Imágenes, de
arriba hacia abajo: pizarra de plomo dacia de Romula. Se representan dacios,
tracios o jinetes danubianos volando sobre el dragón dacio, que se encara
heráldicamente a la gran madre Bendis; necrópolis rupestre licia de Pinara; y otra
necrópolis rupestre licia, en este caso la de Myra (Demre).
Las
primeras menciones históricas de los ilirios se encuentran en las fuentes
griegas, y se fechan en el s. v a.e.c. Heródoto y Aristófanes los mencionan,
así como Estrabón, que señala el nombre del lugar que habitaban como Iliria. Los
romanos tomaron el nombre de los griegos y llamaron al territorio de estos
pueblos Illyria o Illyricum. Apiano, por su parte, dice que el
nombre deriva del de Ilirico, su mítico fundador, un hijo del ciclope Polifemo
y de la ninfa Galatea.
La
Iliria histórica estaba ubicada en territorios que hoy corresponden a la ex
Yugoslavia y Albania, a orillas del Adriático. Hacia el Sur la región iliria se
extendía hacia Macedonia y el Épiro griego. Si bien algunos arqueólogos han
creído encontrar razones para pensar que los ilirios llegaron a sus regiones
históricas en tomo al 1000 a.e.c., como portadores de la cultura de Hallstatt,
los lingüistas señalan que hablantes de la variedad indoeuropea que conocemos
como ilirio pudieron haber estado en la zona desde antes y haber absorbido la
migración del I milenio y asimilado ese horizonte cultural sin cambiar su
identidad.
Es
el siglo III a.e.c. cuando comienzan a proliferar las noticias relativas a los
ilirios. Así, por ejemplo, en 231, aliados con Macedonia, y encabezados por un
rey de nombre Agron, vencieron a los etolios. La viuda de este soberano, Teuta,
envió una escuadra contra Sicilia con la intención de conquistar las colonias
griegas costeras. Sin embargo, incidentalmente entraron en conflicto con Roma
quien, después de dos siglos, acabaría anexando Iliria y convirtiéndola en
provincia romana.
Los
ilirios, al igual que otras poblaciones indoeuropeas, se dividían en tribus. De
ellas son históricamente conocidas la de los Ardeos, Albanos, Dálmatas,
Dárdanos y Molosos. Si bien cada tribu era una unidad política independiente,
gobernada por un consejo de ancianos que escogía cada cierto tiempo un mandatario,
en ocasiones una de las tribus adquiría un liderazgo relativamente duradero sobre
las demás, y lograba agruparlas en una suerte de reino (como el del mencionado
Agron y Teuta). Buenos luchadores y
marineros expertos ejercieron la piratería en el Adriático a bordo de naves
ligeras. El imperio romano aprovechó para su causa el carácter belicoso de los ilirios,
en tanto que los empleó habitualmente en
las legiones. Ilirios fueron, así mismo, algunos emperadores, como Diocleciano,
Aureliano y el mismísimo Constantino el Grande. Con la división del Imperio
romano, el Illyricum pasó a ser parte
del sector oriental, posteriormente incorporado a la esfera de influencia de
Bizancio.
Hay
constancia, según San Isidoro, que el ilirio todavía se hablaba entre la gente
inculta y sin cristianizar a finales del siglo IV o principios del V. No
obstante, no tenemos testimonio explícito
de este estado de cosas hasta el siglo VII, cuando los eslavos penetraron en
los Balcanes y eslavizaron la antigua Iliria. Si el albanés es el descendiente
moderno del ilirio, como parece muy probable,
resultaría palmario que la romanización nunca fue verdaderamente
completa en la región.
En
torno al epígrafe ilirio se ubican cuatro conjuntos lingüísticos, el véneto, el
mesapio, el albanés y el ilirio en un sentido estricto del término. De la
lengua hablada, no obstante, se sabe muy poco. Solamente se cuenta con algunas
glosas, como deuadai, denominación
dada a los sátiros, y sabaia o sabaium, una bebida, especie de zumo hecho de
trigo. En la onomástica, sobre todo en la toponimia, existen, sin embargo,
algunos ejemplos notables, como Bulsinus, Metubarbis, Nedinum, y Pelso.
También entre los nombres propios de persona, como es el caso de Oplus, Darmocus,
Oplica y Vescleves, Kalas, Clevatus, Etuta, Gentius, Apio,
Apludus, Baracio, Barcinus, Cato o Panentius y Varro, entre otros.
La antigua región de Dacia se encontraba ubicada en la
ribera septentrional del Danubio, delimitada en el norte y el nordeste por los
Cárpatos Orientales. Sería una prolongación septentrional de Tracia. En las
fuentes griegas su mención es realmente tardía. Sin embargo, es posible que hacia la
cuarta centuria a.e.c. hubiera dacios en los mercados de esclavos atenienses y
que se aluda a ellos a través del nombre de esclavo Daos, muy usual en la comedia ática. Ya en
la época helenística se sabe que los dacios empezaron a explotar las minas de hierro,
oro y plata y a comerciar con Grecia. Es muy probable, también, que los dacios
sufrieran la influencia de sus vecinos orientales, los escitas.
Las diferentes tribus dacias hacían vida la mayor parte
del tiempo sin organización política centralizada ni cohesión. Sin embargo, hacia
60 a.e.c. un tal Burebista consiguió unificar bajo su reino casi toda la Dacia
histórica. Si bien a su muerte el reino se dividió, los dacios comenzaron a
atravesar paulatinamente la frontera y a saquear territorios del Imperio romano.
En tal sentido, Augusto se vio obligado a establecer en Moesia una guarnición.
Tras etapas de relativa paz, se renovaron periódicamente los conflictos, que se
tradujeron en la definitiva conquista de Dacia y su anexión al Imperio por
mediación de Trajano en 106.
Un sector de la población fue masacrada y una parte
obligada a desplazarse hacia el Norte. Fue en este instante cuando Dacia fue
colonizada por gentes romanizadas provenientes de diversas regiones del
Imperio, específicamente de Siria y Asia Menor. No obstante, la ocupación
romana fue realmente efímera y despreocupada. Hasta tal punto fue de esta
manera que a fines del siglo III Aureliano abandonó la región de Dacia[1].
Algunos de los rasgos característicos dacios se pueden
desentrañar de los relieves en la columna de Trajano. Habría dos clases de
dacios, los agricultores y los
guerreros. Con posterioridad a la conquista, y a pesar de haber sido en su
mayoría diezmados o deportados, parece que los dacios continuaron divididos en
dos clases sociales. Por un lado, la clase alta (pileati), que portaba
una especie de gorro de fieltro (pileum) y, por la otra, la baja (capillati)
que usaba el pelo largo. Característica esencial de Dacia es la presencia
de lugares de asentamiento fortificados en lugares elevados, tal y como se
puede observar en el emplazamiento de lo que fue su capital, Sarmizegetusa, en
donde se han descubierto una serie de construcciones, algunas de carácter
religioso.
A partir del abandono romano, Dacia estuvo sometida a
una auténtica marea de invasiones. Por su territorio pasaron godos, gépidos, avaros,
eslavos, búlgaros, pechenegos, kumanos y magiares. Restos de su lengua, dacio
o daco-misio, se encuentran,
muy pocos, en la onomástica, por ejemplo en algunos topónimos, caso de Cárpatos
y Odessa, o en nombres como Acidava, Pratidava y Rusidava.
El
antiguo reino de Licia debió centrarse en las estribaciones occidentales de las
montañas del Tauro. Licia aparece mencionada en los textos egipcios, hititas y
ugaríticos del II milenio a.e.c. En la Ilíada figura como una aliada de
Troya contra los aqueos. Sarpedón, su rey, pierde la vida en esa guerra, al
igual que ocurre con Glauco, un honorable héroe que cambia su armadura de oro
por una de bronce a su amigo Diomedes. Asentados en la costa, los licios disponían
de una escuadra con la que atacaban de vez en cuando Chipre. En varios
documentos egipcios se les menciona como aliados de los hititas contra Ramsés
II en la célebre batalla de Kadesh. En consecuencia, es muy probable que fuesen
tributarios del Reino Hitita si bien no se descarta que desde aquella época
existiera ya en Licia cierta influencia griega.
Las
ciudades licias estaban gobernadas por consejos de ancianos (especie de
senados). Un rasgo que pudo ser adquirido del substrato pre indoeuropeo tiene
que ver con elementos propios de instituciones matriarcales que se vislumbran
en la sociedad licia, pues según relata Heródoto, en Licia perduraba la
descendencia matrilineal. La lengua de Licia es la forma que el luvita o quizá
un dialecto luvita adoptó en el I milenio a.e.c. Es bastante posible que
existieran dos dialectos licios, el licio propiamente dicho, en el que se
encuentran la mayoría de las inscripciones halladas, y el denominado milio.
Al norte de Licia estarían
ubicados los lidios quienes, a diferencia de los licios, no aparecen
mencionados en ninguna de las fuentes del II milenio a.e.c. Homero sitúa en la
región aparentemente ocupada por Licia al pueblo de los meones. Algunos
estudiosos opinan que los lidios serían mismo pueblo que Homero llamaba meones. Las crónicas asirias nos
proporcionan, a mediados del siglo VII a.e.c., en época de Asurbanipal, la
primera mención histórica de este pueblo y de su rey Giges. En virtud de esta
mención tan tardía pudiera concluirse que fueron los lidios inmigrantes
recientes en la región.
El
reino de Lidia surgió, en cualquier caso, en medio de los trastornos que en el
siglo VII a.e.c. acontecieron en la zona por culpa de la invasión de escitas y
cimerios, aprovechando la destrucción del reino de Frigia, su más poderoso
vecino septentrional. La primera mención griega de los lidios la encontramos en
Mimnermo, que rememora en sus poemas la conquista de su ciudad natal, Colofón,
por el mencionado soberano Giges en 630 a.e.c. El monarca lidio más conocido
es, con diferencia, Creso, famoso por su legendaria opulencia y porque fue el
responsable de la conquista de Éfeso a mediados del siglo VI. No obstante, el
reino de Lidia tuvo una vida realmente efímera, de algo más de un siglo. Hacia
540 a.e.c. fue asolado y anexionado al Imperio Persa. Algo que, sin embargo,
han dejado a la posteridad los lidios
pudo ser la moneda acuñada, pues se han considerado, según varias tradiciones
griegas, los inventores de la moneda como instrumento del comercio.
Por
su parte, el territorio que en la antigüedad se conoció con el nombre de Caria,
estaba situado en la región costera al norte de Licia. Los carios hablaban una
lengua de filiación indoeuropea anatolia
que se vincularía dialectalmente con el licio y con otras dos lenguas del grupo
luvita, conocidas como el pisidio y el sidético.
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. Caracas. FEIAP-UGR.
[1] Para
algunos especialistas la retirada romana habría sido únicamente militar y
administrativa, en tanto que las poblaciones latinas de Dacia se habrían
mantenido en su sitio, más o menos estables, sobreviviendo a una serie de
invasiones posteriores. En cambio, para otros, la cadena de invasiones acabó
con la población romanizada originaria, erradicando el latín. Posteriormente se
produciría una nueva latinización a manos de los valacos balcánicos, que habrían emigrado desde regiones
meridionales. De hecho, los valacos se tienen a sí mismos como descendientes
directos de las poblaciones romanizadas de Iliria, Moesia y Dacia.
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