MONASTERIO TIBETANO DE SAMYE, ERIGIDO A COMIENZOS DEL SIGLO VIII
El expansionista imperio cuyo
centro estuvo en Lhasa surgió de la asociación de ciertas familias dominantes
en varias regiones, que se vincularon entre sí a través del matrimonio y el
ritual, asociándose al tsempo
(emperador) Songtsen Gampo, iniciador del imperio y de su política expansiva. En
los siglos VII y VIII, este imperio incorporó el estado de Shangshung y peleó
con poblaciones turcas y mongolas, además de árabes, hasta llegar a ocupar el área
geográfica que hoy ocupa Tíbet (Gansu, Qinhai, Yunnan y Sichuan, el antiguo
Tíbet Interior). Durante este tiempo, el imperio tibetano adoptó rasgos de la
burocracia estatal china. Además, fue el momento en que el budismo (en su forma
india, no china), empezó a transmitirse por el territorio. En principio fue una
religión patrocinada y promovida por el emperador y su familia, además de
miembros de la nobleza. De tal modo, los más antiguos templos budistas, en
Lhasa, fueron fundaciones reales. Pero tras el colapso del primer imperio
tibetano en el siglo IX, hacia 840, el budismo se convirtió en una religión
localista que imperó entre granjeros y pastores.
Entre los factores que ayudaron a
la sobrevivencia inicial del budismo tras el colapso imperial, se encuentra el
soporte de comerciantes y linajes reales, así como la presencia en Tíbet de
enseñantes budistas indios. Va a ser el budismo tántrico el que provea las
técnicas mediantes las cuales los tibetanos tratarían ahora los peligrosos
poderes del mundo espiritual. Para la mayoría de la sociedad, el ritual Vajrayana proporcionará técnicas
adecuadas para lidiar con la cotidianidad y con los deseos de prosperidad. Fue
así el modo en que cada villa, con el soporte institucional que patrocinaba las
enseñanzas tántricas, empezó a adquirir su templo y monasterio (o Gompa[1]).
Los especialistas rituales
budistas, los lamas (la sería la fuerza espiritual o alma) no anularon la
presencia de deidades de la naturaleza, sino que se convirtieron en los
expertos que dominarían el mundo espiritual. Serían los encargados, por lo
tanto, de entrenar y supervisar a los mediadores espirituales.
El lama es un enseñante, en concreto del ritual tántrico, aunque de modo
ocasional también es el oficiante y director de los rituales. Su reputación
deriva de su eficacia. Es un representante humano de la budeidad, así como un verdadero foco de devoción para sus
discípulos y estudiantes, quienes le ven en la forma de una deidad tántrica.
Los lamas pueden o no ser monjes.
La figura clave para entender los
arcaicos inicios del budismo en Tíbet es la del semi mítico Gurú Padmasambhava
(Pema Jungné, Gurú Rinpoche), quien visitó Tíbet en el siglo VIII para someter
y dominar a dioses y espíritus del paisaje tibetano[2].
Este personaje habría “convertido” las divinidades de las montañas al budismo.
Según la tradición
Nyingmapa, Padmasambhava, tuvo veinticinco discípulos tibetanos principales,
incluyendo entre ellos al rey Trisong Detsen y a la princesa Yeshe Tsogyel[3].
En Tíbet hay cuatro tradiciones
religiosas, que podemos etiquetar como “órdenes”: Nyingmapa, la Vieja Escuela[4],
cuyos orígenes pueden remontarse al antiguo imperio, y Sakyapa, Kagyüdpa[5]
y Gelukpa, consideradas todas ellas Sarmapa,
esto es, Nuevas Escuelas, que surgieron a partir de los renovados contactos con
el budismo indio a partir del siglo XI. Estas escuelas, en cualquier caso, no
funcionaban como entidades organizativas distintivas en el seno de la religión
tibetana. La competencia por el poder y la influencia dentro del budismo
tibetano no se produjo entre las “escuelas”, sino entre los monasterios a ellas
asociadas o entre las casas u hogares (ladrang)
de los lamas dentro de dichos monasterios[6].
Los monasterios principales acabarían convirtiéndose en unidades muy poderosas,
aglutinando extensas tenencias y destacándose al mando de algunas redes de
monasterios subsidiarios. En ocasiones, la competitividad entre los las
unidades monásticas alcanzaba elevadas cotas de violencia, incluyendo
conflictos armados. En ello incide, además, el hecho de que los lamas tienen,
muy a menudo, más de una “identidad” (en términos de pertenencia a una
determinada escuela o tradición). En último caso, los conflictos entre
monasterios de las cuatro “escuelas” tuvieron poco que ver con diferencias
filosóficas o de prácticas rituales, aunque, en realidad, tales diferencias
existían. El gobierno del Dalai Lama estuvo cercano a la tradición Gelukpa, y
fue, durante los siglos XVI y XVII, asociado con la toma de posesión de los
monasterios de otras tradiciones, un hecho que responde menos a un factor
sectario que a la necesidad de establecer un poder efectivo que, al tiempo,
desbanque los potenciales rivales (en este caso, los monasterios Kagyüdpa,
íntimamente vinculados con los reyes de Tsang).
Las escuelas budistas tibetanas
enfatizan la dimensión práctica yóguica y visionaria, pero también atienden aquella
de la célibe vida monástica, dedicada al estudio de textos de tenor filosófico.
Nyingmapa se enfoca más en ese ámbito chamánico y yóguico, mientras que Gelukpa
se centra principalmente en la dimensión clerical y erudita. En cualquier caso,
no obstante las diferencias son esencialmente de énfasis[7].
En resumen, los aspectos cruciales
en el budismo tibetano corresponden a las relaciones entre los lamas y sus
comunidades de estudiantes, así como a la difusión de la tradición de
elaboradas prácticas en forma de cánticos, músicas, impresionantes y dramáticos
rituales, danzas monásticas y muy coloridos festivales.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas
[1] Los monasterios proporcionaban
educación, pues en ellos permanecían eruditos y sabios expertos en literatura.
Eran lugares en los que se llevaban a cabo estudios filosóficos, debates y
artes rituales. En tal sentido, serán esenciales en la emergencia de los
centros de autoridad política.
[2] Para el
tibetano es crucial permanecer en buenos términos con las deidades que
gobiernan el medio ambiente, con los espíritus locales y regionales, señores
del suelo y de los lugares (sadak y shipdak), pues son las contrapartidas
naturales de los eminentes humanos de las familias nobles dominantes. Se trata
de dioses de las montañas, representados como guerreros a caballo, o sobre
yaks, muy a menudo casados con las divinidades de los lagos. Los tibetanos
laicos ofrecen hierbas y maderas aromáticas a estos dioses locales, al igual
que las comunidades de agricultores y los monasterios. Esta particular
interacción con deidades de la naturaleza pudo deberse al hecho de que el
tibetano ha considerado, desde antaño, el medio ambiente en el que vive como
peligroso y muy arriesgado. Estas deidades gobiernan, a su vez, sobre espíritus
menores, muchos
hostiles hacia las personas. Es el caso del espíritu del agua (lu), que puede provocar enfermedades
cutáneas y que los budistas más antiguos asimilaron a los nagas.
[3] Lamas específicos, terton o “los que encuentran tesoros”
serán las reencarnaciones de los discípulos de Padmasambhava. Revelaban terma, enseñanzas redescubiertas o
tesoros, en el marco de la tradición Nyingmapa. Este proceso de terma permitirá la elaboración y
desarrollo de las posteriores enseñanzas Dzogchen.
[4] Con el tiempo se desarrollaron
seis principales centros de enseñanza: Dorjedrak y Mindrolling en el centro de
Tíbet; y Katok, Peyül, Dzogchen y Shechen en la región oriental.
[5]
La tradición Kagyüdpa remonta sus orígenes a un cierto linaje de enseñanzas que
se dice fueron transmitidas del erudito indio Naropa a su estudiante tibetano
Marpa, y de este a su propio discípulo, el santo y poeta Milarepa. Los linajes
son, en esencia, la base de las distintas tradiciones locales y regionales.
[6] El gobierno del Dalai Lama en
Lhasa, conocido como Ganden Podrang,
se originó en su hogar personal en el monasterio Drepung, uno de los tres
mayores monasterios Gelukpa cercanos a Lhasa.
[7] Existen, así mismo, escuelas sin
base monástica, como Jonangpa y Bodongpa. El movimiento no sectario (Rimé), que se consolida entre las
tradiciones religiosas desde fines del siglo XVIII, enfatiza la multiplicidad
de enseñanzas como algo básico.