1 de abril de 2018

Aproximación al fracaso histórico del cristianismo en Japón


En el siglo XVI, el galeón español de nombre San Felipe fue desviado de su ruta a México por un fuerte tifón hasta las costas japonesas de Tosa y apresado por Toyotomi Hideyoshi. Este hecho desató varios rumores. Uno de ellos señalaba que la Cruz de Cristo precedía a la espada de la Armada de Felipe II; otro afirmaba que el capitán del galeón amenazó al Taiko en Osaka con que el poderoso brazo armado del rey español llegaría a Japón. Unido a la desconfianza de Hideyoshi estuvo la oferta del provincial de los Jesuitas en Japón de que la Corona española podría ayudarle militarmente en la campaña de Corea. A todo esto, hay que añadir otro factor. Y es que en la revolución de Shimabara (1637-1638) contra el Shogunado participaron varios cristianos. Todos estos incidentes, hechos y rumores desataron la persecución contra los cristianos desde fines del siglo XVI y durante el XVII.
Todos estos hechos son conocidos en Japón. Sin embargo, han existido otros factores que explican la desconfianza y el rechazo al cristianismo. Tienen que ver con el dogma cristiano, la liturgia y la moral cristianas. Las grandes verdades cristianas, como el Dios Uno y Trino, la Resurrección, el pecado original, el parto virginal de María, o la idea cruenta del sacrificio son incomprensibles para el japonés. La idea de redención a través de la muerte sangrienta de Jesús ante un Padre “justiciero” es, de todo punto, incomprensible, como lo es asimismo la existencia de un infierno eterno o la intolerancia cristiana ante otras religiones. El sesgo “dictatorial” dogmático de las enseñanzas de Roma, exigiendo obediencia plena y sumisión absoluta, eliminan cualquier tipo de responsabilidad personal.
Para la mentalidad japonesa la liturgia cristiana es difícil de explicar, en especial la comunión y la confesión. La renovación del sacrificio en la cruz, con el derramamiento de sangre, es extraño (para una cultura agraria, no pastoril) y genera cierta repugnancia. Lo mismo ocurre con la transubstanciación del pan y el vino en cuerpo y sangre. Para una cultura como la japonesa, basada en la vergüenza social y no en el pecado individual, la práctica de la confesión no se entiende.
El testimonio histórico de la moral católica es, además de poco comprensible, intolerable. El “mal ejemplo” de la cristiandad a lo largo de la historia resulta ser un obstáculo infranqueable, y tal vez definitivo, para la aceptación del cristianismo en Japón: los excesos del cesaro-papismo de la Iglesia, las guerras (cruzadas, guerras de religión),las cruentas prácticas inquisitoriales, con su quema de herejes o brujas; las persecuciones (judíos, musulmanes); la destrucción de culturas indígenas en nombre de Dios; las ambigüedades y / o silencios de la jerarquía ante los políticos corruptos e injustos; la moral sexual (además de la intransigencia del uso efectivo de medios preventivos del sida).
Pero todavía hubo algunos otros factores explicativos del fracaso cristiano en Japón. Se trata, concretamente, del poder temporal y la riqueza material ostentosa de la Iglesia y de la más que precaria formación de los misioneros cristianos en la cultura japonesa.
Ha sido difícil de comprender, y muy incómodo de aceptar, que el mensaje espiritual evangélico haya venido asfixiado, perturbado por la aparatosidad material (lujosa) de la jerarquía eclesiástica. La realidad visible del Estado del Vaticano se entiende contradictoria con la enseñanza crística. Vestimentas, palacios, cortejos de príncipes de la Iglesia, son elementos que confirman, y justifican desde la mentalidad japonesa, el estatus social y político de un Papa, que es catalogado como un Jefe de estado más.
Los misioneros llegados al archipiélago japonés, han tenido habitualmente, un escaso conocimiento de la lengua japonesa y muy pocos conocimientos acerca de la cultura. Por otra parte, fue muy frecuente (no tanto con posterioridad), que los jóvenes misioneros se hayan mantenido aislados en instituciones religiosas separadas de la población para evitar los peligros de contaminación con una sociedad considerada casi babilónica. Los misioneros de la Compañía de Jesús que llegaban a Japón vivían protegidos pero aislados del común, sin convivir con el japonés corriente. De esta manera, una formación eficaz se sacrificaba ante una seguridad moral.
El sentimiento japonés es simpático con los Evangelios y con el naturalismo estético tan propio de su cultura, pero le resulta difícil aceptar las pasadas andanzas cristianas y el cristianismo organizado desde la jerarquía de la Iglesia. Tal vez por esto haya tenido cierto éxito en Japón aquel “cristianismo sin Iglesia” (Mukyokai) que preconizó en su momento Uchimira Kanzo.


Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR. Abril, 2018.

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