RELIEVE DEL DIOS SOBEK (COCODRILO) EN EL TEMPLO DE KOM OMBO, INICIALMENTE CONSTRUIDO POR TUTMOSIS III Y MÁS TARDE RECONSTRUIDO POR PTOLOMEO VI.
La presencia en el
mundo de los dioses egipcios es constante, impregnando, o encarnando, la
realidad, de ahí que no sea fácil pensar en ellos como fuerzas trascendentes.
Son los dioses (en realidad entidades extrahumanas, solamente diferentes al
universo humano por sus poderes sobrehumanos), elementos de la naturaleza y
fuerzas cósmicas. Con la unificación de Egipto se organizan sistemáticamente,
en esquemas genealógicos, gracias a un denodado esfuerzo teológico (las
Enneadas). Se trata de conformar un escenario cósmico que supere el sistema
fragmentario de las deidades locales, justificando y legitimando la
unificación.
Las divinidades de
carácter local se organizan también en grupos familiares. Muchas de ellas se
destacan por su zoomorfismo: Horus-halcón; Hathor-vaca; Apis-toro; Bastet (que
los griegos interpretaban como Afrodita)-gata/leona; Sobek-cocodrilo; Thot-ibis,
entre otros. Se les asocian animales que se convierten en objetos de culto,
originando una zoolatría. El animal podría expresar una cualidad concreta del
dios con el que se asociaba, por analogía en relación a las costumbres del
animal. Ello implicaría disociar la cualidad trascendente del ser divino de su
propia representación. Pero ese es un fenómeno solo documentado en épocas más
recientes que, además, contradice la distribución en un nivel regional del
culto que se tributaba a ciertos animales. Esta distribución regional del culto
a los animales y las deidades con ellos asimiladas (probablemente una tradición
muy arcaica, como pudiera deducirse del “rey-escorpión” predinástico) podría
implicar la persistencia de figuras de seres extrahumanos cercanas al modelo
del antepasado mítico, que suelen poseer connotaciones animales y un papel
generador en ciertos lugares o ciudades (Khnum-carnero; Nekhbet-buitre blanco[1]).
Al unificarse el país
bajo la conducción de un único soberano, la necesaria unificación religiosa
implicó el predominio de la teología de Heliópolis, que trazó una visión
universal del mundo divino organizado jerárquicamente. Este proceso de
unificación y ordenamiento organizado del panteón, deja a cada ciudad sus
divinidades tutelares propias pero propicia una suerte de teocracia,
asimilación entre las divinidades, que adoptan así formas, funciones o
características de otras deidades. Este fenómenose aprecia en los nombres
compuestos (Ra-Atón; Amón-Ra). Las tradiciones locales se reelaboran desde una
perspectiva universal, hecho que no supone ni suprimirlas, ni siquiera
debilitarlas. Se trata de una integración en un panteón “orgánico” sistemático
del conjunto de divinidades, respetando las funciones singulares. En tal
sentido, no fue problemático que la teología de Heliópolis conviviera sin mayor
problema con la escuela de Hermópolis (que organizó una Ogdóada, de ocho dioses
distribuidos en parejas; un macho-sierpe y una hembra-rana). Ambas teologías,
en realidad, se integraron[2].
El sistema organizado
es una manera, en consecuencia, de
representar el mundo, cuyas formas son las deidades. Al establecer relaciones
estables entre las divinidades, y al organizarlas según un canon dinástico
clásico, se vislumbra una proyección de la estructura y jerarquía de la
sociedad egipcia. En un mundo paralelo, pero superior al humano, el rey, en su
condición de Horus (dios de la monarquía en muchas localidades), se convertirá
en un mediador y en el garante del orden cósmico.
A pesar de la armonía
que destiló el proceso unificador, hubo contradicciones y cada ciudad conservó
su propia mitología, en las que no hay figuras heroicas al modo de los héroes
griegos. Únicamente algunos elementos de Osiris se asemejan a los propios de
los héroes culturales, pues impone el orden en el mundo, libera a los seres
humanos de su condición salvaje y brutal y les enseña la agricultura. No
obstante, como señor del Más Allá no puede ser clasificado de héroe. El proceso
de ordenación del panteón divino y de la mitología, en su finalidad primordial,
que era legitimar la función divina del soberano, tuvo que, por necesidad,
reducir o simplificar, aquellos rasgos heroicos que pudieran estar presentes en
algunas figuras míticas. Además, en Egipto, el papel de mediadores entre el
mundo humano y el divino, cultura y naturaleza, o entre la alteridad y
humanidad, le correspondió a una pareja divina, de un lado, Horus y Osiris, y a
la encarnación humana de ambos, del otro, el monarca vivo y luego el rey
muerto.
Prof. Dr. Julio López Saco
Escuela de Historia, UCV
Doctorado en Historia, UCV
[1] Una función
específica de los dioses,así como de los difuntos, fue la capacidad de cambiar
y adoptar diversas formas. En tal sentido, un dios posee muchos ba porque puede aparecer con muchos
aspectos. El ba es un principio
inmaterial, vehículo del poder de quien lo posee, independiente del individuo
pero, a la vez, un doble con el que se puede “dialogar”. Se representa como un
ave con rostro humano.
[2] La Ogdóada expresa
los elementos constitutivos del desorden del cosmos, en tanto que la Enneada,
las etapas posteriores al caos, de ordenamiento. En una fase ulterior, Amón,
última figura de la Ogdóada, adopta rasgos antropomórficos y personales,
convirtiéndose en una deidad dinástica, en torno a la cual la teología tebana
configurará una “familia”.
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