Durante
un dilatado período de tiempo, de varios siglos de duración, existió un elevado
número de historiadores que desarrollaron su quehacer histórico. Algunos lo
hicieron con visiones universalistas, otros, se limitaron a su época; algunos
más lo llevaron a cabo siguiendo una metodología analística, casi de crónica,
mientras que otros, con resabios de categorización formal de los hechos
acontecidos. La mayoría, en cualquier caso, inoculados de paideía helénica y pagana.
Lo
cierto, no obstante, es que ciertos autores no encajan del todo bien en la
esfera de la historiografía. Se trata aquellos que, muy probablemente, deberían
ser estudiados en contextos diferentes al historiográfico. Así, por ejemplo,
sería el caso de Ateneo y Estobeo (en un contexto filológico de la Antigüedad),
o el del reconocido Pausanias (en el de la geografía y los periplos). Son
varios los nombres que se pueden mencionar en tales casos. El macedónico Polieno,
autor de Estratagemas, una obra que trata una serie de curiosidades
militares, dedicadas a los emperadores Lucio Vero y Marco Aurelio, es uno de
ellos. Análogo a Polieno es Onasandro, autor del tratado Estratégico en
tiempos de Claudio, y Eliano[1]
con sus Tácticas. Otro sería
Flegón de Tralles, quien escribió una obra que lleva por título Sobre
prodigios y hombres longevos.
Hubo
una serie de autores que se dedicaron a recoger noticias de todo tipo y
condición. Entre estos cabe mencionar a Ateneo de Naucratis, que compuso un Banquete de los sofistas, una obra
de enorme utilidad filológica, y a Diógenes Laercio, con su
conocida Colección de vidas y opiniones de filósofos, un trabajo que
colma lagunas de ignorancia sobre la antigua filosofía griega. También
debe mencionarse a Juan Estobeo, un autor del siglo V, que escribió una Antología,
repleta de pasajes de poetas y prosistas. Finalmente, no se puede relegar al
olvido a Pausanias, un periegeta, que elaboró magistralmente su Descripción
de la Hélade. Pausanias, en última instancia, es importante porque describe
lugares y monumentos, pero también porque aporta innumerables noticias sobre
temas históricos y mitológicos.
La
lista de los egregios representantes de la historiografía debe iniciarse con
Apiano (siglos I-II), autor de una Historia Romana en veinticuatro libros. Fue
procurador imperial (de Antonino Pío, Lucio Vero y Marco Aurelio). La propuesta
de Apiano fue la de escribir una Historia romana desde los remotos y
míticos comienzos, esto es, desde la llegada de Eneas a Italia. Se inserta, en
consecuencia, en la esfera de los historiadores universalistas. Entre los
libros IV y XII narra los hechos y las guerras de los romanos contra los pueblos
extranjeros, en tanto que en los siguiente cinco libros habla sobre las Guerras
Civiles (XIII-XVII)[2].
Roma
constituye el centro de la estructuración histórica de Apiano. Roma provoca una
proyección hacia afuera (dominación de pueblos), una realidad historiada en los
libros étnicos y también hacia adentro, hacia sí misma, realidad reflejada en
los cinco libros de las Guerras
civiles, cuya dimensión política es relevante. Roma es, en consecuencia,
el fundamento histórico y gráfico de la obra.
Apiano,
en fin, es una fuente primordial para determinadas parcelas de la historia,
como ocurre con los acontecimientos de la tercera Guerra Púnica, los sucesos
que rodean las Guerras celtíbero-lusitanas,
o acerca de la fundación de localidades como Itálica.
Lucio
Flavio Arriano, originario de Nicomedia, llegó a ser sacerdote de Deméter, gobernador
de la provincia de Capadocia (entre 131 y 137) como legado de Augusto y arconte
epónimo de Atenas a partir de 138[3].
El cargo de gobernador resultaría fundamental en la adquisición de una serie de
conocimientos geográficos y militares luego plasmados en el Periplo del Ponto Euxino[4]
y en una obre titulada Táctica. Arriano escribió libros de disertaciones o Diatribas y un Manual de la doctrina de
Epicteto. Estas últimas obras mencionadas pudieron ser escritas alrededor del
año 120. Otras obras relevantes fueron Cinegético y Anábasis de
Alejandro (esta última con un apéndice que es Historia de India).
Resulta interesante comprobar que para sus
contemporáneos Arriano fue considerado sobre todo un filósofo. Así lo etiqueta
Lucio Gelio Menandro, en tanto que Luciano le considera discípulo de Epicteto.
Debería tenerse en cuenta, tal vez, que su historiografía ofrecía, digamos, un
tono epistemológico tal que pudiera ser expresado por un vocablo genérico
próximo a “conocimiento”, más asociado a la filosofía.
Desde su obra Cinegético Arriano comienza a
realizar sus trabajos más propiamente históricos. Entre los mismos se encuentra
la Anábasis de Alejandro, un homenaje
a Jenofonte, así como la Historia de Bitinia, en la que se narra la
historia de su lugar de origen, desde los arcaicos comienzos hasta el
fallecimiento de Nicomedes IV Filópator en 74 a.e.c. Finalmente, otras dos
obras históricas de las que se tiene conocimiento son la Historia posterior
a Alejandro, una historia de los diadocos, y la Historia de los partos,
cuyo contenido histórico fueron las guerras llevadas a cabo por
Trajano contra los partos.
Casio Dion Cocceyano (Dión Casio según el ordenamiento
griego), fue natural de Nicea, en Bitinia. Fue hijo de un gobernador
provincial, cónsul y senador (Casio Aproniano), y probablemente fue pariente de
Dión Crisóstomo. Debió ser senador al final del reinado de Cómodo, hacia 190.
Pertinax le designo pretor en 194, pero el cargo lo desempeñó durante el
gobierno de Septimio Severo. En tiempos de Severo Alejandro gozó de grandes
privilegios, pues fue nombrado procónsul
de África, hacia 223, y posteriormente
administró como legado de Augusto, Dalmacia y Panonia Superior. En 229 es
nombrado cónsul ordinario.
A pesar de su desempeño público, su vida transcurrió
con sosiego y en un contexto de relaciones intelectuales, con un sofista
tesalio de nombre Filisco, con Filóstrato y con el círculo filosófico de Julia
Domna. Una vez apartado de los asuntos públicos, entrado el siglo III, se
retiró a escribir. Ese será el período destacado en la elaboración de su obra
histórica.
La obra fundamental de Casio Dión se titula Historia
romana. En ella se narra la
realidad histórica que discurre desde la llegada de Eneas desde Troya a Italia,
hasta el año 229, momento de su segundo consulado. Emplea un método (analítico)
que ya era conocido, el de la recolección de notas, y luego una redacción
esencialmente literaria, aunque con el matiz de que la selección puntual se
hacía en el momento de la redacción. En cualquier caso, no fue un historiador
que se dedicase a contrastar las fuentes de una forma objetiva.
Los primeros cincuenta libros, de un total de ochenta,
abarcan la realidad histórica que va desde los Reyes hasta el final de la
República, mientras que los restantes lo que acontece hasta el año 229. Hay en
Casio una imitación de Tucídides pero también una relevancia dramática y de
colorido emocional, enmarcadas en la historiografía trágica, de influencia
retórica. No obstante, entiende que la historiografía debe evitar los detalles
y trivialidades, en tanto que la naturaleza de la historia consiste en
contrastar los hechos con principios racionales básicos, al modo de lo que
haría Polibio.
Herodiano, del que se sabe bastante poco (tal vez
sirio o anatólico de origen), escribió una Historia
de Roma después de Marco Aurelio. La realidad que historia comprende el
período temporal que discurre entre la muerte de Marco Aurelio y el inicio del
gobierno de Gordiano III (238). La fecha de publicación de su Historia debe fijarse hacia 250-253. Es
bastante probable que Herodiano haya sido un esclavo o un liberto imperial, además
de un funcionario de bajo rango de la administración pública.
La obra se divide en ocho libros, cada uno de ellos
dedicado a uno o dos emperadores, desde Cómodo a Gordiano II[5].
Sin ninguna duda, la obra de Herodiano resulta imprescindible para conocer la
realidad histórica de una sección relevante del siglo III. Su fuente
indiscutible (salvo para unos pocos estudiosos, como Cassola o E. Hohl), más
significativa fue Casio Dión.
Publio Herenio Dexipo y Eunapio de Sardes fueron otros
dos historiadores de cierto renombre. El primero fue un ateniense que vivió
hasta el último cuarto del siglo III. De la estirpe de los Cérices desempeñó
oficios de renombre, entre ellos el de alto sacerdote, agonoteta y arconte
epónimo. Focio le atribuye varias obras: Historia de los sucesos después de
Alejandro, Abreviación Histórica y
una Historia de los escitas[6].
La Historia de los Diádocos es únicamente un resumen de la obra
de Arriano, mientras que Abreviación histórica corresponde a la obra conocida como Crónica, su obra principal. El contenido de esta obra abarca
desde los tiempos arcaicos hasta el reinado de Claudio.
Eunapio de Sardes, por su parte, escribió una obra de
historia que es la continuación de la de Dexipo, abarcando desde el año 270
hasta 404, a comienzos del siglo V. Es una obra denominada Vidas de Filósofos y Sofistas. En Atenas, Eunapio fue discípulo del
sofista Proheresio y posteriormente en Lidia le propondrían una cátedra de
sofista. En Sardes se inició en la filosofía neoplatónica de Jámblico de la
mano de Crisantio.
Su obra Vidas de
Filósofos y Sofistas, escrita en 395 o algo después, es un homenaje a la
cultura filosófica y literaria de la segunda mitad del siglo IV. Establece en
ella la unidad de paideia griega y de religión pagana. Gracias a Focio
su denominación usual como Crónica ha
trascendido.
Según su propia concepción, la historia debe buscar un
fin edificante y moralista (la paideia griega). La virtud y la sabiduría
se hallan en los acontecimientos y en los propiciadores de tales hechos. Es por
eso que su secuencia temporal es la secuencia biológica de los emperadores. El
talante filosófico de Eunapio le conduce hacia los hechos sin ninguna fijación
temporal, así como hacia el emperador Juliano, como convergencia histórica y
representante máximo de la paideia griega aludida.
De la vida de Olimpiodoro también se conoce muy poco.
Según los datos que aporta Focio (la obra de Olimpiodoro se conserva en los
fragmentos de la Biblioteca de este autor), pudo haber nacido hacia 380, y
haber desarrollado una actividad diplomática al servicio de Teodosio II en
oriente, al que dedicó su historia. No obstante, es probable que también haya
estado al servicio de Honorio, en occidente. Hay mayor seguridad en el hecho de
que viajó mucho y que se movió en un círculo neoplatónico. Tal es así que
Hierocles, neoplatónico y pagano, le dedicó una obra titulada Sobre la
providencia y el destino. Viajó también a Egipto (de hecho se le atribuyen
los fragmentos de una Blemmyomachia sobre un papiro), y estuvo en Roma, probablemente para la coronación
de Valentiniano III.
Los fragmentos de la obra
de Olimpiodoro se refieren al mundo occidental romano, y solamente se conocen
gracias a una compilación realizada por Focio. También se puede deducir de las
últimas secciones de la Historia Nueva de Zósimo. Su obra histórica
puede ser datada, con relativa fiabilidad, a partir de 425 o 427.
Zósimo es un autor que se
conoce, únicamente, por intermediación de Focio, quien le atribuye una obra de
historia en seis libros (que pudo haber escrito después del año 425). Su
historia haría un recorrido desde Augusto hasta el sitio de Roma por Alarico.
Según Focio, Zósimo era un pagano culto que pudo haber vivido un tiempo en
Constantinopla.
El título de la obra de Zósimo, según consta en el
manuscrito Vaticanus Graecus 156, es
el de Historia Nueva, aunque Focio
habla de Nueva Edición. La
amplitud de su contenido histórico es bastante variable, pues es muy extenso
para el primer libro y verdaderamente escaso el del libro tercero, que casi únicamente
contempla la figura de Juliano. También resulta muy desigual en relación a las
esferas históricas de Oriente y Occidente, sin que exista equilibrio alguno. De
los contenidos se destacan, sobremanera, algunos capítulos del libro segundo,
en donde Zósimo vierte su acérrimo odio contra Constantino, ofreciendo una
versión pagana de la conversión de aquel al cristianismo.
Por otra parte, finalmente, las fuentes de Zósimo
fueron Eunapio y Olimpiodoro, entre otros autores posibles[7].
Prof. Dr. Julio López Saco
UCV-UCAB. FEIAP-UGR.
[1] Las obras de Claudio Eliano Sobre la naturaleza
de los animales, una obra repleta de curiosidades, así como Historias
varias, se toman, por el
contrario, con una mayor seriedad historiográfica.
[2] En
los libros XVIII al XXI Apiano referiría una historia de Egipto. Focio extiende
las Guerras civiles hasta
el libro XXI porque los protagonistas fueron romanos: Antonio, Cleopatra y
Octavio.
[3] Arriano habría
sido designado también, previamente, cónsul suffectus
y procónsul de la Bética, en torno a 125.
[4] El Periplo del
Ponto Euxino es una suerte de informe, dedicado a Adriano, inspirado en Menipo de Pérgamo, concretamente en su
obra Periplo del mar interior. Este escrito combina una faceta práctica
y teórica, al igual que en la Alánica y el tratado Táctica. Este último recuerda pasajes de las Tácticas
de Eliano Táctico (que a su vez deriva de Asclepiódoto, discípulo de
Posidonio). Los expertos (E.L. Wheeler) han considerado muy probable que el
tratado sea una composición para homenajear las vicennalia de Adriano.
[5] Solamente Septimio Severo cabalga dos libros. Además,
Macrino es puente entre Caracalla y Heliogábalo.
[6] Esta Historia trataba de la invasión de los
godos en el Imperio romano desde 238 hasta 274, el final del reinado de
Aureliano.
[7] El pragmático Zósimo (según D.C. Scavone) señala que Heródoto inspiró su
concepción teológica de la historia,
mientras que Polibio confirió autoridad a su intencionalidad histórica, ya que
si bien este último historió el origen y ascenso del Imperio romano, Zósimo
hizo lo propio con su decadencia.
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