Imágenes (de arriba
hacia abajo): plato balcánico con la presencia de guerreros ilirios con
panoplia del tipo hoplita; moneda iliria datada entre 190 y 175 a.e.c., con
jinete y escudo redondo y; casco en bronce del tipo ilirio, datado en el siglo
VI a.e.c.
¿Hubo
una original tribu iliria?. Si se estima afirmativamente el interrogante, los
griegos habrían contactado con un relativamente pequeño grupo ilirio ubicado en
el norte del Épiro, si bien muy pronto se aplicó tal denominación a una
población de mayor calado estacionada en el occidente de Macedonia y al sur del
río Danubio. Estos ilirios hablaban una lengua indoeuropea, hecho que sugiere
que procedieron de algún lugar del noreste, acompañando a otros migrantes
prehistóricos que hablaban el mismo lenguaje.
Sin
embargo, la continuidad de su cerámica desde las épocas más arcaicas hasta la
Edad del Hierro, parece sugerir que se estaría delante de una población
autóctona. En cualquier caso, existe la posibilidad de que oleadas de invasores
o migrantes indoeuropeos trajesen consigo cambios en la lengua mientras la
mayoría de la población original permanecía en su lugar originario (al modo de lo
acontecido con los invasores normandos sobre el inglés). A la compleja
situación etnográfica en Iliria ha de sumarse, además, que la arqueología señala
que hubo un influjo de pueblos en la segunda Edad del Hierro que introdujeron
elementos célticos propios de la cultura de Hallstatt[1].
Así pues, estaríamos en presencia de diferentes tribus con distintos dialectos
que compartirían aspectos de una común cultura, a pesar de que las fuentes
clásicas los muestran como una unidad.
La
mitología griega acude, una vez más, en nuestro auxilio, pues indica que el
nombre de Iliria procede de un hijo de Cadmo, el fundador de Tebas. El niño
habría nacido mientras su padre estaba combatiendo las tribus del noroeste. Más
tarde se convertiría en soberano. No obstante, en otras versiones se afirma que
lo más probable es que los ilirios fuesen hijos del cíclope Polifemo, lo cual
les conectaría con el ámbito agreste, salvaje e incivilizado[2]. De
este modo se explicaría cómo los griegos y macedonios usaban la palabra ilirio
en combinación con aquella referente a problema, pirata, incursión o ataque,
además de preguntarse acerca del modo útil que debería emplearse para disminuir
los hábitos predatorios de estas gentes.
Una
de las tribus ilirias recibió el apelativo de Liburni, un pueblo marítimo que
habitaba lo que hoy es la costa de Croacia, con fama de ser avezados piratas y hábiles
comerciantes. Los griegos utilizaron, no sin ironía, la palabra libyrnis para referirse a una ágil y muy
veloz galera, capaz de esconderse con garantías en la escarpada “costa iliria”.
Esos navíos sembraban el terror en el mar Adriático a todo aquel que se aventurase
en algún periplo entre Grecia e Italia. Los botes liburnios todavía llegaron a
ser usados por el ejército romano, tal y como aparece reflejado en los relieves
de la Columna Trajana. Fueron empleados, en consecuencia, en las guerras contra
los Dacios.
Lo
que estos Liburni tuvieron en común, no obstante, con otras tribus ilirias, es
motivo de denso y acalorado debate. De hecho, un pueblo ilirio llamado los
dálmatas habitaba en las cercanías de esos Liburni, si bien tenían una cultura
de base pastoril. Mientras los Liburni eran, entonces, sofisticados
comerciantes, los Dálmatas se nos aparecen como gentes que viven en cuevas o
chozas centradas en su actividad como pastores.
En
sus repetidos asaltos contra griegos y macedonios, los ilirios colaboraban, en
muchas oportunidades, con otro pueblo relacionado con ellos, llamado Dardani en
las fuentes clásicas. Además, más al norte, también otro pueblo estuvo afiliado
con los ilirios. Se trata de los Panonios quienes, como los otros pueblos
ilirios, eran iletrados y por ellos apenas han dejado vestigios en el registro
arqueológico. Tales improntas revelan apenas que eran una cultura simple (como,
se supone, la mayoría de los ilirios), que combinaba en sus quehaceres
cotidianos la agricultura con los asaltos en busca de botines. Vivían en tribus
y en bandas de base familiar, siendo enterrados juntos en grupo. Los guerreros
se inhumaban con sus armas. Sin duda, estuvieron más expuestos a los influjos
culturales célticos que los ilirios de la costa.
En
la época romana los ilirios actuaron ya como una unidad. De hecho, hacia
mediado el siglo III a.e.c., un tal Agron, líder ilirio en la región de la
actual Montenegro, habría hecho confluir varias tribus ilirias en un reino
común. Ahora aliados con los macedonios (y no como rivales), participarían en
un ataque macedonio al suroeste de Grecia. La viuda de Agron, de nombre Teuta,
expandiría las razzias marítimas ilirias hasta lugares como la antigua Corcira
(Corfú), demostrando con ello ciertas posibles aspiraciones de dominio, en
tanto que siempre se había creído que la isla había pertenecido a “Iliria”
hasta la llegada de los colonos griegos.
Desde
aquí podían amenazar el comercio marítimo, algo que la potencia romana no
consentiría. Así, en 229 a.e.c. los romanos organizaron una primera expedición
militar al oriente de la península itálica contra los ilirios, la primera de
varias, que acabaron por ser conocidas con el nombre de Guerras Ilirias. Aun
tras la conquista romana de Macedonia, Grecia y Asia Menor, los romanos seguían
enfrentados a los ilirios. Las dificultades del terreno y el factor, no de
escasa relevancia, de la descentralización de las tribus ilirias hacían
complicada la conquista por parte romana, en especial porque los ilirios
combatían con un sistema de guerrillas.
En
el año 6 se produjo una poderosa rebelión contra Roma, en virtud de que
Dálmatas, Panonios, Liburni, y otras tribus menos renombradas, como los Breuci
(la tribu dirigida por Bato el Breuciano), los Pirustas de Dalmacia y los
Iapodes (llamados también Carni, una tribu céltica), hicieron causa común
frente al romano. Casi cuatro años le llevó a Tiberio sofocar la rebelión. La
región se convirtió en la provincia romana de Iliria, posteriormente dividida
en las de Pannonia y Dalmatia. Los ilirios acabarían, por tanto, muy
romanizados, hasta el punto que cuando Roma estuvo en serio peligro de caer en
las redes de los continuados asaltos bárbaros, varios de los llamados
emperadores ilirios (de Panonia sobre todo), lograron estabilizar el imperio.
Se trata de emperadores del talante de Decio, Claudio Gótico, Aureliano y el
gran Diocleciano. Significativamente, tras la caída de Roma fue otro ilirio
(Justiniano I, en el siglo VI), quien tomó las riendas del imperio Bizantino.
Destruidos finalmente por jinetes eslavos, desaparecen de la historia hacia el
siglo VII.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP-UFM, marzo, 2021.
[1]La filiación étnica de los ilirios es muy dudosa.
No hay claridad al respecto de que fuesen una continuidad de la llamada Cultura
de Lusacia. Resulta más complicado definir una unidad étnica iliria en la época
de la Cultura de Urnas. Probablemente los ilirios corresponden a una etapa de pueblos
danubianos de la Edad de Bronce, período paralelo al de las poblaciones de los
túmulos y tal vez de los lusacianos, cuyas relaciones mutuas habían ocurrido antes
de la expansión de la mencionada Cultura de las Urnas.
[2] Muchas han sido las fuentes
clásicas que han dejado su impronta acerca de los ilirios, como es el caso de
Cicerón, Diodoro, Apiano, Heródoto, Justino, Plutarco, Estrabón o Polibio. La
gran mayoría intentaron explicar su origen basándose en la mitología griega y
en su participación en los hechos históricos de mayor relevancia. Apiano menciona
el origen mítico de los pueblos ilirios en el seno de la mitología, diciendo
que el fruto de la unión de Polifemo y Galatea fueron Galas, Celtus e Illyrius,
dioses epónimos (y origen, por tanto) de Galos, Celtas e Ilirios,
respectivamente. Las primeras menciones de los ilirios históricos aparecen en
fuentes griegas. Tal vez fue Escilax de Carianda, célebre por su periplo por el
Índico y el Golfo Pérsico, quien recopiló las primeras descripciones en el Periplo del Pseudo-Escilax.
No hay comentarios:
Publicar un comentario