1 de julio de 2014

Deidades menores en la Grecia antigua: Hades, Hestia y Hécate

Hades y Cerbero. Museo Arqueológico de Creta.

Hades, hijo de Cronos, es el rey de los fallecidos y una encarnación del inframundo, pues en el reparto del Universo con sus hermanos Zeus y Poseidón, le tocó la región más sombría. Quizá por este mismo hecho no es una personalidad sobre la que abunden mitos y rituales. Destacable es su inclusión en los mitos de Deméter y Perséfone así como en los misterios de Eleusis. Aunque una deidad temida, no es un representante del mal. Algunos de sus epítetos denotan, de hecho, un carácter eufemísticamente agradable: Eubouleus, esto es, buen consejero, atribución que le asocia con Zeus, o Polyxenos, hospitalario con todos. Su ubicación espacial se encontraba en el Occidente, al final del río Océano, el lugar en donde habitaban las almas de los muertos en un perenne estado de languidez y monotonía[1].
Hestia, hija de Cronos y Rea y, en consecuencia, hermana de Zeus, era la diosa del hogar y tenía como símbolo el fuego sacro, que debe arder continuamente para garantizar la pervivencia de aquellos que se ubican bajo su protección. Es una diosa, por tanto, que centra el culto del hogar, que se puede vislumbrar en tres niveles en función de los grados de asociación humana de la antigua Grecia: la casa, el oikos, la ciudad, la polis (la llama permanecía en el templo de Hestia o el Pritaneo, sede de la política urbana, de ahí sus epítetos Boulaia, Prytaneia, Tamia, protectora del tesoro público), y la nación (cuyo fuego era el que ardía sin parar en el santuario de Delfos). Su paralelo romano fue Vesta.
Hécate fue una diosa originaria de Asia menor, concretamente de Caria. Aunque  desconocida por Homero, Hesíodo le dedica un himno en la que la considera una deidad que domina cielo, mar y tierra[2]. Era una divinidad de las encrucijadas (Enodia) y la diosa protectora de las puertas (Propylaia). Se la consideraba protectora de marinos y guerreros, así como del ganado. En algunos santuarios era invocada como Epiphane y Soteira, diosa salvadora y protectora de la ciudad. Tardíamente se asimiló a Ártemis y se la asoció con la esfera nocturna, momento en el que adquirió una función apotropaica y se le identificó, así mismo, con la luna, asumiendo rasgos eminentemente ctónicos. Es por este motivo que aparece representada con una antorcha y una lámpara. Asume la función de hechicera, maga[3], diosa de los cementerios y las sombras, y se le sacrifican, en consecuencia, perros.

Prof. Dr. Julio López Saco
Doctorado en Historia, UCV-Escuela de Letras, UCAB


[1] Las almas no tienen conciencia ni fuerzas para acometer acción alguna y, por lo tanto, su existencia es sin esperanza. La verdadera, y auténtica vida, es, en definitiva, la que se disfruta estando vivos.
[2] Hija de Perses y Asteria y hermana, en consecuencia, de Leto.
[3] En este sentido portaba epítetos como la negra o la del ámbito subterráneo, tal y como se muestra en algunas tablillas de defixión sobre las tumbas. La operación de la defixio supone la inscripción en planchas de plomo de fórmulas de maleficio cuyo destinatario era una determinada persona, a la que se aludía con una serie de datos allí especificados. Tácito (Anales, II, 69), menciona un caso de esta índole relacionado con Germánico.

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