20 de enero de 2017

Sapiens en migración: desde el corredor del Nilo a la conquista de Europa (II)


Imagen: una inhumación de tres adultos (dos varones y una mujer), en Dolni Vestonice, República Checa. Portan colgantes fabricados con colmillo de zorro polar, brazaletes y diademas. 

La más antigua, e incontestable evidencia de sapiens en Europa se encuentra en Pestera cu Oase, en Rumanía, yacimiento datado entre 36000 y 34000 años, y Kostenki, en Rusia, fechado en 36000 años. Tras ellos hay un número de sitios con restos óseos que muestran que el sapiens se desplazó por Europa de manera considerable. Es el caso concreto de Abri Tapolca en Hungría, Bacho Kiro en Bulgaria, Silicka Brzova en Eslovaquia, Cromagnon en Francia, Kelsterbach en Alemania, y la Caverna Kent en Inglaterra.
A pesar la ausencia de ciertos restos humanos para el largo período que se extiende desde 45000 a 36000 años, los arqueólogos confían en los varios yacimientos con herramientas y artefactos para trazar las rutas levantinas e indicar así los movimientos de sapiens hacia Europa. Un ejemplo notable se encuentra en el conjunto lítico hallado en una gran caverna denominada Temnata, en los Balcanes (en el noroeste de Bulgaria), que se data en 46000 años. Este conjunto es muy similar al del sitio de Boker Tachtit, en el Neguev, de hace 49000 años. La conexión es confirmada a través de otros similares conjuntos líticos encontrados en un número importante de sitios de Europa oriental, desde Austria a Rusia, que se datan entre 46000 y 40000 años (Istállóskö, Bacho Kiro, Bohunice, Mladec, Szeleta, Stranski Skala y Willendorf II). En todos ellos las herramientas son bastante diferentes a las elaboradas por neandertales y, por extensión, también debió ser diferente el proceso de pensamiento empleado en relación al usado por las poblaciones neandertales, que vivían en la misma época en esas mismas áreas.
Hay pocas dudas al respecto de que esta rápida y extensiva transferencia de tecnología fue el resultado de sucesivas migraciones de sapiens desde el Levante, siguiendo los ríos mayores de la Europa oriental, Dniéster, Dniéper, Desna, Don, Danubio, hasta llegar a Italia, Francia y España (Fumane, hace 44000 años, Abri Pataud, hace 40000 y L'Arbreda, hace 42000, respectivamente).
Los sapiens acabarían por arrinconar a los neandertales, y sacarlos de competencia, en todos los lugares en donde coexistieron. Fueron los sapiens más numerosos, más viajados, con mayor y más selectiva capacidad cazadora, con mayores conjuntos de armas y, por tanto, mayor experiencia en matar toda clase de mamíferos, con un lenguaje, se presume, que les ayudaría a coordinar a los grupos de caza, y con una mayor experiencia en la adquisición de alimentos, que incluyen el pescado y las aves. 
En todas las cavernas en Europa en donde ambas poblaciones coexistieron las capas más bajas son aquellas de cultura neandertal, cubiertas por las superiores de cultura sapiens, sin que medie entre ambas un gran lapso de tiempo.
En los comienzos, la cultura sapiens era, en muchos aspectos, como aquella del Levante, si bien con muchas variaciones locales en los diferentes asentamientos europeos. Pero rápidamente se desarrolló de modo extensivo, más especializado y con técnicas más eficientes en la producción de útiles, alargando los tipos y el número de hojas y puntas, además de comenzar a usar nuevos materiales y desarrollar nuevos rituales.
Hace 40000 años se convirtió en una distintiva cultura europea, la Auriñaciense, que claramente descendía de la cultura moderna procedente de África y el Levante, aunque con una más avanzada complejidad y sofisticación, que conllevaba mayor capacidad de producción y un mayor cuidado en la ornamentación y el embellecimiento.
El clima mayormente seco y frío fue un clima ideal para las estepas herbáceas y los bosques abiertos de coníferas, que desplazan los densos bosques de vastas áreas de Europa y Asia central en las latitudes medias, y se convierten en lugares ideales para un gran número y variedad de animales como el lobo, el conejo, la liebre, la marmota y otros más pequeños.  Pero también los son para mamíferos de gran tamaño que prosperan en las planicies herbáceas, como mamuts, rinocerontes, hipopótamos, elefantes, antílopes, bisontes, caballos, ciervos o íbices. Era un clima, en definitiva, muy apropiado para los cazadores humanos.
En virtud de la proliferación de presas, los sapiens llegan a convertirse en depredadores a gran escala y con una habilidad sin precedentes. Establecen una compleja cultura de conquista de gran impacto sobre el medio ambiente circundante. Practicaban una caza no oportunista, (a diferencia de los neandertales), y, por tanto, selectiva y estratégica, lo que implicaba un cambio cualitativo tanto en la percepción como en la utilización de la naturaleza, si se compara con los modos empleados por los Neandertales. Esta es, sin duda, una razón de peso significativa para comprender el éxito de los sapiens.
Para explotar este abundante conjunto de animales las sociedades Auriñacienses incrementaron e intensificaron las estrategias de caza, a tenor de la presencia de huesos largos de herbívoros  en muchos yacimientos de sapiens. Un signo de este aspecto es un más extenso conjunto de armas que el de sus ancestros levantinos. Muchas piezas tuvieron un extenso rango de funciones y formas; hubo diferentes armas para distintos animales. Además, varias nuevas herramientas fueron elaboradas, no tanto para la caza como para tratar la pieza una vez capturada, como el caso de los cuchillos de hoja larga con mangos de hueso para desmembrar las carcasas de los animales cazados.
Precisamente, otro signo de la intensidad de la caza practicada por el sapiens estriba en el sistemático trabajo practicado sobre las pieles. Los restos de lobos y zorros en yacimientos de la Europa oriental y de Rusia  (Avdeevo, Eliseevichi I, Kostenki, Mezhirich o Mezin) son extremadamente abundantes, lo cual es un indicador muy plausible de que más que cazados estos cánidos eran capturados para  poder usar sus pieles.
El pedernal fue un material tan crucial para los cazadores Auriñacienses que no dudaron en recorrer grandes distancias para adquirirlo, algo que los neandertales jamás hicieron.
En el sitio de Dolni Vestonice, en le República Checa, al sur de Brno, se constatan desplazamientos (hasta la Polonia y Hungría actuales), para conseguir pedernal de alta calidad, así como obsidiana para emplearlos en el noventa por ciento de los útiles allí encontrados. Esto no significa, en cualquier caso, que la extensa área cubierta por los habitantes de Dolni fuese su exclusivo territorio de caza, aunque es probable que se encontraran con otras poblaciones semejantes. Las necesidades, además de las habilidades, para crear vínculos y alianzas con otras gentes, pudieron hacer posible las ayudas en casos extremos (una sequía local, un invierno muy severo) y la devolución de favores previos. De hecho, esta reciprocidad solidaria todavía hoy se constata entre poblaciones como los Kung del Kalahari o los Loikop de Kenia.
La cultura Auriñaciense fue la primera en emplear de manera intensiva el hueso, el asta y el marfil, de animales como el mamut, el rinoceronte y el ciervo, además del bisonte, los zorros y liebres. Se destacan, especialmente, las puntas de lanza hechas en estos materiales. Todo este esfuerzo en beneficio de una caza eficiente al máximo. Las lanzas pudieron haber sido armas esenciales para la caza de grandes y poderosos animales como el bisonte o el mamut.
La punta de lanza de asta de ciervo o de marfil con base para un mango más antigua se halló en el yacimiento de Istállóskö, en Hungría, y se ha datado en torno a 44000 años. Esta arma llegó a convertirse en una marca cultural en los siguientes 17000 años. Unas cincuenta puntas de lanza de asta se hallaron en uno de los niveles de Abri Blanchard, y otras setenta y cinco en Isturitz, ambos sitios en el sur de Francia.
El uso de hueso, asta y marfil de mamut también fue clave en la fabricación de ornamentos, como cuentas y pendientes, sobre todo a partir de dientes de animales (zorros principalmente) y de conchas marinas. Algunas evidencias se encuentran en dientes partidos de lobos y zorros de Bacho Kiro, de 43000 años de edad, así como en dientes de diversos animales en la cueva de El Pendo, en España, de 40000 años de antigüedad. Su abundancia y elegancia sugieren que estos adornos habrían tenido un rol esencial, quizá como un medio para representar creencias, identidad social y valores.
Un indicador clave de la presencia y valor de los ornamentos (cuentas, pendientes) desde España a Rusia, es que fueron fabricados en casi cualquier material, esquisto, esteatita, hematita, pirita, lignito, talco y hasta coral, además de dientes, marfil y hueso (de mamut, castor, ciervo rojo, bisonte, hiena, zorro) y caparazones de animales marinos.  Otro fue la profusión de tales adornos, como se evidencia en varios sitios del sur de Francia (Blanchard, Castenet, de la Souquette, fechados entre 34 y 32000 años), en donde se han hallado cerca de mil cuentas de piedra y marfil e incontables conchas marinas, lo que evidencia una compleja secuencia de producción. Uno más estriba en la distancia de procedencia de los materiales, las materias primas con las que se fabricaban las cuentas. En Kostenki, en las cercanías del río Don, los caparazones de moluscos procedían de la costa del Mar Negro, mientras que en Pavlov, en la zona de Moravia de la República Checa, los caparazones allí encontrados se piensa que proceden de la región norte del Mar Adriático.
La relevancia de la ornamentación va más allá de la difusión de una identidad individual o grupal. Es muy probable que el adorno jugase alguna clase de función política o social, estableciendo roles y jerarquías entre los miembros de las bandas y tribus. Las decoraciones de este período, además de evidenciar sistemas complejos de significado y acción social, también muestran la posibilidad de nuevas clases de sistemas sociales, presumiblemente más intrincadas, además de organizaciones desarrolladas necesarias para asegurar la cohesión interna y gestionar la tensión y estrés de la caza, incluso en las condiciones climáticas más severas.
Un nuevo y poderoso fenómeno cultural que también apunta a los efectos de la presión medioambiental apareció en la sociedad sapiens no mucho después del uso extendido de la ornamentación. Se trata del surgimiento del arte, esculpido, grabado, pintado, que comenzaría en torno a 35000 años (la Cueva Chauvet, la más antigua con registro de arte se data entre 36 y 35000 años[1]), y que continuaría a través de Europa durante los siguientes veinticinco milenios.
Existieron diferentes clases de arte para distintos propósitos. En general, todos ellos parecen haber estado orientados hacia alguna forma de magia, pues se trata de imágenes que podrían ser manipuladas a favor de un determinado fin humano. Las pequeñas figuras esculpidas, por ejemplo, encontradas profusamente en todo el occidente europeo y en Asia central, en especial a lo largo del Danubio y sus tributarios, representan una amplia gama de formas humanas y animales. Se trataría de animales de presa de toda clase, aunque con preferencia por el mamut, además de algunos felinos, mujeres individualizadas y partes del cuerpo femenino, más raramente hombres y falos con cierta frecuencia.
Se piensa que la mayoría de las figuras de animales serían ejemplos de tótemes que podrían cargarse y emplearse en la magia para la caza[2]. Muchas de ellas muestran señales de haber sido usadas repetidamente, como es el caso de las figurillas de marfil de bisonte, mamut y caballo del sitio de Vogelherd, en Alemania.
Algunas otras pequeñas esculturas, en específico aquellas del área morava de la Europa central y el Danubio superior en el suroeste de Alemania, representan carnívoros, en especial leones y osos. Aunque esos animales no eran usualmente cazados pudieron haber sido objeto de cierta clase de magia, en particular aquella empleada para dispersar su peligro o encarnar su poder.
Sin embargo, no todas las esculturas Auriñacienses incluirían magia para la caza. Es lo que ocurre con las casi doscientas figurillas de mujeres desnudas, bulbosas y con pechos y vientres exagerados, que se denominan figurillas Venus, y que tal vez pudieron ser usadas para algún tipo de magia reproductiva o de la fertilidad.
En dos sitios adyacentes en Moravia, en laderas de Colinas, Pavlov y Dolni Vestonice, ocupados hace 28000-27000 años, existen evidencias de los primeros ejemplos de fabricación “cerámica”, aunque no de vasijas, sino de una forma, quizá única, de piezas de caza mágica. En Dolni Vestonice se han evidenciado dos hornos al aire libre, excavados en el suelo, y con miles de fragmentos de figurillas de arcilla en su interior[3]. En un área cercana hay otras casi cuatro mil figuras, la gran mayoría de animales, moldeadas con el loess local.
Muchas figuras medio humanas y medio animales fueron muy representadas en el arte (hayan sido chamanes o humanos que adquirían características animales). Lo mismo ocurre con figuras con grandes genitales o líneas en forma de U (tomadas como vulvas), o con animales preñados o copulando. Todo ello podría haberse hecho con la intención de asegurar, presumiblemente, una fertilidad continuada.
Los animales parecen vivos; semejan estar respirando, relajados o tensos, y prestos para iniciar el movimiento. El arte, bien en pintura o escultura, incluye cualquier forma de esfuerzo humano con el fin de controlar la naturaleza y extender el dominio homínido. De un modo simbólico, los seres humanos llegarán a estar incluidos en nuevas relaciones con el mundo animal o, al menos, intentarán extender las viejas relaciones de nuevos modos. Podría tratarse de un primer paso hacia la independencia a gran escala del mundo natural. Una independencia de un ecosistema de cuyos vínculos dependían para su sostenimiento vital. 
La rápida emergencia del arte tuvo que haber sido una respuesta a cierta extraordinaria clase de nueva presión. Se han señalado, por parte de casi toda la comunidad científica, dos fenómenos como los que habrían creado las condiciones propicias para que la gente se viese forzada a crear rituales y ceremonias alrededor de pequeñas esculturas de marfil o de pinturas de animales en las paredes rocosas de las cuevas. 
Uno de ellos se refiere al clima. Estaríamos hablando de un clima más frío, acompañado por una drástica disminución de las precipitaciones, con presencia de veranos secos e inviernos que pudieron limitar el crecimiento de las plantas. Muchas poblaciones, en consecuencia, se habrían desplazado hacia el sur. Únicamente dos regiones proveen las condiciones suficientemente benignas para garantizar un gran número de presas, aquellas de las que más depende la población: el suroeste de Europa, concretamente, el sur de Francia y la costa cantábrica de España, además de la estepa rusa del sureste, en especial en los valles de los ríos Dniéper y Don.
Aquí, abundaba la tundra herbácea y árboles como los   sauces y olmos en los valles. Gran número de animales árticos se adaptaron (mamut, caballo); además animales como el bisonte, el rinoceronte o el ciervo rojo se movilizaron hacia estas áreas para alimentarse de hierba. La gente siguió a los animales, sobre todo aquellos que actuaban suficientemente rápido para huir de los largos y fríos inviernos del norte, asentándose en los valles de los ríos, en donde estarían protegidos de los vientos glaciales, tendrían agua en abundancia y pasto suficiente durante sus migraciones anuales. 
Los lugares más hospitalarios fueron los estrechos y profundos valles a lo largo de los ríos del suroeste de Francia (Garona, Dordoña y Lot). Aquí las gentes podrían  apreciar las ventajas que proporcionarían las numerosas y profundas cuevas y abrigos rocosos, y capturar las presas animales cuando llegasen a los estrechos corredores rivereños.
Un incremento en el número de personas en esas regiones favorables significaría un incremento de la competencia por los mismos animales salvajes, de manera que la caza podría haber tomado una mayor importancia que antes, en virtud de la prioritaria necesidad de obtener un complemento regular de alimento. En tales condiciones una nueva e intensificada forma de “caza mágica” tal y como la que podría proporcionar el arte, debió ser inevitable.  
Algunas especies animales disminuirían su tamaño corporal y no se adaptarían por completo al clima seco y frío, ante lo cual acabarían extinguiéndose. Este hecho pudo haberse añadido a la presión competitiva sobre las bandas de cazadores e incrementar la necesidad de desarrollar nuevos rituales para expresar y transmitir poder sobre la presa elegida. Para esto, la pintura en particular, pudo haber sido un medio natural profundo convirtiendo a  las cuevas en galerías naturales. Se podría explicar, así, el motivo de que muchas de las cuevas con pinturas parietales en Europa, se hallen ubicadas en el suroeste, en donde las densidades de población habrían sido más grandes.
El otro proceso, quizá más relevante, acompaña y magnifica los efectos del estrés climático. Según los estudios genéticos, la mayoría de los hombres en la población europea actual pueden trazar sus ancestros al Asia central en los últimos 35000 años. La gente que habría migrado desde el Levante a las tierras esteparias de Asia central hace 45000 años, primero se dispersaron hacia el este, en Siberia, hace 40000 años, y luego hacia occidente, tal vez forzados por el clima de la estepa abierta, con sus fieros vientos y heladas temibles, en busca de valles y entornos más cálidos. Viajarían, siguiendo los rebaños de animales, hasta las provincias atlánticas de la Europa occidental alrededor del 35000 antes del presente.
Una migración humana de esta magnitud, como sugiere la preponderancia de los genes asiáticos en Europa, podría haber modificado grandemente la sociedad europea en unos pocos miles de años. Presumiblemente, los nuevos vecinos absorberían las poblaciones sapiens previas que habían venido a través de la ruta mediterránea, desplazando las poblaciones neandertales a su paso y estableciendo la cultura Auriñaciense. De esta cultura no habrían diferido mucho pues, en cualquier caso, procederían de las mismas raíces levantinas
Este proceso presentaría algunas variaciones respecto a los conjuntos líticos Auriñacienses en las diferentes localidades geográficas y en el creciente número de sitios de ocupación sapiens en este período. A esto se añade que el influjo de población en una época de creciente escasez de alimentos provocaría, obviamente, que las sociedades humanas tuviesen que tomar severas medidas para sobrevivir. De nuevo el arte  pudo haber sido una razonable y ritualizada respuesta. Sería una reacción particularizada al gran estrés por mantener la caza bajo las severas condiciones climáticas y de fuerte presión demográfica. La respuesta estaría indicada por la presencia de muy pequeñas y portátiles esculturas y por la total ausencia de pinturas parietales en cuevas, en ese tiempo presentes en otras partes del mundo (Levante, norte y sur de África), lugares en los que tales presiones no existirían.
De hecho, en Levante, siempre hubo abundancia de alimentos en forma de plantas y animales, incluso en los períodos más fríos, y en todo momento contó con una continuada presencia de grupos humanos. Por consiguiente, no se manifestaba ese estrés ni hubo “necesidad” de recurrir al arte. No fue sino hasta hace 13000 años atrás que el área experimentó una presión demográfica, momento en que surgió el arte de la cultura Natufiense como reacción.

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Feiap-Ugr. Enero del 2017



[1] Hubo indicadores previos de la capacidad del sapiens para el arte. Es el caso de las piezas de la Cueva Blombos y del caballo inciso en Hayonim. Sin embargo, es hacia las fechas señaladas, momento en que se produce un incremento en abundancia y calidad, cuando surge un nuevo nivel creativo y un mayor grado de relevancia para esas sociedades.
[2] Una de las figuras más inusuales, y también de las más antiguas, está hecha de marfil de mamut y procede de la Caverna Hohlenstein-Stadel en el sur de Alemania. Ha sido datada en 32000 años. Se trata de un cuerpo humano de pie, con prominentes espaldas, pesados brazos y una cabeza semejante a algo parecido a un gato. Usualmente se piensa que podría ser un león y el individuo un chamán o brujo porque estas personalidades, en casi todas las sociedades históricas tribales, portan máscaras de animales para desempeñar sus rituales. Podrían haberlas usado para crear un encanto chamánico, común en el registro etnográfico, para controlar el comportamiento de los animales, curar una enfermedad o cambiar el clima. La pieza pudo encarnar, sin embargo el interés humano en valorar y asumir la fuerza y ferocidad de un animal de tales características, una posibilidad que, en cualquier caso, no anula su posible propósito mágico.
[3] Las figuras rotas, presumiblemente a propósito, pueden ser un ejemplo de alguna suerte de magia que pudo haber tenido un especial significado para los cazadores, quienes, destruyendo las figurillas, tomarían el alma de una figura de animal individual y así en la realidad su contrapartida podría ser más vulnerable en el momento de la cacería. También le podría haber conferido a los cazadores un sentido de inevitable  poder sobre las presas en el futuro. El conjunto de tiempo y esfuerzo tomados para crear y fragmentar las figurillas, una actividad ni utilitaria ni productiva, sugiere que la acción debió haber tenido alguna relevante significación. 

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