29 de julio de 2020

Vídeos (A): Ciudades del mundo antiguo: una historia (1)



Saludos. Primer vídeo de la nueva serie que se llama Ciudades del mundo antiguo: una historia. Una necesariamente resumida valoración arqueológica, histórica (e historiográfica en ocasiones) de antiguas y reconocidas ciudades, muchas ya desaparecidas pero vigentes en su halo misterioso, y otras todavía habitadas en la actualidad. Se comienza con cuatro de ellas, ubicadas en el actual territorio de Irak: Uruk, Kish, Lagash y Nínive. Espero sea de interés, utilidad o distracción. Un cordial saludo. J.L.S.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio, 2020.

22 de julio de 2020

Vídeos (X): Toponimia básica. Ciudades, villas y pueblos del noroeste


Amigas, amigos, colegas, estudiantes y seguidores. Cordial saludo. Décima entrega, y última, de la serie que hemos venido llamando Toponimia básica de Ciudades, villas y pueblos del noroeste (peninsular). Con este vídeo ponemos fin a la serie, en la que se han analizado 87 topónimos cuyo origen etimológico es mozárabe, celta, preindoeuropeo o romance latino. Además, se han mencionado otras trece o catorce localidades, lo que da un total de más de cien ejemplos ilustrados. Como siempre, deseo que pueda ser de utilidad o de interés para alguien. Comentarios y críticas serán bien recibidos. Saludo cordial, J.L.S. 

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio 2020. 

18 de julio de 2020

Religiosidad entre los Celtíberos







Imágenes (de arriba hacia abajo): posible dios Cernunnos en un fragmento cerámico numantino. Museo Numantino, Soria; fragmento cerámico con una presunta escena de sacrificio con la presencia de un personaje como oficiante. Museo Numantino, Soria; par de fragmentos, uno con un hombre disfrazado con un armazón de caballo, y otro, un personaje que tiene sus brazos embutidos en cuernos de toro. Museo Numantino, Soria; cerámica proveniente de Arcóbriga en el que se observa una persona, asociada a un árbol que está debajo de un templete que, a su vez, está rodeado por animales, concretamente gallos y sierpes. Museo Arqueológico Nacional, Madrid; y fragmento cerámico con una escena en la que se aprecia un probable guerrero difunto estilizado siendo picoteado por buitres. Museo Numantino, Soria.  

Las investigaciones arqueológicas, acompañadas del estudio de la cerámica y sus representaciones decorativas así como de las alusiones en los textos de las fuentes grecolatinas, permiten conocer unos pocos aspectos propios de la religiosidad de los celtíberos.
En virtud de la presencia de una religión de orden politeísta, se pueden destacar diferentes tipos de deidades, que están documentadas en las fuentes epigráficas a partir de la abundancia de teónimos indígenas. En un primer nivel habría que señalar las entidades sagradas se sustancia pancéltica, propias de toda comunidad con sustrato cultura céltico. Es el caso específico de Lug, Epona y las Matres. El primero, con mucho el más citado en las fuentes, es una divinidad solar, mientras que Epona es una deidad femenina protectora de los difuntos en tanto que las Matres se identificaban con la fecundidad. Otras deidades ya menos frecuentes serían Sucellus, asociado al lobo, Airon y, sobre todo, Cernunnos, que aparece representado en la cerámica con unas astas de ciervo sobre la cabeza.
En un segundo peldaño estarían una serie de deidades locales que aparecen vinculadas a la naturaleza. Los espacios naturales, en este caso específico, serían asociados directamente más con lugares, sitios, territorios en los que se manifiesta lo divino, que con divinidades propiamente dichas. En este grupo habría que incluir algunas deidades astrales. En un tercero, y último escalón, tendríamos el grupo de dioses de origen latino que fueron asimilados al ámbito religioso celtibérico por la interacción cultural entre celtíberos y romanos y, en ocasiones, sincretizados entre sí. Destacarían Marte, Hércules, Apolo y Júpiter, entre otros.
En varias cerámicas de Numancia se pueden observar escenas de sacrificio, que puede ser animal pero también humano, llevado a cabo por ciertos personajes vestidos con una túnica ornada y un tocado en forma de cono. Existieron rituales propiciatorios que establecían contacto con la deidad, entre los que destacan sobremanera el corte de manos, de carácter simbólico, y el de las cabezas de los enemigos. Las cabezas se llevaban colgadas de sus cabalgaduras o también aparecían exhibidas en las casas, con un claro componente apotropaico, ya que en el mundo cético se creía fervientemente que la cabeza era la residencia del alma. Además, se constatan rituales vinculados con el fuego, elemento purificatorio, y asociados con el disco solar. Es común la representación de personas, generalmente varones, portando máscaras de toro, con cabezas de équido o con cuernos enfundados en sus brazos.
De tal modo, los caballos, como también los peces y las aves, aparecen estrechamente vinculados con el ámbito inframundano, en virtud del hecho de que es por esos medios (agua, aire o viento), por el que las almas eran transportadas al mundo del más allá.
El culto que celebraban los celtíberos era al aire libre, no en recintos templarios (aunque es probable su existencia, como se aprecia en la decoración cerámica). La palabra céltica nemeton advierte la presencia de un santuario, que solía ser una cueva, un espacio elevado, una fuente o un río, la cumbre de una montaña o un simple claro en el bosque. No obstante, debieron existir pequeños santuarios de carácter doméstico.
Entre los celtíberos hubo, tal y como señalan las fuentes clásicas escritas antiguas (Silio Itálico, Eliano), dos tipos de ritual funerario. El primero, y más común, era el que consistía en la incineración del cadáver al lado de su ajuar funerario en una pira o ustrinum. Tras la cremación se seleccionaban los pocos huesos que quedasen y las cenizas para meterlas en un hoyo o, principalmente, en una vasija cerámica o urna, al lado de la cual se depositaría el ajuar y los objetos personales del fallecido, que acostumbraban a ser armas, diversos utensilios personales y adornos. Los objetos en las tumbas aparecen inutilizados, doblados o fragmentados intencionadamente, lo que supone su muerte ritual, un hecho que implica que su espíritu acompañaría al difunto hasta el Otro Mundo, como referentes de la identidad del fallecido. Se podía señalizar la tumba mediante un pequeño túmulo o una estela.  
El segundo ritual estaba destinado a aquellos guerreros que fallecían en las guerras, cuyos cadáveres eran expuestos a los buitres (considerados intermediarios entre los dioses y los humanos), en ciertos lugares con la finalidad de lo que los descarnasen. Al hacerlo, transportaban el espíritu del muerto hacia la deidad celestial. En unas pocas tumbas han aparecido restos óseos de animales como potros y corderos, lo cual se cree que simboliza la carne del banquete funerario del difunto.
Podría hablarse, finalmente, de un tercer ritual, aunque únicamente documentado arqueológicamente en el interior de los asentamientos, y concerniente a los niños. Se trata de la inhumación de infantes fallecidos prematuramente en el subsuelo de las viviendas. Esta costumbre puede responder a la idea de que los niños no se consideraban parte de la comunidad hasta que fuesen mayores de edad, de forma que hasta ese instante pertenecían al ambiente estrictamente familiar, no comunitario. 

Prof. Dr. Julio López Saco  
UM-FEIAP, julio, 2020

14 de julio de 2020

Vídeos (IX): Toponimia básica de Ciudades, villas y pueblos del noroeste


Amigas, amigos, lectores, estudiantes, colegas. Noveno vídeo, penúltimo, de la serie Toponimia básica. Ciudades, villas y pueblos del Noroeste (peninsular), que trata de analizar algunos ejemplos referidos a la etimología de ciertos topónimos de este espacio geográfico hispano. En esta oportunidad, ejemplos escogidos de topónimos que inician con las letras T y V. Se ha optado por hacerlo en un nuevo escenario, concretamente en en tierras portuguesas. Espero pueda ser de interés, utilidad o de distracción para alguien. Cualquier comentario será bien recibido y contestado debidamente. Cordial saludo. J.L.S.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio del 2020. 

8 de julio de 2020

Influencias e inspiraciones de los mitos de Ulises-Odiseo (II)





Imágenes, de arriba hacia abajo: stamnos de figuras rojas ateniense mostrando a Odiseo, atado al mástil de su barco, ante la presencia de las sirenas (con cuerpo de ave). Datado entre 480-470 a.e.c. Museo Británico, Londres; pintura Odiseo y Calipso en un fantástico paisaje cavernoso, de Jan Bruegel el Viejo, 1616 y; cartel de la película Ulises, de Mario Camerini. Italia, 1954, Regia films.

Es Ulises más un ser humano que una deidad, un semidiós o héroe al modo habitual en la antigüedad, hasta el punto que su denominación Odiseo, debida a Homero, pudiera significar enfadado, odioso, frente a su más habitual, y latina, Ulises, una voz formada a partir de las palabras muslo (ischion) y herida (oulé), lo cual alude directamente a la herida causada por un enojado jabalí.
En la Odisea, epopeya que habla de la condición humana, y de que cada quien intente adueñarse de su destino, Ulises es una suerte de humano “héroe”, con virtudes y defectos. Es escurridizo, valiente además de embaucador, precavido pero poco escrupuloso en virtud de que cree firmemente que el fin justifica los medios. Emplea, ya habíamos señalado previamente, aquello que nos distingue como humanos, las capacidades de razonar y pensar, pero normalmente asociadas a una artera astucia, a un deshonroso engaño. Es el que piensa, el que con astucia e inteligencia logra sobrevivir y, sobre todo, obtener aquello que busca, lo que se propone como objetivo.
Es el viajero eterno por antonomasia, el humano curioso, atrevido e insatisfecho, que desea vivir todo tipo de experiencias y aventuras que posteriormente pueda narrar a otros, explicar con satisfacción nada contenida. En su encuentro con el terrible cíclope Polifemo y la hechicera Circe reconocemos el ogro fiero, pero torpe, y la malvada bruja de los cuentos populares, que como prototipos encontramos en obras posteriores, como el gigante de un solo ojo de Simbad el Marino en la fascinante Las mil y una noches o la maga Alcina protagonista del poema Orlando Furioso de Ludovico Ariosto.
Ha sido desde siempre Ulises un personaje literario. Sus aventuras han sido muy influyentes. Recuérdese al respecto al quejica Polifemo de los Diálogos Marinos de Luciano de Samosata, su parodia de las historias de viajes en las que el protagonista principal relata su llegada a la luna o su encuentro con Ulises y hasta con Homero en una isla llamada de los Dichosos (en Relatos verídicos), o la obra El cíclope de Eurípides. También Ovidio en las Metamorfosis recuerda el episodio de Polifemo o el de Circe. Hay que esperar varios siglos, concretamente hasta el XVI, para volver a encontrar la idea homérica del viaje y el descubrimiento de nuevos lugares otra vez desplegada con maestría, en este caso en las manos de Luís de Camoes en su famoso poema épico Os Lusiadas, o del ingenio de un Lope de Vega en La Circe.
Ya en el siglo XX una de las más renombradas adaptaciones modernas del mito es la que encontramos en el Ulises de James Joyce, en la que el soberano de Ítaca, convertido por arte de magia en un publicista, recorre durante un día la ciudad de Dublín, viviendo y experimentando una serie de acontecimientos. Otro buen ejemplo, aunque menos conocido, es el poema de K. Kavafis acerca de la relevancia del viaje no como punto de llegada sino como movimiento y aprendizaje durante la realización del trayecto.
En las artes plásticas ciertos episodios odiseicos (Circe, Polifemo, las sirenas y sus dulces cantos), ya desde antiguo también, sirvieron de inspiración como temas para la decoración vascular, si bien serían los humanistas renacentistas y barrocos los que convertirían a Ulises en un personaje predilecto, en el representante del ser humano luchador, hasta el punto de ser capaz de decidir por sí mismo su destino. Se pueden destacar en este aspecto los frescos de Pellegrino Tibaldi para el Palazzo Poggi boloñés, influenciadas en las historias y aventuras de Ulises comprendidas como emblemas de las virtudes políticas, morales y hasta eclesiásticas; El cíclope Polifemo de A. Carracci; el grandioso Penélope y sus pretendientes de Pinturicchio; el espléndido Ulises y Calipso de J. Brueghel el Viejo; el Ulises en la cueva de Polifemo, de J. Jordaens, o el muy famoso Ulises en el país de los feacios, de P. Rubens.
El Romanticismo, por su parte, atraído por el misterio, orienta su atención en los aspectos más novelescos y fantásticos de las historias de Ulises. Encontramos en este caso, obras memorables, como es el caso de Ulises y Calipso o Ulises y Polifemo de A. Böcklin, o el Ulises burlando a Polifemo del, a veces, difícilmente clasificable W. Turner. Las versiones simbolistas del episodio de las sirenas (siglos XIX y XX), se han hecho un lugar destacado en la historia del arte: H. J. Draper; J. William Waterhouse o el maravilloso Gustave Moreau.
En la música y en el cine Ulises y sus peripecias de toda índole han sido también motivos habituales de inspiración. C. Monteverdi, en El regreso de Ulises a la patria, centra la acción en el regreso del héroe, el asombroso reencuentro con sus familiares y amigos así como la violenta venganza sobre los pretendientes de Penélope. En el Barroco y el Clasicismo sobresalen obras como Telémaco o la isla de Circe (Ch. Willibald Gluck), pero es sobre todo en el Romanticismo y la modernidad cuando se hacen eco de un Ulises protagonista predilecto. L. Dallapiccola convierte en su Ulises al protagonista en el representante del eterno insatisfecho que requiere conocerse a sí mismo como imperativo. Otro ejemplo destacado es el poema lírico Penélope de G. Fauré. Poemas sinfónicos y ballets, como el cuarteto de poemas, de épicas sonoridades, del ciclo De los viajes de Ulises de Ernst Boehe, o el Ulises de J. Harbison, respectivamente, son referentes pragmáticos dignos de mención.
En el cine el pionero se remonta a 1905. Se trata de Georges Méliès, con su cortometraje La Isla de Calipso: Ulises y el gigante Polifemo. Más tarde sobresalen el Ulises de Mario Camerini, filmado a mediados de los años cincuenta, con Silvana Mangano y Kirk Douglas; y la pintoresca reinterpretación del mito odiseico de los hermanos Cohen en O Brother, una comedia ubicada en la Norteamérica profunda.
En definitiva, Ulises simboliza al ser humano y su imperioso deseo y necesidad de conocer y conocerse, de asombrarse ante lo novedoso, lo distinto, de buscar aquello que colme sus inquietudes.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio, 2020.

Vídeos (VIII): Toponimia básica de Ciudades, villas y pueblos del Noroeste


Amigas, amigos, compañeros, estudiantes, colegas: saludo cordial. Octavo vídeo (de diez en total) de la serie Toponimia básica. Ciudades, villas y pueblos del Noroeste (peninsular). Es la hora de algunas poblaciones, de mayor o menor extensión, cuya denominación comienza con las letras Q, R y S. Como es habitual, será una satisfacción si le sirve de ayuda, interés o hasta de inspiración para hacer algo mejor, a alguna persona interesada en el tema, directa o indirectamente. Comentarios de cualquier tipo, críticos o no, serán siempre bienvenidos y contestados en la medida de las posibilidades. Gracias. Saludo cordial. 

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio, 2020.

2 de julio de 2020

Influencias e inspiraciones de los mitos de Ulises-Odiseo (I)




Imágenes: arriba, una escultura de Palamedes del artista neoclásico A. Canova, en Villa Carlotta; abajo, pintura al óleo de Anton van Dyck y Paul Rubens, titulada Aquiles descubierto por Ulises. Pintura flamenca del siglo XVII.

El héroe astuto por antonomasia ha sido, desde antiguo ya, Ulises. Mientras Aquiles era el símbolo del arquetipo del heroico guerrero más tradicional, cuyas virtudes eran la fortaleza de sus brazos y sus armas, Ulises (aun sin renunciar a la fuerza), recurría a la capacidad de pensar, discurrir, razonar, si bien siempre vinculada a la astucia. Representaba el prototipo del héroe más humano. Pero como ser humano, también poseía su lado sombrío, en tanto que su inventiva lo hacía experto en mentir y manipular, buena parte de las ocasiones con fines nada honorables.
Tal vez únicamente Palamedes tuvo también la fama de ser tan inteligente como Ulises, aunque con una singular diferencia: mientras Ulises la empleaba para su beneficio, para obtener aquello que buscaba, Palamedes la ponía altruista servicio de la comunidad. Tal rival competencia no pasaría desapercibida para el soberano de Ítaca, quien fue capaz de aniquilarlo gracias a un canallesco ardid: acusarlo falsamente. También otras grandes personalidades resienten la presencia de Odiseo. Es el caso de Ayax, quien se sintió humillado (lo que le llevó al suicidio) cuando Ulises manipuló con su característica habilidad a los que decidían el destino de las armas del fallecido Aquiles, o de Filoctetes, el espléndido arquero abandonado sin piedad por Ulises en una desierta isla. Tampoco los grandes reyes, como Menelao o el mismo Agamenón se sentían confiados a su lado.
Es Ulises una personalidad pragmática, sin duda, pero sin moral. En sus Narraciones, Conón, aludiendo al famoso robo del Paladio que garantizaba la victoria aquea en Troya, no tiene reparos en mostrar el lado oscuro, traicionero de Ulises, quien intentó matar a su compañero de hurto, Diomedes, porque éste será el que se lleve el crédito y la gloria de tal necesaria acción. Diomedes, siempre prevenido, evita el desastre. Puede aparecer Ulises como una persona piadosa, sí (en el Ayax sofócleo), pero al tiempo como un ser inescrupuloso, artero, amoral, jactancioso, además de pragmático (como el en mismo Sófocles, ahora en Filoctetes, o en la Hécuba de Eurípides).
En la literatura latina la visión del héroe resulta habitualmente desoladora. Así ocurre en las Metamorfosis de Ovidio, en donde el gran Ayax le recrimina que pertenezca a la progenie de Sísifo, el engañador por antonomasia de la mitología griega, o que sus hazañas, como la del mencionado robo del Paladio o de los caballos de Reso, las hubiera llevado a cabo en la nocturnidad y con ayuda (Diomedes en ambos casos). Sin embargo, el rey de Ítaca se defiende de tales acusaciones empleando uno de sus mejores recursos, la elocuencia (teñida, eso sí, de cinismo). Dice así que Héctor muere por porque fue él quien astutamente sacó de Esciros a Aquiles, donde se había refugiado huyendo del conflicto troyano, o que aconseja con sabiduría a quien lo necesita. Los romanos, en esencia, quienes se consideraban descendientes de los troyanos por mediación de Eneas, no olvidan, ni perdonan, que haya sido el famoso hijo de Laertes el inspirador de la estratagema del célebre caballo de madera que conllevó, a la postre, el fin de la ciudadela.
Los escritores más modernos, tal vez obviando estos recursos de la personalidad de Ulises, se han decantado en su mayoría por la visión del héroe de la Odisea. Acontece con La curación de Troya, de Seamus Heaney (reactualizada a través del infame apartheid sudafricano), o del Filoctetes de André Gide, para quien Ulises es la representación del patriotismo y el deber. Los episodios fantásticos y muy aventureros de la Odisea han sido los inspiradores de los artistas, de diversas artes, que se han acercado a la figura de Odiseo. Y ya desde la antigüedad esto es moneda común. Así, por ejemplo, ocurre con una jarra para el vino (enócoe) de Apulia, de figuras rojas, datada a mediados del siglo IV a.e.c., o los mosaicos de Zeugma y Susa (Turquía y Túnez, respectivamente), en donde se representa a Ulises desenmascarando a Aquiles en Esciros, o también en la Casa de los Dioscuros pompeyana y sus frescos.
En épocas más modernas, de los siglos XVI al XIX, la popularidad del rey de Ítaca lo encontramos reflejado en pinturas como las de van Dyck, A. Gentileschi, N. Poussin, Gérard de Lairesse, G.B. Gamberini o Jan de Bray. Asimismo, en los neoclásicos N.A. Abildgaard, J. Germain Drouais o J. Barry (en la escultura neoclásica A. Canova), y en los románticos como F. Hayez. Debemos destacar, además a Antonio Zanchi (en su famoso Palamedes y Ulises) y hasta al mismísimo Rembrandt. Entre los siglos XVII y XIX, Ulises también fue motivo predilecto de inspiración de óperas musicales, la gran mayoría a partir de un libreto de Pietro Metastasio llamado Aquiles en Esciros. Le pusieron música autores italianos representantes de la opera seria, como Domenico Sarro, A. Caldara, Francesco Sacrati (La loca fingida) y N. Jommelli, o alemanes de la talla de J. Adolph Hasse y, sobre todo, de G.F. Händel, con su muy conocida Deidamia.

Prof. Dr. Julio López Saco
UM-FEIAP, julio, 2020