Imágenes: arriba, dibujo con la reconstrucción del Templo de Salomón, hacia 950 a.e.c.; abajo, figura de marfil de Beer-Sheba, hacia 3000 a.e.c. Museo de Jerusalén.
Palestina
ha sido siempre una zona de paso. El territorio de Palestina ha sido ocupado
por poblaciones diferentes, cananeos, amorreos, hebreos y filisteos, y ha desarrollado
una cultura y una civilización que ha recibido las influencias siria, egea,
egipcia, helenística y romana. Durante el III milenio no existió unidad
política ni étnica en la región. Una serie de varios pequeños estados cayeron
bajo la influencia de cananeos y amorreos, impregnando la cultura del Bronce
Antiguo. Más tarde, los hebreos, llegados en el siglo XIX a.e.c. conquistan
paulatinamente Canaán. Serán seguidos por los filisteos y entre ambos pondrán
fin a la historia cananea en la zona. Con la monarquía los hebreos crearon un
reino bastante fuerte, aunque la falta de unidad de sus tribus acabaría
provocando la ruptura en dos pequeños reinos, Israel y Judá, que cayeron en
manos asirias y neobabilonias, respectivamente. Tras el cautiverio (siglo VI
a.e.c.) dependieron de los persas hasta el sometimiento macedonio, momento en
el que los asmoneos se sublevaron contra los seléucidas, obteniendo cierta
autonomía, que duró poco tiempo, hasta el siglo I a.e.c., cuando Palestina se
convirtió en un estado vasallo del Roma.
Las
primeras edificaciones reconocibles pertenecen al Bronce Medio, entre 2100 y
1550 a.e.c. Se trata de construcciones para el culto y lugares de inhumación,
en el interior o cerca de las ciudades, que se protegían con murallas, puertas
y torres. Se destacan localidades como Gezer, Siquem, Hazor, Jericó o Meggido.
Los lugares de culto, de estructura rectangular, solían tener pequeñas
habitaciones internas y externas. Los ejemplos más notables son Ta’anak,
Meggido y Tell el-Addjul. En esta época muchos enterramientos se hacían en
grutas o en tumbas colectivas que se excavaban en la roca, y que llegaban a
formar panteones familiares. No obstante, también existieron enterramientos
infantiles en los subsuelos de las viviendas.
Durante
el Bronce Reciente, ya entre 1550 y 1200 a.e.c., los edificios religiosos
fueron erigidos tanto en el interior como el exterior de las ciudades,
habitualmente en una zona alta. Son de planta rectangular y con un vestíbulo.
En ellos han surgido estelas sacras plantadas en el suelo (massebhoth), cerámicas, vasos para libaciones, bancos corridos,
altares y estatuillas femeninas de Astarté. En Hazor destaca el Templo del
Estrato 1b, mientras que en Lachis el Templo del Foso, con una antecámara, una
sala y un par de estancias. Entre sus restos se encontró una estatuilla del
dios Reshef. El Templo de planta rectangular (en los estratos VIII y VIIA, de
Meggido, un templo próximo a la puerta de la ciudad en Beisán y el
templo-fortaleza de la acrópolis de Siquem, completan la presencia de este tipo
de edificaciones. Entre los edificios civiles destacan las residencias reales y
el palacio de Tell el-Addjul.
La
llegada de hebreos y filisteos, hacia 1250 a.e.c., supuso la desaparición de
las ciudades cananeas. No obstante, los hebreos aceptaron lo cananeo, si bien
otorgándole impronta fenicia. El rey Saúl construyó en Gabba un palacio
fortificado, mientras que David fortificó Jerusalén, donde Salomón erigiría su
famoso palacio, que constaría (según la Biblia) de la Casa del bosque del
Líbano, en forma de sala hipóstila, un vestíbulo de espera precedido de pórtico
columnado, el Salón del trono y los apartamentos del rey y la reina.
En
cualquier caso, la construcción más notable fue el Templo de Yahvé, cuya
estructura estaba formada por tres secciones, ulam-vestíbulo, hekal-santo
y debir-sancta santórum. Este último
espacio estaba reservado únicamente al sacerdote. Según la tradición en esta
construcción se guardaría el Arca de la Alianza. En el patio que antecedía al
templo se encontraba el famoso altar de los holocaustos y el mar de bronce,
recipiente específico para las purificaciones rituales. En Meggido sobresale
una residencia provincial que tenía un patio central sobre el cual se abría una
edificación de doble piso terminado en una torre. En esta suerte de palacio se
encuentran las denominadas Cuadras de Salomón.
En
la época helenística (siglos IV a I a.e.c.), no hay muchos monumentos. Se
pueden mencionar el Mausoleo de Tobías, el Templo de Araq el-Emir y la Torre Hananeel.
El período de Herodes, entre 37 y 4 a.e.c. fue de frenética actividad
constructiva, en Cesarea, Jerusalén, Jericó, destacando los palacios erigidos
en Masada y aquellos de la fortaleza de Herodium.
En
la escultura y el relieve se pueden destacar, en la etapa cananea del Bronce
Medio y Reciente, los idolillos o figurillas de arcilla con la presencia de
Astarté o la dea nutrix (Abu Ghoch),
las cabezas masculinas y femeninas para ser empleadas como amuletos y algunas
estatuillas de basalto o de caliza, entre las que destaca la de Hazor, una
figura de tipo funerario que representa a un rey divinizado, o tal vez a una
deidad astral, que está sentada en un trono, con una copa en la mano y poniendo
sus manos sobre las rodillas. Además, destacan las placas de arcilla ovaladas
de Tell Beit Mirsim, con imágenes de Astarté de frente y desnuda, con sus
brazos levantados y llevando sierpes o tallos de lirio en sus manos. Por otra
parte, también son reseñables las figurillas en metal, como el dios armado de
pie de Meggido, recubierto de oro, y el bronce que representa al dios Reshef de
Lachis, lo mismo que los leones de basalto. En el período israelita apenas
destacan unas pocas estatuillas de terracota de Gezer, con Astarté como modelo,
ya que el Dodecálogo de Siquem prohibía imágenes de seres vivos con el objetivo
de rendirles culto.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, diciembre, 2020.
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