30 de septiembre de 2021

Vídeos. Arte antiguo. Arquitectura griega (parte II) y escultura arcaica


Nuevo vídeo de la serie Arte antiguo en el canal de YouTube Arte por Arte (Minutos de Historia con Julio López). En esta oportunidad se trata la arquitectura griega (en su segunda parte) y los inicios de la escultura, especialmente la escultura arcaica. Espero y deseo que pueda servir de ayuda o estímulo, además de interés, para algunas personas interesadas en estas temáticas referidas a la historia del arte antiguo. Saludos. 

Prof. Dr. Julio López Saco 
UM-FEIAP-UFM, septiembre, 2021.

16 de septiembre de 2021

Monstruos míticos en la Roma de la antigüedad


Imagen: memento mori, mosaico hallado de Pompeya, que simboliza la Rueda de la Fortuna. Datado en el siglo I a.e.c., hoy se encuentra en el Museo de Nápoles. 

La presencia de seres sobrenaturales, entre ellos difuntos pero también entidades monstruosas, parecen ser el resultado de una metafórica codificación de antiguos y enraizados miedos, angustias, malestares primordiales, esperanzas e ilusiones, como una forma de sublimar el más acá. Las variadas manifestaciones posibles de lo numinoso estaban tan presentes en la vida de los romanos como cualquier otro aspecto cotidiano y real. Se trataba de un fundamento más de la propia existencia, de la dimensión sobrenatural de dicha existencia. El miedo al monstruo, al difunto o al fantasma expresaba una intuición acerca de la propia existencia humana.

En la vida real del romano de a pie solamente se encontraba la naturaleza humana, en la que habitaban monstruos de distinta consideración, una naturaleza impregnada de un malestar o desconsuelo esencial y primigenio sobre el que no existía esperanza alguna. La realidad de la vida era angustiosa y oscura, y en ella habitaban monstruos evocadores del caos y la disolución. Sobrellevar el monstruo antiguo primordial implicaba dotarlo de un rostro que permitiese transformarlo en algo más definido que posibilitase su ubicación en espacios y contornos más controlables en los que el miedo pudiese ser medianamente conjurado a través de la magia o diferentes rituales.

La tradición popular romana estuvo poblada por un buen número de monstruos. Las narraciones populares y relatos que contenían tales entidades eran considerados patrañas para entretener que reflejaban la incredulidad y, sobre todo, la ignorancia de las clase más humildes. Se hizo notable la presencia de las estriges, unas aves de rapiña comedoras de carne humana o también brujas y hechiceras convertidas en ave a través de actos mágicos; de licántropos o versipelles, hombres lobo cuyas leyendas pudieron estar muy presentes en la más arcaica tradición itálica, así como de dragones, habitantes de lugares despoblados de humanos o moradores de oscuras cuevas y que resultaban ser una evidente amenaza a caminantes, viajeros y mujeres.

La primera mención literaria de la alimaña denominada estrige la encontramos en Plauto (Pséudolo, 800-836), en tanto que su relación con los lactantes la hallamos en Plinio el Viejo (Historia Natural XI, 95, 231 y ss.). Si estas terribles aves amamantaban a infantes tal vez fuese para envenenarlos o como una expresión de las nodrizas inhábiles. La más relevante de las leyendas itálicas sobre las estriges que atacan a lactantes se constata en los Fastos (VI, 130-168) de Ovidio, en donde el bisabuelo de Remo y Rómulo, de nombre Procas, rey de la mítica Alba Longa, que antecede a Roma, es la víctima. Será una ninfa, de nombre Carna (una antigua deidad itálica, tal vez lunar) la que le salve de estos seres maléficos. Es tentador comparar estas fabulosas estriges con las arpías que atosigan a Fineo en la saga de los Argonautas de Apolonio de Rodas, unas aves monstruosas con rostro femenino. En la erudición cristiana posterior, concretamente en San Isidoro (Etimologías XI 3-4), serán concebidas como seres humanos metamorfoseados gracias a brebajes o hierbas mágicas con el único objetivo de rapiñar. Otras menciones de las estriges se hallan en Tibulo (Elegías, I, 5, 47, en esta ocasión cantora) y en Lucano (Farsalia, VI, 520).

Tal vez el licántropo más reconocido es el que aparece en la cena de Trimalción del Satiricón (60-62), del afamado Petronio. La transformación en lobo de un soldado provoca la huida del animal hacia el bosque así como un ataque a un rebaño de ovejas, hasta que un esclavo lo alancea en el cuello. Vuelto a su humanidad, es atendido de la herida infligida previamente como animal. Tibulo, el mencionado poeta lírico del siglo I a.e.c. cuenta, en un contexto impregnado de brujería amatoria (Elegías I, 5, 38-60), la manera en que una alcahueta, en el fondo una bruja, posee mágicos poderes para convertirse en lobo. Otro hombre lobo famoso es, sin duda, el Meris de Virgilio. En las Églogas (VIII, 94-99),  Virgilio narra cómo el pastor Anfesibeo acude a una bruja con la intención de que le conceda los favores de su amada Dafnis. En este contexto se menciona la metamorfosis lobuna de Meris, obra, tal vez, del consumo de ciertas hierbas alucinógenas. Virgilio parece partir en esta oportunidad del Idilio de las hechiceras de Teócrito, autor del siglo III a.e.c., en donde una mujer despechada por su amante intenta atraer de nuevo sus favores  mediante poderosos encantamientos.

En el mundo romano, los dragones formaron parte activa de su marco tradicional y legendario. Uno de los casos más célebres es el del dragón de la ciudad de Lanuvio, próxima a Roma (Propercio, Elegías IV, 6, 4-15) asociado con el motivo folclórico de la doncella que entran en la morada de la entidad, generalmente una oscura caverna. Otro notable ejemplo es el dragón del Asno de Oro de Apuleyo (VIII, 18-22), que resultó ser un malévolo brujo que tenía por costumbre devorar caminantes. Un motivo común, propio de la fábula, es el de la figura del dragón que custodia oro, objetos y lugares preciados. Se trata de un motivo muy activo en el acervo folclórico de las poblaciones del Mediterráneo. En tal sentido, debe mencionarse la fábula moral de la zorra y el dragón de Fedro (Fábulas IV, 21). En la mitología griega, cabe recordar, ya estaba muy presente el motivo del dragón que cuida y protege un objeto de gran valía, como el caso de Ladón, un dragón de cien cabezas, protector de las famosas manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, o el no menos célebre dragón de la Cólquide, que velaba por el ansiado vellocino dorado. Por su lado, el folclore tradicional romano menciona tesoros escondidos bajo tierra que son custodiados por genios denominados incubones, de quienes Tertuliano afirma (Sobre el alma, 44) que eran los responsables de las siniestras pesadillas.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, septiembre, 2021.

7 de septiembre de 2021

Vídeos. Asia religiosa V. Taoísmo

Amigas, amigos, colegas, estudiantes, lectores en general. Cordial saludo. En el vínculo se encuentra el vídeo-programa número 5 de la serie Asia Religiosa, dedicado al taoísmo chino, una corriente religioso-filosófica que bebe de fuentes chamánicas, que busca la inmortalidad y la simplicidad original del Dao, arremetiendo contra los artificios de la cultura. Un Dao inmanente, presente en todo, además de otro trascendente, fuera de cualquier diferenciación, marcan el contexto filosófico de esta corriente de pensamiento antiguo de China. Espero resulte de interés y de utilidad para algunas personas que deseen inmiscuirse en estos temas religiosos. Se puede seguir toda la serie, que constará de siete programas, en YouTube (Minutos con Julio López).  Saludo. 

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, septiembre, 2021.

3 de septiembre de 2021

¿Pueblos del Egeo o de Anatolia en Oriente Próximo en la Edad del Bronce?



Imágenes, de arriba hacia abajo: grupo de tres figurillas del Bronce anatólico; toro elamita o bien antólico hecho en bronce y; fragmento de cerámica micénica con peces hallada en una tumba en Chipre.

El movimiento masivo de población convencionalmente llamado “Pueblos del Mar”, denominación genérica que engloba a gentes de diverso origen que deambularon por la región oriental del Mediterráneo en afán de pillaje, aparece mencionado, si bien de manera poco concluyente en el aspecto de las identificaciones, en las inscripciones egipcias que conmemoran la victoria del faraón contra ellos luego de rechazar su ataque contra Egipto. El apelativo Pueblos del Mar es una expresión moderna, introducida por el egiptólogo francés Gaston Maspero a finales del siglo XIX. Las inscripciones reales egipcias refieren los nombres individuales de los distintos pueblos que proceden de “en medio del gran verde” (Mediterráneo) o ”de las islas”. 

Se ha señalado la posibilidad de que ciertos contingentes que estuvieron presentes en las oleadas destructivas fueran originarias del Egeo, pues figuran dos colectivos, designados por las fuentes egipcias como ekwesh y denyen que, según los paralelismos lingüísticos podrían evocar los nombres de los aqueos y los dánaos, respectivamente, ambos términos genéricos con los que son designados los griegos en el marco de los poemas homéricos. Los ekwesh figuran como los más relevantes aliados, procedentes de ultramar, de los libios que atacan Egipto, y que serían rechazados por el faraón Merneptah hacia 1220 a.e.c., como se cuenta en la Estela de la Victoria tebana y en las inscripciones de Karnak. Se menciona su procedencia de los países marinos, como consta asimismo en la estela de Athribis. Ahora bien, no está clara su ubicación como pueblos egeos, en función de un detalle no menor, y es que en las representaciones iconográficas aparecen circuncidados, lo cual no era una costumbre de las poblaciones egeas, pero sí una práctica común entre poblaciones semitas. Además, varias dificultades lingüísticas tampoco ayudan, en tanto que el sufijo final parece específico de regiones anatolias, de donde podrían proceder otros pueblos mencionados en las inscripciones egipcias. En tal sentido, los ekwesh podrían encontrar un fácil acomodo si se acepta que se trataba de gentes de la tierra de Ke-Que, en Cilicia.  

Es cierto que un aspecto esencial que favorece la identificación del colectivo ekwesh con los aqueos depende de aceptar el binomio entre el vocablo hitita Ahhiyawa y los micénicos, pues en los documentos hititas dicho reino se asocia en ocasiones con los lukka, uno de los nombres que figura, junto con los ekwesh, en las inscripciones egipcias, implicado en operaciones de piratería y razias por mar contra el territorio dominado por el imperio de la Anatolia central. A pesar de ello, subsisten interrogantes, y no puede afirmarse de forma concluyente que al menos una parte de los micénicos, bajo esta designación egipcia, participaran activamente en el proceso de destrucción y desplazamiento de poblaciones en el espacio de la cuenca oriental del Mediterráneo, si bien tampoco puede descartarse tal posibilidad, en virtud de su segura presencia en la costas occidentales de Asia Menor en estas épocas.       

El otro término, denyen, presenta muchos inconvenientes para ser identificado de forma definitiva con los dánaos. La denominación figura entre los nombres de los distintos pueblos procedentes de Oriente que atacaron Egipto en época de Ramsés III, en 1179 a.e.c., cuyo incontestable triunfo sobre las fuerzas invasoras se representa en los relieves de los muros del templo de Medinet Habu. Los relieves, y la inscripción correspondiente, describen una batalla naval y un enfrentamiento posterior terrestre en Djahi, localidad situada al sur de las costas sirio-palestinas. Es muy dudosa la condición de documento histórico de los relieves debido a su carácter fuertemente propagandístico e ideológico, pues su objetivo primordial no consistía en describir acontecimientos históricos, sino ensalzar las virtudes religiosas y militares del faraón.

Los denyen mencionados en las inscripciones (figuran como dnjn) se describen como gentes procedentes del mar. En el Papiro Harris, documento en el que se resumen los acontecimientos relevantes del reinado de Ramsés III, el faraón se jacta de haberles aniquilado “en sus islas”. Su identificación con los dánaoi homéricos fue sugerida desde antiguo, ya por los primeros egiptólogos en el siglo XIX, quienes entendieron que el término era una forma ortográfica revisada del arcaico Tanaya-Tanayu con el que los egipcios se referían a los habitantes del mar Egeo, muy probablemente los griegos. Esta asociación sería corroborada por la posterior vinculación de Dánao con Egipto en el ámbito del mito griego, siendo de esta forma un eco lejano de la práctica egipcia de llamar de esta forma a los griegos.      

Hay otras posibilidades muy factibles. En otros textos egipcios se designa a este pueblo como danuna. En una de las misivas de El-Amarna se menciona a su rey y se ubica su territorio de origen al norte de Ugarit. También se les atribuye el apelativo dene, en el Onomasticon de Amenope, lista de nombres de ciudades de Siria y Palestina con sus tribus, que se data a fines del siglo XII a.e.c. En la inscripción bilingüe de Karatepe, (siglo VIII a.e.c.), se alude al pueblo de los danunios dentro de un contexto local perteneciente al espacio geográfico de la Cilicia anatolia. Estos factores parecen aconsejar identificarles en este ámbito del Asia Menor meridional, zona donde aparece el topónimo Adana, que en la forma Adaniya figura del mismo modo en los textos hititas antiguos.

La identificación de dnnym o danuna con los antiguos habitantes de Adana parece demostrada, en tanto que el término fenicio dnnym corresponde, en luvita, o al término adanawa, o a adanawani, de tal manera que los danunios serían los habitantes de Adana y de su territorio. El país, citado como danuna, podría aparecer en la lista de ciudades conquistadas en Siria, e inscrita en el obelisco blanco de Asurnasirpal II, datado en el siglo IX a.e.c., en una inscripción fenicia de Zincirli, también de mediada la misma centuria, en donde se menciona que el monarca de los danunios ejerció cierto dominio sobre el país de Sam’al, y en las tablillas de Alalah, en la forma Atanni.

Su aspecto externo, como aparecen representados en los relieves de Medinet Habu, vestidos con un gorro compuesto de plumas o hierbas atado con una cinta bajo el mentón, los asimila a otros componentes étnicos de los Pueblos del Mar, caso de los Peleset o los Tjekker, que parecen ubicarse originariamente en este mismo contexto geográfico.       

En cualquier caso, y a pesar de las dificultades que presentan estas dos identificaciones reseñadas, no se puede descartar por completo una posible presencia de elementos egeos en el conglomerado étnico denominado Pueblos del Mar, en especial si se tiene en consideración que se ha probado la presencia micénica en las costas occidentales de Asia Menor, en concreto en Mileto, identificable con esa Millawanda de los textos hititas, y tal vez en otros sitios de la geografía anatolia meridional. En consecuencia, no sería una locura imaginar que hubieran participado en una serie de incursiones, con el objetivo primordial del saqueo, aprovechando el vacío de poder ante la inestabilidad imperante en el Mediterráneo oriental, y no tanto con el deseo de instalarse permanentemente en otros territorios. Hay que recordar que la práctica de la piratería por los reinos micénicos no fue inhabitual. De hecho, es muy factible que las incursiones hacia Egipto en busca de botín de parte del falso cretense que quiere simular Odiseo, podrían representar un recuerdo inmemorial de semejantes actividades.

Las noticias parcas y muy diseminadas sobre estos ataques y avances, halladas en fuentes orientales, particularmente egipcias, recogen, muy probablemente, sólo una pequeña porción de un fenómeno más complicado y extendido que pudo afectar a la mayoría del ámbito geográfico señalado y regiones periféricas colindantes, Uno de tales avances perturbadores podría estar detrás de la presunta realidad histórica oculta tras la mítica guerra de Troya que, en cualquier circunstancia, parece más el resultado o el síntoma de los disturbios del periodo que la causa directa o el origen de los mismos. En tal sentido, el ciclo épico de los Nóstoi o retornos de los diferentes héroes protagonistas en la guerra de Troya y su dispersión por diferentes rincones del Mediterráneo, oriental y occidental, configuró el modelo mítico adecuado para explicar la presencia griega en el exterior dando cuenta, además, y probablemente, de forma distorsionada, de un proceso migratorio general acontecido tiempo atrás, que habría dejado improntas en la tradición oral de la que emana la poesía épica.

La tradición mítica helena, aglutinada en los poemas épicos como los Nóstoi o la Melampodia que se le atribuye a Hesíodo, recoge noticias sobre la emigración de ciertos héroes griegos hacia territorios orientales al finalizar la guerra de Troya o después de la destrucción de Tebas a manos de los Epígonos. Anfíloco, vástago de Anfiarao, marchó hacia Panfilia y Cilicia, fundando la ciudad de Malos, fundación compartida en otros testimonios con el adivino Mopso, quien habría conducido a los emigrados hasta las regiones levantinas de Siria y de Palestina; El nombre Mopso, de hecho, aparece en documentos orientales, caso de los textos hititas o la inscripción bilingüe de Karatepe, un factor que refleja la presencia griega en estas zonas, expresado en tradiciones míticas ulteriores. Teucro, por su parte, hijo de Telamón, se desplazó hasta Chipre, donde fundó Salamina; Agapenor, dirigente arcadio, se dirigió hacia la misma isla, en donde fundó la nueva Pafos.

El periodo de los retornos conforma un relato sobre naufragios e itinerancias, de establecimientos forzados en tierras alejadas, también de regreso a hogares fragmentados y dominados por pugnas familiares o sobre emigraciones con la finalidad de construir una vida en nuevos territorios. Heródoto se hace eco de estas tradiciones al mencionar que Anfíloco habría fundado la ciudad de Posideo, en la frontera entre cilicios y sirios, que los cilicios recibían antiguamente el nombre de hipaqueos o que los panfilios descendían de aquellos soldados que acompañaron a Calcante y Anfíloco después de la dispersión de los griegos que retornaban de Troya.

Aunque tales tradiciones no sean un eco o reflejo fidedigno de las migraciones de finales de la Edad del Bronce e inicios de la Edad Oscura, la dispersión de la cerámica micénica III C, de fabricación local, por las costas del Mediterráneo oriental, vendría a reflejar en el registro arqueológico la veracidad básica de tales mitos y leyendas.       

La posibilidad de que, en sus inicios, la implantación de los filisteos en Palestina estuviera relacionada directamente con los movimientos de población provenientes del Egeo, constituye una vía más hacia la presencia de gentes egeas, seguramente micénicos, en las costas orientales. En todo caso, los filisteos asentados en Palestina quedaron prontamente asimilados al entorno cananeo en el que habitaban, adoptando lengua y escritura locales, así como sus deidades, de manera que el probable legado egeo fue olvidado y las influencias locales se convirtieron en preponderantes. Existen dudas acerca de la realidad histórica de estas hipótesis. Es muy posible que la cerámica de tipo micénico III C, que combina elementos chipriotas y micénicos, pudiese avalar una migración oriental desde la isla de Chipre más que desde el ámbito egeo o de la Grecia continental, pues en Chipre pueden haber tomado forma los elementos del nuevo complejo cultural que caracteriza toda la región.

Debió existir un constante flujo de gentes que iban buscando seguridad y nuevas oportunidades que ofrecían espacios como Chipre. Para lograrlo recorrerían las antiguas rutas marítimas, llevando consigo esquemas artísticos e ideológicos. Estos migrantes pudieron ser, en cualquier caso, especialistas en determinadas habilidades artesanales o comerciantes, más que familias enteras.

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-FEIAP-UFM, septiembre, 2021.