18 de agosto de 2017

La historiografía helenizante en la etapa imperial romana

Durante un dilatado período de tiempo, de varios siglos de duración, existió un elevado número de historiadores que desarrollaron su quehacer histórico. Algunos lo hicieron con visiones universalistas, otros, se limitaron a su época; algunos más lo llevaron a cabo siguiendo una metodología analística, casi de crónica, mientras que otros, con resabios de categorización formal de los hechos acontecidos. La mayoría, en cualquier caso, inoculados de paideía helénica y pagana.
Lo cierto, no obstante, es que ciertos autores no encajan del todo bien en la esfera de la historiografía. Se trata aquellos que, muy probablemente, deberían ser estudiados en contextos diferentes al historiográfico. Así, por ejemplo, sería el caso de Ateneo y Estobeo (en un contexto filológico de la Antigüedad), o el del reconocido Pausanias (en el de la geografía y los periplos). Son varios los nombres que se pueden mencionar en tales casos. El macedónico Polieno, autor de Estratagemas, una obra que trata una serie de curiosidades militares, dedicadas a los emperadores Lucio Vero y Marco Aurelio, es uno de ellos. Análogo a Polieno es Onasandro, autor del tratado Estratégico en tiempos de Claudio, y Eliano[1] con sus Tácticas. Otro sería Flegón de Tralles, quien escribió una obra que lleva por título Sobre prodigios y hombres longevos.
Hubo una serie de autores que se dedicaron a recoger noticias de todo tipo y condición. Entre estos cabe mencionar a Ateneo de Naucratis, que compuso un Banquete de los sofistas, una obra de enorme utilidad filológica, y a Diógenes Laercio, con su conocida Colección de vidas y opiniones de filósofos, un trabajo que colma lagunas de ignorancia sobre la antigua filosofía griega. También debe mencionarse a Juan Estobeo, un autor del siglo V, que escribió una Antología, repleta de pasajes de poetas y prosistas. Finalmente, no se puede relegar al olvido a Pausanias, un periegeta, que elaboró magistralmente su Descripción de la Hélade. Pausanias, en última instancia, es importante porque describe lugares y monumentos, pero también porque aporta innumerables noticias sobre temas históricos y mitológicos.
La lista de los egregios representantes de la historiografía debe iniciarse con Apiano (siglos I-II), autor de una Historia Romana en veinticuatro libros. Fue procurador imperial (de Antonino Pío, Lucio Vero y Marco Aurelio). La propuesta de Apiano fue la de escribir una Historia romana desde los remotos y míticos comienzos, esto es, desde la llegada de Eneas a Italia. Se inserta, en consecuencia, en la esfera de los historiadores universalistas. Entre los libros IV y XII narra los hechos y las guerras de los romanos contra los pueblos extranjeros, en tanto que en los siguiente cinco libros habla sobre las Guerras Civiles (XIII-XVII)[2].
Roma constituye el centro de la estructuración histórica de Apiano. Roma provoca una proyección hacia afuera (dominación de pueblos), una realidad historiada en los libros étnicos y también hacia adentro, hacia sí misma, realidad reflejada en los cinco libros de las Guerras civiles, cuya dimensión política es relevante. Roma es, en consecuencia, el fundamento histórico y gráfico de la obra.
Apiano, en fin, es una fuente primordial para determinadas parcelas de la historia, como ocurre con los acontecimientos de la tercera Guerra Púnica, los sucesos que rodean las Guerras celtíbero-lusitanas,  o acerca de la fundación de localidades como Itálica.
Lucio Flavio Arriano, originario de Nicomedia, llegó a ser sacerdote de Deméter, gobernador de la provincia de Capadocia (entre 131 y 137) como legado de Augusto y arconte epónimo de Atenas a partir de 138[3]. El cargo de gobernador resultaría fundamental en la adquisición de una serie de conocimientos geográficos y militares luego plasmados en el Periplo del Ponto Euxino[4] y en una obre titulada Táctica. Arriano escribió libros de disertaciones o Diatribas y un Manual de la doctrina de Epicteto. Estas últimas obras mencionadas pudieron ser escritas alrededor del año 120. Otras obras relevantes fueron Cinegético y Anábasis de Alejandro (esta última con un apéndice que es Historia de India).
Resulta interesante comprobar que para sus contemporáneos Arriano fue considerado sobre todo un filósofo. Así lo etiqueta Lucio Gelio Menandro, en tanto que Luciano le considera discípulo de Epicteto. Debería tenerse en cuenta, tal vez, que su historiografía ofrecía, digamos, un tono epistemológico tal que pudiera ser expresado por un vocablo genérico próximo a “conocimiento”, más asociado a la filosofía.
Desde su obra Cinegético Arriano comienza a realizar sus trabajos más propiamente históricos. Entre los mismos se encuentra la Anábasis de Alejandro, un homenaje a Jenofonte, así como la Historia de Bitinia, en la que se narra la historia de su lugar de origen, desde los arcaicos comienzos hasta el fallecimiento de Nicomedes IV Filópator en 74 a.e.c. Finalmente, otras dos obras históricas de las que se tiene conocimiento son la Historia posterior a Alejandro, una historia de los diadocos, y la Historia de los partos, cuyo contenido histórico fueron las guerras llevadas a cabo por Trajano contra los partos.
Casio Dion Cocceyano (Dión Casio según el ordenamiento griego), fue natural de Nicea, en Bitinia. Fue hijo de un gobernador provincial, cónsul y senador (Casio Aproniano), y probablemente fue pariente de Dión Crisóstomo. Debió ser senador al final del reinado de Cómodo, hacia 190. Pertinax le designo pretor en 194, pero el cargo lo desempeñó durante el gobierno de Septimio Severo. En tiempos de Severo Alejandro gozó de grandes privilegios, pues fue  nombrado procónsul de África, hacia  223, y posteriormente administró como legado de Augusto, Dalmacia y Panonia Superior. En 229 es nombrado cónsul ordinario.
A pesar de su desempeño público, su vida transcurrió con sosiego y en un contexto de relaciones intelectuales, con un sofista tesalio de nombre Filisco, con Filóstrato y con el círculo filosófico de Julia Domna. Una vez apartado de los asuntos públicos, entrado el siglo III, se retiró a escribir. Ese será el período destacado en la elaboración de su obra histórica.
La obra fundamental de Casio Dión se titula Historia romana. En ella se narra la realidad histórica que discurre desde la llegada de Eneas desde Troya a Italia, hasta el año 229, momento de su segundo consulado. Emplea un método (analítico) que ya era conocido, el de la recolección de notas, y luego una redacción esencialmente literaria, aunque con el matiz de que la selección puntual se hacía en el momento de la redacción. En cualquier caso, no fue un historiador que se dedicase a contrastar las fuentes de una forma objetiva.
Los primeros cincuenta libros, de un total de ochenta, abarcan la realidad histórica que va desde los Reyes hasta el final de la República, mientras que los restantes lo que acontece hasta el año 229. Hay en Casio una imitación de Tucídides pero también una relevancia dramática y de colorido emocional, enmarcadas en la historiografía trágica, de influencia retórica. No obstante, entiende que la historiografía debe evitar los detalles y trivialidades, en tanto que la naturaleza de la historia consiste en contrastar los hechos con principios racionales básicos, al modo de lo que haría Polibio.
Herodiano, del que se sabe bastante poco (tal vez sirio o anatólico de origen), escribió una Historia de Roma después de Marco Aurelio. La realidad que historia comprende el período temporal que discurre entre la muerte de Marco Aurelio y el inicio del gobierno de Gordiano III (238). La fecha de publicación de su  Historia debe fijarse hacia 250-253. Es bastante probable que Herodiano haya sido un esclavo o un liberto imperial, además de un funcionario de bajo rango de la administración pública.
La obra se divide en ocho libros, cada uno de ellos dedicado a uno o dos emperadores, desde Cómodo a Gordiano II[5]. Sin ninguna duda, la obra de Herodiano resulta imprescindible para conocer la realidad histórica de una sección relevante del siglo III. Su fuente indiscutible (salvo para unos pocos estudiosos, como Cassola o E. Hohl), más significativa fue Casio Dión.
Publio Herenio Dexipo y Eunapio de Sardes fueron otros dos historiadores de cierto renombre. El primero fue un ateniense que vivió hasta el último cuarto del siglo III. De la estirpe de los Cérices desempeñó oficios de renombre, entre ellos el de alto sacerdote, agonoteta y arconte epónimo. Focio le atribuye varias obras: Historia de los sucesos después de Alejandro, Abreviación Histórica y una Historia de los escitas[6]. La Historia de los Diádocos es únicamente un resumen de la obra de Arriano, mientras que Abreviación histórica corresponde a  la obra conocida como Crónica, su obra principal. El contenido de esta obra abarca desde los tiempos arcaicos hasta el reinado de Claudio.
Eunapio de Sardes, por su parte, escribió una obra de historia que es la continuación de la de Dexipo, abarcando desde el año 270 hasta 404, a comienzos del siglo V. Es una obra denominada Vidas de Filósofos y Sofistas. En Atenas, Eunapio fue discípulo del sofista Proheresio y posteriormente en Lidia le propondrían una cátedra de sofista. En Sardes se inició en la filosofía neoplatónica de Jámblico de la mano de Crisantio.
Su obra Vidas de Filósofos y Sofistas, escrita en 395 o algo después, es un homenaje a la cultura filosófica y literaria de la segunda mitad del siglo IV. Establece en ella la unidad de paideia griega y de religión pagana. Gracias a Focio su denominación usual como Crónica ha trascendido.
Según su propia concepción, la historia debe buscar un fin edificante y moralista (la paideia griega). La virtud y la sabiduría se hallan en los acontecimientos y en los propiciadores de tales hechos. Es por eso que su secuencia temporal es la secuencia biológica de los emperadores. El talante filosófico de Eunapio le conduce hacia los hechos sin ninguna fijación temporal, así como hacia el emperador Juliano, como convergencia histórica y representante máximo de la paideia griega aludida.
De la vida de Olimpiodoro también se conoce muy poco. Según los datos que aporta Focio (la obra de Olimpiodoro se conserva en los fragmentos de la Biblioteca de este autor), pudo haber nacido hacia 380, y haber desarrollado una actividad diplomática al servicio de Teodosio II en oriente, al que dedicó su historia. No obstante, es probable que también haya estado al servicio de Honorio, en occidente. Hay mayor seguridad en el hecho de que viajó mucho y que se movió en un círculo neoplatónico. Tal es así que Hierocles, neoplatónico y pagano, le dedicó una obra titulada Sobre la providencia y el destino. Viajó también a Egipto (de hecho se le atribuyen los fragmentos de una Blemmyomachia sobre un papiro), y estuvo en Roma, probablemente para la coronación de Valentiniano III.
Los fragmentos de la obra de Olimpiodoro se refieren al mundo occidental romano, y solamente se conocen gracias a una compilación realizada por Focio. También se puede deducir de las últimas secciones de la Historia Nueva de Zósimo. Su obra histórica puede ser datada, con relativa fiabilidad, a partir de 425 o 427.
Zósimo es un autor que se conoce, únicamente, por intermediación de Focio, quien le atribuye una obra de historia en seis libros (que pudo haber escrito después del año 425). Su historia haría un recorrido desde Augusto hasta el sitio de Roma por Alarico. Según Focio, Zósimo era un pagano culto que pudo haber vivido un tiempo en Constantinopla.
El título de la obra de Zósimo, según consta en el manuscrito Vaticanus Graecus 156, es el de Historia Nueva, aunque Focio habla de Nueva Edición. La amplitud de su contenido histórico es bastante variable, pues es muy extenso para el primer libro y verdaderamente escaso el del libro tercero, que casi únicamente contempla la figura de Juliano. También resulta muy desigual en relación a las esferas históricas de Oriente y Occidente, sin que exista equilibrio alguno. De los contenidos se destacan, sobremanera, algunos capítulos del libro segundo, en donde Zósimo vierte su acérrimo odio contra Constantino, ofreciendo una versión pagana de la conversión de aquel al cristianismo.
Por otra parte, finalmente, las fuentes de Zósimo fueron Eunapio y Olimpiodoro, entre otros autores posibles[7].

Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.



[1] Las obras de Claudio Eliano Sobre la naturaleza de los animales, una obra repleta de curiosidades, así como Historias varias, se toman, por el contrario, con una mayor seriedad historiográfica.
[2] En los libros XVIII al XXI Apiano referiría una historia de Egipto. Focio extiende las Guerras civiles hasta el libro XXI porque los protagonistas fueron romanos: Antonio, Cleopatra y Octavio.
[3] Arriano habría sido designado también, previamente, cónsul suffectus y procónsul de la Bética, en torno a 125.
[4] El Periplo del Ponto Euxino es una suerte de informe, dedicado a Adriano, inspirado  en Menipo de Pérgamo, concretamente en su obra Periplo del mar interior. Este escrito combina una faceta práctica y teórica, al igual que en la Alánica y el tratado Táctica. Este último recuerda pasajes de las Tácticas de Eliano Táctico (que a su vez deriva de Asclepiódoto, discípulo de Posidonio). Los expertos (E.L. Wheeler) han considerado muy probable que el tratado sea una composición para homenajear las vicennalia de Adriano.
[5] Solamente Septimio Severo cabalga dos libros. Además, Macrino es puente entre Caracalla y Heliogábalo.
[6] Esta Historia trataba de la invasión de los godos en el Imperio romano desde 238 hasta 274, el final del reinado de Aureliano.
[7] El pragmático Zósimo (según D.C. Scavone) señala que Heródoto inspiró su concepción  teológica de la historia, mientras que Polibio confirió autoridad a su intencionalidad histórica, ya que si bien este último historió el origen y ascenso del Imperio romano, Zósimo hizo lo propio con su decadencia.

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