En
este esquifo ático de figuras rojas, del Pintor de Penélope, y fechado hacia
440 a.e.c., encontramos, en una de sus caras, a un barbado Odiseo, identificado
con su nombre inscrito, llevando consigo un exomis
o túnica corta que suelen llevar los trabajadores y los soldados de infantería,
que mantiene en su mano izquierda un arco tensado dispuesto a ser usado. Detrás
del héroe se aprecian dos figuras femeninas, sirvientas, que tienen el pelo
corto y están vestidas con quitones. Ambas siguen con atención los eventos en
lo que pareciera ser una temerosa anticipación de hechos. Sobre ambas se
observa la inscripción kalé, hermosa.
Ya
en la otra cara de la vasija se puede apreciar un symposion en el que participan tres hombres que tienen bandas en
sus respectivas cabezas, en torno a una mesa de comida y un kliné o reclinatorio. Los tres se
muestran sorprendidos por las flechas arrojadas cobre ellos. A la izquierda, un
hombre joven vuelve su mirada sobre su espalda y se arrodilla sobre el kliné. Ha sido flechado en la espalda y
está intentando sacar el venablo con sus propias manos. En frente del
reclinatorio, un hombre barbado agachado mantiene una mesa que le sirve de
protección como si fuese un escudo. Por último, el tercer hombre, sentado sobre
el kliné, coloca sus manos en
desesperado gesto de defensa ante el ataque de Odiseo. Sobre él se ve una
inscripción que dice kalós.
En
las poses de los tres pretendientes se pueden destacar tres fases de eventos
que se nos muestran de un modo simultáneo: temor de algo, defensa contra un
ataque y dolor con motivo del mismo. En tal sentido, lo que aquí se muestra es
una de las más dramáticas escenas del mito homérico referido al regreso a casa
de Odiseo tras finalizar la guerra de Troya.
En
el centro de esta hidria ática de figuras rojas, atribuida al Pintor Jena, y
fechada en torno al 390 a.e.c., se ubica, destacando sobre los demás
personajes, una mujer sentada y ricamente vestida. Se encuentra sobre la parte
superior de un arcón y mantiene en su mano un espejo que parece enfatizar su
belleza. En tal sentido, su gesto la hace aparecer deseable. La inscripción la
nombre Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta. El hombre joven de pie que
fija en ella su mirada, y que lleva un gorro frigio y una lanza, es nombrado
como Alexandros, al arcaico término homérico empleado para Paris. En la escena
se observa una figura de un chico volando entre ambos, que encarna el deseo,
pues se trata de Himeros, con lo cual se enfatiza sobremanera la tensión erótica,
el contacto íntimo a través de los ojos (y las miradas), que se encuentran.
Más
allá de Helena se ve un joven hombre no identificable que porta una doble
lanza. Quizá pueda ser Eneas, a quien Afrodita había elegido para acompañar a
Paris. Detrás, una mujer, de nombre Peitho,
la personificación de la persuasión. En la zona izquierda, más allá de París,
un joven hombre desnudo está sentado. Tal vez estemos ante la presencia de uno de
los hermanos de la bella Helena y, por lo tanto, ante uno de los gemelos
divinos, los Dióscuros. La mujer representada encima de él lleva puesta una corona.
Se trata de Habrosyne, quien personifica la abundancia y la riqueza, pero
también la lujuria.
En
vista de que la vasija era un objeto funerario para ser depositado en la tumba,
se podría tener aquí una alusión a la belleza y a la buena fortuna en los amores
de una mujer que falleció tempranamente, siendo todavía bastante joven.
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