24 de agosto de 2019

Aspectos distintivos en la escultura de dioses en la antigua India




Imágenes, de arriba hacia abajo: el dios Visnú con su esposa Laksmi, en un relieve de Khajuraho; y escultura de la deidad-mono Hanuman bhairava, Bhaktapur.

El texto conocido como Vastu-Sutra Upanisad, elaborado en Orissa y probablemente datado en el siglo X, enumera una serie de elementos, nueve en concreto, que definen y facilitan el reconocimiento de las deidades en los repertorios escultóricos. Se trata de los ornamentos, los gestos, la postura, las armas, las divinidades secundarias que acompañan a la principal, la montura, la composición de los elementos en el conjunto, los enemigos o anti dioses y los devotos. Las medidas y las proporciones de las imágenes son de especial relevancia, en virtud de que el escultor tiene como misión principal proporcionar a la deidad una forma particular (rupa) en la que se pueda materializar. La significación de tal acción estriba en el hecho de que los devotos creen que la divinidad reside en realidad en la estatua.
En los tratados de prescriben tres posiciones, que se ven claramente reflejadas en la iconografía. La primera de ellas es de pie. En este caso destaca la frontalidad, si bien las caderas se suelen curvar, sobre todo en las figuras divinas femeninas, y las piernas pueden adoptar posiciones diversas; la segunda es la sedente, con dos modalidades imperantes y frecuentes, la postura del loto y la postura del héroe; y la tercera es la acostada o tumbada, como son los casos del Visnú Narayana, la posición cadáver de Siva y la célebre posición del Buda en paranirvana. Las gesticulaciones, por otro lado (denominadas mudras) de una mano o de ambas, acostumbran expresar una actividad de la deidad, como la enseñanza o la meditación, además de un signo o una palabra que dirige al fiel en una suerte de conversación velada y simbólica. La reconocible multiplicación de diversos miembros del cuerpo, especialmente las piernas, los brazos o el rostro, tiene como significación precisa la ubicuidad de la deidad así como su omnipotencia.
Los atributos, siempre destacados, plasman los mitos que rodean a cada dios. En el caso de las dos de las deidades habituales de bhakti: para Siva la serpiente, el tambor, el creciente lunar y, especialmente, el lingam, así como la flor de loto, la concha, el disco y la maza para Visnú. Las monturas animales, vehículos divinos, también son visibles, caso del águila Garuda para Visnú, el elefante para el védico Indra, el pavo para Skanda, el león para la diosa Durga, o el toro Nandi para Siva.
La frecuente atomización política en India provocó el surgimiento de diferentes estilos escultóricos regionales, si bien en torno a la décima centuria de nuestra era se logró una forma más o menos uniformizada que permanecerá realmente esclerotizada hasta la actualidad. La forma, en un sentido genérico, posee un carácter lineal, y no tanto un sentido de plenitud volumétrica. Tal es así que la figura es concebida por su perfil, resultando grácil, delgada y muy flexible en todos sus miembros. Las formas de las esculturas femeninas son redondeadas, más rellenas, pero al mismo tiempo, muy lineales, con voluminosos miembros y poses suavemente angulares, en las que destacan sobremanera las contorsiones corporales. Las caras, por su lado, presentan ojos almendrados, las piernas se muestran rígidas y dobladas ligeramente hacia atrás, mientras que las narices se observan afiladas.
Ya desde el siglo X la escultura desarrollará una tendencia a generar imágenes de pequeño tamaño, específicamente en materiales como el bronce y la madera, que sustituyen a la piedra y la terracota, materiales más clásicos. La escultura de deidades, con sus convencionales y rígidos códigos, hará que la estatuaria se emparente con la danza y el teatro, al igual que pasará con la pintura.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, agosto, 2019.

9 de agosto de 2019

La idea de caos en Hesíodo


El caos ha sido interpretado como espacio por Aristóteles (Física), como agua por los estoicos o bien, más generalmente, como materia informe anterior a la ordenación del mundo, como ocurre con Ovidio (Metamorfosis) o Luciano (Amores). En ambos se observa con claridad la interpretación que origina el concepto moderno de caos como confusión.
En Hesíodo, por su parte, chaos significa vacío, hueco, lo que implica que no es una materia, ni el estado anterior, en virtud de que caos seguirá existiendo con posterioridad a las cosas y objetos producidos a partir de él. Se trata de una entidad que, incluso, puede tener descendencia, producida como suele ser habitual en los seres primigenios; esto es, de forma automática, no en modo de reproducción sexual. Caos es aquí la condición de la diferenciación, ya que tiene la capacidad de crear distintas entidades debido a que provoca una separación entre ellas. En términos generales, es contemplado como una abertura (probablemente entre cielo y tierra).
Caos no fue así siempre y, por lo tanto, no es eterno. Nació, se produjo. En tal sentido, entonces, lo eterno es lo preexistente a chaos y en lo que se produjo la abertura. En consecuencia, caos refiere el nacimiento de una entidad divina, primigenia, que surge del interior de un arcaico continuo primordial. Gracias a la característica de su oquedad logra separar este “continuo”, permitiendo que emerjan (manifestándose como diferentes), un par de nuevas realidades, la de arriba (cielo) y la de abajo (tierra). La aparición de caos es, así, el primer acontecimiento. Su producción es el primigenio acontecer, la primera modificación producida sobre el anterior estado de cosas previo al inicio del proceso cosmogónico. No se trata tanto de que chaos fuera lo primero en orden, sino que caos fue el propio origen de los hechos ocurridos, de los acontecimientos. Con su aparición, se pone en marcha indetenible el reloj de los acontecimientos, iniciando con su discontinuidad la línea temporal.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, agosto, 2019. 

2 de agosto de 2019

Elementos esenciales de las cosmogonías griegas míticas y filosóficas


Las cosmogonías son actos que requieren un proceso y, por tanto, no son instantáneas. En algunos casos, esos procesos comienzan de un modo automático, casi automático, pero en otros hay una deidad demiúrgica que inicia y organiza el proceso. Las cosmogonías acontecen en un determinado tiempo, sacro e inicial y, en numerosos casos, se asocian a rituales, si bien pueden tener otras funciones (de carácter político, cómico). Estos relatos se conciben desde la concepción que se tenga del mundo. Se puede entender el mito cosmogónico como una negación de la evolución de las cosas, de la historia, pues proyecta una imagen de quietismo de un mundo fundado en una temporalidad original. Las cosmogonías no se refieren únicamente, al nacimiento del mundo, sino también, y esencialmente, al proceso de configuración del orden del mismo.
Las varias cosmogonías griegas presentan variaciones en sus elementos constitutivos, estableciendo modelos diferentes que tal vez traduzcan determinadas visiones del estatus y jerarquía que los componentes tienen en el mundo. Así, sin ir más lejos, en los orígenes puede aparecer el Éter, el Agua o el Tiempo, además de otras varias entidades. Las características que presentan en común son paralelas a aquellas presentes en los relatos y esquemas próximo-orientales.
La organización del mundo no se concibe como un proceso creativo, sino como un ordenamiento cuasi automático y mecánico. No responde a los deseos de un creador que lo organiza todo. El tránsito ocurre desde un estado en quietud, desordenado, informal y no clasificado, a otro organizado y en movimiento continuo. El esquema narrativo de las cosmogonías helénicas se inserta en esquemas que funcionan, operativamente, a través de disociaciones desde un estado inicial indiferenciado. Tales disociaciones acostumbran a ser de pares de elementos que se oponen, las cuales configuran una realidad de fundamento positivo. Se trata, en consecuencia, de la presencia de la noción de polaridad en pleno funcionamiento. Las primeras son estrictamente mecánicas, pero posteriormente ya se producen a través de uniones sexuales.
Por otra parte, el ordenamiento del mundo no es repentino. Hay fases, de las cuales la intermedia presenta una abundancia activa de monstruos, así como un período de denodadas luchas. Estos combates se llevan a cabo entre los poderes del desorden y aquellos del mundo ordenado. Hay que tener en cuenta que los representantes del desorden no son derrotados de modo definitivo (como en la mitología egipcia), sino provisionalmente, dejando con ello abierta la posibilidad de su reaparición en numerosas formas, tales como diversos cataclismos y terremotos. En los mitos, los diferentes seres monstruosos suelen rebelarse contra la deidad principal. Esta situación, que presupone una de continua alerta y vigilancia, es necesaria para que el mundo avance como debe, teniendo en cuenta que imponer un orden taxativo, sin que exista la posibilidad de una ruptura, podría dar lugar a un ordenamiento letárgico y acomodado.
En la antigua Grecia también existieron cosmogonías filosóficas, en las que se presentan explicaciones acerca del origen del mundo. Es el caso de las de los filósofos presocráticos. Estas cosmogonías mantienen los esquemas de las míticas, aunque las despersonalizan, convirtiendo sus aspectos en elementos físicos. Entre las diferentes cosmogonías del antiguo mundo griego destacan la hesiódica, las cosmogonías órficas (por ejemplo de la Helanico y Jerónimo), la cosmogonía paródica de Aristófanes incluida en su comedia Las Aves, y la atribuida a una controvertida figura como fue Epiménides.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, agosto, 2019.