UCAB, 2 de septiembre de 2011

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