17 de diciembre de 2016

Origen y consolidación del estado espartano (II)


En la imagen, una vista panorámica de los vestigios del teatro y la acrópolis de Esparta.

A diferencia de otras poleis arcaicas, que se embarcaron en la colonización, Esparta inició la conquista de tierras cercanas, concretamente de Mesenia, un fenómeno que dio lugar a lo que historiográficamente se denomina como Guerras Mesenias. Según algunas fuentes (Tirteo, Pausanias), estos acontecimientos bélicos tuvieron lugar entre 743 y 724 a.e.c. (hoy se tiende, en base a las listas de los vencedores olímpicos a establecer una cronología cercana, en torno a 750-735). Según Pausanias, Esparta fue ayudada por Corinto en esta empresa, mientras que los mesenios contaron con la colaboración de Argos y Sición. La finalidad de estas conquistas era adquirir tierras cultivo y mano de obra. Con motivo de la presión espartana, algunos mesenios pudieron emigrar a otras ciudades en las que recibirían hospitalidad, como Sición o Eleusis, mientras que muchos de ellos quedaron sujetos al servicio de los vencedores, convirtiéndose en siervos-esclavos, Hilotas.
Las tierras mesenias recién conquistadas fueron divididas en lotes o Cléros, de los que al principio únicamente se benefició la aristocracia espartana. En las reformas de Licurgo, no obstante, se llevaría a cabo un nuevo reparto que incluiría a otros sectores de la población de Esparta[1].
Tras la primera Guerra Mesenia se constata que Esparta estaba en contacto con el resto del mundo griego, con lugares como Cirene, Chipre, Olimpia o Atenas, muy probablemente gracias a su amplio conocimiento del mar. De hecho, en esta época Esparta debió de tener relaciones comerciales por mar, en especial con Chipre y las ciudades jonias, de donde importaba telas, muebles y diversos objetos ornamentales. En este tiempo, denominada la época o periodo de Alcmán, Esparta alcanzó un notable auge cultural. Varios artistas y poetas fueron atraídos hacia la polis. De esta época son los máximos representantes de la poesía espartana, Tirteo y Alcmán. Tirteo empleó su poesía como un instrumento de acción política y social, en tanto que en sus Elegías, ensalza el valor y la dedicación a la patria. La poesía de Alcmán de Sardes, por su parte, alababa a la aristocracia espartana y a las mujeres. Ensalzaba los valores propios de un pasado considerado glorioso.
La segunda Guerra Mesenia (probablemente a mediados del siglo VII, entre 660 y 640 a.e.c.), fue motivada por la insurrección de los campesinos mesenios. Los mesenios fueron ayudados por Argos, Orcómeno, Pisa, así como por otras poleis del norte del Peloponeso, todas ellas temerosas del poder y las tendencias expansionistas de Esparta. Sin embargo, finalmente, Esparta acabaría tomando Pilo y Teje, los bastiones mesenios.
Este conflicto trajo consigo una serie de consecuencias para Esparta, que se vio obligada a tomar ciertas medidas de cara al futuro. Entre ellas, mantener los territorios conquistados, renunciando a nuevas expansiones territoriales, reformar el sistema político-institucional, favoreciendo una organización militar defensiva que abarcara toda la vida ciudadana, o decidirse a contrarrestar el poder de las ciudades del Peloponeso, para así evitar otros apoyos a los rebeldes. Esparta buscó, y consiguió, alianzas con las ciudades del Peloponeso que le pudiesen garantizar su posición y la apoyaran contra sus enemigos tradicionales, concretamente Argos y Acaya. Este pacto concretó la llamada Liga del Peloponeso que, según la tradición, inició el éforo Quilón.
En cualquier caso, durante el siglo VI a.e.c., el repliegue sobre sí misma y el distanciamiento en relación a otras poleis fueron posicionamientos que se acentuaron gradualmente, aunque Esparta nunca perdió su prestigio como fuerza militar.
Esparta, aunque sin duda una polis, no poseía núcleo urbano, fortificaciones ni acrópolis, como las poleis clásicas. Sus pobladores estaban distribuidos en un conjunto de distritos. En cualquier caso, como las demás poleis, poseía una constitución política consistente en una Asamblea de guerreros denominada Apella y un consejo de ancianos o Gerusía. La diferencia singular en su sistema político fue la Diarquía o gobierno de dos reyes[2]. Ambos soberanos pertenecían a dos prestigiosas familias arcaicas, los Europóntidas y los Agiadas, las cuales hacían remontar sus orígenes a los legendarios Heráclidas. De los Agiadas procederían los cinco Éforos (uno por cada obai), y de los Europóntidas la Gerusía con sus veintiocho miembros, todos ellos homoioi, ciudadanos que se reúnen en la Asamblea o Apella. Al margen quedan Periecos, Hilotas y no ciudadanos. El mítico legislador Licurgo[3] fue, según la tradición y las fuentes escritas (Tucídides, Plutarco, Heródoto), el responsable de la Constitución espartana (Gran Rhetra). La Rhetra, que imita un oráculo délfico, pero en prosa, ha sido transmitida gracias a Plutarco en su Vida de Licurgo. A la par recopiló los testimonios recogidos por Jenofonte en Constitución de los Espartanos  y La República de los Lacedemonios.
Los reyes debieron desempeñar funciones religiosas, pues tendrían carácter divino como descendientes de Cástor y Pólux, serían los sacerdotes de Zeus Lacedemonio y Zeus Uranio y presidirían los sacrificios (ayudados por los Pithioi, magistrados que consultaban el oráculo délfico), poseer atribuciones militares, pudiendo declarar la guerra cuando lo estimasen oportuno, y mantener responsabilidades civiles, puesto que, a semejanza de los basileis homéricos, debían velar por el bienestar del pueblo y, además, se encargaban de supervisar el derecho familiar en ciertos aspectos. Eran miembros vitalicios de la Gerusía. Indudablemente, los reyes espartanos gozaron de una relevante cantidad de privilegios.  Tenían reservado el lugar de honor en los actos públicos y en la comida comunitaria  (Sissitía); no se les aplicaba el severo sistema educativo espartano; estaban protegidos por una guardia personal escogida entre espartiatas; y recibían lotes de tierras (Cléros) que cultivaban los Periecos. Naturalmente, les sucedían los hijos mayores varones.
No obstante, también tuvieron que padecer algunas limitaciones, sobre todo cuando se instituyó el Eforado. Cada nueve años los éforos oteaban el cielo, y si observaban una estrella fugaz, se interpretaba como una señal funesta. Se creía, entonces, que los reyes se habían equivocado. En ese caso, eran suspendidos de sus funciones.  Por otra parte, no mantenían en sus manos el poder judicial, ni podían interferir en las decisiones de la Apella. Aunque Aristóteles (Polít., I, 850-854) calificó a la diarquía de Esparta como una suerte de generalato vitalicio y hereditario, los ciudadanos de Esparta podían no solamente criticar sino exilar y hasta deponer a los monarcas. La diarquía, finalmente (según Polibio) fue suprimida por un tirano, de nombre Nabis, hacia fines del siglo III a.e.c.
La asamblea popular o Apella, estaba formada por todos los ciudadanos de pleno derecho, denominados Homoioi, que fuesen mayores de treinta años. Era convocada y presidida por los Éforos. En la Asamblea se decidía las propuestas que emanaban de la Gerusía en lo tocante a la guerra, la paz y la política exterior en general. Aquí se nombraba a los generales, se elegía a los éforos y a los gerontes o se votaban leyes. Se trataba de decisiones por aclamación popular, no por votación.
El Consejo de Ancianos o Gerusía, sería el órgano de representación de las tres tribus arcaicas. Sus miembros (treinta, contando los dos reyes), debían de tener más de sesenta años y carecer de cualquier tipo de obligación militar. Cada tribu aportaba diez miembros al Consejo, escogidos entre los individuos más prestigiosos. Se trataba de una institución fundamentalmente consultiva y deliberante, el verdadero sector ejecutivo del gobierno espartano (al lado de los cinco Éforos y el par de reyes). Sometía sus decisiones al pueblo reunido en la Asamblea. Sus miembros, siempre vitalicios, juzgaban los casos de criminalidad y de traición al Estado, y también dictaminaban ciertas penas menores, como destierros o multas de distinta consideración.
El Eforado, por su parte, era un colegio de cinco magistrados que eran escogidos anualmente en la Apella. Eran los auténticos supervisadores del estado espartano. Muy poco se sabe acerca de cómo se originó y evolucionó, con posterioridad, el Eforado en la Esparta arcaica. Si bien la tradición cita a un tal Elato como el primer éforo epónimo, en el siglo VIII a.e.c., autores como Plutarco consideran que Asteropo fue el primero que confirió carácter al Eforado[4]. Los éforos eran sacerdotes o astrólogos, cargos ya establecidos en las tribus dorias, dignos hombres de confianza de los reyes, que los designaban como consejeros. En origen fueron los jefes de las cinco obai, para luego convertirse en altos funcionarios.
Los éforos eran elegidos en la Apella, uno por cada poblado, y entre los ciudadanos más justos. Representaban en el gobierno a la comunidad espartana o Demos. Ocupaban el poder por un año. Los éforos convocaban y presidían la Asamblea y vigilaban el cumplimiento de la Constitución. Interpretaban las leyes y las normas de carácter consuetudinario, juzgaban a los funcionarios públicos y, lo más relevante, vigilaban a los propios reyes en sus funciones y desempeños. La sumisión de Hilotas y Periecos dependía de ellos, y por tal motivo se encargaban de las criptías o razzias sobre la población hilota para mantener el control sobre la misma a través de la represión.
Sería Cleómenes III, en 235 a.e.c., quien continuó la política reformista de Agis IV, el que anuló el Eforado. Imponiendo un consejo de magistrados (Patronomoi), compuesto por seis a doce miembros. Sin embargo, después de la derrota que sufrió Cleómenes III en Sallasia y su posterior huida a Egipto, el Eforado fue repuesto por Antígono Dosón, en 224 a.e.c. El tirano Nabis lo volvería a suprimir, en favor de los Patronomoi.
Otras instituciones y servicios civiles serían el Empéloros, un funcionario semejante al Agoránomo ateniense, encargado de ordenar el mercado; el Epímelete, un inspector oficial semejante a un jefe de policía encargado de mantener el orden ciudadano, y que contaba con asistentes (Harmosunoi). Eran una especie de vigilantes de las costumbres análogos a los gynaikonomoi atenienses; los Harmostes, cuya existencia es dudosa y que, posiblemente hayan sido unos gobernadores que se enviaban a los distritos lejanos; y los Pithioi, en un total de cuatro, cuya misión era consultar e interpretar el oráculo de Delfos.
El sistema espartano, siempre considerado como arcaizante, en fin, mantuvo ciertas relaciones con Delfos y Creta. El propio Licurgo, según la tradición, habría recibido de Apolo la Constitución espartana y también habría viajado a Creta.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Feiap-UGR.



[1] Los únicos que no participarían serían los partenios, bien por su no participación en las guerras o por ser hijos ilegítimos. Serán, por el contrario, el factor esencial en la única colonia ultramarina espartana, Tarento, fundada en 706 a.e.c.
[2] En contra de lo que se cree, la diarquía no fue un fenómeno exclusivo de Esparta. También existió en localidades como Mitilene, Cícico o Cime, entre otras.
[3] Licurgo es considerado uno de esos legisladores míticos, como Moisés, Dracón o Solón, cuya mitificación responde a la necesidad de establecer un ordenamiento seguro y duradero en el tiempo. En cualquier caso, algunos autores antiguos, caso de Píndaro y Helánico no le atribuyen a Licurgo el honor de haberle dado a Esparta la Constitución. Píndaro dice que los espartanos la obtuvieron del rey Egimio, mientras que Helánico señala que la recibieron de Eurístenes. La Constitución pudo establecerse hacia 670 a.e.c., tras la batalla de Hisias, en la que Esparta sale derrotada.
[4] La controversia al respecto dista mucho de alcanzar una solución de consenso. Quilón (en Diógenes Laercio), como Asteropo, o incluso el propio Licurgo (según Plutarco), pasan por ser los primeros que consolidaron el Eforado. Con posterioridad se atribuyó al rey Teopompo la creación del Eforado. El mismo Plutarco (Vit, Lic., VII), afirma que el primer colegio de los cinco éforos estuvo encabezado por Elato.

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