Disco de Enheduanna, hija del rey Sargón I de Acad y de la princesa Thaslultum. Fue sacerdotisa en el templo de Nanna. Museo de la Universidad de Pensilvania.
El
mito de Harab, acadio, que ya se conocía en el segundo milenio a.e.c., aunque
se recuperó en una tablilla copiada en época neobabilonia, se refiere a la
teogonía de la ciudad de Dumnu, localidad desconocida, si bien se piensa que
pudo ser un enclave próximo a Isin. El relato de esta teogonía local de
organiza alrededor de las siete primeras generaciones conocidas, estructuradas
en parejas. Es una teogonía que recurre, como otros casos conocidos, al incesto
y también a los crueles asesinatos que permiten obtener el poder.
Se
cuenta que al principio de los tiempos, pero cuando ya existía el poder, había
un dios de nombre Harab, cuyo significado es arado. Este dios se casa con Ki,
la tierra, y ambos tienen la pretensión de transformar las tierras áridas en
otras de cultivo. Gracias al arado crean Aaba, la Mar, y posteriormente
engendran a Amakandu, deidad de los animales salvajes. Solamente después
edifican la ciudad de Dumnu. Naturalmente, sería Harab el dueño del poder
señorial sobre la ciudad.
Ki
se unió a su hijo Amakandu. Este tomó a su madre por esposa y asesinó a su
padre, apoderándose de su poder señorial. Posteriormente tomaría a Mar, su
hermana primogénita, también como esposa, pero Lahar, el hijo de Amakandu y
deidad del ganado, mató a Amakandu y lo enterró en Dumnu. Tomó a Mar, su madre,
como mujer que, a su vez, había degollado a Ki (Tierra), la madre de ésta.
Después de todas estas muertes violentas, que suponen la lucha por el poder,
Lahar se haría con el señorío y la realeza.
Posteriormente,
siguiendo los procedimientos anteriores, el hijo de Lahar tomaría a Idda, su
hermana, como esposa, matando a Lahar su padre y también a su madre para
depositar ambos cadáveres juntos en la misma tumba, arrogándose de tal manera
con ello la soberanía y el señorío. Otro hijo de Lahar había tomado también por
esposa a otra de sus hermanas, de nombre Uaildak, que era la deidad de la
vegetación que crece espontáneamente.
El
mito nos sigue contando, manteniendo esta tónica de emparejamientos y muertes,
que otra deidad tomaría como esposa a Ningeshtinna, por supuesto su hermana y,
a la par, diosa de la viña, formando así la sexta pareja. El dios mató a su padre y a Uaildak, su
madre, inhumándolos a ambos en el mausoleo familiar o dinástico. De esta
manera, el señorío y el poder regio quedarían en sus manos. Finalmente, el hijo
de Haharnum se casó con su propia hermana y configuraron así la séptima pareja.
Como no podía ser menos, asesina a sus padres y toma los poderes.
De
este modo, incesto, relaciones familiares, genealógicas y muerte se entrelazan
como medios adecuados para obtener el poder regio y consolidar así un proceso
dinástico divino, luego reflejado en la sociedad humana.
La
Balada de los héroes de antaño es, en realidad, una balada sumeria que era
objeto de estudio en las escuelas y que llegó a la época babilónica al
traducirse al acadio. Se conoce gracias a varias copias halladas en Sippar,
Ugarit y Emar (o Meskene). Pretende ser un recordatorio de tiempos pretéritos
que ya nunca más podrán ser experimentados. Es un texto de carácter sapiencial pero que fue organizado y
estructurado como una canción de taberna. Por ese motivo, en el texto se
considera que es mejor estar ebrio que desesperarse por las cosas que ocurren y
vivir angustiado, alabando así una suerte de carpe diem mesopotámico.
En
su desarrollo se señala que de los días del pasado solamente el viento
permanece y que toda la vida no deja de ser más que un instante efímero y
pasajero, el guiño de un ojo, un ligero y rápido pestañeo.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, mayo, 2020.
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