1. “Los arqueros avanzando, retirándose, volviendo o haciendo cualquier otro movimiento, deben conformarse a las reglas del ceremonial. Aquel cuya voluntad es recta y su postura irreprochable, mantenían su arco y su flecha con cuidado y con mano firme... Perfectos, hombres distinguidos, oficiales grandes y pequeños, nadie ha quedado en su casa. Todos se han reunido junto al príncipe para festejar y tirar al arco... Tiraban a fin de obtener el principado. Aquel que alcanzaba su objetivo obtenía un principado (...). El cielo ve y oye por los ojos de nuestro pueblo. El cielo expresa su desaprobación por medio de la desaprobación manifiesta de nuestro pueblo. Esta es la conexión que existe entre el mundo superior y el inferior (...). El príncipe sabio une su acción a la del cielo y la tierra y no forma más que uno con los espíritus al objeto de ordenar bien su administración. Se fundamenta en los principios que el cielo, la tierra y los espíritus guardan y el orden reina en las ceremonias y las costumbres. El ama a los que aman y el pueblo está contento y sumiso (...). Para la elección del día nosotros tenemos confianza en ti, ¡oh venerable tortuga! que sigue reglas constantes y seguras; nosotros tenemos confianza en ti, oh venerable hueso quebrado, que sigues reglas constantes y seguras (...). Shu ha ido a cazar subido en su carro de cuatro caballos. Las riendas son en tus manos como débiles cintas mientras los dos caballos de fuera se muevan como danzarines. Shu llegó a las marismas; las llamas todo lo alumbran. Con sus desnudos brazos doblega a un tigre y se coloca ante el duque. ¡Oh Shu!. No lo intentes de nuevo. ¡Precávete de ser herido!. Un consumado arquero es Shu y un buen conductor también.”
Lijing, Tratado de los ritos
2. “Las armas no son necesarias. Cada cual está tranquilo en su morada. El emperador ha pacificado a su alrededor las cuatro extremidades del mundo. Los reyes Wen y Wu dieron feudos a sus hijos y hermanos en gran número: en el correr del tiempo estas vinculaciones familiares fenecieron, pues las ramas se dividieron con remotos parentescos. Entonces los enemigos se atacaron mutuamente con guerras, mientras el Hijo del Cielo no podía controlarlos. Ahora toda la tierra dentro de los cuatro mares, gracias al divino genio de su Majestad, ha sido reducida de un modo uniforme a prefecturas y distritos militares. Los hijos de la familia imperial y todos los sujetos eminentes han sido ampliamente pagados con títulos, retribuciones, tasas por impuestos...”(...) Las historias oficiales deben ser todas quemadas. Salvo las personas que ostentan el cargo de letrados en el vasto saber, aquellos que en el imperio osen esconder el Shijing y el Shujing o los discursos de las Cien Escuelas deberán ir a las autoridades locales, civiles y militares para que aquéllos los quemen. Aquéllos que osen dialogar entre sí acerca del Shijing y del Shujing serán muertos y sus cadáveres expuestos en la plaza pública. Los que se sirvan de la antigüedad para denigrar los tiempos presentes serán ejecutados junto con sus parientes. (...) Los blancos huesos de los muertos están junto a los montones de piedra y los vivos huyen con temor. La tiranía y el terror se han extendido por todo el mundo y hasta los cuatro mares se suceden en torrente los males, que hasta los genios lloran y los demonios lamentan... La dama se arrodilla sobre la losa hundida en la pared, donde un nombre que ni el sol ni el viento puede borrar, ni la arena que carcome puede quitar, aparece vagamente. El corazón de Meng Shiang arde de amor como un paja devorada por la llama.”
Sima Qian, Memorias Históricas (Shi ji)
Prof. Julio López Saco
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