29 de octubre de 2015

Fuentes no cristianas del cristianismo antiguo

En referencia al cristianismo se pueden distinguir tres conjuntos de fuentes no cristianas, integradas en las paganas grecorromanas, de principios del siglo II, las paganas de Sirio-Palestina, esencialmente del siglo I, y las judías de los siglos iniciales de la era cristiana.
En relación las primeras se destaca, en primer término, Tácito y sus Anales. Además de suscribir el carácter supersticioso del cristianismo, señala algunos aspectos relevantes, entre ellos que Jesús murió en época de Tiberio y durante la prefectura de Pilato, que se extendió entre 26 y 36, que lo hizo siguiendo el modo de ejecución romano más tradicional, la crucifixión, y que el cristianismo ya se había difundido por el Imperio para la época en la que escribe (el siglo II), afirmando que existía en Roma una comunidad cristiana importante en época de Nerón. También es referencial Cayo Plinio Segundo o Plinio el Joven, del que destaca la correspondencia con Trajano en la que consulta al emperador acerca de los mecanismos de persecución a los cristianos. A través de estas misivas se pude inferir una significativa presencia de cristianos en Asia Menor, la validez de los procedimientos contra los cristianos como una política de gobierno a comienzos del siglo II, y la asidua práctica de reuniones y algunos rituales cristianos.
Una fuente también destacada es el orador romano Marco Cornelio Frontón, que vivió en la primera mitad del siglo II. Escribió una Oración contra los Cristianos en la que plasma acusaciones de diverso tipo quizá originarias de comentarios callejeros. En Sobre la muerte de Peregrino, el autor satírico Luciano de Samosata (segunda mitad del siglo II, entre 120 y 190), menciona a los cristianos, descritos como ingenuos y poco sagaces. Luciano sitúa el origen del cristianismo en Palestina y afirma que Jesús, tildado de sofista, fue crucificado por los romanos.
Otro autor correspondiente a este primer grupo señalado es Suetonio (Vida de los Doce Césares), quien comenta la expulsión de la comunidad judía de Roma, encabezada por un tal Cresto, probablemente en torno al año 49, aunque muy probablemente alude aquí a Cristo y la predicación cristiana. De hecho, el nombre cristianos aparece escrito en ciertas obras romanas como chrestianos (derivado de Cresto, posible deformación de Cristo), en tanto que el nombre de Cresto está ausente en los epitafios de las tumbas judías del siglo I. Quizá Suetonio se refiera a los inicios del cristianismo en Roma y a las subsiguientes disputas y discusiones que la presencia cristiana generaría entre los judíos.
Otras muy parcas referencias se encuentran en los estoicos Epicteto, en sus Diatribas (55-135) y Marco Aurelio, en sus famosas Meditaciones (121-180), quienes etiquetan a los cristianos de irracionales, confiados, sumisos, dramáticos e irreflexivos.
En cuanto a las fuentes paganas de la región de Siria y Palestina se destaca, esencialmente, una carta de Mara bar Serapion, recogida en un manuscrito siriaco del siglo VII, que hoy se encuentra en el British Museum londinense, y que pudo haber sido escrita a fines del siglo I. En dicha carta se cataloga a Jesús como un rey sabio, a la altura de Pitágoras y Sócrates, cuya sabiduría sobrevive a su muerte, causada por los judíos, a través de su enseñanza.
En las fuentes judías, por su parte, Jesús y sus seguidores eran considerados, en términos generales como herejes, malditos y apóstatas. Se pueden destacar las Dieciocho bendiciones (Semoné esre), un texto-plegaria empleado como rezo en las sinagogas. El Talmud de Babilonia atestigua que la plegaria fue adaptada en Jamnia contra los cristianos en tiempo del rabí Gamaliel II, a fines del siglo I.
Otro texto es una baraitha del siglo II conservada en el tratado Sanhedrin del mencionado Talmud de Babilonia, en el que se menciona la muerte de Jesús y se le etiqueta como idólatra y hechicero. Es posible que dicha alusión corresponda a un tal Jesu, un mago discípulo de un rabino del siglo I a.e.c. No se olvide, no obstante, quesemejantes acusaciones contra Jesús aparecen en el Nuevo Testamento. En el tratado sobre el ayuno pTa‘anit, es probable que la referencia a una falso profeta o mesías sea vinculable con la figura de Cristo. Otro tratado de la literatura rabínica, en este caso el Tratado b‘Aboda zara, dedicado a la idolatría del Talmud de Babilonia, refleja la convivencia cristiano-judía en Palestina, aunque también se intenta desacreditar la figura de Jesús.
También entre las fuentes judías hay que mencionar a Flavio Josefo, que vivió en el siglo I, y que escribió una obra titulada Antigüedades Judías, en la que se encuentran informaciones sobre Jesús, enmarcadas en el llamado Testimonio Flaviano, cuya autenticidad se discute. El fragmento pudiera ser una interpolación posterior de un copista cristiano. No obstante, en lo que subyace del autor judío, Jesús es presentado como un hombre docto, sabio y con grandes capacidades para obrar milagros.
Un hecho incontrovertible que las fuentes no cristianas señalan, en general, es la existencia histórica de Jesús. Según todas ellas, Jesús fue un predicador errante, sabio y hacedor de milagros y prodigios que terminó sus días crucificado bajo el poder romano.
 
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas; UGR, Granada.

21 de octubre de 2015

Homo naledi: un nuevo representante del género humano

Un nuevo homínido acaba de ver la luz este año 2015. Se trata del Homo naledi. Descrito por primera vez en agosto del presente año, fue descubierto en 2013 en la denominada cámara Dinaledi de la famosa cueva Rising Star, sita en Sudáfrica, cerca de la ciudad de Johannesburgo. Las investigaciones han sido llevadas a cabo por científicos de la Universidad Canterbury de Kent y del College CUNY de Nueva York. Fue hallado entre unos quince individuos y más de mil restos fósiles. El análisis de ciento cincuenta huesos, que incluyen una mano derecha de adulto, parece confirmar que este espécimen pudiera encontrarse entre los que conformaron las raíces de los primeros representantes del género Homo. Sin datación fiable por el momento, naledi se acerca morfológicamente a los erectus y al hábilis, aunque su volumen craneal es muy parecido al de los australopitecos. Podía usar sus manos con la habilidad y precisión necesarias para manipular, en tanto que sus extremidades inferiores, sus piernas y pies, son claramente humanos, si bien el tronco presenta características de australopitecinos. El pulgar fuerte y largo de naledi, así como la estructura de la muñeca son semejantes a los de los neandertales y humanos modernos. Según los expertos, pudo haber estado adaptado para trepar árboles y, al tiempo, para caminar como movimiento dominante.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV. Caracas

Relaciones culturales este-oeste en época prehistórica a través de las figurillas humanas neolíticas en China




Imágenes, de arriba hacia abajo: figurilla neolítica hecha en jade y hallada en la provincia de Anhui; huellas de construcciones en un yacimiento de la cultura Peiligang; y restos de un yacimiento de la cultura Yangshao.

Un conjunto diverso de figuras cerámicas antropomórficas han sido halladas en varios sitios neolíticos en el valle medio y bajo del río Amarillo. Es el caso de Jiangxicun, en Fufeng; de Liujiahe, en Ankang, en el sur de Shaanxi, que data de la fase Miaodigou del período Yangshao medio; y de Dengjiazhuang, en Lintong, también en Shaanxi, y del mismo período Yangshao. Las figurinas humanas neolíticas encontradas en la región pudieran ser reflejo de imágenes de practicantes rituales con toda su vestimenta característica. Una de ellas, muy particular, encontrada en el yacimiento de Zhouyuan, en Fufeng, porta un signo sobre la cima de su gorro que es idéntico a la inscripción oracular en hueso para wu, que significa mediador ritual (algunas veces traducido como chamán). Se ha sugerido que las figuras en cuestión pueden representar a los Sakas del Asia central, quienes fueron ejecutantes de magia, o que reflejen magos de origen iranio, quizá de la cultura Andronovo, como los que sirvieron como adivinadores en la corte real Zhou. Sin embargo, es difícil asegurar si esos individuos foráneos actuaban como simples entretenedores o como sacerdotes con gran poder en la corte Zhou.
Muchas de las figuras encontradas en Fufeng, cerca del río Wei, que se datan entre el IV y el I milenio a.e.c., tienen rasgos caucasoides. El valle de este río fue una región en la que los grupos étnicos del oeste y el este entraron en contacto. En tal sentido, los practicantes rituales con orígenes centroasiáticos representados en las figurillas, parecen poseer tanto rasgos mongoloides como caucasoides. Estilísticamente, no obstante, la mayoría de las figuras centroasiáticas son diferentes de los ejemplos Yangshao. Es el caso de una figura masculina de Kara-Depe, en Turkmenistán, que lleva barba, una anillo en la nariz y un gorro apuntado, así como el de varias figuras femeninas halladas en Geoksyur, también en Turkmenistán*, que aparecieron sin cabeza.
No se puede aclarar del todo si la civilización china antigua recibió alguna inspiración cultural desde el occidente. Los hallazgos de horquillas con cabezas caucasoides en Zhouyuan, y de diversos artefactos con características centroasiáticas en Erlitou, el primer sitio urbano de la Edad del Bronce en Henan, ha despertado un excitante interés en destacar las interacciones culturales entre la antigua China y los límites occidentales más allá de las fronteras de la China moderna. Las similitudes entre las figuras Yangshao y aquellas del Asia central parecen apoyar el argumento de que los contactos culturales entre este y oeste ocurrieron desde la prehistoria, mucho antes del establecimiento de la Ruta de la Seda.
Las más probables fuentes de la influencia cultural centroasiática pudieron haber estado en la región noroeste de la China actual, en Xinjiang. En esa zona, las tradiciones culturales han sido similares a las de la parte occidental de Asia central, reflejándose en una adaptación a un modo de vida de pastores en condiciones medioambientales semejantes, en las que se combinan desierto, estepas, montañas y oasis. Las regiones centroasiáticas se conectaban tradicionalmente con el este, con las llanuras centrales del norte de China, a través del famoso Corredor del Gansu, conocido cuando se estableció la Ruta de la Seda en los siglos III-II a.e.c.
Los descubrimientos de momias bien preservadas en la cuenca del Tarim sugieren que ciertas poblaciones caucasoides se asentaron en esta región hace bastante tiempo, al menos desde el 2000 a.e.c. La presencia de sombreros de varios estilos, de fieltro o de lana, decorados con plumas, cortos o apuntados, pudiera ser un reflejo de la costumbre regional que surge de la adaptación al medioambiente desértico de Asia central. Es probable que las gentes de la región de Xinjiang empleasen gorros de varios estilos durante los milenios V y IV a.e.c. También es probable que algunos de ellos, incluyendo practicantes rituales o magos, hubiesen viajado hacia las regiones orientales, dejando su imagen e impronta en los restos materiales que se encuentran en los sitios Yangshao.
Al margen de estos supuestos o probables contactos culturales, no se puede aseverar si la influencia centro asiática tuvo un destacado papel en los cambios socio-políticos que acontecen en el Neolítico chino. Las figurillas en arcilla se han desenterradas en todos los contextos arqueológicos en los sitios calcolíticos y de la Edad del Bronce de Asia central, desde basureros y habitáculos domésticos, hasta en el ámbito de la arquitectura monumental. Pudieron ser usadas, tal vez, en rituales, aunque no existe indicación alguna de actividades rituales centralizadas focalizadas sobre tales figuras. Además, no se puede saber si los individuos representados en la figuras se integraron formalmente en las sociedades Yangshao, o solamente fueron individuos itinerantes que iban de poblado en poblado ejecutando ceremonias locales. La antropología física no ha identificado, al menos hasta la fecha, esqueleto caucásico alguno entre las poblaciones Yangshao. Esto supondría que la dinámica de los cambios sociales derivó, con mayor probabilidad, de las propias sociedades indígenas (Yangshao) más que de las culturas distantes y foráneas.

*Ambos sitios datan de la cultura Namazga III, entre 3500 y 3000 a.e.c., contemporánea del período Yangshao tardío. Su ubicación, no obstante, es muy alejada de los “territorios” Yangshao: más de cuatro mil kilómetros.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. FEIAP-UGR (España)

11 de octubre de 2015

La construcción de una historia nacional y de la civilización china de la antigüedad

En los años noventa, un autor, de nombre Su Bingqi, estableció un modelo de investigación de nombre quxi leixing, fundamentado en las tipologías cerámicas. Dice que después del 10000 a.e.c. seis divisiones regionales más o menos estables (quxi) se formaron en el área que abarcó la China histórica: la región norte centrada en las montañas Yan y en la zona de la Gran Muralla; la región oriental focalizada en Shandong; las llanuras centrales (Shaanxi central, Henan occidental y sur de Shanxi); la región suroriental en torno al lago Tai; la zona suroccidental que incluye el área del lago Dongting y la cuenca de Sichuan; y la zona meridional que abarca el lago Poyang y el delta del río Perla. Tales culturas regionales se dividirían en fases locales (leixing). Cada región tendría su propio origen cultural y su propio desarrollo, aunque interactuarían entre sí para conformar el proceso de despliegue de la civilización china. Otro erudito, en este caso Yan Wenming, sugirió que las llanuras centrales habrían sido algo así como el centro de una flor, en tanto que las tradiciones culturales en las áreas adyacentes los pétalos de dicha flor. De este modo, enfatizaba el papel desempeñado por las llanuras centrales en el proceso que condujo a la civilización china, aunque reconociendo la existencia de elementos civilizatorios en la periferia en etapas prehistóricas. Con esta postura, sin embargo, se compromete, en cierta medida, la diversidad cultural.
Los gobiernos nacionalista primero, y comunista, después, intentaron configurar la población multiétnica de China en una unidad política viable y coherente. El concepto de nación, a partir de los años cincuenta del siglo XX, llegó a hacerse equivalente al de estado, descrito por Fei Xiaotong, a fines de los años ochenta, como duoyuan yiti (una entidad simple con múltiples componentes). En un proceso formativo amalgamativo, el núcleo dominante sería Huaxia y las gentes Han, aunque la interacción cultural entre Huaxia-Han y otros grupos étnicos no hubiese sido en una única dirección de difusión, sino de influencias mutuas. De tal modo, el concepto quxi lexing en arqueología, y el paradigma duoyuan yiti en una perspectiva sociológica, se compensaron uno al otro en la dinámica de construcción de la historia nacional.
En los años noventa del pasado siglo Song Jian elaboró un proyecto para reconstruir una cronología segura de las Tres Dinastías (Proyecto Cronológico Xia Shang Zhou), en el que empezaron a participar diversos expertos en arqueología, historia y astronomía. La finalidad, no alcanzada, era hacer la civilización china temporalmente comparable a las más antiguas civilizaciones del mundo, sobre todo las de Mesopotamia y Egipto. Una nueva organización investigativa surgió, entonces, desde el seno del Departamento de Arqueología de la Universidad de Beijing, el Centro para el Estudio de la Civilización, formalizado en 1999, que determinó hallar el origen último de la civilización china en las culturas del neolítico. En este sentido, la cultura Longshan se convertiría en el foco de interés primordial.
Siempre ha habido en la arqueología china una tendencia a identificar las culturas y fases arqueológicas, sitios e, incluso, útiles, con específicos grupos antiguos de personas que son nombrados en las leyendas, mitos y en la literatura histórica. Así, la cultura Longshan de Henan se ha considerado el grupo Proto-Xia, que daría surgimiento a la dinastía china más antigua registrada; o la expansión de los vasos cerámicos he y jue, representarían el desarrollo históricamente documentado de la migración de las poblaciones Xia y Shang. Términos tomados de las leyendas chinas han favorecido las discusiones académicas sobre la cultura Longshan. Es el caso de Wudi shidai o el período míticos de los Cinco Emperadores, que refiere héroes legendarios y sabios que habrían gobernado antes de la dinastía Xia. Un período de tiempo caracterizado por la coexistencia de muchos estados, cada uno de ellos posiblemente compuesto de una ciudad amurallada y algunas aldeas, una configuración que los hallazgos arqueológicos referidos a la cultura Longshan parecieran corroborar.
El pensamiento teorético concerniente a la evolución cultural en la arqueología china fue dominado durante mucho tiempo por la versión sinificada del marxismo. Se prefirió una perspectiva unilineal de evolución social que, todavía a mediados de los años ochenta y noventa, algunos autores suscribían (Tong Enzheng, Shi Xingbang). Todas las sociedades primitivas progresarían desde una organización clánica matrilineal-matrilocal-matriarcal, a una sociedad patrilineal-patrilocal-patriarcal, lo que suponía la transición de una sociedad “igualitaria” a otra estratificada, como resultado de la diferenciación en los medios de producción económica (sobre todo los útiles de metal). La división del trabajo habría formado la condición esencial para la acumulación de beneficios y el intercambio de mercancías. Así, las ciudades, centros artesanales y centros comerciales se habrían desarrollado, y una clase social basada en la propiedad privada y en la explotación se habría consolidado. Naturalmente, este armazón teórico ha sido puesto en duda porque la evidencia de una sociedad neolítica en China matrilineal y matriarcal es muy vaga, y porque son muy escasos los ejemplos de herramientas de metal usadas para la producción de subsistencia durante el período Longshan, o incluso durante la Edad del Bronce.
El modelo evolucionista se ha amalgamado con los nuevos conceptos de nacionalismo (Li Xueqin), formando el componente esencial, aplicado a través de la arqueología, en la reconstrucción de la historia nacional[1].
En la construcción de un esquema evolutivo cultural y social para China, un nuevo concepto gucheng guguo guwenhua shidai (período de ciudades arcaicas, estados arcaicos y cultura arcaica), propuesto por Su Bingqi hace unas décadas, ha ganado bastante popularidad recientemente. Gucheng, núcleo arcaico, se refiere al tipo de “ciudades” más antiguo que se separaron de las villas ordinarias, pero que no se desarrollaron plenamente como urbes; guguo, o estado arcaico, significa entidad política estable e independiente que trasciende la organización tribal basada en el clan. Los dos conceptos se incorporaron posteriormente en la primera parte de una trilogía evolutiva llamada guguo-fangguo-diguo (estado arcaico, estado regional e imperio). El período guguo, descrito como equivalente a chengbang (ciudades-estado), habría comenzado en la cultura Hongshan, hace más de cinco milenios en el noreste de China; el período fangguo, representaría un tipo madura de sociedad estatal, y habría sido visible en algunas culturas prehistóricas, como Liangzhu, en el valle del río Yanzi, y en el bajo Xiajiadian. Más tarde habría caracterizado las famosas Tres Dinastías. El último período comenzaría en la etapa de los Reinos Combatientes (siglo V a.e.c.), cuando algunos estados regionales mayores entrarían en conflicto militar por la dominación política[2].
Otra estrategia investigadora, como resultado del énfasis puesto sobre el desarrollo cultural regional (quxi leixing ya comentado), ha sido trazar los orígenes de la civilización china en cada región en una época más antigua de lo que se suponía. Se han intentado vincular ciertos logros culturales (manufactura de objetos de jade, construcción de monumentos ceremoniales), con el surgimiento de la civilización, o conectar desarrollos culturales neolíticos regionales con las actividades de los reyes y sabios legendarios. En consecuencia, sin embargo, los orígenes de la civilización china no se han podido correlacionar, en antigüedad, con sus contrapartidas mesopotámicas o egipcia, si bien el lugar de nacimiento de la dinastía Xia se ha identificado en localidades del norte y también del sur de China. Ha habido siempre una clara confusión entre civilización y estado, entendiendo la primera como una gran tradición cultural que contiene rasgos definidos, como un estilo artístico refinado, una arquitectura especializada, una escritura, un calendario, y el segundo como una forma de organización política. Ni quxi leixing ni los relatos mítico-legendarios proveen información suficiente para un análisis sistemático del desarrollo de la complejidad social en la antigua China.
El primer estado pudo haberse desarrollado en el norte de China, bien sea a partir de la cultura Yangshao, donde se construyó el primer asentamiento amurallado conocido, por mediación de la cultura Longshan, en donde diversos grupos de sitios amurallados y patrones mortuorios jerárquicos han sido arqueológicamente evidenciados, o desde la cultura Erlitou, momento en el que se desarrolló el primer urbanismo, asociado con complejos palaciales bien definidos, así como una especialización artesanal. Los estudiosos occidentales son más conservadores y cautelosos al respecto, y creen que el estado no se desarrolló hasta la etapa dinástica Shang, cuando se hacen observables las características de los estados burocráticos en los registros arqueológicos. Aquí se apuntará que Erlitou pudo haber sido ese primer estado, caracterizado por una nuclearización de la población, un control político y ritual centralizado, el desarrollo de una actividad artesanal especializada y por una más que presumible expansión territorial.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB, Caracas. UGR (Granada). 11 de octubre del 2015



[1] El modelo neo evolucionista, que implica la sucesión de banda a tribu, y de ahí a jefatura y estado, no ha sido, en realidad, extensamente adoptado.
[2] En este orden de cosas, Yan Wenming señala que el proceso de desarrollo de la civilización china puede ser categorizado en tres etapas: guguo shidai, período del estado arcaico, que incluye el período Longshan, equivalente a una “jefatura” y, por tanto, al origen de la civilización china; wangguo shidai, período del estado dinástico, que representarían las Tres Dinastías, período formativo de la civilización; y diguo shidai, o etapa imperial, que comienza en la dinastía Qin y finaliza en la Qing, cuerpo principal civilizatorio. 

2 de octubre de 2015

Los avatares de Visnú y la divinización de los ríos en India





IMÁGENES, DE ARRIBA HACIA ABAJO: EL DIOS VISNÚ DURMIENDO SOBRE LA SIERPE SESHA. TEMPLO DE DASAVATARA, DEOGARH, SIGLO VII; ESTATUA DE VISNÚ EN BRONCE, DE KERALA. SIGLO VIII; VISHNU CON TRIPLE ASPECTO, ANTROPOMORFO, COMO UN LEÓN Y COMO UN JABALÍ. GUJARAT SIGLO XI, Y LA DIOSA GANGA SOBRE UN MAKARA. TEMPLO DE BESHNAGAR, ÉPOCA GUPTA HACIA 500. MUSEUM OF FINE ARTS, BOSTON.

El dios Visnú, el medidor y protector del universo, establece el mundo como casa de los dioses y de la humanidad. Esta benevolente deidad, cuyo consorte es Shri o Lakshmi, hermosa diosa de la buena fortuna, se involucra con el género humano y por ello desciende a la tierra para encarnarse en los momentos en que el mundo de los mortales se encuentra amenazado por el mal. Sus avatares (encarnaciones, descensos), siguieron un modelo evolutivo: peces y reptiles; luego otras formas animales; después el enano Vamana hasta los seres humanos, y de ahí al futuro creador, Kalki. Tradicionalmente se fijó en diez el número de sus avatares. Las encarnaciones siete y ocho, Rama y Krishna, son héroes de la mitología hindú, en tanto que la novena, Buda, se asimiló más tarde, en torno a los siglos III o IV.
Matsya, el pez, fue la primera encarnación. Fue rescatado por Manu de ser devorado por un pez de mayor tamaño. Una vez crecido, y como compensación a la acción de Manu, el pez le advirtió de una inminente inundación catastrófica. Ayudó a Manu a construir un bote en el cual pondría a salvo semillas y animales con los que repoblar el mundo[1]. Kurma, la tortuga, su segundo avatar, soportó sobre su dorso el Monte Mandara durante el batido del océano cósmico. En su tercera encarnación, Varaha, en forma de jabalí, rescató la tierra. El demonio Hiranyaksha agitó la tierra en el océano cósmico, pero el dios se sumergió en el océano y mató al demonio. Encontró a la tierra en forma de una hermosa mujer y la condujo hasta la superficie sobre sus colmillos. Narasimha el león fue su cuarta encarnación. Hiranyakashipu (demonio hermano gemelo de Hiranyaksha), había destronado al dios Indra y se había proclamado soberano del universo[2]. Como su propio hijo veneraba a Visnú le condena a muerte, pero no es capaz de matarlo. Airado, el demonio golpea un pilar demandando saber por qué Visnú no se muestra él mismo. En ese momento, el pilar se abre, y la deidad encarnada en el hombre-león, lo desmembra.
Vamana, el enano, rescata al universo del demonio Bali. Para liberarse del poder de Bali asume la forma de un enano. Una vez que escapa, se convierte en gigante (Trivikrama), y cubre el mundo subterráneo, la tierra y los cielos en tres zancadas. En su sexta encarnación, Parashurama, había nacido como un brahmán, pero su destino indicaba que su vida debía de ser la de un guerrero. Armado con un hacha proporcionada por Siva, y en venganza por los insultos que se habían proferido contra su padre, eliminó a todos los miembros masculinos  de la casta guerrera y ordenó a sus viudas que cohabitasen con brahmanes para producir una nueva y más pura casta de guerreros. Como Rama (rey de Ayodhya), su séptimo descenso, asumió la propuesta de los dioses de destruir a Ravana, el malvado gobernante de Lanka, tal y como se narra en el Ramayana, Por su parte, como Krishna, octavo avatar, su nacimiento se ocultó a causa de una profecía que señalaba que el octavo niño de su madre mataría al malévolo rey Kamsa. Por ese motivo, Krishna fue traído al mundo en una comunidad de pastores. Tras matar a una serie de demonios, incluyendo a Vatsasura, asesinó a Kamsa. Fue el asistente del héroe Arjuna en la gran batalla de Kurukshetra, tal y como se relata en la gran epopeya Mahabharata.
Se decía que Visnú asumió el avatar de Buda (el noveno), para convertir a los demonios al budismo, o con la intención de debilitarles en sus luchas contra los dioses. También es factible que esta encarnación tenga que ver con la intención de Visnú de abolir los sacrificios de animales. El décimo y último avatar será Kalki, aun por venir. Se aparecerá al final de la presente era, el Kali Yuga, que comenzó en 3102 a.C. y finalizará más de cuatrocientos mil años después. En sus últimos períodos, la humanidad encarará la ruptura de la civilización y perderá los valores morales y espirituales. Esta divina encarnación, cabalgando un caballo blanco, será imprescindible para establecer una nueva era.
El río Ganges, que nace en el Himalaya y fluye des de el norte hacia el este de India, es sagrado para los hindúes, quienes creen que bañarse en sus aguas les posibilita alcanzar el cielo de Indra, Svarga (Monte Meru). Sacralizado como Ganga, hija del dios de la montaña Himavat[3], es su aspecto de gran diosa madre, Devi, se dice que emergió de un dedo de Visnú, descendiendo desde el cielo, sobre el cabello de Siva, sentado en el monte Kailasa (permitiendo con ello separar el río en diversas corrientes que impidiesen la inundación de la tierra), con la intención de limpiar la tierra de las cenizas acumuladas de los muertos. Todavía hoy las cenizas de los fieles se encomiendan a su cuidado[4]. Se cree que Ganga fluye también a través del mundo subterráneo, vinculando así los tres mundos o esferas. Se la percibe como un símbolo de pureza y se la retrata como una bella mujer joven, consorte de Visnú y Siva, y asimismo como un rey mortal, Shantanu.
Los hindúes reverencian además la ciudad de Prayaga (actual Allahabad), porque es el lugar en donde confluyen con el Ganges dos tributarios, el Yamuna y el subterráneo Sarasvati[5]. Este lugar de peregrinaje se considera tan sagrado que se cree que un pequeño pedazo de su suelo es capaz de borrar el pecado. La diosa Yamuna era la hija del dios Surya y su esposa Sanjna, aunque algunas veces se consideraba hermana de Yama, deidad védica de la muerte. Se piensa que propicia la fertilidad y las buenas cosechas; por ello se la identifica con la prosperidad. Algunas versiones míticas señalan como el río Yamuna se partió en dos milagrosamente para permitir a Vasudeva, el padre de Krishna, salvarle cuando era un bebé[6].
Sarasvati es una deidad de las fuerzas naturales. Tiene el poder de quebrar las montañas y de conversar con el bramido de las cascadas. Más tarde fue convertida en la creación, y consorte, de Brahma. Diosa de la música, la fertilidad de la tierra y la sabiduría, se la asoció con la invención del sánscrito y por tal motivo es conocida como la Madre de los Vedas. En tal sentido, fue identificada con Vak, diosa de la elocuencia, y por ello es concebida como una deidad del lenguaje, el arte y el aprendizaje. En muchas ocasiones, los escolares antes de sus clases le hacen ofrendas. Hermosa y temperamental a un tiempo era, en ocasiones, representada con cuatro brazos y cabalgando un cisne o un pavo real, o bien sentada sobre un loto. En ciertas ramas del budismo hace las veces de diosa de la instrucción y es la compañera del bodhisattva Manjushri.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. UGR, España


[1] Como Matsya, Visnú tuvo que matar a Hayagriva, uno de los daityas (asuras gigantes hijos de Diti, hermana de Aditi, una de las esposas del sabio Kasyapa, padre de Garuda), que se oponen a los dioses. Hayagriva había atacado a Brahma y robado los cuatro libros de los Vedas. Matsya lo mata y recupera los sagrados textos.
[2] Hiranyakashipu era una encarnación de Ravana. El demonio había persuadido a Brahma de otorgarle el poder de destronar al dios de las tormentas, Indra, y así enviar al exilio a los dioses del cielo. De este modo, se proclama rey del universo.
[3] Himavat, rey de los Himalayas, y personificación deificada de las montañas, fue también el padre de la diosa Parvati, cuyo nombre significa, precisamente, “hija de la montaña”.
[4] Los hindúes creen que morir en Varanasi, o brindar sus cenizas al río, liberarán sus almas del ciclo de renacimiento y muerte.
[5] La confluencia de los tres ríos se conoce como Tirtha, cruce ce lugares que capacita a los creyentes a transitar hacia la liberación de un círculo de renacimientos sin fin. Los siete grandes ríos de India particularmente reverenciados son, además del Ganges, el Yamuna y el Sarasvati, el Godavari, Narmada, Kaveri y el Sindhu.
[6] Sobre la bancada del Yamuna se erige la ciudad de Mathura, mítico lugar de nacimiento de Krishna. La ciudad es también un lugar de peregrinaje para jainas y budistas.