Imágenes, de arriba
hacia abajo: stamnos de figuras rojas
ateniense mostrando a Odiseo, atado al mástil de su barco, ante la presencia de
las sirenas (con cuerpo de ave). Datado entre 480-470 a.e.c. Museo Británico,
Londres; pintura Odiseo y Calipso en un fantástico paisaje cavernoso, de Jan
Bruegel el Viejo, 1616 y; cartel de la película Ulises, de Mario Camerini.
Italia, 1954, Regia films.
Es
Ulises más un ser humano que una deidad, un semidiós o héroe al modo habitual
en la antigüedad, hasta el punto que su denominación Odiseo, debida a Homero,
pudiera significar enfadado, odioso, frente a su más habitual, y latina,
Ulises, una voz formada a partir de las palabras muslo (ischion) y herida (oulé),
lo cual alude directamente a la herida causada por un enojado jabalí.
En
la Odisea, epopeya que habla de la
condición humana, y de que cada quien intente adueñarse de su destino, Ulises
es una suerte de humano “héroe”, con virtudes y defectos. Es escurridizo,
valiente además de embaucador, precavido pero poco escrupuloso en virtud de que
cree firmemente que el fin justifica los medios. Emplea, ya habíamos señalado
previamente, aquello que nos distingue como humanos, las capacidades de razonar
y pensar, pero normalmente asociadas a una artera astucia, a un deshonroso
engaño. Es el que piensa, el que con astucia e inteligencia logra sobrevivir y,
sobre todo, obtener aquello que busca, lo que se propone como objetivo.
Es
el viajero eterno por antonomasia, el humano curioso, atrevido e insatisfecho,
que desea vivir todo tipo de experiencias y aventuras que posteriormente pueda
narrar a otros, explicar con satisfacción nada contenida. En su encuentro con
el terrible cíclope Polifemo y la hechicera Circe reconocemos el ogro fiero,
pero torpe, y la malvada bruja de los cuentos populares, que como prototipos
encontramos en obras posteriores, como el gigante de un solo ojo de Simbad el Marino en la fascinante Las mil y una noches o la maga Alcina
protagonista del poema Orlando Furioso
de Ludovico Ariosto.
Ha
sido desde siempre Ulises un personaje literario. Sus aventuras han sido muy
influyentes. Recuérdese al respecto al quejica Polifemo de los Diálogos Marinos de Luciano de Samosata,
su parodia de las historias de viajes en las que el protagonista principal
relata su llegada a la luna o su encuentro con Ulises y hasta con Homero en una
isla llamada de los Dichosos (en Relatos
verídicos), o la obra El cíclope
de Eurípides. También Ovidio en las Metamorfosis
recuerda el episodio de Polifemo o el de Circe. Hay que esperar varios siglos,
concretamente hasta el XVI, para volver a encontrar la idea homérica del viaje
y el descubrimiento de nuevos lugares otra vez desplegada con maestría, en este
caso en las manos de Luís de Camoes en su famoso poema épico Os Lusiadas, o del ingenio de un Lope de
Vega en La Circe.
Ya
en el siglo XX una de las más renombradas adaptaciones modernas del mito es la
que encontramos en el Ulises de James
Joyce, en la que el soberano de Ítaca, convertido por arte de magia en un
publicista, recorre durante un día la ciudad de Dublín, viviendo y
experimentando una serie de acontecimientos. Otro buen ejemplo, aunque menos
conocido, es el poema de K. Kavafis acerca de la relevancia del viaje no como
punto de llegada sino como movimiento y aprendizaje durante la realización del
trayecto.
En
las artes plásticas ciertos episodios odiseicos (Circe, Polifemo, las sirenas y
sus dulces cantos), ya desde antiguo también, sirvieron de inspiración como
temas para la decoración vascular, si bien serían los humanistas renacentistas
y barrocos los que convertirían a Ulises en un personaje predilecto, en el
representante del ser humano luchador, hasta el punto de ser capaz de decidir
por sí mismo su destino. Se pueden destacar en este aspecto los frescos de
Pellegrino Tibaldi para el Palazzo Poggi boloñés, influenciadas en las
historias y aventuras de Ulises comprendidas como emblemas de las virtudes
políticas, morales y hasta eclesiásticas; El
cíclope Polifemo de A. Carracci; el grandioso Penélope y sus pretendientes de Pinturicchio; el espléndido Ulises y Calipso de J. Brueghel el
Viejo; el Ulises en la cueva de Polifemo,
de J. Jordaens, o el muy famoso Ulises en
el país de los feacios, de P. Rubens.
El Romanticismo, por su parte, atraído por el misterio, orienta su atención en los aspectos más novelescos y fantásticos de las historias de Ulises. Encontramos en este caso, obras memorables, como es el caso de Ulises y Calipso o Ulises y Polifemo de A. Böcklin, o el Ulises burlando a Polifemo del, a veces, difícilmente clasificable W. Turner. Las versiones simbolistas del episodio de las sirenas (siglos XIX y XX), se han hecho un lugar destacado en la historia del arte: H. J. Draper; J. William Waterhouse o el maravilloso Gustave Moreau.
El Romanticismo, por su parte, atraído por el misterio, orienta su atención en los aspectos más novelescos y fantásticos de las historias de Ulises. Encontramos en este caso, obras memorables, como es el caso de Ulises y Calipso o Ulises y Polifemo de A. Böcklin, o el Ulises burlando a Polifemo del, a veces, difícilmente clasificable W. Turner. Las versiones simbolistas del episodio de las sirenas (siglos XIX y XX), se han hecho un lugar destacado en la historia del arte: H. J. Draper; J. William Waterhouse o el maravilloso Gustave Moreau.
En
la música y en el cine Ulises y sus peripecias de toda índole han sido también
motivos habituales de inspiración. C. Monteverdi, en El regreso de Ulises a la patria, centra la acción en el regreso
del héroe, el asombroso reencuentro con sus familiares y amigos así como la
violenta venganza sobre los pretendientes de Penélope. En el Barroco y el
Clasicismo sobresalen obras como Telémaco
o la isla de Circe (Ch. Willibald Gluck), pero es sobre todo en el
Romanticismo y la modernidad cuando se hacen eco de un Ulises protagonista
predilecto. L. Dallapiccola convierte en su Ulises
al protagonista en el representante del eterno insatisfecho que requiere
conocerse a sí mismo como imperativo. Otro ejemplo destacado es el poema lírico
Penélope de G. Fauré. Poemas
sinfónicos y ballets, como el cuarteto de poemas, de épicas sonoridades, del
ciclo De los viajes de Ulises de
Ernst Boehe, o el Ulises de J. Harbison,
respectivamente, son referentes pragmáticos dignos de mención.
En
el cine el pionero se remonta a 1905. Se trata de Georges Méliès, con su
cortometraje La Isla de Calipso: Ulises y
el gigante Polifemo. Más tarde sobresalen el Ulises de Mario Camerini, filmado a mediados de los años cincuenta,
con Silvana Mangano y Kirk Douglas; y la pintoresca reinterpretación del mito
odiseico de los hermanos Cohen en O
Brother, una comedia ubicada en la Norteamérica profunda.
En
definitiva, Ulises simboliza al ser humano y su imperioso deseo y necesidad de
conocer y conocerse, de asombrarse ante lo novedoso, lo distinto, de buscar
aquello que colme sus inquietudes.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio, 2020.
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