Imágenes (de arriba hacia abajo): réplica de la figura de Klicevac; carro de Dupljaja; y carro de Trundholm, en Zealand, Dinamarca.
Una
parte relevante del legado estético de la Edad del Bronce europeo parece
reflejar una religiosidad asociada al culto solar. Varios objetos, decorados
con espirales y entramados curvilíneos, parecen responder, de forma directa o
indirecta, a este culto, como es el caso de las aves acuáticas, ruedas,
círculos radiados, toros con cornamenta, barcos, carros y los personajes que en
ellos viajan.
Entre
las figuras en terracota del ámbito danubiano destaca una estatuilla, hoy
desaparecida (se perdió a lo largo del desarrollo de la Primera Guerra
Mundial), cuya procedencia se registró en el cementerio del Bronce Medio de
Klicevac (Serbia oriental). Hallada en 1881 en el interior de una urna con
restos humanos cremados, se dató en la segunda mitad del II milenio a.e.c. y
pertenece a la cultura de Dubovac-Zuto.
El
aspecto es el de un ser que se muestra emitiendo haces lumínicos o de fuego
desde una esfera celestial o inframundana. Su aspecto expresionista se resalta
con su vestimenta: una falda acampanada con franjas de dameros entre bandas de
zig zags. Los brazos convergen en el centro al lado de la placa colgante de un
collar con broche circular, ornamento que combina con un torques con puntas en
espiral. A la intensidad compositiva de nariz, cejas y orejas se suma unos ojos
grandes, redondos y equidistantes, con elevado poder comunicativo. El cabello
se recoge en una suerte de diadema denticulada. El sentido y la simbolización
de la figura es desconocido, aunque es probable que se haya ideado mostrando
algún poder sobrenatural.
A
fines del II milenio pertenece un carruaje de terracota hallado en el
yacimiento fortificado de Dupljaja (Vojvodina, Serbia). Se trata de un carro de
tres ruedas que aparece tirado por un par de ánades erguidos que portan
collares al cuello. El carruaje transporta a un personaje masculino de cara de
ave, ornado con colgante y un torques, vestido con túnica talar que presenta
triángulos incisos y círculos. Delante de la figura el carro lleva un tercer
pájaro, en una posición centralizada.
Podríamos
estar ante una figura que fuese una deidad y el ave su atributo. De hecho, la
presunta deidad aparenta moverse gracias a la fuerza desplegada por los
servidores-ave, y quizá se encuentra en un proceso de
metamorfosis-transfiguración en su propio símbolo (el pájaro). Si al carro se
le otorga una función ritual, representando el recorrido del astro solar, la
figura que en él se encuentra podría entenderse como una divinidad del sol que
está en sacra comunión con el ánade. Conviene recordar que agua, pájaro y
carruaje se reúnen simbióticamente en aquellos vehículos que transportan
vasijas de bronce tan típicos del Bronce Antiguo y Medio europeo.
Aunque
los países de Escandinavia adolecen de recursos metalíferos produjeron sin
embargo notables piezas de metal, como armas, adornos y objetos personales.
Gran cantidad de ajuares metálicos y vestimentas fueron recuperados de las
inhumaciones individuales en cajas hechas con troncos bajo montículos tumulares
en Seeland, Jutlandia o Goteland. También en estas latitudes se hicieron
donaciones votivas de armas y otros objetos de bronce a las aguas de ríos,
pantanos, pozos o lagos, en honor de las deidades acuáticas. Los discos de
cinturón fueron objetos de la donación ritual, aunque también se depositaron en
tumbas. Un disco de bronce, llamado disco del sol, apareció instalado en un
carro de seis ruedas del que tira un solo caballo. Fue descubierto en la
marisma de Trundholm, al norte de Zealand, y datado a mediados del II milenio
a.e.c. Anverso y reverso del disco aparecen decorados con motivos de círculos,
algunos engarzados en espirales (característica de la metalística nórdica). A
través de unas riendas el caballo tira del disco solar. Va engalanado el animal
con placas y motivos en oro.
Es
bastante factible que el vehículo estuviese orientado a recorrer un camino
análogo al del Sol; primero un camino de ida, de este a oeste, mostrando la cara
más reluciente del disco, y después uno de vuelta, de oeste a este, con la cara
menos luminosa o apagada. Aunque no se puede descartar su uso como un juguete
móvil, tal vez la pieza represente en pequeño tamaño algún ejemplar ritual de
mayor envergadura que podría haberse empleado en ceremonias y procesiones.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, noviembre, 2020.
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