30 de diciembre de 2020

Fuentes de la mitología clásica: Higino

Muchas son las fuentes referentes a la mitología clásica, latina y griega. En este caso, nos centramos en una personalidad muy peculiar, como habrá ocasión de observar más abajo. Me refiero a Gayo Julio Higino, cronológicamente ubicable, con dudas, entre 64 a.e.c. y 17, nombre del famoso autor de las Fábulas y, según algunas fuentes indirectas (Aulo Gelio, Columela, Macrobio o Servio) un reputado polígrafo y anticuario, autor de diversas obras eruditas.

La única fuente que nos habla de modo directo de Higino es el siempre tamizable Suetonio, quien dice que fue un liberto de Augusto e hispano de nacimiento (aunque algunos lo consideran alejandrino, siendo llevado hasta Roma por César como esclavo después de la toma de Alejandría). Comenta también que dirigió la Biblioteca Palatina, además de ser buen amigo de Ovidio y de Clodio Licinio (ese consular que también fue historiador en sus ratos libres). Si Suetonio resulta fiable, Higino sería el primer autor hispano del que nos ha llegado una obra entera, siendo anterior a Lucano, Séneca o Marcial, y hasta del controvertido escritor hispano, fuente de Plinio, de nombre Turranio Grácil, que tal vez fue natural de la sureña Gades.

El asunto realmente interesante es que a principios del siglo III su particular mitología fue traducida al griego y, después, recogida como un apéndice en una obra atribuida a Dosíteo. Gracias a lo poco que ha llegado de la misma se puede testimoniar un pintoresco caso en la historia de la literatura latina, en tanto que se trata de uno de los escasos ejemplos de traducción al griego de un texto latino. El hecho resulta todavía más significativo cuanto que se trata de una traducción que transmite a los lectores griegos una selección de sus propios mitos, anteriormente contados al público latino por un erudito que, a su vez, los había recogido de autores griegos.

Hay en su obra tres partes básicas, unas genealogías, de inspiración hesiódica, las fábulas propiamente dichas y los catálogos, ya en la parte final de la obra. Existe, además, una organización fundamentada en los grandes ciclos mitológicos, si bien entre tales ciclos se ubican fábulas aisladas sin conexión con ningún gran ciclo temático, como los castigos en los infiernos, las distintas metamorfosis o los amores de Júpiter, por ejemplo.

Las Fábulas se consideran, junto con la Biblioteca de Apolodoro, la principal enciclopedia mitológica de la Antigüedad, en tanto que con las conocidas Metamorfosis de Ovidio, se configura como una de las principales fuentes latinas para el estudio de la mitología clásica. Hablamos, en realidad, de un compendio de fichas temáticas escritas de forma independiente, una suerte de compilación de resúmenes. Higino yuxtapone episodios mitológicos, algo muy diferente a lo que hace Apolodoro, que organiza los mitos en una narración continuada, construyendo una mitología unitaria con un comienzo y un final (desde la creación del mundo hasta la muerte de Ulises). Serían una especie de fichas escuetas, con la forma de recursos mnemotécnicos muy breves que, tal vez, servirían a un rétor para enseñar o al bardo de turno para cantar las glorias de héroes pasados, desarrollando una historia que él ya conocería (y que no le aporta Higino).

La dinámica de hacer acopio de nombres y fuentes responde a su deseo de proporcionar las distintas variantes en las genealogías de ciertos personajes así como las diversas versiones de un mismo mito. Con tan precaria información, al lector no le quedaba más remedio que conocer anticipadamente el mito, si es que quería enterarse de algo. Además, mezcla sin problemas aparentes, en ocasiones, mitos con leyendas (la muerte de Eurípides en un templo por culpa de unos canes, la leyenda de la asiria Semíramis, o Pitágoras).

Resulta llamativo que siendo conocedor de Ovidio y Virgilio (la Eneida le era más que conocida, familiar) no haya incluido alguna fábula alusiva a Eneas aunque el personaje aparezca nombrado, ni tampoco a los orígenes y fundación de Roma. Este rasgo genera todavía mayor extrañeza si se toma en consideración que la obra iba destinada a un público latino. Esa extrañeza se hace ya insólita si no olvidamos que estaríamos hablando (presuntamente) del bibliotecario de Augusto.

Alguien se preguntará qué nos aporta, entonces, un autor que nos ha legado un texto oscuro, y en dónde radica su interés. Se dirá que en sus originalidades y en sus versiones, que difieren de las canónicas o más celebres de los mitos, una pluralidad que nunca debe desdeñarse, y en el estudio de los mitos, menos todavía.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP, diciembre, 2020.

 

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