17 de febrero de 2010

Cosmogonías del antiguo Egipto (I): Ogdóada de Hermópolis*

CREACIÓN DE LA OGDÓADA. TUMBA DEL ESCRIBA Y SACERDOTE DE AMÓN-RA, KONSUMES, XXI DINASTÍA. KUNSTHISTORISCHES MUSEUM, VIENA


Hermópolis, capital del XV Nomo del Alto Egipto, elaborará su propia cosmología rivalizando con Heliópolis. El término griego Hermópolis, que designa la ciudad de el-Ashmunein, en lengua egipcia es Jemnu, ciudad de los ocho, divinidades primordiales conocidas como Ogdóada. La mitología cosmológica hermopolitana puede relacionarse con la explicación mítica sobre el reflujo de las crecidas del Nilo, que dejaba parcelas de vida con el germen de vida. Este mito de la creación trata con detalle la composición física de la materia primordial. El número cuatro se cree el concepto de una totalidad equilibrada (cuatro puntos cardinales, las vísceras del difunto son protegidas por los cuatro hijos de Horus, con otras cuatro diosas; los cuatro hijos de Nut), de modo que el ocho es una suerte de totalidad intensa, infinita. Al principio, no obstante, en la Isla de la Llama, tras la colina primigenia existían cuatro elementos masculinos y un líder innombrado. Se trata de cuatro cinocéfalos, animal sagrado de Tot, y una diosa provincial liebre, Unut. Posteriormente, estructurados en cuatro parejas, tenemos la presencia de deidades o principios abstractos, entidades personificadas en la misma materia primordial (dioses o elementos masculinos como ranas y diosas o elementos femeninos como serpientes), animales de la ciénaga, del limo que otorga vida. Las cuatro parejas primordiales son: Nun y Nunet, He y Hehet, Keku y Keket y Amón y Amonet. Nun personifica el océano primordial, y Nunet el cielo sobre éste, es decir, el espacio primigenio. He y Hehet, por su parte, son la infinidad primordial o ausencia de definiciones espaciales, aunque también la fuerza de la inundación, en tanto que Keku y Keket son las tinieblas originales dominantes antes de la luz del sol. Amón y Amonet corresponden a lo que está oculto, lo inescrutable e indeterminado de la dimensión primordial que antecede a la creación, una especie de dinamismo encubierto. Aquí el sol no es el primer eslabón, sino el último, aunque el punto de partida es el mismo que en otras cosmogonías egipcias, el caos líquido no creado, en forma de barro y limo, donde las cuatro parejas unen sus fuerzas para crear un huevo, que depositan en una colina primigenia. Todas ellas comprenden la sustancia primordial; en su interrelación hacen estallar las tensiones en equilibrio. De tal explosión energética sale, primeramente, la colina primordial originaria (luego Hermópolis), de la que nace el sol. De este modo, los miembros de la Ogdóada son los padres de todo. Tres de esas parejas siguieron inmutables tras la creación, y únicamente Amón y Amaunet, se imbricaron en el proceso creativo, que motivó su traslado a Tebas. El mito se complica en el siglo IV a.n.e., puesto que Tot asume el papel de Señor de Jenmu y el dios sol surge de un huevo cósmico. Es Tot quien lleva el huevo a la colina primordial para que se produzca el nacimiento del dios solar. Sólo cuando esta deidad alcanzó un culto nacional se convirtió en el líder indiscutido. Al convertirse en dios dinástico, el clero tebano crea una genealogía familiar bajo esquemas humanos para, así, establecer la transición entre la creación y los hombres. La importancia de Tot como demiurgo en esta cosmología radica en que representa las realizaciones intelectuales y racionales del pensamiento. El mito hermopolitano de la creación contiene a Amón, como una de las fuerzas elementales de la Ogdóada. En el Reino Nuevo, Amón, en Tebas, se convierte en patrón del panteón egipcio, gobernante universal y única deidad de la teología tebana trascendental, que está por encima de la creación, preexistiendo a los esfuerzos originales de la Ogdóada para que aparezca la colina. Una vez surgido como fluido de un huevo cósmico, forma la materia primitiva y los elementos de la Ogdóada. Como el Universo estaba oscuro, inmóvil y en silencio, debió haber sido él la explosión energética que impulsó la acción. Es, así, como una brisa sobre las aguas primordiales, y la colina primigenia (Tatenen), lo que significa que todas las deidades son, en realidad, sus proyecciones. Es una unidad en la que están tres dioses, Ra, su cara, Ptah, su cuerpo y Amón su identidad oculta (con lo que se reúnen así las tres cosmologías egipcias principales, la de Heliópolis, Hermópolis y Menfis).
*La serie que presentamos aquí, comenzada con la Ogdóada, y que seguirá próximamente, conformará un artículo que será publicado en la Revista Lógoi de filosofía.
Prof. Dr. Julio López Saco
17 de febrero del 2010

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