8 de febrero de 2022

Cuentos, mitos y leyendas: imaginario mágico de la cultura popular

El imaginario mágico, expresado en leyendas, mitos y cuentos, sobre todo de hadas, es un elemento crucial de la cultura popular. Esos cuentos y leyendas, lejos de ser solamente entretenimientos, se configuran como historias que hacen llegar a nuestro tiempo una concepción del mundo tradicional, abriendo la puerta a una espiritualidad que concebía el mundo y la naturaleza como un lugar de significado y de sentido plenos. En ese mundo de la tradición, la naturaleza y sus fuerzas estaban dotadas de alma; estaban vivas, un hecho que implicaba que el universo no era únicamente algo, sino también alguien. Un universo que no sería visto como un mecanismo, más o menos complejo, de engranajes y materiales fuerzas ciegas, sino como un organismo con vida. 

Las fuerzas elementales, asociadas a la tierra, el agua, el viento o el fuego, no refieren la existencia de un plano superior trascendente, sino uno intermedio, contemplado como una dimensión espiritual, sutil, poblado de seres mágicos (feéricos) en espacios y lugares naturales, como bosques, manantiales, grutas o montañas. Sería un plano espiritual intermedio vinculado al mundo; es decir, al más acá. La existencia de tales seres o entidades se relaciona con la naturaleza, desarrollando el papel de alma del mundo. Su ocultamiento, o final desaparición, sería una inequívoca señal de la materialización y desencantamiento del mundo, que poco a poco quedaría a merced de un tiempo humano, mientras los seres feéricos harían las veces de antiguas deidades propias de un tiempo ya desaparecido, fenecido.

Los pobladores de esta suerte de reino intermedio no son buenos ni malos. Su conducta es bondadosa o malvada según las circunstancias. En cualquier caso, de este plano intermedio no se deriva la condenación o salvación de almas, sino una armónica relación con la naturaleza, de estrecho vínculo con una realidad natural de la que son parte sutil y, por consiguiente, invisible.

Por otra parte, este reino escondido parecerá asociado a determinados lugares, naturales (manantiales, colinas, lagos, grutas, claros del bosque, cumbres o troncos huecos), y artificiales, construidos por el ser humano, particularmente vestigios arqueológicos de la prehistoria y la protohistoria (menhires, dólmenes, castros, tumbas neolíticas). Los mitos y las leyendas abundan en significar que la naturaleza posee alma y que en ciertos, específicos lugares, dicha alma tiene la capacidad de poder materializarse, si bien siempre de un modo especial. Estos espacios, auténticas bisagras entre el plano humano y el reino oculto, asociados a restos arqueológicos, serán ideales para la creencia en la manifestación de la caterva de seres que pueblan el plano intermedio. De esta forma, la relación entre los vestigios arqueológicos y los cuentos de hadas, por ejemplo, será habitual y notoria. De ahí su valor espiritual y simbólico.  

El hecho religioso, generalmente cristiano, ha negado la dimensión espiritual del mundo de la naturaleza, y aunque el mundo es creación, no deja de ser un lugar desencantado. Además, cuando la religión pone su atención no tanto en la trascendencia como en la inmanencia, acaba por orientarse hacia un panteísmo inmanentista, que sugiere un pacto con las fuerzas naturales para propiciar salud o bienes de la existencia material. La religión debe, por supuesto, reconocer la trascendencia como fuente y destino de la manifestación, pero al tiempo reconocer también el anima mundi como una dimensión espiritual de tal manifestación.

Como es bien sabido, la modernidad no se detiene en considerar un atisbo de trascendencia, negando, asimismo, la dimensión espiritual del plano natural. No obstante su concepción materialista de la realidad, no impedirá el surgimiento (o resurgimiento “encantado”) de cuentos, mitos y leyendas en el sensible entorno del romanticismo, configurándose reelaboraciones realizadas desde las narraciones populares de tradición oral.

Un aspecto destacable es, por demás, la fascinación que semejante reino escondido, y sus habitantes, ha venido despertando, sirviendo de nutriente e inspiración de corrientes estilísticas, tanto de las artes plásticas, como de la música o la literatura. Por mencionar unos pocos casos, la pintura prerrafaelita, la poesía de William B. Yeats, las obras de J.R.R. Tolkien, o la música de Waterboys o de la muy célebre Enya.  Dicho de un modo abierto y claro: los mitos y las leyendas del intermedio mundo escondido animan parte de la producción cultural de un mundo contemporáneo que, a la postre, quiere observar algún resquicio para alejarse de las poderosas seducciones de la modernidad.

Un reencuentro con el mundo natural no ha de ser únicamente en clave ecologista, sino aquel de la mirada, digamos tradicional y pagana, en el que se vuelva a otear un mundo nuevamente encantado, entendido como un lugar a la par maravilloso y peligroso, pero dotado de misterio y de sentido.  

Prof. Dr. Julio López Saco

UM-AEEAO-UFM, febrero, 2022.

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