2 de julio de 2020

Influencias e inspiraciones de los mitos de Ulises-Odiseo (I)




Imágenes: arriba, una escultura de Palamedes del artista neoclásico A. Canova, en Villa Carlotta; abajo, pintura al óleo de Anton van Dyck y Paul Rubens, titulada Aquiles descubierto por Ulises. Pintura flamenca del siglo XVII.

El héroe astuto por antonomasia ha sido, desde antiguo ya, Ulises. Mientras Aquiles era el símbolo del arquetipo del heroico guerrero más tradicional, cuyas virtudes eran la fortaleza de sus brazos y sus armas, Ulises (aun sin renunciar a la fuerza), recurría a la capacidad de pensar, discurrir, razonar, si bien siempre vinculada a la astucia. Representaba el prototipo del héroe más humano. Pero como ser humano, también poseía su lado sombrío, en tanto que su inventiva lo hacía experto en mentir y manipular, buena parte de las ocasiones con fines nada honorables.
Tal vez únicamente Palamedes tuvo también la fama de ser tan inteligente como Ulises, aunque con una singular diferencia: mientras Ulises la empleaba para su beneficio, para obtener aquello que buscaba, Palamedes la ponía altruista servicio de la comunidad. Tal rival competencia no pasaría desapercibida para el soberano de Ítaca, quien fue capaz de aniquilarlo gracias a un canallesco ardid: acusarlo falsamente. También otras grandes personalidades resienten la presencia de Odiseo. Es el caso de Ayax, quien se sintió humillado (lo que le llevó al suicidio) cuando Ulises manipuló con su característica habilidad a los que decidían el destino de las armas del fallecido Aquiles, o de Filoctetes, el espléndido arquero abandonado sin piedad por Ulises en una desierta isla. Tampoco los grandes reyes, como Menelao o el mismo Agamenón se sentían confiados a su lado.
Es Ulises una personalidad pragmática, sin duda, pero sin moral. En sus Narraciones, Conón, aludiendo al famoso robo del Paladio que garantizaba la victoria aquea en Troya, no tiene reparos en mostrar el lado oscuro, traicionero de Ulises, quien intentó matar a su compañero de hurto, Diomedes, porque éste será el que se lleve el crédito y la gloria de tal necesaria acción. Diomedes, siempre prevenido, evita el desastre. Puede aparecer Ulises como una persona piadosa, sí (en el Ayax sofócleo), pero al tiempo como un ser inescrupuloso, artero, amoral, jactancioso, además de pragmático (como el en mismo Sófocles, ahora en Filoctetes, o en la Hécuba de Eurípides).
En la literatura latina la visión del héroe resulta habitualmente desoladora. Así ocurre en las Metamorfosis de Ovidio, en donde el gran Ayax le recrimina que pertenezca a la progenie de Sísifo, el engañador por antonomasia de la mitología griega, o que sus hazañas, como la del mencionado robo del Paladio o de los caballos de Reso, las hubiera llevado a cabo en la nocturnidad y con ayuda (Diomedes en ambos casos). Sin embargo, el rey de Ítaca se defiende de tales acusaciones empleando uno de sus mejores recursos, la elocuencia (teñida, eso sí, de cinismo). Dice así que Héctor muere por porque fue él quien astutamente sacó de Esciros a Aquiles, donde se había refugiado huyendo del conflicto troyano, o que aconseja con sabiduría a quien lo necesita. Los romanos, en esencia, quienes se consideraban descendientes de los troyanos por mediación de Eneas, no olvidan, ni perdonan, que haya sido el famoso hijo de Laertes el inspirador de la estratagema del célebre caballo de madera que conllevó, a la postre, el fin de la ciudadela.
Los escritores más modernos, tal vez obviando estos recursos de la personalidad de Ulises, se han decantado en su mayoría por la visión del héroe de la Odisea. Acontece con La curación de Troya, de Seamus Heaney (reactualizada a través del infame apartheid sudafricano), o del Filoctetes de André Gide, para quien Ulises es la representación del patriotismo y el deber. Los episodios fantásticos y muy aventureros de la Odisea han sido los inspiradores de los artistas, de diversas artes, que se han acercado a la figura de Odiseo. Y ya desde la antigüedad esto es moneda común. Así, por ejemplo, ocurre con una jarra para el vino (enócoe) de Apulia, de figuras rojas, datada a mediados del siglo IV a.e.c., o los mosaicos de Zeugma y Susa (Turquía y Túnez, respectivamente), en donde se representa a Ulises desenmascarando a Aquiles en Esciros, o también en la Casa de los Dioscuros pompeyana y sus frescos.
En épocas más modernas, de los siglos XVI al XIX, la popularidad del rey de Ítaca lo encontramos reflejado en pinturas como las de van Dyck, A. Gentileschi, N. Poussin, Gérard de Lairesse, G.B. Gamberini o Jan de Bray. Asimismo, en los neoclásicos N.A. Abildgaard, J. Germain Drouais o J. Barry (en la escultura neoclásica A. Canova), y en los románticos como F. Hayez. Debemos destacar, además a Antonio Zanchi (en su famoso Palamedes y Ulises) y hasta al mismísimo Rembrandt. Entre los siglos XVII y XIX, Ulises también fue motivo predilecto de inspiración de óperas musicales, la gran mayoría a partir de un libreto de Pietro Metastasio llamado Aquiles en Esciros. Le pusieron música autores italianos representantes de la opera seria, como Domenico Sarro, A. Caldara, Francesco Sacrati (La loca fingida) y N. Jommelli, o alemanes de la talla de J. Adolph Hasse y, sobre todo, de G.F. Händel, con su muy conocida Deidamia.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio, 2020

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