Fragmento
del texto babilónico del Poema de Gilgamés (MS 2652/1)
El
valor literario y repercusión histórica del Poema de Gilgamés es innegable.
Esta obra cumbre, originariamente sumeria, es considerada la primera gran
epopeya[1],
fruto de la labor compiladora y unificadora de una dilatada tradición oral que
recogía ciclos míticos relacionados con las hazañas de un rey, concretamente de
la ciudad de Uruk, que habría vivido hacia mediado el tercer milenio a.e.c. Se
iría fijando como texto a lo largo de un prolongado proceso de reelaboración
que finaliza en el siglo VII a.e.c.[2],
durante el reinado del rey asirio Asurbanipal, cuya época fue de gran esplendor
cultural, como demuestra la existencia de la biblioteca de Nínive.
El
poema, estructurado en doce tabillas, se centra en las aventuras de un
personaje semidivino, el rey Gilgamés, héroe hijo de una diosa (Ninsun) de la
que recibe fortaleza física y hermosura, y de un padre humano, parece ser que
un sacerdote (Lillah) del cual hereda la mortalidad, así como de otro
personaje, Enkidu, un salvaje contrincante que acabará siendo amigo del
soberano. El contenido argumental cuenta que los súbditos de Gilgamés, rey de
Uruk (hoy Warka), se sienten oprimidos por su despotismo. Con el deseo de poner
fin a tal situación suplican a las divinidades. Éstas crean y envían a Enkidu, como
una réplica y rival de Gilgamés, un ser salvaje que convive con animales. Sin
embargo, se hacen amigos y terminan compartiendo aventuras (el paso de las
montañas o la muerte del gigante Khumbaba, que moraba en el Bosque de los
Cedros).
De
regreso en Uruk, la diosa Isthar, protectora de la ciudad, y conocedora de las
hazañas del rey, se enamora perdidamente de Gilgamés. No obstante, la diosa es
rechazada, por lo cual le envía el Toro Celestial para acabar con su vida.
Enkidu mata a esta bestia y se burla de la deidad, desfachatez que le costará
la vida, pues como castigo Ishtar hace que Enkidu enferme y muera. Gilgamés,
destrozado, llora y homenajea a amigo, meditando sobre su propio destino. Decide
conquistar la inmortalidad, para lo cual sale en procura de Utnapishtim, quien
conoce el secreto de la misma, pues es uno de los sobrevivientes del Diluvio
universal que habían enviado los dioses. Después de varias fatigas y
peripecias, Gilgamés llega junto a él, y le revela el modo de conseguir la perseguida
inmortalidad. Le dice que tiene que buscar en el fondo marino la planta mágica
de la eterna juventud. Gilgamesh, sin pensárselo, se sumerge en las aguas y la
encuentra, pero su alegría es efímera, pues una serpiente se la arrebata. De
esta manera, sin inmortalidad y consciente de que su viaje fue inútil, regresa
a Uruk. Finalmente, relata su reencuentro con Enkidu, que retorna desde el
mundo de los muertos para transmitirle los secretos del más allá.
El
poema contó en la Antigüedad con varias versiones, un hecho que pareciera
demostrar su conocimiento por parte de las diversas poblaciones de la zona geográfica
y cultural mesopotámica y de Asia Menor. Las relaciones comerciales evidenciadas
en toda la región propiciarían la circulación literaria, el intercambio de
historias y relatos, la incorporación de ciertas realidades y contextos
diversos de contenidos o episodios ya presentes en el fondo literario y la
tradición épica mesopotámica. Por tal motivo se explica que el material no
fuese desconocido por los autores del Antiguo Testamento o por los griegos de la
época micénica, hasta el punto de que la epopeya dejó claras huellas en la
literatura bíblica, en la épica homérica y hasta en la obra hesiódica.
Los
personajes del Poema de Gilgamés presentan por primera vez en una obra literaria
un complejo repertorio psicológico. Las actitudes, trazos, conductas y
comportamientos de los personajes presentan una gran riqueza.
En
un nivel humano, sobresale la presencia de la hieródula (prostituta sagrada)
con la que Gilgamés logra civilizar al agreste y primitivo Enkidu. Existen
algunas alusiones a las gentes de Uruk, que asumen un rol subordinado, lo cual
reflejaría el esquema social de un sistema teocrático. En tal sentido, el valor
documental e histórico del poema es relevante, al reflejar la presencia de una
sociedad estructuralmente piramidal con una autoridad civil y religiosa que
detenta un poder centralizado.
En
un nivel heroico, destaca sobremanera Gilgamés, que posee dos tercios de
divinidad y uno de humano, al que se califica con el epíteto de “divino”;
además, sobresale Enkidu (que contaba con un ciclo mítico propio, lo que
denotaría su relevancia), el cual representa simbólicamente las etapas de la
humanidad, contempladas desde el salvajismo a la civilización. Por otra lado,
también son notables Utnapishtim, sobreviviente del gran Diluvio Universal, y
el gigante Khumbaba, guardia del sacro “Bosque dos Cedros”. Finalmente, no debe
relegarse al olvido el mencionado Toro del Cielo, creado por el dios Anu, con
la ayuda del cual se cumple la venganza de Isthar ante el desafuero que sufre.
En
el nivel divino, finalmente, debe señalarse que aparece en el poema un buen
número de deidades mesopotámicas. Ninguna de ellas, salvo Anu (An), titular del
panteón sumerio, reside en el ámbito celestial, sino en la tierra. Es el caso
de Isthar, titular del templo de Eanna en Uruk, o de Enlil, dios del viento y
la tierra, que será el encargado de enviar el diluvio como castigo a la
humanidad. Por su parte, Ea, un dios de
la sabiduría, que incluye las artes o la escritura cuneiforme, y que muestra su
carácter de protector de la humanidad, salva a Utnapishtim. Del mismo modo,
aparece Shamash, deidad solar y salvadora de Gilgamesh; Aruru, diosa de la
creación, mujer de Anu; Ninurta, divinidad de las aguas; Sumuqanl dios del
ganado; Ninsun, la madre del principal protagonista, Gilgamés; y Nergal y su
esposa Ereshkigal, deidades infernales, entre otros más.
El
Poema de Gilgamés conjunta una buena cantidad de complejos temas, motivos y
elementos, un factor que ha incidido en las variadas interpretaciones que sobre
el mismo se han llevado a cabo. Así, se puede contemplar la trágica condición
del protagonista, que se ve abocado a enfrentarse a la inevitabilidad de la
muerte; la función e intención de los grandes temas míticos (diluvio,
inmortalidad, descenso al inframundo); el rol desempeñado por los sueños como
mecanismos de contacto con el mundo divino; y la situación sentimental y emotiva
de los personajes.
La
conciencia de subjetividad y la dimensión histórico-literaria de la epopeya, abren
diversos ámbitos de análisis así como diferentes enfoques y lecturas múltiples,
sean estas filosóficas, psicológicas, literarias, sociológicas o
mítico-religiosas. La lectura del texto muestra una amplia gama de temas y
motivos. Por un lado, la naturaleza mortal del ser humano y su miedo a morir;
el sentido de la vida; el amor y la amistad; y el bien y el mal; por el otro,
la dicotomía entre civilización y barbarie; el papel que juega el destino; el
más allá; la persecución de la gloria y la fama y; la presencia del ámbito
religioso.
También
se pueden encontrar asuntos y motivos que son recurrentes en otras composiciones literarias. Es el caso
paradigmático del diluvio, que se constata asimismo en mitos indios (Manu),
aztecas (Tata), e incluso griegos (Deucalión) y bíblicos (Noé sería el
equivalente bíblico de Utnapishtim, el cual, a su vez, resulta ser una
adaptación del héroe sumerio Ziusudra y del babilónico Atrakhasis).
El
muy habitual motivo del viaje como una alegoría del devenir de la vida humana
establece algunas correspondencias entre Gilgamés y Ulises-Odiseo. Por otra
parte, se configuran algunas analogías también con Heracles, en cuanto a las peripecias
y duras pruebas que el propio viaje conlleva y que deben ser superadas. En relación
con lo anterior, se encuentra la pugna contra el mal[3], representado
generalmente por un monstruo, que en el caso que nos concierne encarna el terrorífico
Khumbaba, un trasunto de los míticos dragones, y el Toro del Cielo, una figura
que, con las adaptaciones pertinentes, recuerda al Minotauro cretense.
Por
su lado, el motivo de la vida eterna que es arrebatada por una sierpe a la
humanidad, tiene algunos paralelismos entre otras mitologías. Se puede pensar,
por ejemplo en el episodio bíblico del Génesis. Finalmente, incluso el tópico del
carpe diem tiene su aparición en el Poema de Gilgamés. Así, Siduri, la
tabernera que vive junto al Océano, en virtud de que Gilgamés nunca logrará la
inmortalidad, le aconseja al héroe, de un modo evidentemente hedonista, que la
vida es alegre y que, en consecuencia, debe gozar de la misma.
Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, 2019
[1] Desde un punto de vista
literario, los aspectos estructurales y compositivos, de contenido y forma,
técnicos, estilísticos y lingüísticos, evidencian el claro carácter épico del
poema, que cuenta, por otra parte, con elementos dramáticos. En tal sentido repercuten
las repeticiones de versos, los epítetos, las fórmulas, los diálogos, la viveza
descriptiva, y hasta los toques de oralidad, lo mismo que el empleo de figuras como
metáforas, comparaciones, alegorías, proverbios, anáforas y aliteraciones.
[2] Originariamente sumeria, la
epopeya conoció diversas versiones (acadia, hitita), si bien la estándar será
aquella en babilonio antiguo de la Biblioteca de Asurbanipal.
[3] Incluso este motivo encuentra
conexiones en el ambiente bíblico, tal como ocurre con Sansón o hasta el propio
Cristo.
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