Imágenes:
buda sedente en bronce y pomo de báculo irlandés
El
yacimiento de Helgö es un antiguo asentamiento ubicado en lo que actualmente es
un lago en Suecia llamado Mälaren (o Malar), en una ensenada que antaño
destacaba en el mar Báltico. El núcleo habitado fue fundado en el siglo III con
una más que probable intención comercial y manufacturera. Su próspera actividad
estuvo en auge, según los arqueólogos, unos cuatro siglos. Debió contar con una
amplia red de contactos mercantiles, tal y como se atestigua de los hallazgos
encontrados en el yacimiento, y que hoy se pueden admirar (como yo mismo hice
en su momento) en el Museo Nacional de Historia Sueca de Estocolmo. Algunos de
tales objetos consistían en casi medio centenar de monedas de oro, datadas en
los siglos V y VI y acuñadas tanto en la zona oriental como occidental del
decadente (o extinto, como se quiera ver) Imperio romano, numerario árabe y
fragmentos de vidrio franco, Por su lejana procedencia y, dirían algunos por su
exotismo, destacan además un cucharón del Egipto copto, el puño de un báculo
irlandés y, por encima de cualquier otro objeto, una pequeña estatua en bronce
de un sedente Buda, fechado en el siglo V y procedente de talleres de
Cachemira.
Tal
pieza, objeto del mayor interés, pudo llegar a su destino de diferentes
maneras; o bien por mediación de la Ruta de la Seda hacia el mar Negro, y de
ahí al Báltico, o bien desde la misma India al mar Caspio y, a través del
Volga, aguas arriba, arribar al norte. Parece que pudo ser un talismán, dado su
pequeño tamaño, que algún mercader llevaría consigo colgado del cuello. Tan
relevante ha resultado el hallazgo que el gobierno sueco emitió un sello
conmemorativo con la imagen de la figura hace unos pocos años. Surge aquí un
interrogante, que ni evidencia debe ser, ni menos todavía prueba, pero que
resulta al menos inquietante: ¿tendrá algo que ver en la presencia de este
singular objeto (por su procedencia que no por su manufactura), que los últimos
estudios genéticos hayan demostrado la existencia de esclavos en estas nórdicas
regiones de procedencia pakistaní, iraní o del Kurdistán?. Pues ahí queda la
pregunta; sin respuesta…todavía. En cualquier caso, recuérdese aquello que decía Hermann Kern, de que en el
laberinto, uno no se pierde, se encuentra; uno no encuentra al Minotauro, se
encuentra a sí mismo (lo que ocurre es que, en ocasiones, se tarda bastante).
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, junio, 2020
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